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“Z”, LA CIUDAD PERDIDA

Revista Tiempo GNA*

Para ciertas personas, la radiante belleza de la jungla tiene un atrapante magnetismo y es una suerte de invitación a descubrir sus secretos, de los que no es fácil volver. Se sabe que muchos aventureros han salido a buscar la ciudad de los Césares, incluso en tiempos modernos, y jamás se ha sabido de ellos. La leyenda de El Dorado, u “Hombre de Oro”, se basaba en una historia presumible auténtica de un gran rey indígena que de día se cubría en polvo de oro para brillar como un dios. Para algunos historiadores era un ritual que podría haber ocurrido en alguna parte de la selva amazónica presumiblemente en Manaos o cerca de ahí y que finalizó con la llegada del hombre europeo. Dichas investigaciones se basan en relatos de exploradores ingleses y españoles que recorrían el Orinoco unos 100 años después del descubrimiento de América. Cuando veían aborígenes con piezas de oro y les preguntaban dónde las habían encontrado respondían “Manoa”.

Las tribus aunque estuvieran a cientos de kilómetros entre ellas disponían de una eficiente comunicación y al conocerse la crueldad de los invasores europeos para despojarlos de ese metal, la ceremonia del “Hombre de Oro” fue abandonada en el siglo XV, pero los conquistadores la alcanzaron a conocer y fácil es imaginar el esfuerzo que hicieron para descubrir ese lugar.

El Coronel Fawcett

En la selva de Sudamérica han desaparecido numerosas personas hasta expediciones completas. La más comentada fue la del Coronel británico Percy H. Fawcett que llegó a trabajar para el servicio secreto de Su Majestad. Este militar desde 1906 se encontraba en Brasil confeccionando cartografía en zonas limítrofes.

Desapareció cuando exploraba el Amazonas y hasta la fecha no se tiene noticias de él ni de su grupo.

Según escritos de la época, estaba en la selva brasileña con dos hombres más tratando de localizar una ciudad legendaria nunca descubierta por el hombre blanco. Fawcett conjeturó que ese asentamiento existió en la región de Mato Grosso de Brasil y podría tener una antigüedad aproximada a los 11.000 años. La tradición oral mencionaba que había calles fijadas con lingotes de plata y hasta las paredes de ciertas casas serían oro. No era difícil de creer esto, pues para esos años el oro en determinados lugares se obtenía con la mano casi a ras de suelo, y la plata para los nativos no era un metal valioso. Ese fabuloso lugar, los españoles la buscaron en vano durante siglos sin encontrarlo. Fawcett, explorando la selva, un día descubrió un túnel cuya entrada estaba oculta y en su interior había viejos moldes dentro de los que se vertía el oro fundido. Más tarde alguien le acercó una estatuilla esculpida en basalto negro y dedujo que pertenecía a la ciudad perdida en Brasil. A pesar de todo su esfuerzo, la única población que Fawcett encontró fue cierto asentamiento aborigen al que le dio el nombre “Ciudad perdida Z” y estaría al sureste del Perú y norte de Bolivia. También supo que cuando los conquistadores españoles avanzaban en los Andes, los incas tapiaron las principales minas de oro y plata al este de la cordillera ocultando las huellas. Hasta el día de hoy se desconoce dónde estarían.

No todo es fantasía

En ciertos archivos históricos, actualmente se encuentran registrados los nombres incluso la producción que tenían estas minas hasta 1780, pero no han vuelto a ser descubiertas. Cuenta la tradición de la existencia de pequeños túneles en la ladera de alguna montaña con vasijas conteniendo oro y plata que habían ocultado los incas para que no cayeran en manos del conquistador. Se tiene la certeza que escasos aborígenes conocen la ubicación de algunas minas y tesoros ocultos, pero por respeto a sus antiguos dioses nunca dirán nada; por otra parte su vida correría peligro. El explorador inglés sabía todo esto y estaba absolutamente convencido de sus investigaciones, por lo que luego de distintas expediciones el 29 de mayo de 1925 partió en la que sería su última salida. Desde su desaparición fue intensamente buscado sin éxito por años; incluso hasta 2002 distintos investigadores trataron de encontrar alguna prueba de su desaparición en ese infierno verde.

Nunca se encontró algún indicio y la mayor sospecha se centra en que fueron asesinados por salvajes, algo que también suele ocurrir ocasionalmente hoy día. En abril de 2004, en el estado amazónico de Rondonia (Brasil), los indios masacraron a 41 “garimpeiros” (buscadores de oro y diamantes).

Es decir, el coronel británico aunque estaba equivocado sobre la existencia de “Z” la ciudad perdida, no lo estaba sobre la existencia de minerales preciosos.

Otra historia real

En El Maitén (Chubut) en 1973, el Jefe de la Sección de la GNA emplazada en esa localidad conoció a un aborigen llamado Catriful, que se ganaba la vida cortando leña. Los fines de semana, concurría a un destartalado boliche de campo donde pasaba horas bebiendo vino y para sorpresa de la paisanada el aborigen ocasionalmente pagaba sus gastos con algunas pepitas de oro y por más que en distintas ocasiones intentaron emborracharlo para que contara dónde las encontraba, jamás pudieron obtener indicio alguno. Para todos era una gran incógnita y por eso lo respetaban. Cuando el oficial de Gendarmería se enteró de ese murmullo le fue imposible de comprobarlo, pero enseguida lo asoció con un sacerdote que lo visitaba. El cura sin demostrarlo le dijo que también las obtenía. Lamentablemente falleció en la montaña al desbarrancarse el tractor que conducía en un accidente muy insólito y como es de imaginar, murió sin revelar el secreto. Que en las entrañas de Sudamérica se oculten enormes riquezas no es de extrañar. Desde la conquista española en los Andes muchos pagaron con su vida buscando el oro de los incas, incluso la selva sepulta en su bullicioso silencio el secreto del destino de otros osados visionarios. La duda que salta a vista es que, si con la actual tecnología no se ha descubierto lo que Fawcett estaba buscando es muy difícil que pueda existir y que todo haya sido un embuste de los nativos.

Pero… nunca se sabe.

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Artículo publicado por la Revista Tiempo GNA 79.

LA GNA Y EL “PROYECTO HUEMUL”

Revista GNA*

Ronald Richter fue un científico austríaco, nacionalizado argentino que se hizo famoso en 1951 con el “Proyecto Huemul”.

El plan consistía en un intento para generar energía barata mediante fusión nuclear en una “planta atómica”. El lugar elegido para llevarlo a cabo fue la isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi (Río Negro). Era un lugar perfecto: con aire limpio para los aparatos, abundante agua como fuente energética y sobre todo aislada del mundo, lo que permitiría a Ronald Richter trabajar sin que nadie supiera cuál era su verdadero objetivo. El gobierno de la época había construido un mini pueblo con una docena de casas para técnicos, alcantarillado para desagües, una usina eléctrica, galpones, un laboratorio con enormes paredes de 2 metros de ancho, salones para conferencias. Todo estaba custodiado por un contingente de gendarmes que debía patrullar la isla y darle custodia personal al físico cada vez que viajaba a Bariloche. El jefe de ese personal cierta vez entre sonrisas relató, que Ronald Richter hacía detonar cargas de TNT cuyas explosiones eran claramente audibles en Bariloche que estaba a 8 Km. Al parecer su intención era que lo asociaran con sus experimentos atómicos.

De Buenos Aires llegaban trenes con muebles, ladrillos y equipos, Richter se sentía el rey de Bariloche y nadie podía contradecirlo porque gozaba de la protección del Gobierno.

Ronald Richter (1909 -1991)

En dicha ciudad había periodistas extranjeros y el mundo miraba a Argentina con asombro y preocupación porque para esos años se evidenciaba como una futura potencia. En sus primeros meses, el ingeniero decía que llevaba a cabo experimentos, además de construir grandes estructuras, pero tres años después surgieron las primeras dudas. Fue entonces que se descubrió que todo era una gran y millonaria farsa a tal punto que se supone que lo engañó hasta al mismo Perón prometiendo colocar al país delante de los EE.UU. que en los años de posguerra dedicaba esfuerzos a la investigación nuclear.

Desde hace 67 años el “Proyecto Huemul”, de un millonario costo son sólo escombros.

 

Artículo publicado originalmente en la Revista GNA 74, noviembre de 2022.

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NUESTRA SELECCIÓN «BLANCA» VISTA DESDE UN PAÍS RACISTA

Marcelo Javier de los Reyes*

Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.

Preámbulo de la Constitución de la Nación Argentina

 

El pasado 8 de diciembre, día en que se conmemora la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Erika Denise Edwards, quien se presenta como profesora asociada de la University of Texas de El Paso, experta en identidades raciales y autora premiada de «Argentina Negra», escribió un artículo publicado en The Washington Post titulado «Why doesn’t Argentina have more Black players in the World Cup? Argentina is far more diverse than many people realice, but the myth that it is a White nation has persisted» («¿Por qué Argentina no tiene más jugadores negros en el Mundial? Argentina es mucho más diversa de lo que mucha gente cree, pero el mito de que es una nación blanca ha persistido»).

Erika Denise Edwards ha publicado un libro —según ella premiado— titulado Hiding in plain sight. Black women, the law, and the making of a white Argentine Republic (Escondiéndose a plena vista. Mujeres negras, la ley y la construcción de una República Argentina blanca). Ese mismo texto está en la imagen de su cuenta de Twitter.

En su página web, en español, expresa:

¡Bienvenidos!

Soy un erudito que se inspira en el presente para profundizar en las complejidades del pasado. Me concentro en la formación de identidades raciales en las Américas. En particular, estoy interesado en la creación de la negrura y su legado perdurable. Me concentro en la diáspora africana desde 1500-1900. Más recientemente, publiqué un libro premiado que profundizó en las raíces del blanqueamiento en Argentina. Es un análisis de género que centra a las mujeres negras. Sigo enfocándome en las mujeres negras al examinar la Ley de útero libre en mi proyecto actual. Yo comparo Filadelfia y Buenos Aires. En mi tiempo libre, disfruto pasarlo con mi familia y amigos, ¡y me encanta bailar! [1]

Perfil de Twitter de Erika Denise Edwards.

En su artículo se pregunta «¿Por qué el equipo de Argentina no tiene más jugadores negros?»[2] y luego agrega que «En marcado contraste con otros países sudamericanos como Brasil, el equipo de fútbol de Argentina palidece en comparación con su representación negra» y que en 2014, «los observadores bromearon sobre cómo incluso el equipo de fútbol de Alemania tenía al menos un jugador negro, mientras que Argentina parecía no tener ninguno». No sabemos quiénes eran esos «observadores» ni que tan relevante es hacer esa comparación. Luego añade que el censo de 2010 reveló que en Argentina había 149.493 personas negras, lo que equivale al «1% » de la población. Luego este porcentaje fue corregido por el propio The Washington Post porque, matemáticamente, ese número es menor al 1% de la población argentina de 2010. En este sentido, debe tenerse en cuenta que a veces las preguntas de los censos están mal formuladas o son capciosas.

Agrega información histórica, por ejemplo, que 200.000 cautivos africanos desembarcaron en las orillas del Río de la Plata y que «a fines del siglo XVIII un tercio de la población era negra». A continuación afirma que «la idea de Argentina como una nación blanca no solo es inexacta», sino afirma que los negros fueron borrados de la historia argentina, lo cual se explica a través de varios «mitos». Por tanto, aclaremos que significa «mito». El diccionario de la Real Academia Española nos da varias acepciones para el término «mito»:

    1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico.
    2. m. Historia ficticia o personaje literario o artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana.

¡Interesante! La autora del artículo dice que lo que los historiadores han investigado, lo que han escrito durante años, no es más que una «narración maravillosa» o una «historia ficticia».

Erika Denise Edwards expresa que «Los argentinos tienen varios mitos que supuestamente “explican” la ausencia de argentinos negros» y menciona, por ejemplo, que los hombres negros fueron utilizados como «carne de cañón» en los ejércitos que participaron de la guerra de independencia de Argentina «contra las fuerzas españolas, con la promesa de libertad después de cinco años de servicio». Añade que muchos desertaron para no morir en el campo de batalla, siguiendo al historiador George Reid Andrews, quien en un libro de su autoría expresa que su estudio «Es tambien un intento por explicar que motivó a los argentinos a negar a los negros el lugar que les corresponde en el registro del pasado del país»[3].

Entre otros «mitos» destaca el alto número de muertes de hombres negros causado por las guerras del siglo XIX, lo que llevó a que «las mujeres negras en Argentina no tuvieran más remedio que casarse, cohabitar o entablar relaciones con hombres europeos, lo que llevó a la “desaparición” de los negros». Este sería el origen que ha llevado a que la población se fuera tornando más blanca.

Saltearé algunos «mitos» y mencionaré el que se refiere a la epidemia de fiebre amarilla que asoló la ciudad en 1871, sobre todo en las zonas donde habitaba una mayor población negra. Afortunadamente, la autora no hizo mención a que podría haberse debido a una «guerra bacteriológica» destinada a borrar la negritud de la Argentina.

Pasemos página

En verdad, no quisiera seguir hablando sobre ese artículo porque me he dado cuenta que hace poco, cuando me invitaron a participar de un panel sobre África en la Biblioteca Nacional y reparé en la historia que unía a la Argentina con ese continente, le ofrecí a los asistentes una serie de «narraciones maravillosas», es decir que siguiendo a la esta autora les mentí. Seguramente mentí al mencionar que el valiente Sargento Cabral era de raza negra, que María Remedios del Valle —conocida también como «Remedios Rosas», la Madre de la Patria— era negra, al igual que Antonio Ruiz, conocido como el «Negro Falucho». Otro ejemplo digno de mencionar es el de Cayetano Silva, (nacido en 1873 en la ciudad de San Carlos, en el Departamento de Maldonado, en la Banda Oriental), compositor de la Marcha de San Lorenzo, sin letra, estrenada oficialmente el 28 de octubre de 1902 en el Convento de San Carlos, donde tuvo lugar la batalla de San Lorenzo. Su caso pone en evidencia el racismo de su época: fue músico del Teatro Colón, autor de otras conocidas marchas militares y empleado policial en Santa Fe, pero debido a que era de raza negra —su madre había sido esclava—, la policía de Santa Fe le negó ser enterrado en el panteón policial, siendo inhumado en una fosa común. Estamos aquí, en presencia de un ejemplo más entre tantos de lo que se ha dado en llamar la «invisibilidad» de los afroargentinos y de los afrodescendientes, una injusticia que aún precisa de una reparación histórica. Sin embargo, todos cuando eramos niños, en los actos escolares que se remontaban al período de la Revolución de Mayo se recordaba que la vendedora de mazamorra o el de velas podían ser negros. No entraré aquí en el debate que le encanta a la progesía de que esos vendedores eran esclavos. Sí lo eran o no no es lo que intento destacar sino que teníamos presente que había población negra en esa época de nuestra historia pero si mirábamos a nuestros compañeros de escuela difícilmente encontrámos a uno de piel negra por lo que las maestras o madres debían recurrir a pintar el rostro de algún alumno. Es decir, el negro estaba presente en los actos con lo que sabíamos de su existencia. Es probable que no conociéramos más acerca de la importancia que tuvieron en la sociedad de la época y es ahí donde podemos hablar de la «invisibilidad» del negro.

Espero que nadie se moleste por usar el término «negro», más aún siendo blanco —o eso creo porque soy la segunda generación de argentinos, nieto de europeos trasplantados a América— pero detesto lo «políticamente correcto» y demás imposiciones de este mundo de la postverdad —el de las «medias verdades» o el de las mentiras que se dicen sin sonrojarse— y del progresismo que en pos de la libertad nos impide hablar de casi todo. Sé que prefieren el término de «afrodescendiente», «afroamericano» o «afroargentino», tal como se impone desde la mentalidad imperialista, porque no hay nada más funcional al imperialismo que el progresismo.

El listado de negros relevantes en nuestra historia es largo pero para cerrar quiero destacar al esclavo africano Manuel Costa de los Ríos quien en 1630 fue testigo del milagro de la Virgen de Luján y que en la actualidad se encuentra en proceso de beatificación. Su papel ha sido de gran importancia para que la Virgen de Luján sea hoy la Patrona de la  Argentina.  

Hacia el final de mi carrera de licenciatura me orienté sobre los temas referidos a África y sobre esa cuestión giró mi tesis de grado. Los primeros años como graduado también me ligaron a los estudios africanos hasta que pasé a los estudios generalistas en el marco de las relaciones internacionales.

No repararé en ciertos hechos sabidos por los argentinos, como la Asamblea del Año XIII que otorgó la libertad de vientres y otros tantos «mitos» como podría rotularlos Erika Denise Edwards.

Lo que no ha podido esta autora es dar respuesta a su pregunta porque precisamente en su extenso dislate lo que llega a considerar es que la Argentina «no es blanca» y tiene «morochos» como Maradona. Ahora, tampoco la Selección de Marruecos tenía jugadores negros, tampoco tiene jugadores negros la de Paraguay ni la de Chile ni otras.

Lo que imprudentemente la autora denomina «mitos» son los argumentos que los hitoriadores han podido ofrecer para, precisamente, dar una respuesta a la «desaparición» de los negros en la Argentina pero tampoco el autor sobre el que se basa, el historiador George Reid Andrews, puede ser considerado una autoridad en la materia porque también plantea las dificultades para establecer el número y su propio libro habla de los «afroargentinos» en Buenos Aires y cabe mencionar que esa pequeña ciudad era un punto en un territorio mucho mayor que el de la actual Argentina, el Virreinato del Río de la Plata, al que ingresaron los esclavos africanos.

Ahora bien, ¿por qué le preocupa este tema a una autora estadounidense? Más aún cuando tendría que tener una mayor ocupación con la historia de los negros en su país, tanto en la historia como en la actualidad.

Hablemos de «mitos»

La historia estadounidense nos menciona que en la guerra de Secesión se enfrentaron el norte y el sur, los cuales tenían dos sistemas económicos claramente diferenciados: un norte industrialista y un sur agrícola que basaba su riqueza en la mano de obra esclava. En ese conflicto adquirió un protagonismo destacado Abraham Lincoln, quien no se involucró en la guerra con la intención de liberar a los negros de la esclavitud, como románticamente lo quiso mostrar Steven Spielberg en su película de 2012.

Como ya he mencionado en otro artículo en 2020, es importante destacar que el entonces presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, no tuvo como objetivo luchar contra la esclavitud. Howard Temperley, académico de la Universidad East Anglia, Norwich, cita que Lincoln le escribió a Horace Greeley, director del New York Tribune, dejando en claro cuál era su objetivo:

Mi objetivo principal en esta lucha es salvar la Unión, y no salvar la esclavitud ni destruirla; si pudiera salvar la Unión al precio de no libertar a un solo esclavo, lo haría; si pudiera salvarla libertando a todos los esclavos, lo haría; y si pudiera salvarla libertando a unos y abandonando a otros, también lo haría.[4]

Lincoln solo hizo uso de lo que le pareció más conveniente en función de sus intereses estratégicos. En verdad es que no era un abolicionista y ello lo prueba la Proclamación de Emancipación de esclavos del 1º de enero de 1863 que solo afectaba a los estados esclavistas rebeldes, pero no a los estados esclavistas que formaban parte de la Unión— y tenía como propósito debilitar económica y políticamente a los estados secesionistas. La esclavitud en los Estaos Unidos finalizó con la sanción de la decimotercera enmienda, el 31 de enero de 1865, ratificada el 6 de diciembre del mismo año.

Si en la Argentina tenemos el «mito» de que numerosos negros murieron en la guerra de independencia y en la guerra contra el Paraguay, debe recordarse que durante la guerra de Secesión se convocaba a los afroamericanos a tomar las armas.

Cabe aquí mencionar que Liberia fue creada por los Estados Unidos a los efectos de enviar a ese territorio a los negros estadounidenses a partir de planes delineados a principios del siglo XIX. Así fue como mediante la conquista y la adquisición de tierras por parte de sociedades estadounidenses se fue dando origen a la colonia de Liberia que alcanzaría su independencia en 1847.

Los estadounidenses siguieron el modelo de otro estado racista: el Reino Unido. Los británicos a partir de 1787 comenzaron a enviar a la colonia de Sierra Leona los negros de Londres que, cabe destacar, en un gran número eran «afroamericanos» que fueron oportunamente liberados por los británicos en sus colonias americanas del norte para que contribuyeran con el esfuerzo de guerra contra los revolucionarios estadounidenses. Un notable «agradecimiento» que no es extraño por parte de los británicos cuando ya no necesita de quienes los apoyaron: con posterioridad los árabes recibieron el mismo «agradecimiento» tras ser utilizados en la guerra contra el Imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial. Vale aquí recordar el tratado secreto que pasó a la historia como Acuerdo Sykes-Picot (1916), mediante el cual el Reino Unido y Francia planearon la división de Medio Oriente para controlar su territorio y la Declaración de Balfour del 2 de noviembre de 1917 por la cual el gobierno británico anunció su apoyo al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en Palestina, entonces parte integrante del Imperio otomano. Las secuelas de ese acuerdo y de esa declaración subyacen en los actuales conflictos en esa gran región. Sería de interés que estos antecedentes, solo algunos entre tantos, sean tenidos en cuenta para quienes en la región prestan colaboración al Reino Unido en el Atlántico Sur y para aquellos que prefieren denominar «Falklands» a nuestras islas Malvinas.

Hacia Liberia fueron enviados numerosos esclavos estadounidenses liberados a partir de la revolución de 1776 y de la abolición de la esclavitud en los estados del norte y hasta el propio Lincoln también tuvo el plan de trasladar a otros varios para que los Estados Unidos fueran un «país blanco». El presidente sabía que tras la emancipación la «asimilación» con el blanco sería difícil. Y vaya que lo fue porque el siglo XX y el siglo XXI siguen dando muestras de esa diferencia.

Los ejemplos de discriminación en los Estados Unidos desde Lincoln a la fecha son numerosos y durante décadas fueron palpables en las escuelas, las iglesias, el transporte y en los espacios públicos pero vale citar unos pocos, como el Claudette Colvin, una niña negra de quince años que se negó a ceder su asiento en un ómnibus ante el pedido del conductor blanco, quien le solicitó que se lo cediera a un pasajero blanco. Eso fue una gran osadía para la época: el 2 de marzo de 1955.

Claudette fue sacada a rastras del ómnibus por dos policías blancos a pesar que ella gritaba «Es mi derecho constitucional». La niña fue esposada, encarcelada y acusada de violar las leyes de segregación, alterar el orden público y agredir a un oficial de policía. Se declaró inocente, pero fue condenada aunque dos de los cargos fueron retirados tras la apelación.

Recortes de periódicos sobre el incidente, conservados por Claudette Colvin. Fuente: The Guardian[5].

El hecho de Claudette Colvin ocurrió solo nueve meses antes de otro caso similar pero mucho más conocido: el de Rosa Parks. Pero a pesar de que su caso fue el que pasó a la historia, el de Claudette es el hito que llevó a este tipo de acciones en favor de los derechos civiles de los negros, entre los cuales se destaca el boicot a las líneas de ómnibus de Montgomery, Alabama.

El 1º de diciembre de 1955, en Montgomery, Rosa Parks —secretaria de la Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP, por sus siglas en inglés)— retornaba de su trabajo como costurera en unos grandes almacenes y tomó asiento en la parte de atrás del ómnibus, área permitida para los ciudadanos de color: afrodescendientes, indígenas, orientales. En un momento en que el transporte estaba lleno y había gente blanca de pie, el conductor detuvo el ómnibus para pedirles a tres mujeres negras que se levantaran pero Rosa Parks se negó y no lo hizo ni cuando el conductor amenazó con denunciarla. Rosa Parks fue arrestada, enjuiciada y condenada por transgredir el ordenamiento municipal. Este es uno de los casos emblemáticos de discriminación, a los que se puede añadir numerosos más que incluyen las acciones del Ku Klux Klan hasta condenas a muerte de adolescentes y ciudadanos negros que fueron presionados para confesar delitos que no cometieron.

Rosa Parks. Foto: National Archives and Records Administration Records of the U.S. Information Agency.
Ómnibus en el que viajaba Rosa Parks, actualmente en el Museo Henry Ford en Dearborn, Michigan. Foto: AFP.
Un cartel que advierte: «Sala de espera solo para gente de color -> por orden del departamento de policía». Foto: Getty Images.
La parte delantera de los ómnibus estaba reservada para los blancos mientras que la trasera era el área en la que debían viajar las personas de color, tal como advierte el cartel.

A pesar de que Lincoln no fue un abolicionista sino que optó por la emancipación por cuestiones estratégicas, pasó a la historia como el presidente que luchó por la libertad de los esclavos negros. Fue precisamente para conmemorar el Decreto de Emancipación firmado por el presidente Abraham Lincoln el 1º de enero de 1863 que el 28 de agosto de 1963 el predicador Martin Luther King pronunció su icónico discurso ante el Lincoln Memorial, en Washington, conocido como «I Have a Dream». En ese discurso, expresó:

Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría para terminar la larga noche del cautiverio. Pero 100 años después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre. Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación.[6]

Esto acontecía tan solo veintidós años después de otro memorable discurso pronunciado ante el Congreso por otro destacado presidente estadounidense. El 6 de enero de 1941 Franklin D. Roosevelt presentó el Estado de la Unión ante el Congreso, en una memorable disertación conocida como «Discurso de las cuatro libertades» (Four Freedoms Speech). El propio Roosevelt sintetizó los objetivos de Estados Unidos para el mundo de postguerra en «cuatro libertades humanas esenciales»: la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de vivir sin penuria y la libertad de vivir sin miedo.

Era evidente que veintidós años después, los objetivos de Roosevelt no se cumplían ni en su propio país. El doctor King, continuaba su discurso diciendo:

En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de ‘fondos insuficientes’. Pero nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Por eso hemos venido a cobrar ese cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.[7]

En repetidas oportunidades dijo «Yo tengo un sueño», «un sueño arraigado profundamente en el sueño americano», un sueño que aún hoy es tenido y proclamado en diversas partes del mundo, el sueño de «que todos los hombres son creados iguales».

Martin Luther King levantaba la bandera de los derechos civiles en momentos en que los negros eran discriminados en la que se consideraba la principal democracia pero que, junto a los «hispanos», constituían buena parte de las tropas enviadas a combatir a Vietnam.

Martin Luther King fue asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis, Tennessee, y poco después, el 5 de junio del mismo año, fue asesinado  Robert Kennedy, el hermano del presidente John Fitzgerald Kennedy, asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas. Kennedy fue el primer presidente católico de los Estados Unidos y el segundo es el actual, Joe Biden, quien dista mucho de ser coherente con su fe, favoreciendo el aborto y siendo funcional a todo lo «reglamentado» por la Agenda 2030. Biden es un verdadero globalista.

Retornando a la cuestión de los negros en Estados Unidos, está claro que están lejos de poder cobrar el «cheque» del que hablaba Martin Luther King. El 25 de mayo de 2020 el ciudadano negro George Floyd fue asesinado en oportunidad de un arresto policial en el vecindario de Powderhorn, en la ciudad estadounidense de Mineápolis: un oficial de policía se arrodilló sobre su cuello durante casi nueve minutos. Este hecho originó protestas por parte de la comunidad negra pero en un operativo, un agente del departamento de Kenosha, en el estado de Wisconsin en Estados Unidos, le disparó siete veces por la espalda a Jacob Blake, quien estaba desarmado, delante de su familia, cuando éste intentaba subirse a su camioneta. Blake sobrevivió al hecho pero fue internado en grave estado. Solo son dos casos entre tantos.

Preguntas y reflexiones finales

Si siguiéramos el criterio de la autora que se pregunta por qué no hay negros en la Selección Nacional de Fútbol de la Argentina podríamos preguntarnos: ¿Por qué en la historia de los Estados Unidos solo hubo dos presidentes católicos? Más aun si se tiene en cuenta que la primera minoría religiosa de ese país es la católica, alrededor de un 26%, porque el protestantismo llega al 51% teniendo en cuenta las diversas denominaciones cristianas. Esto implicaría que quizás, salvo John F. Kennedy, no haya habido otro presidente descendiente de irlandeses porque en su gran mayoría los irlandeses que inmigraron a los Estados Unidos eran católicos, motivo por el cual sufrieron una fuerte discriminación.

¿Por qué solo hubo un presidente de color en los Estados Unidos cuando el porcentaje de la población negra es de aproximadamente un 16%?

La recurrencia a los «mitos» acerca de la «desaparición» de los afrodescendientes esgrimida por la autora del artículo no sirve para responder a su pregunta acerca de por qué no hay negros en la Selección Nacional Argentina de Fútbol. O se detiene en «desmitificar» lo que los historiadores argentinos escribieron o la autora tiene que pararse en el presente y ahí podrá observar que no hay negros en la selección porque el porcentaje de población afrodescendiente es menor al 0,5% según el censo de 2010 y, muy probablemente, muy pocos integran un equipo de fútbol y eso lleva a que no haya negros en la Selección Nacional. Y si hubiera un gran jugador argentino negro sin duda estaría en esa Selección porque si hay un ámbito —quizás el único— en la Argentina en que funciona la meritocracia es precisamente en el fútbol.

Para ayudarle a intentar responder su duda, la aparición de población negra en la Argentina, que hoy puede apreciarse un poco más a diferencia de hace cuatro décadas, se debe a una nueva oleada de inmigración africana… pero como no son argentinos nativos no pueden integrar la Selección Nacional.

¿Quizás haya siempre una intención de los estadounidenses en poner fuera de sus fronteras el tema de los derechos humanos y de que los ciudadanos de otros países compartan sus culpas? La Argentina fue acosada por el gobierno estadounidense de James Carter y por gobiernos europeos por violar los derechos humanos en la década de 1970 en su guerra contra la subversión y han favorecido —a través de sus fundaciones y organismos de derechos humanos— que los que entonces perdieran la guerra se hicieran con el poder en la Argentina durante esta democracia, inventando un relato que tergirversó la historia, en buena medida apoyado y financiado por esas fundaciones y por los medios masivos de comunicación. Y aquí cabe preguntarles a los estadounidenses y europeos qué pasó en cárceles como la de Abu Ghraib. ¿Qué actitud han tomado los gobiernos estadounidense y europeos ante la propuesta del Reino Unido de deportar a los inmigrantes a Ruanda? ¿Será sancionado el Reino Unido porque recientemente la justicia británica consideró que esas deportaciones son legales?[8]  

Las «categorías étnicas» a las que recurren autores como Erika Edwards nada tienen que envidiarle a las usadas en la época colonial o durante el Tercer Reich.

¿Por qué los autores estadounidenses tienen una obsesión cuando de «razas» se trata? El entrecomillado obedece a que solo existe una raza humana pero siguen contando las gotas de sangre negra que puede tener un ciudadano de piel blanca. Si esto no es racismo no sé cuál será su denominación. Del mismo modo, esto es válido para esas categorías de «hispano» o «latino» para que ellos puedan ser los verdaderos «americanos». ¿Quién es hispano y quién es latino? ¿Es latino un francés? ¿Por qué se incluye a los franceses como pueblo latino cuando en su origen fue un pueblo germano? ¿Quizás porque hablan un idioma derivado del latín? Entonces la clasificación sería lingüística. Lo propio es válido para los rumanos y otros pueblos.

¿Quizás lo que les molesta de la Selección Argentina es que aún no se ha logrado una mixtura de etnias como en Europa? Bien, por ahí circula un poco en modo de broma que hoy Europa es un continente al que fueron a vivir africanos, asiáticos, magrebíes y ciudadanos de Medio Oriente mientras que en América viven los europeos que fueron a ese continente desde Europa.   

¿Quizás les molesta que además los jugadores argentinos mantuvieron valores que hoy los globalistas detestan? Están casados, tienen hijos, se mostraron como padres cariñosos, al igual que su director técnico.

En verdad, el artículo de Erika Edwards muestra a las claras que no es  académico y presenta una gran veta racista, esto sin considerar que ignora ampliamente la historia argentina y es también preocupante que un medio como The Washington Post haya publicado un trabajo muy poco serio en términos académicos. O, quién sabe, solo se trate un «artículo envenenado».

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Sitio de Erika Denise Edwards, https://www.erika-denise-edwards.com/es/.

[2] Erika Denise Edwards. «Why doesn’t Argentina have more Black players in the World Cup? Argentina is far more diverse than many people realize — but the myth that it is a White nation has persisted». The Washington Post, 08/12/2022, https://www.washingtonpost.com/made-by-history/2022/12/08/why-doesnt-argentina-have-more-black-players-world-cup/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=wp_main.

[3] George Reid Andrews. Los afroargentinos de Buenos Aires. Buenos Aires: Ediciones De la Flor, 1989, p. 12.

[4] Howard Temperley. “Regionalismo, esclavitud, guerra civil y reincorporación del Sur, 1815-1877”. En: Adams, Willi Paul (comp.). Los Estados Unidos de América. (Historia Universal Siglo XXI, vol. 30). Madrid: Siglo XXI, 1980, p. 99-100.

[5] Para quienes se interesen por el caso de Claudette Colvin: Oliver Laughland. «Claudette Colvin: the woman who refused to give up her bus seat – nine months before Rosa Parks». The Guardian, 25/02/2022, https://www.theguardian.com/society/2021/feb/25/claudette-colvin-the-woman-who-refused-to-give-up-her-bus-seat-nine-months-before-rosa-parks, [consulta: 11/12/2022].

[6] Martin Luther King. “Tengo un sueño”. El Mundo (España), <https://www.elmundo.es/especiales/2013/internacional/martin-luther-king/texto-integro.html>.

[7] Ídem.

[8] Rafa De Miguel. «La justicia del Reino Unido afirma que las deportaciones de demandantes de asilo a Ruanda son legales». El País, 19/12/2022, https://elpais.com/internacional/2022-12-19/el-alto-tribunal-del-reino-unido-afirma-que-las-deportaciones-de-inmigrantes-a-ruanda-son-legales.html 

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