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LA LLAMADA UNIÓN EUROPEA

Giancarlo Elia Valori*

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La Enciclopedia Treccani afirma que PIIGS, acrónimo acuñado por la prensa económica anglosajona desde 2007, indicaba los cinco Estados miembros de la Unión Europea considerados económicamente más débiles, a saber, Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España. Debido a la precariedad de las cuentas públicas, la escasa competitividad de las economías nacionales y los altos niveles de desempleo, los PIIGS luchaban por pagar sus elevadas deudas soberanas y, en consecuencia, corrían el riesgo de salir de la zona euro y contribuir a profundizar la crisis económica internacional que comenzó en 2008. En primer lugar, es extraño ver de dónde vino el sermón: se planteó la preocupación por una crisis en la Unión Europea, temida por las mismas personas que la exacerbaron con Brexit.

Volviendo al acrónimo, fue considerado ofensivo por muchos observadores portugueses, italianos, griegos y españoles, y también de otros países: “pigs” en inglés significa literalmente los animales, pero también es una palabra despectiva, un insulto. La segunda cosa extraña es que el epíteto “cerdos” no nos fue dado a nosotros pobres miserables y razas inferiores por los estadounidenses, rusos o chinos, sino que vino precisamente de dentro de la UE, es decir, de un cuerpo compuesto por funcionarios que desempeñan un papel principal tanto por censo como por autoestima racial, no elegidos por los pueblos europeos.

Más tarde las cosas empeoraron aún más ya que, desde 2010, el acrónimo PIIGS ha sido parcialmente reemplazado por su anagrama GIPSI que, aparte de la “y” final reemplazada por la “i”, es igualmente despectivo como en inglés “gipsy” significa nómade, vagabundo en el peor y más racista sentido de la palabra. La mencionada “y” final reemplazada por la “i” significaba Irlanda: podemos recordar la Gran Hambruna irlandesa (1845-1849) que, causada por la política económica británica, resultó en la muerte de un millón de ciudadanos y la emigración de otras tantas personas.

Considerando que el desprecio y, por consiguiente, el racismo se derivan especialmente de los detalles lingüísticos, ¿cómo es posible confiar en un tipo de organización que sólo es buena para expresar el peor pacifismo, es decir, la que no se equipa con un ejército, precisamente para no tener influencia en la toma de decisiones en la política internacional y los asuntos exteriores para evitar la guerra dentro de sus fronteras pero, que exporta armas para que los conflictos tengan lugar en otros lugares? Por el momento me limito a subrayar este aspecto, que es el más grave.

A veces me preguntan si la llamada Unión Europea logrará un continente federado basado en el modelo estadounidense. ¡Respondo negativamente! El modelo estadounidense nació de un proyecto unitario de colonias sometidas a una patria vejatoria, a saber, Inglaterra (ahora la quincuagésima primera y resignada pequeña estrella fuera de la bandera estadounidense). En cambio, las Trece Estrellas originales tenían interés en unirse en un Estado que se expandiría hacia el oeste: la experiencia de los Estados Unidos comenzó sin su propia historia detrás. Por el contrario, Europa tiene una historia común basada en el derecho romano y en el cristianismo. Las historias ultramilenarias se han originado a partir de ahí, creando así tantas naciones y tantas rivalidades y odios insuperables, casi tantos como los actuales Estados europeos (basta pensar en los Balcanes), y las naciones no pueden reconocer a otros, ya sean élites no elegidas o países líderes raciales superiores, para servir como líderes de primera clase para macrorregiones de segunda clase (antiguos Estados) (es decir, «cerdos» y «gitanos»).

Después de todo, ¿te imaginas a un ciudadano estadounidense de Oregón llamando cerdo a una persona de Kansas, o a un californiano llamando gitano a un compañero de Nueva Inglaterra? Sería inconcebible: solo hay una bandera y siempre se iza. Aquí en Italia, hasta ayer, cualquiera que ondeara la bandera nacional era considerado un fascista. Antes del sincero llamamiento del Presidente Ciampi, nuestra bandera sólo podía ondear en el estadio, sin correr el riesgo de ser tildada políticamente.

Mientras la llamada Unión Europea no tenga independencia militar y esté siempre bajo los dictados de políticas exteriores de terceros, y sus propios líderes autorreferenciales no sean elegidos por los pueblos, el papel que puede desempeñar en los futuros marcos geopolíticos será igual a cero, mientras que sus propios traficantes de armas se enriquecerán. A lo sumo, la llamada Unión Europea solo podrá destacarse con declaraciones kantianas, metapolíticas, benefactoras o políticamente correctas mientras el juego de los políticos europeos y las clases dominantes se sustente en la paciencia de sus respectivos pueblos.

Pocas palabras son ahora apropiadas sobre la cuestión medioambiental que a menudo gritan las cumbres europeas.

A los pueblos les gustaría que el medio ambiente mejorara. A todos nos gustaría alcanzar estos objetivos. Esto, sin embargo, no depende de la voluntad de los individuos, sino de la capacidad —y más bien de la inteligencia— de los gobiernos. Cuando se exige a los países en desarrollo que detengan sus vías de producción —las mismas que colocaron a las potencias en la cima, desde la Revolución Industrial hasta el imperialismo, el colonialismo y el racismo— porque contaminan (de modo que, por lo tanto, deben permanecer en su propia situación tribal-ingenua de subdesarrollo y guerra), esto significa burlarse no solo de esos pueblos sino también de los ciudadanos de la llamada Unión Europea.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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INTEGRACIÓN Y DESINTEGRACIÓN EN UN CONTEXTO DE RECONFIGURACIÓN MUNDIAL. HISTORIA, PRESENTE Y PERSPECTIVAS.

Marcelo Javier de los Reyes*

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Introducción 

La historia reciente de las relaciones internacionales ha estado signada por procesos de integración, algunos de los cuales se han dado a través de la formación de bloques regionales.

Considerar que un bloque regional obedece solo a razones económicas es tener una visión sesgada de lo que lleva a un proceso de integración, pues el mismo no podría darse sino se comparten posiciones políticas similares, valores, rasgos culturales comunes, intereses comunes más allá de los comerciales y económicos. Por tal motivo, la integración lleva consigo necesidades económicas, políticas y de seguridad. Sin embargo, a aquel período que motivó la integración tras la Segunda Guerra Mundial le sigue una más reciente —al que asistimos— de desintegración. Solo basta observar lo que sucede en el mundo: la estrepitosa retirada de Estados Unidos de Afganistán significó un quiebre con sus aliados europeos, los que nuevamente pusieron sobre la mesa la propuesta de crear una fuerza de defensa europea; otro paso en ese sentido fue el tratado entre Estados Unidos, el Reino Unido y Australia (AUKUS) para el área Indo Pacífico. El Brexit ha generado un nuevo capítulo en Europa del que se están viendo las consecuencias, tanto en las islas británicas como en el continente. Países que se integraron más recientemente a la Unión Europea, desafían a Bruselas al no aceptar la supranacionalidad en forma general: Hungría y Polonia son claros ejemplos de ello.

De este modo, fuerzas de desintegración toman vigor y conviven con las de integración, incrementando la incertidumbre global en un mundo que aún no ha superado los efectos de la pandemia de COVID-19.

Por otro lado, la globalización nuevamente es puesta a juicio y parece encontrar nuevos límites, ocasionados también como consecuencia de su propia velocidad.

Hacia la integración

Hablar de integración amerita mencionar la globalización porque podría afirmarse que la globalización ha sido la gran impulsora de los procesos de integración, que es lo que ha llevado a la formación de los bloques regionales. Entonces deberíamos considerar cuál sería el origen de la globalización.

Hace ya varios años, cuando se hablaba del “fin de la Historia”, del “choque de civilizaciones”, del “pensamiento único”, en un artículo que escribí planteaba que “considerar al proceso de globalización como un fenómeno de las últimas décadas del siglo XX es desconocer la esencia del hombre y desinteresarse por la historia”[1].

Sucede que vivimos en una sociedad que maneja una velocidad vertiginosa, en la que los acontecimientos se producen de tal forma que hace que pasemos página rápido de lo que ha sucedido recientemente, porque la intoxicación informacional (“infoxicación”) nos produce un rápido olvido del pasado, un desinterés por la historia y una falta de vivencia del presente. Esto es producto del avance tecnológico, de la revolución de las comunicaciones. Estos elementos son los que han favorecido la interrelación mundial, fundamentalmente la mundialización de la economía que introdujo una sorprendente interdependencia en el mundo.

Entonces consideraba que el hombre ha pasado diferentes procesos de globalización desde que se hizo sedentario, claro que conforme a “la velocidad” de su tiempo. De este modo hubo procesos de globalización y de integración a lo largo de la historia, como por ejemplo el Imperio romano, la expansión del islam, las Cruzadas o el descubrimiento de América por parte de los europeos, hecho hoy bastante cuestionado por diversos sectores.

En función de ello puede afirmarse que la integración puede deberse a cuestiones económicas, más precisamente comerciales, pero también a temas de defensa y de seguridad, aunque no se agotan solo en esto. De tal manera que puede destacarse que hay diversos motivos para integrarse, porque no es lo mismo la OTAN que la Unión Europea, aunque pueda haber intereses comunes o una integración en materia de Inteligencia como Five Eyes.

Ahora bien, podemos definir a un bloque regional como un espacio en el cual las relaciones entre países vecinos alcanzan un grado mayor de integración con respecto a países del resto del mundo y esto puede darse tanto mediante acuerdos de integración económica o no.

Es aquí donde podría decirse que la mención de lo que comúnmente se toma como globalización —un fenómeno que adquirió una gran velocidad a fines del siglo XX— puede ser reconsiderada. Para ello basta con pensar en la Liga Hanseática, una confederación de ciudades comerciales —de suma importancia para su época— que habría tenido su origen hacia el año 1150 pero que se conformó como tal en 1358 y que extendió su influencia durante casi 300 años, integrando en su momento de máximo esplendor a aproximadamente 200 ciudades del norte de Europa, desde el este de Inglaterra a Rusia. Con sede en Lübeck, se trató tanto de una organización comercial y financiera como de defensa ya que la Liga Hanseática favorecía el comercio —de forma monopólica— pero también protegía a los comerciantes y a sus barcos de los piratas que merodeaban en el mar Báltico.

En este sentido, también debe recordarse que en 1362 la Liga le declaró la guerra a Dinamarca debido a la ocupación y saqueo de Visby —uno de los más importantes centros comerciales de la Liga en el Báltico y el más importante antes de su creación, localizado en la isla de Gotland—, lo que llevó a que ese reino fuera forzado a pagar indemnizaciones en 1370, así como a ceder territorios, lo que le otorgó aún más poder a la Liga.

Europa y la Liga Hanseática.

Tenía oficinas (kontore) en diversas ciudades, inclusive en algunas que no pertenecían a la Liga, como Londres, en la actual estación Cannon Street, ciudad que llegó a tener unos 400 comerciantes hanseáticos[2]. También había un kontor en Novgorod[3]. Podría considerarse como un antecedente de lo que hoy es la Unión Europea, salvando las cuestiones que se refieren a las estructuras políticas y económicas pero sí crearon un sistema de normas y regulaciones comunes, además una lista consensuada de pesos y medidas para evitar conflictos[4].

La Liga Hanseática, entonces, puede considerarse un antecedente de lo que hoy que hoy consideramos “integración económica” pero no un bloque regional. Se trataba de una iniciativa privada y los Estados nacionales aún no habían hecho su aparición en la Historia. Otro ejemplo es la Ruta de la Seda, que tiene su origen en torno al siglo I a. C y era la principal conexión entre Oriente y Occidente, comunicando China con Europa. Este término fue acuñado en 1877 por el geógrafo Ferdinand Freiherr von Richthofen (1833 – 1905).

En el siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, comenzaron los procesos de integración aunque durante el curso de la guerra se dio inicio a una Unión Aduanera. Los gobiernos de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo en el exilio en Londres firmaron, el 5 de septiembre de 1944, el tratado que constituía esa integración pero que no llegó a concretarse debido al estado de beligerancia. Precisamente el conflicto armado puso en evidencia la necesidad de aunar esfuerzos entre estos países para llevar a cabo sus respectivas reconstrucciones. Esta Unión Aduanera entró en vigor en 1948 y obró de estímulo para iniciar las primeras etapas del proceso de integración europea. En 1958 se profundizó aún más la iniciativa dando lugar al Tratado de Unión Económica del Benelux (acrónimo formado por las primeras sílabas de los países miembros). El 17 de junio de 2008, un nuevo Tratado del Benelux permitió la constitución de la actual Unión Benelux que no es meramente un bloque regional con fines económicos. En su declaración conjunta de abril de 2019 y en la Cumbre del Benelux del 7 de octubre de 2020, los Primeros Ministros recordaron la estrecha cooperación de los tres países en el ámbito de la seguridad a través del Memorando de Senningen, que consta de cuatro partes: policía, gestión de crisis, justicia, asilo y migración. Asimismo, los países miembros han acentuado repetidamente que la aplicación del acervo de Schengen (para un espacio de libertad, seguridad y justicia) debe seguir siendo una prioridad[5]. La Unión del Benelux también está intensificando su cooperación con Renania del Norte-Westfalia sobre la base de las declaraciones conjuntas de abril de 2019 y octubre de 2020[6].

En 1951 se firmó el Tratado de París constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que reunió a 6 países (Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos) “con el fin de organizar la libertad de circulación del carbón y del acero y el libre acceso a las fuentes de producción”[7]. Este Tratado tuvo una característica relevante que fue la creación de una Alta Autoridad común para:

    • supervisar el mercado;
    • vigilar el respeto de las normas de competencia, y
    • velar por la transparencia de los precios.

Firma del Tratado de París, constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Imagen: Parlamento Europeo, https://www.europarl.europa.eu/about-parliament/es/in-the-past/the-parliament-and-the-treaties/treaty-of-paris

El Tratado CECA fue el hito fundacional para que se llevara a cabo la integración europea tal como la conocemos hoy. En su proceso se fueron celebrando varios tratados que llevaron a la adhesión de otros miembros (Dinamarca, Irlanda y el Reino Unido en 1972, Grecia en 1979, España y Portugal en 1985 y Austria, Finlandia y Suecia en 1994). Cuando expiró el Tratado CECA, las normas relativas a los sectores del carbón y del acero se incorporaron a los tratados constitutivos de la Comunidad Europea, el Tratado de Roma[8].

En función de lo expuesto puede apreciarse que un bloque regional puede ser originado por razones económicas pero siempre estarán presentes las motivaciones políticas ya que la unión de dos o más países otorga a los miembros del mismo un mayor poder de negociación frente a terceros países. Desde un punto de vista económico, también les permite ampliar sus mercados, los que se unifican en un mercado único, lo que les permite desarrollar economías a escala, dividir la producción entre los miembros, incrementar la producción con el objetivo de abastecer el mercado interno y exportar los excedentes.

En los casos mencionados, también deben tenerse presente que las razones de seguridad también se incluyen en estos tratados que se van ampliando conforme a las necesidades de los Estados parte. Es decir, que no se trata de procesos puramente económicos ni puramente políticos.

La defensa también puede ser una razón para que un conjunto de países se aglutinen por medio de un tratado. Ejemplo de ello es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), creada en 1949, y su contraparte, el Pacto de Varsovia, establecido en 1955 y cancelado el 1º de julio de 1991. Ambos casos también podrían considerarse bloques regionales aunque existen numerosos ejemplos de tratados militares que no están integrados por países de una misma región. 

La integración en América 

Como se ha mencionado ut supra, en la década de 1950 se inicia el proceso de integración en Europa pero también por esos años el entonces presidente de la Argentina, general Juan Domingo Perón, también aspiraba a lo mismo en nuestra región. El 11 de noviembre de 1953, en la entonces Escuela Nacional de Guerra —dependiente del Ministerio de Defensa—, el presidente Perón pronunció un discurso que permaneció como “Documento Reservado” (secreto) hasta 1967, año en que fue dado a conocer públicamente, conocido como “Unidos o Dominados”[9].

Discurso pronunciado por el general Juan Domingo Perón en la Escuela Nacional de Guerra, el 11 de noviembre de 1953, conocido como “Unidos o Dominados”.

En esa oportunidad, Perón dijo que “Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han ido, indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos” y partiendo “desde la familia troglodita” se explayó hasta medio siglo después al afirmar que “hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán los continentes”. Invocando la “superpoblación” y la “superindustrialización”, avizoraba los problemas económicos, políticos y sociológicos que afectarían a la humanidad y que la “lucha fundamental en un mundo superpoblado” sería, en primer lugar, por los alimentos (“la comida”) y, en segundo, por las materias primas, por lo que “la lucha del futuro será cada vez más económica”. Esta perspectiva, aseguraba, que la región tenía una “ventaja inicial” pero, por las mismas circunstancias, divisaba una gran amenaza.

Tras reconocer los errores propios de los primeros gobiernos de la Argentina, aseguró que estaba dispuesto a poner “toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente”, habida cuenta que pensaba “que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados”. Al promediar su discurso expresó:

La República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países reserva del mundo.

De este modo había lanzado su propuesta del “ABC”, la “necesidad de la unión” de Argentina, Brasil y Chile. A ella luego se sumarían los demás países de la región. Esto lo llevó a conversar —tiempo antes— con los presidentes de Brasil (1951-1954, su última presidencia) y de Chile, Getulio Vargas y el general Carlos Ibáñez del Campo (1952–1958, segunda presidencia), respectivamente. Ambos estuvieron absolutamente de acuerdo pero había que vencer “intereses” sectoriales en esos países. Sintetizando la explicación de la negociación que llevó a cabo Perón, logró firmar el tratado en Chile con el general Ibañez pero las presiones internas en Brasil impidieron que el presidente Vargas pudiera llevar adelante su objetivo. El gran enemigo de la Argentina, el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, João Neves da Fontoura, reaccionó inmediatamente en contra del tratado firmado por Perón e Ibañez. Vargas tenía a sus enemigos dentro de su propio gabinete.

Juan Domingo Perón con el presidente Carlos Ibáñez del Campo, en oportunidad de su visita a Chile, donde suscribieron el convenio que consagró la unión económica de ambos países y cuyo objetivo era la integración americana. Fue el hito para la creación del ABC (Argentina, Brasil y Chile), el antecedente del actual MERCOSUR.

El presidente Getulio Vargas se suicidó el martes 24 de agosto de 1954 de un disparo en su habitación del Palacio de Catete, en Río de Janeiro. Dejó una carta testamento que cerraba de la siguiente manera: “Serenamente doy el primer paso al camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en la historia”. El “ABC” no se concretó.

La idea del general Perón, también había sido considerada a principios del siglo XX por el Barón de Río Branco (José Maria da Silva Paranhos Junior), en oportunidad de estar al frente de la cancillería de Brasil en el marco de una tensa relación entre la Argentina y Brasil. La propuesta se la formuló al presidente Roque Sáenz Peña.

En 1915, se firmó el Tratado del ABC como un mecanismo destinado a frenar conflictos, pero nunca entró en vigor debido a que la Cámara de Diputados argentina nunca lo aprobó. Sin embargo, en 1914, el ABC ya había sido protagonista a escala continental al mediar en el conflicto internacional que se produjo entre México y los Estados Unidos.

Hacia fines de la década de 1950, se inició una política desarrollista en Brasil y Argentina, países presididos por Juscelino Kubitschek y Arturo Frondizi, respectivamente, quienes iniciaron la “integración sin bloque”[10]. La institucionalización vendría después. Recién el 18 de febrero de 1960 se firmó el Tratado de Montevideo que dio origen a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) zona de libre comercio constituida por once países latinoamericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) que el 12 de agosto de 1980 se transformaría en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). La ALALC buscaba eliminar gradualmente las barreras comerciales interregionales con miras a acelerar el desarrollo económico de los países de América Latina y que, al mismo tiempo, se les diera un tratamiento especial a aquellos países considerados como de menor desarrollo económico relativo[11].

El objetivo era perfeccionar una Zona de Libre Comercio en un máximo de doce años a partir de la entrada en vigor del Tratado, eliminado progresivamente los gravámenes aduaneros y cualquier otro tipo de restricción al comercio.

Desde entonces el proceso de integración se expandió por todo el continente.

Un paso trascendental fue la “Declaración de Iguazú”, del 30 de noviembre de 1985, documento firmado por los presidentes de la República Argentina, Raúl Ricardo Alfonsín, y de la República Federativa del Brasil, José Sarney, en Foz do Iguaçu, Brasil. Entre los numerosos temas abordados en oportunidad de la inauguración del puente internacional “Tancredo Neves”, que une la ciudad de Puerto Meira en el Brasil con la de Puerto Iguazú en la República Argentina, ambos mandatarios hicieron referencia a “los complejos problemas derivados de la deuda externa, del incremento de las políticas proteccionistas en el comercio internacional, del permanente deterioro de los términos del intercambio, y del drenaje de divisas que sufren las economías de los países en desarrollo”[12], “la urgente necesidad de que América Latina refuerce su poder de negociación con el resto del mundo, ampliando su autonomía de decisión”, “señalaron la especial importancia del Atlántico Sur para los pueblos sudamericanos y africanos y expresaron su firme oposición a cualquier tentativa de transferir a la región, que debe ser preservada como zona de paz y cooperación, tensiones este-oeste, en particular a través de medidas de militarización”, el presidente Sarney reiteró el histórico apoyo del Brasil a los derechos de soberanía argentina sobre las islas Malvinas y expresaron su firme voluntad política de acelerar el proceso de integración bilateral, para lo cual “decidieron la creación de una Comisión Mixta de alto nivel de cooperación e integración económica bilateral, presidida por sus Ministros de relaciones Exteriores”.

Declaración de Iguazú. Los presidentes José Sarney y Raúl Alfonsín.

Este encuentro fue un hito fundamental porque dio inicio a un proceso de integración entre Argentina y Brasil que años después llevaría al establecimiento del MERCOSUR, y a la creación de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur, establecida en 1986 a través de la Resolución 41/11 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y de la que forman parte 24 países, Argentina, Brasil y Uruguay por el lado americano y 21 países del litoral atlántico africano.

El 26 de marzo de 1991 se firmó el Tratado de Asunción entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay en Asunción, la Capital del Paraguay, por lo que lleva su nombre. Conforme a este Tratado, los Estados Partes decidían establecer un Mercado Común a partir del 31 de diciembre de 1994, el que recibiría por nombre “Mercado Común del Sur” (MERCOSUR). El 4 de julio de 2006 Venezuela se incorporó como quinto miembro del MERCOSUR pero fue suspendida en 2017 acorde con lo dispuesto en el segundo párrafo del artículo 5° del Protocolo de Ushuaia. En la actualidad, Bolivia se encuentra en proceso de adhesión. Este Mercado Común implica:

– la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre países, mediante, entre otros, la eliminación de aranceles aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de bienes y cualquier otra medida de efecto equivalente;

– el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común en relación con terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales;

– la coordinación de las políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados parte —comercio exterior, agrícola, industrial, fiscal, monetario, cambiario y de capital, servicios, aduanas, transportes y comunicaciones y otras que se acuerden— a fin de asegurar condiciones adecuadas de competencia entre los Estados parte, y

– el compromiso de los Estados parte de armonizar su legislación, en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración[13].

Datos macroecnómicos del MERCOSUR. Fuente: Expansión, https://datosmacro.expansion.com/paises/grupos/mercosur

A pesar de ciertos desacuerdos políticos entre los miembros del MERCOSUR, se han cumplido treinta años de la firma del Tratado de Asunción y el bloque está entre los más importantes del mundo. No obstante, el bloque parece no haberse adaptado a la evolución internacional y hoy se encontraría sin un rumbo claro.

Precisamente, al conmemorarse el 30º aniversario, las diferencias estuvieron presentes. El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou “reconoció que la actividad y producción del MERCOSUR pesa en el concierto internacional, pero remarcó que ‘no debe ser un lastre’”, “un corsé en el cual Uruguay no se pueda mover”[14]. El presidente uruguayo manifestó su confianza en los países del MERCOSUR en el concierto internacional pero consideró que era “tiempo de avanzar”, que “se debía profundizar la zona de libre comercio, rever el arancel externo común que se ha perforado una y mil veces y la concreción de las hidrovías, entre otros aspectos”[15]. Del mismo modo, “se refirió a la apertura y flexibilización del acuerdo regional”, en el marco las negociaciones con la Unión Europea.

La referencia al lastre generó una fuerte y desafortunada respuesta por parte del presidente argentino, Alberto Fernández, pero el cruce puso en evidencia las diferencias, que no es la primera vez que son manifestadas desde Uruguay.

Además del MERCOSUR, otros procesos de integración se han dado en el continente.

En 1992 Canadá, Estados Unidos y México conformaron una zona de libre comercio, North American Free Trade Agreement (NAFTA) que entró en vigor el 1º de enero de 1994. El NAFTA o TLCAN, por sus siglas en español, eliminó inmediatamente los aranceles sobre la mayoría de los bienes producidos por las naciones signatarias. A partir de ese tratado, Washington procuró crear un espacio continental, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que se inició en 1994 con la participación de treinta y cuatro países. El propósito era lograr la eliminación gradual de los obstáculos al comercio y de la inversión en los países de América, a la vez de frenar los procesos de integración como el MERCOSUR.

Esta iniciativa encontró su freno en la V Cumbre de las Américas celebrada en Mar del Plata los días 4 y 5 de noviembre 2005. Los aires habían cambiado en América del Sur y gobiernos con otra orientación política se encontraban al frente de los países. De este modo, los cuatro presidentes de los países del MERCOSUR —Néstor Kirchner (Argentina), Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Tabaré Vázquez (Uruguay) y Nicanor Duarte Frutos (Paraguay)— a los que se sumó el de Venezuela, Hugo Chávez, echaron a pique la propuesta del presidente estadounidense George Bush.

4 de noviembre de 2005. V Cumbre de las Américas, Mar del Plata, Argentina. Foto: Presidencia de la Nación Argentina.

Tras criticar el acuerdo que en su momento había firmado el presidente Bill Clinton, Donald Trump renegoció el NAFTA dando lugar a la firma de un nuevo tratado de libre comercio, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá o T-MEC, al que se lo denomina como “TLCAN 2.0” o “NAFTA 2.0” para distinguirlo del acuerdo anterior.

Por su parte, el Caribe ha desarrollado el Mercado Común del Caribe (CARICOM), obviamente de menor escala, el cual fue fundado 4 de julio de 1973, mediante la firma del Tratado de Chaguaramas (Trinidad y Tobago) —revisado en 2002—, al que suscribieron las islas anglófonas —a excepción de Surinam (1983) y Haití (2002) que fueron colonias de los Países Bajos y de Francia, respectivamente, que se sumaron posteriormente— de Antigua y Barbuda, Las Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, Montserrat, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, y Trinidad y Tobago. En calidad de miembros asociados integran el CARICOM Anguila (julio de 1999, territorio británico de ultramar), Bermudas (julio de 2003, territorio británico de ultramar), Islas Caimán (mayo de 2002, territorio británico de ultramar), Turcas y Caicos (julio de 1991, territorio británico de ultramar) e Islas Vírgenes Británicas Islas (julio de 1991).

En 1960 se firmó el Tratado General de Integración Económica Centroamericano de 1960 por parte de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, al que luego se añadió Paraguay con la firma de un nuevo tratado, el Protocolo de Tegucigalpa.

El 26 de mayo de 1969 se suscribió el Acuerdo de Cartagena de Indias (Colombia), Tratado Constitutivo que fija los objetivos de la integración andina, define su sistema institucional y establece sus mecanismos y políticas, se puso en marcha el proceso andino de integración, conocido en ese entonces como Pacto Andino, hoy Comunidad Andina[16].

En calidad de países miembros lo integran Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, como países asociados Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y como países observadores España y Marruecos.

En 2012 se dio inicio a la Alianza del Pacífico, un bloque integrado por México, Colombia, Perú y Chile, cuyos objetivos es facilitar el comercio y la cooperación aduanera, la propiedad intelectual, el desarrollo minero, la responsabilidad social, la sustentabilidad y el tráfico migratorio.

En buena medida la Unión Europea ha servido como modelo de integración por los países de la región.

Cuatro años antes de la Alianza del Pacífico, en 2008, se creó la UNASUR en la Reunión Extraordinaria de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, realizada en la ciudad de Brasilia, Brasil. La Unión de Naciones Suramericanas es una organización intergubernamental dotada de personalidad jurídica internacional, integrada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. Esta organización pudo haber sido una gran oportunidad para la región pero estuvo fuertemente ideologizada lo que llevó a que, cuando los vientos políticos cambiaron en la región, varios gobiernos decidieran primero suspender su participación en la UNASUR, para luego anunciar su salida definitiva. 

Ventajas y desventajas de los bloques regionales

Anteriormente fueron esbozadas algunas de las ventajas que proporcionan a los países pertenecer a un bloque regional, como por ejemplo, un mayor poder de negociación ante terceros países, a través de una negociación conjunta; acceder a un mayor mercado para ofrecer sus productos; incentivar el desarrollo de una economía de escala; la división de trabajo intrabloque que le permitiría a los países miembros la producción de bienes que de forma aislada no podrían fabricar —se puede mencionar como ejemplo el caso de Airbus en la Unión Europea—; aplicar políticas arancelarias y comerciales beneficiosas para los Estado parte, permitiendo el libre tránsito de mercaderías entre sus fronteras y, por lo tanto, impulsando el consumo; la defensa recíproca en asuntos no rigurosamente económicos; la firma de acuerdos en otras cuestiones de interés mutuo como la seguridad, la justicia, la defensa común, etc.

Con respecto a las desventajas cabe mencionar la obligación de suscribir decisiones económicas, políticas y jurídicas del bloque que podrían ser consideradas en contra de los propios intereses, es decir, resignar parte de su soberanía en beneficio de los mercados; limitaciones para gestionar sus propias políticas comerciales; desigualdades entre los miembros del bloque, tanto por su poder económico como político; pérdida de autonomía que afecta la toma de decisiones en función de sus intereses; la visión dispar de la agenda que debería seguirse; la protección de los productos de un Estado miembro que perjudica la producción o los intercambios de otro u otros miembros, etc.

Es por estas razones que hoy estamos asistiendo a fuerzas que podríamos considerar de desintegración o de desarticulación y reacomodamiento. Por ejemplo, la posición de Polonia en la Unión Europa al considerar que su justicia está por encima de justicia comunitaria, es decir que no acepta las medidas supranacionales en materia de justicia.

En buena medida esto se debe a la emergencia de otro fenómeno que es el retorno del “nacionalismo”, la emergencia de partidos nacionalistas en muchos países. Aquí deseo hacer una salvedad, porque existe una diferencia entre patriotismo y nacionalismo pero a los efectos prácticos prefiero que sean considerados como sinónimos.

En esta misma línea se encuentra la Hungría de Viktor Orban, que comparte la misma posición que Polonia.

Por otro lado están las potencias de primer orden o potencias globales que definen la integración o la desintegración a su gusto, las mismas que crearon y luego destruyeron Estados como Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, por mencionar algunos. Me refiero más concretamente a los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. 

El accionar de las potencias globales 

No cabe duda que las grandes potencias marcan el paso que deben seguir el resto de los países de la comunidad internacional y que, llegado el momento, harán un viraje según sus intereses.

La reconfiguración del NAFTA durante la administración Trump es un ejemplo de ello y la salida del Reino Unido de la Unión Europea es otra. En un artículo publicado en noviembre de 2020 aludo a que durante décadas el Reino Unido y los Estados Unidos le pusieron un corsé a Europa que limitó sus movimientos y que sigue limitándolos[17] [18].

En la noche del 15 de febrero de 1898 el acorazado estadounidense Maine, fondeado en La Habana, voló por los aires a causa de una explosión que el gobierno y los medios de Estados Unidos atribuyeron a España. Fue el detonante de la guerra entre Estados Unidos y España que puso fin al Imperio español y a la apropiación de los territorios españoles (Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico) por parte de Estados Unidos. Foto: Granger / Album.

A principios del siglo XX los Estados Unidos se consolidaron como potencia extra europea tras desarticular al Imperio español en la guerra que le impuso en 1898. Su ingreso en 1917 del lado de los países de la Triple Entente en la Primera Guerra Mundial definió el curso de la guerra. Por motivos diferentes, los entonces enemigos, el Imperio alemán y los Estados Unidos, contribuyeron a la Revolución Bolchevique en el Imperio ruso. Los alemanes enviando a Lenin (Vladímir Ilich Uliánov, 1870-1924) en el denominado “tren blindado” o “tren sellado” para que hiciera la revolución y excluyera de la guerra al Imperio ruso.

Por su parte, en los Estados Unidos Lev Davídovich Bronstein (1879-1940), más conocido como Trotsky, procedió a la propaganda a través de periódicos publicados en inglés, yiddish, ruso y alemán, lo que le permitió reunir fondos de la comunidad judía estadounidense y de emigrados de Europa Oriental. Trotsky fue el recaudador del oro capitalista para la creación del Ejército Rojo que enfrentaría y derrotaría a los restos de las fuerzas zaristas que aún se mantenían resistiendo. A finales de marzo de 1917 partió rumbo a Rusia vía Halifax. Fue otro engranaje la revolución.

Del mismo modo, el Imperio ruso siempre fue un motivo de preocupación para la corona británica que, a pesar de estar emparentada con los Romanov, no cejó en su empeño por frenar la expansión rusa. Basta recordar el “Gran Juego” en Afganistán, la Guerra de Crimea, el Congreso de Berlín (1878) para revisar el tratado de San Stefano que había resultado de la guerra ruso-turca de 1877–1878 —de modo tal de recortarle al Imperio ruso los beneficios obtenidos—, el temor a que Rusia se acercara a la India y su colaboración en la construcción del ferrocarril chino (1890) que fue sentido como una amenaza al Lejano Oriente ruso por San Petersburgo, debido a que llegaba a la frontera del imperio. De ahí la construcción del ferrocarril transiberiano (1891-1904).

En este contexto también se daba la puja por el control de los pozos petroleros en Persia, Cáucaso y Medio Oriente, más aún cuando el almirantazgo británico reemplazó el carbón por el petróleo para impulsar sus naves. En este punto encontramos otro argumento para el ingreso del Reino Unido en la Primera Guerra Mundial: el proyecto del ferrocarril Berlín – Bagdad —evitando el Mediterráneo y el canal de Suez, ambos bajo control británico—, lo que significa la expansión germana hacia el este, hacia los pozos petroleros.

En el Reino Unido también tuvo lugar el desarrollo de las ideas de Karl Marx, las que prendieron en los revolucionarios rusos.

De este modo, al fin de la Primera Guerra Mundial, las potencias centrales y Europa en general quedaron geopolíticamente encerradas por la Rusia bolchevique y las potencias atlantistas ocasionando la radicalización ideológica en amplios sectores de Alemania e Italia que también encontraron eco en otros países europeos, como en Bélgica con (Léon Degrelle 1994) y en el Reino Unido con Oswald Mosley (1896-1980).

En la Segunda Guerra Mundial se dio lo que denomino “de salvar a Polonia a entregar a Polonia”, es decir, los británicos y franceses —luego de la política “de apaciguamiento”— se involucraron en la guerra tras la invasión de Alemania a Polonia. Sin embargo, al fin de la guerra, Polonia fue entregada en bandeja a la Unión Soviética, que había llegado con su Ejército Rojo hasta Berlín.

Entonces después de la Segunda Guerra la geografía de la Europa democrática era aún más pequeña que la de la de la primera postguerra.

Luego vino la Guerra Fría y un mundo partido en dos, la creación de la OTAN en 1949 y, de ahí en más, una asfixia a la geopolítica de los países europeos y luego de la Unión Europea. Europa quedó condenada al “atlantismo” y de ahí en más a actuar de comparsa de las políticas y aventuras que se pergeñaban en Londres y Washington, como las aventuras de Afganistán, Irak, Libia y Siria, entre otros escenarios.

1949. Firma del Tratado que dio inicio a la OTAN.

En los últimos años la dirigencia europea está percibiendo las limitaciones que ello le ha ocasionado y ha tomado conciencia que, de continuar por ese camino, sus decisiones permanecerán bajo la subordinación de los Estados Unidos, o en el futuro de Rusia o de China. Angela Merkel y Emmanuel Macron procuran torcer ese destino y nuevamente se ha considerado la creación de una fuerza de defensa exclusivamente europea. Queda por verse si el sucesor de Merkel continuará con esa política.

Con la estrepitosa y repentina salida de Afganistán por parte de Estados Unidos, esta idea de una fuerza propia europea e incluso de una inteligencia propia recobró fuerzas, lo que no significa que sea viable.

Con anterioridad, el Brexit —debe recordarse que de cara al referéndum se llevó a cabo una campaña de manipulación a través de la inteligencia artificial operada por la compañía Cambridge Analytica— puso en riesgo la solidez de la Unión Europea.

El presidente francés Charles De Gaulle tenía en claro lo que significaba el ingreso del Reino Unido a la Comunidad Económica Europea (CEE). En noviembre de 1962, en oportunidad de recibir al primer ministro británico, Harold Macmillan —con la intención de obtener la aprobación de De Gaulle para que su país pudiera ingresar a la CEE—, durante su retiro de verano en el castillo de Rambouillet, a las afueras de París, De Gaulle le expresó que si quería unirse a Europa debía abandonar su “relación especial” con los Estados Unidos. En 1963, el general francés declaró “que Francia abriga dudas sobre la voluntad política del Reino Unido de ingresar en la Comunidad”, con lo cual se suspendieron las negociaciones de adhesión de todos los países candidatos[19] . De Gaulle se manifestó en contra del ingreso británico en una conferencia de prensa celebrada el 14 de enero de 1963. El 27 de noviembre de 1967 volvió a negarse en otra conferencia de prensa.

El general De Gaulle lo había previsto sagazmente: el Reino Unido jugaría para sí y para los Estados Unidos. Tras lograr ingresar a la CEE y continuar dentro de su sucesora, la Unión Europea, gozó de beneficios especiales, como no adherir al Tratado de Schengen (1985) ni adoptar el euro, cuya entrada en vigor fue en 2002. Asimismo se encargó de boicotear algunas iniciativas de la Unión Europea.

Los pasos a seguir luego del Brexit también eran previsibles. El gobierno de Londres consideró que ya no tenía sentido continuar con la farsa de pertenecer a la Unión Europea y ha afianzado su compromiso con los Estados Unidos y la “comunidad anglo”.

Imagen de Pete Linforth en Pixabay

El 15 de septiembre de 2021 Estados Unidos, Reino Unido y Australia anunciaron públicamente la conformación de la AUKUS, una alianza estratégica militar para la región del Indo-Pacífico que trae a la memoria los tratados militares organizados por Estados Unidos durante la Guerra Fría para cercar a la Unión Soviética.

La AUKUS es una actualización de la ANZUS, de la que —quizás casualmente— se cumplieron 70 años de su creación pocos días antes del anuncio de esta nueva alianza. El Tratado de Seguridad ANZUS (Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos) fue creado el 31 de agosto de 1951 y fue recordado por el secretario de Estado Anthony J. Blinken a través de un comunicado de prensa en el que, entre otras cosas, recuerda que fue invocado únicamente el 11 de septiembre de 2001 y el trabajo “codo con codo” de Australia y de Estados Unidos en Afganistán durante veinte años como parte de misiones multinacionales dirigidas por la OTAN[20]. Esta nueva alianza ha incorporado al Reino Unido pero ha dejado de lado a Nueva Zelanda, país que no siempre ha integrado sumisamente este tipo de alianzas.

Otras alianzas fueron la SEATO (Organización del Tratado del Sudeste Asiático), creada en 1954 y vigente hasta 1977 —integrada por Australia, Francia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas, Tailandia, Reino Unido y los Estados Unidos, de la que se fueron retirando sus miembros a partir de la década de 1970, Pakistán (1973) y Francia suspendería su participación— y la CENTO (Organización del Tratado Central), tratado también denominado “Pacto de Bagdad”, firmado el 24 de febrero de 1955 por Irán, Iraq, Pakistán, Turquía y Reino Unido y que se disolvió en 1979. El gobierno de Estados Unidos tomó la decisión de no integrar CENTO para evitar una confrontación con los países árabes, uniéndose recién en 1958 al comité militar de la organización.

Entre estos tratados cabe mencionar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), también llamado Tratado de Río, por haber sido firmado en Río de Janeiro el 2 de septiembre de 1947. Es un “pacto de defensa mutua interamericano” en el que, de hecho, los Estados Unidos no cumplieron con sus obligaciones cuando Argentina intentó activarlo ante la guerra del Reino Unido contra Argentina por la soberanía de las islas Malvinas en 1982. Cabe recordar que cuando el canciller argentino Nicolás Costa Méndez lo invocó, Chile, Colombia, y Trinidad y Tobago también se abstuvieron, acompañando la postura del gobierno de Washington. Otros 17 Estados americanos acompañaron la postura de Argentina. En 1982 el Tratado de Río fue herido de muerte por la propia actitud de Washington pero puso en evidencia que los acuerdos entre los países anglófonos tienen preeminencia por sobre otro o, mejor dicho, ningún acuerdo es válido si su invocación lleva a un enfrentamiento entre Estados Unidos y el Reino Unido, o algún otro de los Estados de la “comunidad anglo”, Australia, Canadá y Nueva Zelanda.

La creación de la AUKUS es un claro ejemplo de cómo las potencias globales pueden generar o desestimar los acuerdos conforme a sus intereses. El anuncio público ocasionó no solo molestias en China —contra la que se dirigiría esta alianza aunque no la mencionara— sino en Francia, que retiró inmediatamente a sus embajadores en Australia y Estados Unidos. El nuevo pacto militar significó la cancelación de una multimillonaria compra de submarinos convencionales a Francia por parte de Australia y el anuncio de una compra de submarinos nucleares a Estados Unidos.

El momento en que los líderes de Estados Unidos, Reino Unido y Australia anunciaron la creación de la AUKUS, una alianza de defensa en los océanos Índico y Pacífico.

La nueva alianza y la actitud cerrada del Reino Unido y de los Estados Unidos tiene lógica teniendo en cuenta el acuerdo secreto de inteligencia que firmaron en 1946 y al que luego se sumaron Australia, Canadá y Nueva Zelanda, el cual tuvo su origen durante la Segunda Guerra Mundial en ocasión de iniciar la colaboración en materia de descifrado de los códigos alemanes, en particular el código Enigma, tarea en la que se encontraba trabajando el científico británico Alan Turing, quien viajó a Estados Unidos en 1942 dando inicio a esa estrecha colaboración que ha derivado en una red de espionaje masivo a escala mundial integrado por esos países y que incluye el uso de satélites espías y bases terrestres que recopilan la información. 

La globalización encuentra obstáculos

Como ya lo expresé antes, la integración ha encontrado sus detractores, lo que ha dado lugar a la aparición de partidos de ultraderecha que cuestionan el sometimiento de sus países a entidades supranacionales. El propio Donald Trump también fue un reaccionario ante estos procesos globalistas cuando ejerció la presidencia de los Estados Unidos.

Los casos de Uruguay en el MERCOSUR o de Polonia y Hungría en la Unión Europea ponen en evidencia que hay gobiernos que comienzan a cuestionar las decisiones que se toman dentro del bloque o la autoridad que ejercen los países que los lideran.

Actualmente la globalización cuenta con un número mayor de detractores porque siente que no ha funcionado, que no ha concretado lo que prometía. Ha sido la causa por la que muchas personas perdieran su empleo o, en el mejor de los casos, que su salario se haya deteriorado. También de que los sindicatos obreros perdieran fuerza ya que las empresas han ido a buscar mano de obra barata a otras regiones.

Del mismo modo ha sido la causa de un descenso de la calidad de la democracia ya que los gobiernos son impotentes ante la dictadura del mercado financiero. También han debilitado las tradiciones y la cultura porque se ha tendido a una homogeinización cultural y a la imposición de leyes y medidas que chocan contra las creencias de millones de personas.

A los malestares que estaba ocasionando la globalización en los últimos años en sectores sociales de varios países, se ha sumado la pandemia de COVID-19 que ha actuado como un quiebre del proceso y que ha mostrado que numerosos países tomaron medidas que la contrarían. Pudo observarse que los países de la Unión Europea asumieron medidas que les parecían más convenientes conforme a la gravedad con que la pandemia se extendía por su territorio. El Estado prevaleció por sobre una Unión Europea que pareció paralizada o ausente ante la expansión de la enfermedad. Esto a pesar de que el bloque cuenta entre sus políticas normativas referidas a la protección de la salud pública con procedimientos coordinados entre los países miembros.

El espacio Schengen —que garantiza la libre circulación— fue suspendido de facto por lo países que cerraron sus fronteras y sus contactos con el exterior. La solidaridad europea no pareció estar presente si se considera la necesidad de material sanitario por parte de los países más necesitados, como fue el caso de Italia, en donde el número de muertes diarias en algunas regiones fue sorprendentemente alto. En este sentido cabe recordar que el 5 de marzo de 2020 Francia confiscó cuatro millones de mascarillas de la multinacional sueca Mölnlycke destinadas a España e Italia, cuando la mercadería transitaba por Marsella y Lyon[21]. Tras quince días de presiones diplomáticas del gobierno sueco, París dejó salir el envío de un millón de unidades a España y otro millón destinado a Italia, pero se quedó con dos millones. El origen de esa confiscación fue un decreto que el presidente francés Emmanuel Macron había firmado dos días antes, por el cual el gobierno podía requisar todo producto necesario en la lucha contra la epidemia.

Este hecho llevó a que la empresa sueca tomara la decisión de evitar que sus mercancías circularan por Francia y que tuvieran como destino a un puerto belga para su distribución desde plataformas logísticas de este país y de la propia Suecia.

Por su parte, al mismo tiempo en que Francia confiscaba las mascarillas, algunos dirigentes franceses revelaron las prácticas de los intermediarios estadounidenses, quienes triplicaban las ofertas de los compradores iniciales en las pistas de despegue de China. De ese modo conseguían que un avión cambiara su destino inicial (Francia, en este caso) y llevase las mascarillas a Estados Unidos[22]. Las transacciones se llevaban a cabo en la misma pista de despegue.

La “guerra de las mascarillas” ha puesto en evidencia que en el contexto de la globalización, y como producto de ella, se han cometido errores de planificación estratégica, pues la portavoz del gobierno francés, Sibeth Ndiaye, explicó que en 2011, después de la gripe H1N1, “se decidió que Francia ya no necesitaba almacenar mascarillas FFP2 porque la producción mundial era suficiente para garantizar el suministro en caso de epidemia”[23]. Francia se encontró sin stock y en la actualidad el principal fabricante de mascarillas mundial es China, país en el que se inició el brote de la pandemia de coronavirus.

Estados Unidos, como puede apreciarse, también dependía de la producción china de mascarillas y eso llevó a que fueran a conseguirlas a las pistas de despegue en China, arrebatando las mercaderías que tenían por destino otros países.

El Brexit también puso en evidencia los trastornos que ocasionó en el Reino Unido: problemas de desabastecimiento, falta de combustible y de alimentos que, se estima, podría agravarse para la Navidad. En un panel del programa “A Fondo” de la Deutsche Welle, el escritor británico Matthew Perret afirmó que el nacionalismo le está pasando factura al Reino Unido, porque ya no es una potencia como se auto percibe. La desconexión puso en evidencia las vulnerabilidades del Reino Unido, ya que un 50% de las verduras frescas y de las frutas procedían del continente, pero también los transportistas porque el desabastecimiento obedeció precisamente a una cuestión logística que puso en evidencia la falta de 100.000 camioneros en las islas británicas. Los choferes que eran de países del continente debieron regresar a la Unión Europea tras el Brexit. Ante esta situación, el gobierno británico ofreció empleo provisorio para aquellos choferes que quisieran ir a trabajar a las islas, algo irreal ya que se trata de una oferta temporaria y quien contara con un trabajo seguro no se sentiría atraído y aún menos por un salario inferior.

El Reino Unido se quedó sin mano de obra barata y tuvieron que sacrificar gran cantidad de cerdos porque no tenían personal para atender a los animales de granjas. Lo propio se observa en el sistema de salud, sector en el que los empresarios se quejan porque ahora deben pagar mayores salarios además de costear cursos de capacitación de personal.

Matthew Perret también hacía referencia al cambio de mentalidad de los británicos que antes hablaban de “europeos” y ahora hablan de “migrantes”. No solo que han emigrado los trabajadores sino también las empresas y en la actualidad no llegan inversiones a las islas británicas.

El Brexit y la pandemia han puesto en evidencia las contrariedades de la globalización, la falta de planificación estratégica de los gobernantes, los trastornos de una división internacional del trabajo o los riesgos de que la producción y los intercambios comerciales hayan caído en manos de corporaciones monopólicas u oligopólicas —por ejemplo, diez empresas controlan el 80% del mercado del comercio marítimo[24]— y una cuestión de velocidades que muestra que la infraestructura planetaria no puede responder a una acelerada digitalización de la economía[25]. El sistema de contenedores ha estandarizado el transporte a escala mundial, por lo que un contenedor puede ser transportado por un buque, un tren o un camión pero cada vez se construyen buques porta contenedores más grandes y eso lleva a que los transportistas decidan cuándo debe partir un buque —el cual debe hacerlo con carga casi completa— y por qué rutas deben navegar[26]. Esto lleva a otros problemas logísticos como disponer de puertos para que puedan atracar estos grandes buques, la necesidad de sacar los contenedores de los puertos, lo que encuentra el obstáculo de que las vías férreas o los carriles de las autopistas no pueden responder a estas necesidades.

Un ejemplo de esta problemática de la logística ha quedado a la vista con lo sucedido en el puerto de Los Ángeles, el mayor puerto de Estados Unidos, donde aproximadamente 200.000 contenedores permanecían paralizados frente a la costa debido a las interrupciones relacionadas con la pandemia que continúan afectando varias cadenas de suministro[27]. Esto ocasionó trastornos a las automotrices y proveedores del Medio Oeste, que precisaban los componentes para poder fabricar sus productos finales. Este atasco llevó a que el presidente Biden ordenara que el puerto trabajara las 24 horas al día, 7 días a la semana, pero esto aún no ha ayudado a descomprimir la situación.

El atasco de los buques esperando a atracar fuera del puerto de Los Ángeles. Imagen: GETTY.

El problema que se presenta en el puerto de Los Ángeles se aprecia en otros puertos, debido a la gran demanda de productos básicos y de bienes tras la pandemia. Esto incrementó los costos a la vez de que hay una escasez de buques y de contenedores disponibles para responder a la demanda[28].

Por su parte, un brote de coronavirus en el sur de China ha sido la causa de una obstrucción de puertos críticos (Yantian, Shekou, Chiwan y Nansha) para el comercio mundial, provocando una acumulación de envíos que podría demorar meses en despejarse y ocasionar escasez durante la temporada de compras navideñas y de fin de año[29].

En los puertos de la costa California que reciben la mercadería de Asia también se encuentran atascados con buques porta contenedores que esperan poder ser descargados. Como resultado de ello, se está produciendo una acumulación de mercancía que ya es preocupante pero a la vez un fuerte incremento de los costos de transporte[30].

Todo esto pone en evidencia la fragilidad de la cadena de suministro global[31]. En la actualidad hay un desabastecimiento aluminio, vidrio y de otros elementos que frenan la cadena productiva. Tampoco están llegando a destino productos textiles, en general de las fábricas de Asia.

La normalización de la economía ha llevado a un repunte de la fabricación y a una demanda adicional de los consumidores que agrava la situación del transporte[32]. A todo esto se suma un envejecimiento de los choferes de camiones en Europa y en el Reino Unido y una falta de renovación de los mismos, a la vez que en Estados Unidos está escaseando la mano de obra en los puertos y existen dificultades de contratación[33].

Las huelgas de trabajadores en Estados Unidos pusieron en evidencia un sistema de explotación y de desigualdades: menos salarios para los trabajadores, más dividendos para los CEOs.

Con respecto al mercado laboral, la pandemia ha cambiado la forma de pensar de numerosos empleados que han decidido cambiar su estilo de vida, dando prioridad a su salud, a una vida más en familia, a evitar el maltrato y la explotación por parte de las empresas. Esto se aprecia fuertemente en Canadá y Estados Unidos, donde se ha dado lo que el profesor de la Universidad Texas A&M Anthony Klotz ha denominado la “Gran Renuncia”, un fenómeno que parece que no está pronto a desaparecer. En abril de 2021, cuatro millones de empleados abandonaron sus trabajos, un 2,7% de la fuerza laboral de Estados Unidos y las vacantes que dejan no están siendo cubiertas. La mayor cantidad de renuncias se ha dado en el sector presencial de servicios, en atención al cliente, en gastronomía y en hotelería. No se debe a cuestiones meramente salariales sino a la opción de otro concepto de vida.

Otra cuestión que afecta la logística del transporte es el gran incremento del comercio electrónico, es decir, las compras individuales que se realizan en todo el mundo, es decir, numerosas compras particulares que deben ser enviadas a diversas direcciones en diferentes ciudades[34].

Como puede apreciarse, la propia globalización está mostrando sus limitaciones, sobre todo cuando es afectada por cuestiones como una pandemia, tanto a escala global, como en un foco de desarrollo que abastece al resto del mundo. Un ejemplo de esto es que un nuevo brote de COVID en Vietnam, gran productor de ropa y de calzado a escala mundial, ha paralizado la producción y mercados como el de Estados Unidos podría ser afectados por un desabastecimiento para las fiestas de fin de año.

Otro sería el caso de los grandes productores de chips y de semiconductores, Taiwán y Corea del Sur, cuya producción no acompaña el ritmo de la demanda, afectando a grandes plantas industriales en diversas partes del mundo.

Estas situaciones muestran los inconvenientes de la globalización y la posibilidad de que en algunos comience a producirse bienes para evitar la dependencia de esos escasos productores. Visto desde otro ángulo, podría ser una oportunidad para que algunos países encuentres nuevos nichos para desarrollar su producción. 

Ocaso y emergencia

Asistimos a una reconfiguración del mundo en el que ciertas potencias globales no se resignan a perder su posición y otras emergen, lo que lleva una mayor inestabilidad en este mundo multipolar. En este punto deben considerarse tanto las cuestiones económicas como las militares.

Es evidente que entre los primeros se encuentran el Reino Unido y los Estados Unidos. Mientras que algunos responsabilizan de la situación en el primero al Brexit, otros consideran que el problema ha sido la gestión del mismo. Lo cierto es que se percibe que la decisión tomada por el gobierno británico no ha sido acompañada por una buena planificación para el período posterior a la salida del bloque. Esto es apreciable a partir de los serios problemas de abastecimiento que se han presentado en el país si bien, como ya fue mencionado, hubo una intencionalidad de ruptura con Europa para procurar un acercamiento a la “comunidad anglo”. En este sentido, el primer ministro Boris Johnson procura estrechar, no con mucho éxito, los lazos en la angloesfera.

Boris Johnson hasta ahora expone los problemas pero no las soluciones, porque en verdad parecería no tenerlas y es así como muchos británicos están tomando conciencia de lo que ha ocasionado el Brexit y de la falta de previsión de la dirigencia para el día después.

El gobierno británico salió a desmentir el rumor que apuntaba a su presunto interés por entrar al T-MEC pero, no obstante, afirmó que busca un acuerdo comercial con México como con Estados Unidos y está haciendo los deberes para incorporarse al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT). Sin embargo, Johnson recibió un balde de agua fría cuando el presidente Biden dijo que no quiere oír hablar por el momento de un futuro acuerdo comercial con el Reino Unido.

Tras dieciséis meses de negociaciones “Boris Johnson ha aclamado un histórico acuerdo comercial posterior al Brexit entre el Reino Unido y Nueva Zelanda que supondrá un descuento de 20 peniques por una botella de vino. Sin embargo, el análisis del gobierno ha sugerido que podría no tener un impacto masivo en el PIB”[35]. El Reino Unido se encuentra navegando por nuevos mares desconocidos, con olas y tempestades que no padecía dentro de la Unión Europea. El gobierno de Boris Johnson está haciendo lo que siempre hicieron en Londres, firmar acuerdos que luego ajustan a su conveniencia o no cumplen mientras la Unión Europea se asombra como si no conociera el paño. Más claramente, ahora deseaban dejar sin efecto el acuerdo firmado por Irlanda del Norte.

En términos políticos, el gobierno de Londres se vio forzado a que el Brexit no se llevara a cabo en Irlanda del Norte a los efectos de no retornar a la conflictiva situación que afectó a esa región y a evitar tener que levantar nuevamente la frontera con la República de Irlanda, la que ya le hizo una advertencia al gobierno británico. Según el acuerdo entre Londres y la Unión Europea, Irlanda del Norte permanece dentro del bloque pero los productos que llegan conforme a las pautas comunitarias no pueden ser llevados al resto del Reino Unido. La situación en Irlanda del Norte sigue siendo de desconfianza entre sus habitantes protestantes y católicos y la desconexión con el bloque europeo podría reavivar nuevamente el conflicto.

Por su parte, Escocia podría de nuevo plantear su independencia, habida cuenta que su posición era mantenerse dentro de la Unión Europea.

Con respecto a Estados Unidos, su situación también es delicada. La retirada de Afganistán, sus serios problemas económicos, su endeudamiento externo y un considerable número de huelgas que no son difundidas por los grandes medios, están poniendo al país en una grave situación. Como se ha mencionado, al igual que Canadá, Estados Unidos también enfrenta un récord histórico de renuncias voluntarias.

En este escenario puede afirmarse que el Reino Unido y Turquía juegan al retorno al gran imperio pero es más probable que el éxito pueda favorecer a Turquía, con un gobierno en manos del “sultán” Erdogan, quien está potenciando su industria de defensa con apoyo financiero de Catar, mientras desafía a la OTAN y adquiere armamento de Rusia.

Turquía está haciendo su juego en el Mediterráneo, Medio Oriente y Asia Central y, vale recordar, en 2023 se cumplen cien años de la fundación de la Turquía moderna por parte de Mustafá Kemal Atatürk.

Tras el Brexit, la Unión Europea también ha quedado debilitada en vísperas de que Angela Merkel deje su liderazgo alemán y europeo. Los “díscolos” de Hungría y Polonia ponen en dudas la solidez del bloque y la tibieza de Bruselas resulta incapaz de definir la expulsión de un miembro. Es que precisamente, una de las características del “gobierno comunitario” ha sido la tibieza y por eso ha sido arrastrada a luchas que solo beneficiaban a la anglosfera. La salida del Reino Unido, la trastada de Afganistán y la creación de la AUKUS le dejan la oportunidad de decidir por sí misma, cosa que seguramente no hará.

China por su parte, si bien está teniendo nuevamente brotes de coronavirus que paralizan regiones del país, no tiene los problemas económicos de Estados Unidos y ha desarrollado una expansión global a través del “poder blando”. La iniciativa “Franja y Ruta”, propuesta por el presidente Xi Jinping en 2013, ha llevado a que 140 países socios hayan firmado con China documentos sobre la cooperación en el marco de “Franja y Ruta”. De esta manera, China está uniendo comercialmente y logísticamente al mundo. 

LA POLÍTICA DE COOPERACIÓN ARGENTINA SOBRE MALVINAS

César Augusto Lerena*

Cuando las políticas se diseñan en los intramuros

 

Hay un importante número de funcionarios argentinos, transversales a todos los gobiernos y, también, algunos respetables académicos o profesionales que entienden que el diálogo y la cooperación son las herramientas adecuadas para resolver la ya casi bicentenaria invasión y ocupación británica de Malvinas y sus implicancias sobre las Georgias del Sur, Sándwich del Sur, el Atlántico Sur y la Antártida Argentina. Me referiré a ello, aunque, claro está, «juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos» (Maquiavelo). No tengo una innata vocación de confrontar, aunque los hechos y no las palabras, me permitan afirmar —casi con rigor científico— que ni el diálogo, la reclamación del diálogo y la reiterada e incondicional cooperación de los gobiernos argentinos con los británicos ocupantes de Malvinas, hayan permitido avanzar en un centímetro la posición argentina respecto a la recuperación de los archipiélagos, los espacios marítimos correspondientes y la disputa sobre la plataforma continental y la Antártida.

Sugiero en primer lugar a los funcionarios que empiecen por hablar claro; para lo cual, dejen de difundir en la sociedad argentina un reclamo falso y parcial. No son solo las Malvinas con sus 11.410 km2 las que están ocupadas por el Reino Unido. El invasor británico tiene ocupado el 52% (1.639.900 km2) del territorio marítimo argentino; las Malvinas; Georgias y Sándwich del Sur; pretende disputar a la Argentina 1.430.367 km2 de su plataforma continental y 965.597 km2 —más las aguas correspondientes— de la Antártida. Es decir, es como si estuviese ocupado o en disputa todo el territorio continental argentino.

Esto no se puede seguir ocultando. Primero, por respeto a los argentinos y, después, porque es imposible llevar adelante una estrategia adecuada sino se tiene un estado real de situación. Tenemos un país ocupado y, en lugar de ver cómo desalojamos a los okupas, les ofrecemos todo tipo de beneficios para su supervivencia en las islas: desde infraestructura, cesión de recursos, vuelos, sanidad y educación, pasando por la entrega de ositos Winnie Pooh, fotos con la Reina y hasta cartitas de aliento.

El martes 13 de septiembre del 2016 el Secretario de Relaciones Exteriores Carlos Foradori declaró junto al Ministro para Europa y las Américas de la Secretaría de Relaciones Exteriores y Commonwealth británica, Sir Alan Duncan y, en lo relativo al Capítulo del Atlántico Sur acordaron lo siguiente: «…adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos» manteniendo vigente la “fórmula del paraguas”.

En síntesis, pretendía esta Declaración Conjunta, que nunca fue aprobada por el Congreso de la Nación, remover por ejemplo la Disposición Transitoria Primera de la Constitución («La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino»); dejar sin efecto las leyes 17.319 (Art. 1º Los yacimientos de hidrocarburos líquidos y gaseosos situados en el territorio de la República Argentina y en su plataforma continental, pertenecen al patrimonio inalienable e imprescriptible del Estado Nacional); las leyes que refieren a la provincialización de los archipiélagos, la Antártida y los mares correspondientes (no avanzaré aquí con este tema) y las leyes 26.659 (Solanas) y 26.386 que impiden operar en Malvinas a las empresas petroleras o pesqueras radicadas en el continente sin autorización argentina, etc. Además, a partir de este Pacto se pusieron nuevamente en vigor las investigaciones pesqueras conjuntas británico-argentinas, otorgándole al Reino una información científica sensible y estratégica, a la luz de la dependencia económica que tienen las islas respecto a la captura del calamar. Amén de ello, se otorgó el acceso a las islas a los mercados más importantes del mundo al autorizar los vuelos a San Pablo que, junto a la construcción de puertos en Georgias del Sur y Malvinas, transformarán a ésta en el centro logístico pesquero más importante del cono sur, en relación directa a la Antártida y el estrecho bioceánico de Magallanes, dejando de lado a Ushuaia. Hechos, que dejan de manifiesto, la incoherencia de la diplomacia argentina, que había promovido el quite de colaboración a Malvinas en todos los fueros y países y, que contraría, incluso, la Res. 31/49 de las Naciones Unidas que establece no innovar en materia de ocupación territorial y aprovechamiento de los recursos naturales de los territorios ocupados. Un verdadero disparate este “Acuerdo de Cooperación”, donde cooperar es solo conceder por parte de la Argentina.

Con relación al referido Pacto el Prof. Armando Abruza, referenciando el Prof. Ariel Mansi observa la cuestión vinculada, un aspecto muy grave y poco hablado del Comunicado (“El Comunicado Conjunto argentino-británico del 13/09/2016: su naturaleza jurídica…”, 89:116, 2016): «…la cooperación con el Reino Unido en materia de investigación científica en aguas subantárticas circundantes a las Islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur, en lugar de hacerlo en el marco multilateral de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) que constituye el único régimen jurídico válidamente aplicable en esa región (…) como se ha expresado, deja traslucir la autoría británica del documento (…) Curiosamente, la temática aquí abordada no se incluyó en el capítulo del “Atlántico Sur”, sino en el de “Ciencia y Tecnología, Derechos Humanos y Cuestiones de Género(NdA: con el evidente propósito que se le preste menor atención). La situación así descripta sugiere la intención británica de dividir el objeto jurídico de la controversia, separando a las Georgias del Sur y de las Sándwich del Sur (…) de las Islas Malvinas, que se encuentran fuera del área de dicha CCRVMA. Los dos aspectos precedentemente examinados parecen confirmar la recepción en el texto del Comunicado Conjunto de desarrollos jurídicos favorables al Reino Unido, necesariamente contrarios a la posición sostenida por nuestro país en la controversia de soberanía sobre los tres archipiélagos australes».

Entiendo que en cualquier acuerdo de cooperación debe haber dos partes que en forma equivalente aporten al fin común. El Atlántico Sur es argentino, las Malvinas son argentinas, los recursos pesqueros y petroleros son argentinos, no se entiende que aportarían los ingleses, cuando en el denominado Pacto Foradori-Duncan se refieren a «…la complementariedad entre ambas naciones…» y lo que es más grave aún, no hay ninguna referencia en el documento a la existencia de una disputa o a iniciar un diálogo sobre ésta.

Aquellas declaraciones fueron revitalizadas el 15 de marzo de 2018 por el entonces Canciller Jorge Faurie y Mark Kent, el “simpático embajador británico” que se fue ayer del país después de “cinco años inolvidables” (sic), cansado de intercambiar twitter con miles de cholulos argentinos, dejando todo como está. Es decir, mucho peor para la Argentina, que cuando éste llegó a la Embajada en 2016. Con un embajador tampoco se puede cumplir con sus deseos sino discutir amablemente sobre nuestros intereses.

Esta política de cooperación unilateral por parte de la Argentina no se inicia en el 2016. Las ha habido de “relaciones carnales” de “Winnie Pooh o de seducción” y, de “conservación entre las partes”, que no han sido otra cosa que herramientas de dilación que favorecieron la consolidación inglesa en el área. La “fórmula del paraguas” congeló a la Argentina durante todos estos años mientras el Reino Unido ha avanzado territorial y económicamente, quebrando todas las normas reconocidas internacionalmente e ignorando las Res. 31/49 y 2065 (XX) y subsiguientes.

En 1987 en Nueva York el Canciller Dante Caputo y el Embajador Lucio García del Solar iniciaron las negociaciones orientadas a la aprobación de la “fórmula del paraguas” (y posteriores Acuerdos de Madrid I y II de 1989/90); y en 1988 en Ginebra el referido embajador acordó con el Embajador inglés ante la ONU Crispín Tickell, omitir toda referencia a los temas de pesca, minimizando la importancia de ésta en las negociaciones. Este tema les pareció una cuestión menor a los gobiernos radicales como a los peronistas; pero, como ya manifestáramos en 1989 y 2009 (César Lerena “Malvinas. Biografía de la Entrega. Pesca la moneda de cambio”) fue, y es un tema central, aunque, como nadie suele ser profeta en su tierra cito al entonces director de Pesca británico en Malvinas John Barton quien el 14 de marzo de 2012 manifestó: «sin la Pesca los Malvinenses no podrían haber subsistido» (sic).

En 1990 Domingo Cavallo firmó el “Acuerdo del Gallinero”, donde convino con el Reino Unido, el cuidado de los recursos marítimos argentinos y la prohibición de pesca en un área al este de Malvinas —con forma de medialuna (unos 400 mil km2)— que les aseguró a los ingleses, que terceros países no podrían pescar los recursos que migran a Malvinas, facilitándoles con ello, el otorgamiento de licencias a buques asiáticos, españoles, polacos, etc. y, la consolidación económica de los isleños.

Igual camino siguió el ex secretario de Relaciones Exteriores Andres Cisneros, quien periódicamente nos da consejos de cómo recuperar Malvinas. En 1996 en Londres, explicó como un éxito, el rotundo fracaso de su política exterior: «se normalizaron las relaciones con Inglaterra» (léase: los británicos siguen explotando nuestros recursos) y «se coordinan en forma conjunta medidas de conservación para evitar la sobreexplotación de recursos pesqueros en beneficio de las partes involucradas» (léase: Argentina cuida los recursos a los malvinenses, a los que considera “partes involucradas”). El remate llegaría en Madrid cuando en 1999, este secretario acordaría con el director para las Américas británico, Peter Westmacott, siete medidas para combatir a los “buques sin licencias pesqueras inglesas”, en el Atlántico Sudoccidental. Es decir, contribuyó con el zorro a cuidar nuestro gallinero, mientras éste explotaba libremente el recurso, otorgándoles licencias a los buques extranjeros (chinos, españoles, coreanos, taiwaneses y británicos) en lugar de promover un “boicot biológico” con nuestros recursos, para dificultar la permanencia del Reino Unido en la región.

El uso de la palabra: “las partes” confunde a la sociedad cuando tan importante funcionario de la Cancillería se refiere al conflicto de Malvinas. Las partes, podrán estar referidas al conflicto, pero nunca a los derechos territoriales y sus recursos naturales, donde la única “parte” es la Argentina, y en todo caso, el Reino Unido es un “okupa” que usufructúa, ilegal y en forma prepotente, nuestros espacios y los recursos del patrimonio nacional.

Ya en este gobierno, el secretario de Malvinas Daniel Filmus le ofreció ayuda sanitaria con motivo del COVID-19 (¿?) y educación universitaria a los isleños que, con cierto desprecio rechazaron.

Se puede y debe “Cooperar” entre dos naciones amigas, que podrían aportan recursos económicos, tecnológicos, humanos y hasta territoriales equivalentes (como es el caso del Tratado del Río de la Plata y la Zona Común de 1973 con Uruguay); pero no es posible convenir ninguna cooperación, cuando la Argentina pone su territorio y sus recursos científicos, pesqueros, marítimos, petroleros, minerales y ambientales, y el Reino Unido ocupa los espacios y explota el patrimonio argentino, inclusive depredándolo como lo ha indicado una Consultora británica (MacAlister Elliott & partners Limited) recientemente. ¿Cooperar con un país que nos ocupa territorio insular y marítimo, que se lleva todos los años 250 mil toneladas de recursos pesqueros capturados con un subsidio de 100 millones de dólares, que luego compiten en los mismos mercados de los productos capturados por las empresas argentinas? ¿Quién sería el estúpido? No me imagino alcanzándole la escalera al ladrón para que se robe los frutos de mi árbol.

Es una ingenuidad diplomática (por calificarla suavemente) cuyos resultados —en estos últimos 56 años— están a la vista. Y no es responsabilidad de ningún partido político ni de un gobierno en particular, es de todos los que han sido partidarios de esa cooperación con este país hostil; calificación, que puede sonar un poco fuerte, pero, no parece que podamos aplicar otra al Reino Unido que mató 649 argentinos; ocupa y establece en Malvinas la más importante base militar del Atlántico Sur pese a existir la “Zona de Cooperación y Paz” firmada por todos los países con ZEE en el Atlántico Sur y convalidada por la ONU; avanza en forma creciente ocupando millones de km2 de territorios marítimos; reivindica derechos sobre nuestra Antártida Argentina y nuestra Plataforma Continental; se queda, explota y depreda nuestros recursos naturales y se niega sistemáticamente a discutir la soberanía de Malvinas.

Ahora bien, creíamos haber escuchado y visto casi todo, hasta que el pasado 29 de junio, leímos en Perfil como Marcelo Kohen y Facundo Rodriguez conmemoran y ponderan el “Acuerdo de Comunicaciones con el Reino Unido” que cumplió 50 años y que llevó adelante la dictadura autodenominada Revolución Argentina, cuyo presidente de facto fue el militar Alejandro Agustín Lanusse… Hay veces que los teóricos se olvidan de las prácticas y que no todo es ciencia jurídica.

Los autores confiesan que “el Acuerdo contribuyó significativamente a la prosperidad de los isleños” y, reconocen, que los isleños “se auto-bloquean y rechazan todo ofrecimiento” y ello es solo una muestra más que la cooperación unilateral carece de todo sentido. Y me surge la primera reflexión: casi idéntico a lo que se buscaba con el Pacto de Foradori-Duncan. ¿Estas son las recomendaciones de Kohen en el Consejo Nacional de Malvinas?

Podría ser un acto fallido, aunque ciertamente execrable poner como ejemplo el Acuerdo de una dictadura. En realidad este artículo esconde la renovada intención de Marcelo Kohen, que ya en 2018 (Infobae, 22/03/2018) había propuesto promover la escisión de Malvinas del Territorio de Tierra del Fuego, condición necesaria para luego habilitar a los isleños —y así lo proponía— un referéndum a los 30 años para que opten por su soberanía plena (es decir la libre determinación) y, donde habría que esperar que, siendo las autoridades locales (según su propuesta) quienes aceptarían o no la radicación de argentinos continentales en la isla, que la mayoría de británicos radicados en Malvinas opten por su soberanía plena (César Lerena La Estrategia del Consejo Nacional de Malvinas – Parte 1”, 09/02/2021). Aquí mismo Kohen agrega «nadie desea desconocerlos ni privarlos de sus nacionalidades (a los isleños)» y pareciera querer —como punta de lanza— llevar la cuestión Malvinas a la Asamblea General y para ello aduce que «el gobierno del General Perón decidió llevar la cuestión Malvinas a la Asamblea General por segunda vez (Resolución 3160 (XXVIII), de 14 de diciembre de 1973) a efectos de reencauzar las negociaciones sobre soberanía» y, ciertamente llama la atención la cita (tenemos un Kohen que veinte años en Ginebra lo han transformado en peronista o alguien que quiere hacer los deberes) y el desconocimiento de éste respecto al liderazgo internacional del Presidente Juan Domingo Perón; el marco político actual respecto a los diferentes intereses mundiales; el fortalecimiento de los intereses marítimos, insulares y en el British Commonwealth of Nations del Reino Unido post-Brexit y la asociación estratégica con Estados Unidos, además de los altísimos riesgos de esta aventura, propia de un ejercicio docente y no de quien desde su designación como miembro del Consejo Nacional de Malvinas, ni siquiera podría estar habilitado a exponer sus ideas a otros docentes (Facundo Rodriguez) o en medios de difusión, sin que previamente sean tratadas y aprobadas por todos los miembros del Consejo que integra, donde asesora —nada menos— que al Presidente de la Nación en la formulación de una Política de Estado relativa a Malvinas que es confidencial en función de los intereses internacionales en juego, lo previsto en la legislación vigente y en especial la Ley 27.558, el Decreto 822/20 y reglamentos.

No se entiende la presencia de Facundo Rodriguez en el artículo que firman ambos, ya que no encontramos en este autor que haya compartido la posibilidad de escindir Malvinas o habilitar a los isleños en un referéndum; pero, son llamativas algunas de sus afirmaciones (“Malvinas: aclaraciones que oscurecen” Infobae, 06/10/2016) respecto al Pacto Foradori-Duncan: «Como viene de reafirmar el presidente Mauricio Macri, la manera de poner fin a esta disputa es la negociación (…) Es auspiciosa la presencia de la señora canciller ante el Congreso de la Nación a efectos de aclarar todos los puntos controvertidos. Máxime teniendo en cuenta que podría llegar al cargo de secretaria general de la ONU, que es, además, presidente provisional del C24 y titular de un mandato de buenos oficios en la cuestión Malvinas. Nada menos. (…) Como bien lo expresó el senador Federico Pinedo: Con Malvinas, hay que ser muy prudentes». Un mensaje que resulta bastante tolerante para la política que sobre Malvinas llevó adelante del gobierno de Cambiemos. Sabemos a qué intereses responde Kohen, no sabíamos a cuáles respondía Rodríguez; pero por los frutos se conoce el árbol (San Mateo 7,16 y San Lucas 6,44).

Nos refieren los autores que conforme a lo prescripto en la Constitución hay que respetar «el modo de vida de sus habitantes» pero, ello no puede implicar —de ningún modo— impedir los derechos del resto de los argentinos a transitar, radicarse, invertir, etc., en Malvinas, de otro modo se trataría de una soberanía quimérica. Kohen (Infobae, 2018), apoyando la idea que las autoridades de la Provincia sean quienes autoricen o no a residir en las islas, manifiesta que “es una manera de preservar el modo de vida de sus habitantes”; pero, no se trata de “preservar” (conservar su estado) sino de “respetar” las prácticas y costumbres habituales, es lógico suponer que con el correr de los años esos modos de vida se transfiguren, aunque conservando ciertos hábitos culturales, alimenticios, etc., como ha ocurrido con las distintas colectividades (galeses, irlandeses, ingleses, alemanes, italianos, españoles, etc.) radicadas en el continente argentino. Hay muchas formas de “respetar” el modo de vida, entre otras manteniendo el idioma inglés (aunque junto al castellano, ambos deberían ser obligatorios en la educación). Nadie duda que Suiza es un país que mantiene sus costumbres, aunque los idiomas oficiales sean el alemán, el francés, el italiano y el retorrománico. También, otra forma de “respetar” el modo de vida, es mantener vigente toda la legislación respecto a la convivencia en los ámbitos urbanos y rurales, sin que ello implique no actualizarla conforme la evolución de la sociedad.

Por otro lado, los autores dicen que «algunos (argentinos) prefieren seguir la política de adaptarse a vivir con el conflicto, vociferando altamente la reivindicación, pero sin que se haga nada en el plano multilateral que moleste al Reino Unido. Otro camino es posible». Bueno, entiendo, que se estarán refiriendo algún miembro del gobierno, ya que esta tarea es propia y exclusiva de la Cancillería. Debo suponer que efectivamente la intensión de los autores sería la de llevar la cuestión a la Asamblea General de las Naciones Unidas, lo cual sería una verdadera ruleta rusa y un gravísimo error que la Argentina sea quien descarte el diálogo y le baje el valor a la Res. 2065 (XX), coincidiendo —precisamente— esta decisión con la actitud que todos estos años lleva adelante el Reino Unido y, tal vez, uno de los puntos diplomáticos más fuertes que tiene la Argentina.

Al respecto, no hay ningún fundamento para cambiar en una Asamblea General la Res. 2065 (XX) que permanece vigente y, con un alcance absolutamente suficiente que -incluso- se ajusta a la posición argentina relativa a la integridad territorial y donde se limita a los intereses y no a los deseos de los isleños (con lo que se limita la posibilidad de la libre determinación); que, contrario a otras disputas internacionales ha sido ya reconocida por la ONU, donde está definido con precisión a las partes intervinientes (no los isleños) y sería de difícil repetición y muy difícil mejora, con el gravísimo riesgo de que pudiese infiltrarse la remanida bandera británica de la “libre determinación”. Habría que salir de “los intramuros universitarios” para analizar seriamente, si la Argentina pudiese estar en condiciones ¿y para qué? de conseguir los votos obtenidos al momento de aprobarse la Res. 2065 (XX) y, preguntarse quién se haría cargo de una Resolución desfavorable o de una resolución tomada con una menor cantidad de votos. ¿El Canciller, el secretario de Malvinas o cada uno de los miembros del Consejo de Malvinas? Esta es una decisión que ni siquiera el Poder Ejecutivo puede tomar ya que pondría en duda el propio texto de la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional.

A quienes refieren que el Brexit acercaría votos europeos a la Argentina que compensarían los votos perdidos de los países no alineados y otros, les recuerdo: la reciente resolución donde los productos pesqueros no pagarán aranceles al ingreso a Europa; la integración del Consejo de Seguridad, la OTAN; el rol de Estados Unidos y la propia conducción de las Naciones Unidas o, simplemente, la cuestión geopolítica instalada a partir de la pandemia que podría condicionar gran cantidad de votos. Y qué hablar, de los nuevos condicionamientos que habría de adquirir el país para obtener algunos votos, agregando más colonización a la ya existente.

Existen suficientes antecedentes para calificar este camino como una aventura que, como las guerras, no se pueden poner en manos de unos pocos —supuestamente teóricos iluminados— que carecen de experiencia fuera de la jurídica o la docencia. No se ha hecho nada todavía o de suficiente entidad para llegar al objeto esperado con mayor certeza y, desde una posición de fortaleza que la Argentina carece en la actualidad y probablemente por muchos años.

A mi juicio una decisión de Argentina en este sentido sería funcional a los intereses británicos y no pondría en sano juicio en manos de tres, cuatro, cinco personas, por más hábiles que fuesen, el destino de un territorio legítimo, inalienable, imprescriptible e irrenunciable de todos los argentinos.

La política argentina, debiera, en esta etapa, ser la de “poner la escoba detrás de la puerta” para hacer más difícil la ocupación de Malvinas, llevando adelante acciones directas que en su gran mayoría ya he explicitado en anteriores artículos (César LerenaEl ejercicio de la soberanía pacifica en el Atlántico Sur y Malvinas”, 06/06/2021; La política transversal de la colonización argentina. De Thomas Bridge a Daniel Filmus, (27/06/2021); buscar acuerdos con nuestros socios del MERCOSUR y fortalecernos en el Atlántico Sur y, muy especialmente, recomponer nuestra imagen como Nación predecible, independiente y soberana en el mundo.

La vida de intramuros en los entes internacionales puede hacer perder la realidad en quienes descansan en la tranquilidad de los salarios mensuales y carecen de pasión en las cuestiones relativas a la soberanía nacional.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Ex asesor en la Honorable Cámara de Diputados y en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, escritor, autor de 26 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de la Entrega”, 2009) y articulista de la especialidad. En prensa: “Argentina. La Casa Común. La Encíclica Laudato Si’ El Cuidado de la Casa Común. Comentada”, 2021. Miembro de la SAEEG.

 

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