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IRÁN Y EL «CAMINO DE DAMASCO» DE NETANYAHU

Roberto Mansilla Blanco* (Artículo para SAAEG)

 

Biden calcula igualmente cómo controlar a un cada vez más díscolo Netanyahu que ha iniciado con la guerra en Gaza una huida hacia adelante de proporciones imprevisibles tanto en el terreno militar como en el político y diplomático.

 

Seis meses después de iniciar la invasión militar de Gaza, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu vive probablemente la coyuntura más decisiva para su gobierno. Los resultados militares se perciben estériles toda vez han propiciado un caos humanitario sin precedentes, lo cual ha llevado a que Tel Aviv observara síntomas de cierto aislamiento diplomático, particularmente ante el aparente distanciamiento por parte de su aliado estratégico estadounidense.

La abstención de Washington el pasado 25 de marzo en la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU que autorizó el Alto al Fuego en Gaza y el estupor internacional causado ante el ataque israelí el 1° de abril contra un convoy de la ONG World Central Kitchen (WCK), con saldo de siete cooperantes fallecidos bajo el argumento erróneo de albergar militantes de Hamás, son sucesos que parecían a priori dejar a Netanyahu en una situación de cierta precariedad política. En el plano interno volvían las protestas dentro de Israel, aspecto que ilustra igualmente el malestar ciudadano por el curso de las operaciones militares en Gaza.

1. Irán: el conveniente «enemigo común»

No obstante, para Netanyahu, atizar la espiral belicista supone una herramienta efectiva para reconducir sus intereses en un Oriente Próximo cada vez más inflamado por la llama militarista. Y aquí entra un actor clave en la ecuación, particularmente para Washington y Tel Aviv: la República Islámica de Irán.

El 1° de abril, Israel atacó el Consulado iraní en Damasco, causando la muerte de trece personas, entre ellos siete cargos militares pertenecientes a la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) destacando el del «número 2» de ese cuerpo, Mohammed Reza Zahedi. Este ataque quirúrgico israelí recuerda al realizado en Bagdad en 2020 por EEUU (entonces bajo la presidencia de Donald Trump) y que causó la muerte del alto comandante del IRGC, Qasem Soleimani.

La reacción iraní no se hizo esperar. Tras utilizar el ardid retórico clamando «venganza», este 13 de abril fuentes militares israelíes y la agencia estatal iraní IRNA confirmaron que Teherán realizó varios ataques retaliativos contra territorio israelí. Tras estos ataques, el Lider Supremo iraní Alí Jamenei afirmó que «el régimen sionista será castigado».

De este modo la retaliación iraní recondiciona y reafirma la inalterable alianza estratégica entre EEUU e Israel, toda vez Tel Aviv busca con ello recuperar la solidaridad internacional ante el reciente clima de aislamiento exterior. El objetivo es enfocar la atención en un enemigo común, Irán, cuyo peso geopolítico es clave en la región, con capacidad de influencia a la hora de atacar objetivos occidentales e israelíes desde Siria y Líbano hasta Yemen y el Mar Rojo.

Así, y tras la anunciada «venganza» por parte de Irán, Biden no dudó en reafirmar su apoyo «inquebrantable» a Israel toda vez las alianzas militares entre Washington y Tel Aviv se están afianzando. Por otro lado, previo al ataque iraní, se observó también la renovación de los combates en el sur del Líbano entre el movimiento islamista Hizbulá e Israel.

La probabilidad de un ataque iraní motivó a que, días antes, las fuerzas de seguridad israelíes aplicaran el protocolo de máxima alerta. Washington también había enviado a Israel a altos cargos como el Jefe del Mando Central del Ejército y máximo jefe estadounidense en Oriente Próximo, Michael «Erick» Kurilla, lo cual certifica el conocimiento previo de estos ataques iraníes que, por otro lado, ocurren en una coyuntura concreta, la Pascua judía.

Debe tomarse en cuenta el carácter sin precedentes de este ataque iraní contra objetivos israelíes. Con todo, el mismo puede determinar un efecto disuasivo, enfocado en recuperar posiciones ante el nuevo equilibrio militar regional. En un ataque anunciado durante semanas, lo cual define cierto sentido de teatralidad por parte iraní, Teherán utilizó 170 drones, 30 misiles crucero y 120 misiles balísticos impactando principalmente en el sur de Israel, una zona escasamente poblada.

A sabiendas de poder ser interceptados por la denominada «Cúpula de Hierro» israelí, Irán buscaba también minimizar los costos civiles, intentando así amortiguar la posibilidad de una respuesta desproporcionada por parte de Israel y evitando reproducir así una situación similar a la invasión de Gaza tras los atentados terroristas de Hamás en territorio israelí en octubre pasado.

Por tanto, el ataque israelí en Damasco y la posterior reacción retaliativa iraní certifican un «golpe de efecto» de Netanyahu con la intención de diluir las críticas externas por la invasión de Gaza y recuperar así la confianza de Washington recolocando la atención en el enemigo común iraní. La sintonía en materia de cooperación en inteligencia entre Washington y Tel Aviv volvía así a recuperarse. Horas antes de anunciar el IDF israelí el ataque iraní, el presidente Biden aseguró en una rueda de prensa que Irán «atacará más pronto que tarde» y que «estamos dedicados a la defensa de Israel. Apoyaremos a Israel. Irán no tendrá éxito».

Por otro lado y más allá de la retórica, Teherán no desestima los canales diplomáticos, en gran medida condicionado por el peligroso escenario de una eventual guerra directa no sólo contra Israel sino también con EEUU. Previo al ataque, Teherán llegó a minimizar la posibilidad de retaliación contra Israel toda vez mostró públicamente su respaldo a las negociaciones en El Cairo incluso apoyando un alto al fuego en Gaza que permita abrir un nuevo equilibrio de fuerzas entre Israel y Hamás.

2. Biden: dilemas convertidos en certezas

Ante este panorama de complejidades traducidas por la invasión de Gaza, para Netanyahu resultaba imperativo ejercer un eje de presión y reaccionar aún fuera inflamando aún más el panorama regional. Con un alto al fuego precario en Gaza, las negociaciones que se llevan actualmente a cabo en El Cairo implican un espacio de cierta ralentización de los combates tanto para Israel como para el movimiento islamista palestino Hamás. Al mismo tiempo se aprecia un clamor cada vez mayor a nivel internacional para finalizar la guerra en Gaza e incluso establecer sanciones contra Israel ante las intermitencias y dificultades de asistencia humanitaria.

Este contexto aborda interrogantes vitales para la situación de un Netanyahu y su estamento militar que parecieran afrontar en solitario una guerra que pierde gas y entusiasmo dentro de la sociedad israelí, toda vez la comunidad internacional comienza a darle la espalda y exigir el final de la tragedia gazatí. Este último factor es mucho más evidente ante la súbita tirantez, cuando menos en cuanto a las declaraciones oficiales, en las relaciones israelíes con su aliado estratégico estadounidense.

La histórica abstención de Washington en el Consejo de Seguridad ha sido interpretada con notable apresuramiento en los medios como una especie de «parteaguas», en este caso crítico, dentro de la históricamente inalterable relación estratégica entre Washington y Tel Aviv. Esta tirantez también se ha evidenciado en las declaraciones oficiales del presidente estadounidense Joseph Biden criticando abiertamente la ofensiva militar de Netanyahu y su indolencia ante el drama humanitario palestino.

Con este panorama no parecían presentarse los mejores momentos para las relaciones israelo-estadounidenses. Pero un análisis más profundo implica observar hasta qué punto es cierto este aparente distanciamiento de Biden con Netanyahu y cómo a pesar de la tirantez dialéctica, sigue siendo inalterable esa relación estratégica entre EEUU e Israel.

         2.1. Guerras calientes con elecciones a la vista

El tema parece acuciante para un Biden que se juega la reelección presidencial en noviembre próximo con dos frentes de guerra abiertos (Ucrania y Gaza) en las que los intereses de Washington se han visto contrariados. Las preocupaciones del equipo electoral de Biden se acrecientan ante el avance electoral de Donald Trump, que augura su posible retorno a la Casa Blanca, con la posibilida de imprimir un giro copernicano de los intereses exteriores de Biden, especialmente en el caso ucraniano y de los compromisos «atlantistas» vía OTAN.

La perpetuación de estas dos guerras abiertas e inconclusas, cada vez más impopulares para un electorado estadounidense visiblemente polarizado, explica la premura de un Biden que busca ralentizar sus efectos vía alto al fuego en Gaza pero sin tener certeza sobre lo que puede suceder en el frente ucraniano. Un frente donde el recién reelecto presidente ruso Vladímir Putin parece preparar una contraofensiva militar a gran escala, presumiblemente con el foco estratégico en dos objetivos: la toma de Járkov, que permitiría el control del centro de Ucrania y una pista de lanzamiento para mayores presiones y ataques hacia la capital Kiev; y Odesa, estratégico puerto cuya eventual posesión le permitiría a Rusia controlar definitivamente los puertos del mar Negro.

Con ello el Kremlin buscaría establecer un corredor estratégico clave hacia la República Pridnestroviana de Transnistria, un Estado de facto tradicionalmente prorruso que hoy recobra su importancia estratégica y es observado como foco de ampliación del conflicto ucraniano en este caso hacia Moldavia, país que no reconoce la legitimidad transnistria y que está en la órbita de influencia de la OTAN y la UE.

Incapaz o quizás poco convencido de impulsar una iniciativa diplomática eficaz más allá de la abstención sobre el alto al fuego en Gaza y el apoyo a las negociaciones en El Cairo, Washington observa también cómo China mueve sus piezas en el terreno diplomático. Si bien muestra oficialmente la consistencia de la alianza con Moscú, Beijing vuelve a tomar la iniciativa como actor capacitado para propiciar un diálogo entre Rusia y Ucrania que eventualmente implique un alto al fuego o una tregua. Al mismo tiempo, China también ha pulsado la tecla diplomática en Gaza, con la visita a Israel y Palestina de un alto emisario del gobierno de Xi Jinping.

Pero también está el terreno geopolítico. Irán ha sido un prolífico aliado de Rusia en Ucrania enviando, principalmente, drones al Ejército ruso para sus operaciones militares en el frente. Tomando en cuenta el actual contexto de creciente tensión entre Israel e Irán con posibilidades de una escalada bélica, Washington refuerza aún más su alianza con Israel con la intención de crear una tenaza regional contra Irán, obligando a Teherán a concentrar su atención en cómo será la respuesta israelí. Ello implicaría la intención de EEUU e Israel de neutralizar la cooperación militar entre Irán y Rusia.

Pero también podríamos observar otro escenario hipotético. Con un frente ucraniano estancado a la espera del «deshielo primaveral» que permita viabilizar algún tipo de ofensiva militar, Moscú podría observar con atención la posibilidad de un conflicto in crescendo entre Irán e Israel para distraer la atención mundial y propiciar una posible ofensiva en el frente ucraniano.

Ante el ataque iraní a Israel, la Cancillería rusa emitió un comunicado pidiendo «moderación» para evitar una «escalada del conflicto en Oriente Próximo» toda vez criticó la «incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU» para invocar el Derecho Internacional tras el ataque israelí al Consulado iraní en Damasco. En un tono similar, China expresó igualmente su «preocupación» por la crisis pidiendo «contención».

3. Netanyahu se encomienda a la «línea dura»

El primer ministro israelí ha anunciado que se han cumplido los objetivos militares previstos en el norte de Gaza toda vez ordena una retirada momentánea del sur de la franja y prepara una ofensiva militar hacia Rafah, muy probablemente presionado por el sector de la línea dura política y militar que apoya su gobierno. Se advierte así un punto de inflexión orientado a expulsar a la atribulada población palestina y arrinconar a Hamás, confinándolo en ese territorio muy próximo a Egipto.

Así mismo, las protestas internas contra Netanyahu, que en ningún momento muestran algún tipo de solidaridad hacia el drama palestino, implican también nuevos equilibrios de fuerzas políticas internas dentro del tradicionalmente atomizado mapa político israelí. Si bien es cierto que las protestas son dirigidas por sectores de la sociedad civil israelí opuestos a la deriva ultranacionalista y religiosa de Netanyahu, es también palpable el malestar ciudadanos no sólo porque los objetivos militares en Gaza no se han alcanzado o siguen siendo poco realistas sino también porque esta guerra implica observar un nivel de vulnerabilidad para la seguridad israelí tanto internamente como en la diáspora judía vía atentados terroristas.

Este escenario ha persuadido aún más a Netanyahu a encomendarse ciegamente al apoyo de su estamento militar y del influyente lobby de los colonos judíos, reactivado y cada vez más desafiante y agresivo, que ahora observa al norte de Gaza como su nuevo centro de operaciones, incluso en materia turística y económica.

De este modo, la «rejudeización» de Gaza (no olvidemos que fue el «halcón» ex primer ministro israelí Ariel Sharon el que ordenó la salida de los colonos judíos en 2005) implica para estos sectores ultraderechistas y sionistas la expulsión definitiva del pueblo palestino y la recreación de la vieja aspiración de Netanyahu y de sectores ultranacionalistas y sionistas de sellar la fronteras históricas del Gran Israel. El establishment de poder en Tel Aviv parece cohesionado en torno a esta idea, aparentemente sin reparar en qué tipo de reacción social y política interna y externa pueda generar.

4. Esperando a Trump

Expectante ante lo que pase en Ucrania y ahora entre Israel e Irán, Biden atiende con preocupación la vorágine de acontecimientos que amenazan con inflamar aún más el ya de por sí crítico panorama en Oriente Próximo. Entrando en la recta decisiva de la carrera electoral para la Casa Blanca, Biden calcula igualmente cómo controlar a un cada vez más díscolo Netanyahu que ha iniciado con la guerra en Gaza una huida hacia adelante de proporciones imprevisibles tanto en el terreno militar como en el político y diplomático.

Pero el primer ministro israelí también juega sus cartas en las elecciones estadounidenses, buscando prorrogar la guerra ante la posibilidad del retorno de su «amigo» Trump a la Casa Blanca, visible defensor de las tesis revisionistas nacionalistas y supremacistas israelíes. La sintonía entre Trump y Netanyahu ya se hizo patente durante el mandato presidencial del hoy candidato republicano (2017-2021) y que se confirmaron ante la apertura de la embajada estadounidense en Jerusalén, la política anti iraní de Trump y su indiferencia ante la situación de los palestinos.

Sea cual sea el resultado electoral de noviembre en EEUU, Netanyahu seguirá teniendo las espaldas cubiertas incluso si su gobierno llegase igualmente a confrontar problemas internos vía protestas sociales y militares ante la indefinición de una guerra en Gaza cada vez más estéril y catastrófica, donde Hamás no parece dar síntomas de sucumbir e Irán entra cada vez más en juego. Unas protestas que ya tienen una dimensión regional por sus efectos humanitarios y socioeconómicos, tal y como se ha observado estos días con las manifestaciones en Jordania.

En la historia bíblica se reseña la conversión al cristianismo de Saulo de Tarso (posteriormente San Pablo) durante el Camino a Damasco. En el caso de Netanyahu, su particular «Camino a Damasco» nada tiene que ver con una conversión religiosa pero sí con una reconversión de alianzas y prioridades geopolíticas.

Contrariado ante el punto bajo de sus relaciones con Biden, el eficaz ataque ordenado por Netanyahu al Consulado iraní en la capital siria y la posterior respuesta iraní atacando  territorio israelí recompuso de inmediato la fluidez de esas relaciones con Washington volviendo al punto original de la necesidad de afianzar la alianza estratégica contra el enemigo común.

Más allá de la difícil coyuntura y el clima de cierta tirantez en sus relaciones con Washington, Netanyahu y el establishment político y militar israelí son conscientes de que estas alianzas estratégicas siguen teniendo un peso irreversible. Y más todavía si en el horizonte se avecina el retorno de Trump.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

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RUSIA EN 2024

Roberto Mansilla Blanco*

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Cómo la sociedad rusa vive actualmente la guerra en Ucrania y las sanciones occidentales mientras el Kremlin cambia a su favor los equilibrios geopolíticos.

 

Comienzo este análisis en clave personal, determinado por un reciente viaje a Rusia (febrero de 2024) Caminar por Moscú a dos años del comienzo de la guerra en Ucrania supone una experiencia ilustrativa sobre cómo el país está encarando un conflicto cada vez más cronificado, esquivando las sanciones occidentales pero con la perspectiva de una posible escalada militar contra la OTAN a mediano plazo.

Los moscovitas viven su día a día con ritmo frenético. Si existe un mejor termómetro para medir este pulso es inevitablemente el Metro de Moscú, tan vigoroso como incesante en su tráfico diario. Las sanciones occidentales apenas se perciben en una economía que incluso crece: a finales de enero el FMI estimó un crecimiento de 2,8% de la economía rusa para 2024. Así mismo, el Kremlin ha logrado esquivar las sanciones a través de un esquema financiero alternativo en el que han colaborado socios exteriores rusos como China, Turquía, Qatar y Arabia Saudita. A priori y a pesar de las dificultades derivadas de la guerra y las sanciones, el clima en las calles de Moscú revela más bien un inesperado nivel de confianza y de seguridad.

Los centros comerciales y supermercados rusos están abarrotados con todo tipo de mercancías y víveres. Una gran cantidad de multinacionales occidentales siguen operando en el país. El sistema bancario reproduce este nivel de confianza social mediante una generosa cartera de créditos toda vez es patente la digitalización a gran escala en todos los órdenes de la vida económica y social. Las presiones inflacionarias se observan controladas.

Una boyante clase media ha florecido en los últimos años en Rusia, con un notable poder adquisitivo que las grandes multinacionales no quieren dejar escapar a pesar de las presiones exteriores por mantener las sanciones económicas. Expulsada del sistema SWIFT que rige las transacciones financieras internacionales, el Kremlin se las ha ingeniado, con efectiva capacidad de adaptación, a las nuevas circunstancias para mantener a flote la economía rusa.

El espectro mediático, especialmente el televisivo, ilustra igualmente la percepción rusa de la realidad. Sin grandes aspavientos, los informativos reflejan diariamente lo que sucede en el frente militar ucraniano. Incluso existe un canal casi exclusivamente concentrado en la oficialmente denominada como «Operación Militar Especial». Destaca también la programación de entretenimiento, con formatos similares a los que se pueden observar en Europa.

En los medios informativos resalta igualmente la proliferación de informaciones sobre diversos foros económicos, tanto dentro como fuera de Rusia, en los que el gobierno de Vladimir Putin se esfuerza por acelerar proyectos de infraestructuras y de inversiones para el desarrollo económico hacia las regiones interiores del país. Intentar equiparar el nivel de desarrollo entre centro y periferia, entre la Rusia urbana y la Rusia interior, será muy probablemente uno de los grandes proyecto de futuro.

Mientras en Occidente fue la noticia estelar, con tintes no menos propagandísticos muy probablemente enfocados en la proximidad de la elección presidencial rusa, la muerte el pasado 16 de febrero del disidente Alexéi Navalny en una prisión de máxima seguridad apenas perturbó el clima informativo ruso, pasando prácticamente desapercibido. Por el contrario, la entrevista a Putin realizada por el periodista estadounidense Tucker Carlson y sus reportajes diarios durante su estancia en Moscú se convirtieron en un constante reclamo mediático para los medios informativos estatales.

Una nueva era… con Putin

Bajo este prisma, el panorama interno ruso dista, por tanto, de cualquier cariz apocalíptico como auguraron diversos mass media y declaraciones oficiales de líderes políticos principalmente occidentales a partir de la invasión militar rusa de Ucrania iniciada el 24 de febrero de 2022.

No se percibe ningún colapso económico ni atisbos de crisis política o de angustia ante la inevitable confrontación con Occidente vía Ucrania. La sociedad rusa, si bien no escapa a las consecuentes dosis de propaganda oficial y sutil censura, está más concentrada en otros temas, básicamente enfocados en aumentar sus cotas de bienestar socioeconómico; una aspiración, por cierto, no muy diferente de la que se observa en las principales capitales occidentales.

En vísperas de unas nuevas elecciones presidenciales previstas para el 15 y 17 de marzo, el poder de Putin es incontestable. Sin rivales políticos directos, con una economía que parece navegar con seguridad en un mar de turbulencias y con avances en el frente militar ucraniano (particularmente tras la toma de Adviika y la sensación de repliegue del adversario), el presidente ruso encara con comodidad un nuevo período de gobierno hasta 2030.

El contexto bélico le permite a Putin hacer uso de la agenda patriótica y de la inquebrantable unidad nacional ante un enemigo exterior que parece cada vez más identificado en la OTAN. Bajo esta premisa, el Kremlin no altera ni un ápice los cimientos estratégicos ni la narrativa que le llevó a iniciar la «Operación Militar Especial» en Ucrania en 2022: impera en este discurso la necesidad de «desnazificación» de Ucrania para garantizar la seguridad de las poblaciones rusoparlantes existentes en ese país y, por tanto, de la seguridad nacional rusa.

Esta perspectiva camufla igualmente otro imperativo geopolítico para el Kremlin: recuperar la vitalidad demográfica. Con su marcado acento en una especie de «revolución conservadora» y en un 2024 oficialmente reconocido por las autoridades rusas como el Año de la Familia, el gobierno de Putin incentiva políticas de natalidad que permitan garantizar la preservación de la etnicidad eslava y la identidad nacional rusa, particularmente ante el aumento demográfico de poblaciones no rusas, principalmente  musulmanas. Prevalece la idea del Mundo Ruso (Rusky Mir) que refuerce el perfil demográfico atrayendo a los «hermanos» rusoparlantes, en el caso ucraniano del Donbás y otras regiones actualmente bajo soberanía y ocupación militar rusa, pero que no se descarta pueda ampliarse hacia otros escenarios el espacio post-soviético.

El contexto 2024 se erige así para Putin como un momento clave para retomar la iniciativa y avanzar en la recuperación del lugar de Rusia en la historia. Las tornas han cambiado. El clima de desencanto se observa ahora en Occidente, en particular en lo concerniente al apoyo a Ucrania. Kiev no escapa a esta perspectiva. La destitución en enero pasado de Valerii Zaluzhni, máximo comandante militar ucraniano que se mostró crítico con la estrategia militar del presidente Volodimir Zelenski, parece ilustrar una purga interna aparentemente con el beneplácito «atlantista». Contrario a las expectativas occidentales, Zelenski se muestra ahora aún más a la defensiva, incluso con tintes de cierta desesperación en cuanto a su dependencia de la ayuda militar exterior.

La causa ucraniana parece perder entusiasmo y adeptos entre sus aliados europeos toda vez que otra guerra, la de Gaza, ocupa también el centro de atención. Países miembros de la Unión Europea como Hungría y Eslovaquia se niegan a aumentar la ayuda económica y militar a Kiev instando a una negociación con Moscú. En EEUU crece la inquietud por un regreso a la Casa Blanca del ex presidente Donald Trump, quien avanza con paso firme en las primarias del Partido Republicano. Visto en clave geopolítica, el Kremlin parece estar recuperando posiciones, recreando en el centro del poder occidental ese clima de desencanto con Ucrania.

Así, Putin recupera la iniciativa con garantías y en condiciones de mayor confianza y fuerza estratégica. Pero el final del conflicto en Ucrania no parece estar estipulado, al menos a corto plazo. No se descarta que, ante las perspectivas de debilidad militar de su enemigo y los cuestionamientos sobre lo que en su momento constituyó un irrestricto apoyo occidental a Ucrania, tras el deshielo invernal, el Kremlin acelere una contraofensiva a gran escala que le permita ampliar sus ganancias territoriales: actualmente Moscú controla más del 20% del territorio ucraniano previo a la invasión.

El clima bélico parece también resonar y ampliarse hacia otros focos de conflicto: la República Pridnestroviana de Transnistria, un Estado de facto entre Ucrania y Moldavia que podría convertirse en nuevo peón para Moscú en caso de pedir su incorporación dentro de la Federación rusa. Este escenario reproduciría el modelo instaurado por Rusia en Crimea en 2014 y en las repúblicas de Donetsk y de Lugansk en 2023. Otras fuentes informativas y de inteligencia, principalmente alemanas y británicas, están expectantes ante la posibilidad de que, a mediano plazo, la guerra de Ucrania se amplíe hacia las repúblicas bálticas e, incluso, el enclave ruso de Kaliningrado.

Seguro de una superioridad militar, confirmada por el suministro armamentístico de aliados como Irán y Corea del Norte, de un mayor número de efectivos y recursos militares y ante las grietas de la ayuda occidental a Ucrania, el Kremlin parece persuadido a aplicar un «modelo Chechenia» para Ucrania: empantanar y congelar el conflicto hasta provocar una fatiga en la sociedad ucraniana y sus aliados occidentales que eventualmente obligue a una negociación con Moscú y a un posible cambio político en Kiev que implique ascender al poder a un líder más manejable para los intereses rusos.

El escenario es hipotético. Está por ver si, al igual que sucedió en Chechenia con la «pax rusa» instaurada a partir de 2009, aparezca ahora en Kiev una especie de Ramzán Kadírov (actual presidente checheno) o un nuevo líder pro ruso como Viktor Yanúkovich. Nada está asegurado y menos ante este clima bélico in crescendo. Y esto también podrá provocar un efecto contraproducente para los intereses rusos: que, con apoyo occidental, Kiev apueste por aupar a un nacionalista radical anti ruso. Un escenario que, por otro lado, podría ser utilizado por el Kremlin como un argumento justificativo de la invasión militar, similar a la narrativa de la «desnazificación» de Ucrania. Sea como sea el contexto se abre así fuertemente contrariado para un Zelenski al que le crecen también las críticas internas que le acusan de autoritarismo, corrupción e incluso de intransigencia a la hora de abrir una negociación o un armisticio con Moscú.

Con este panorama, Zelenski parece verse de alguna manera acorralado, instigado a suspender las elecciones presidenciales previstas para marzo bajo el argumento del estado de guerra y con una ley marcial que no oculta sus dificultades a la hora de movilizar combatientes para el frente. Kiev ha pedido a más de 400.000 ucranianos que se han marchado del país que se sumen al esfuerzo bélico para repeler al «invasor ruso».

«Asianización» ante la «des-occidentalización» forzada

Visto en perspectiva y tomando en cuenta las tensiones geopolíticas y militares con Occidente, el Kremlin ha acelerado una «asianización» forzada de sus alianzas exteriores, motivada por imperativos definidos en torno a una perceptible «des-occidentalización» de sus relaciones internacionales.

Diversos medios occidentales han manejado estas tensiones en clave belicista, augurando una inevitable confrontación entre Rusia y la OTAN. Utilizando fuentes de alta confidencialidad militar, el diario alemán Bild advirtió en enero pasado sobre un posible escenario de guerra frontal entre la OTAN y Rusia a partir de 2025, con posibles ataques desde el enclave ruso de Kaliningrado hacia miembros de la Alianza Atlántica como Polonia y las repúblicas bálticas. Ante la posibilidad de presentarse este escenario, la OTAN anunció para este 2024 los mayores ejercicios militares en décadas.

Si bien no cierra la puerta a un «reseteo» de las relaciones con Occidente y que espera se operen progresivamente vía cambios políticos, desgaste moral por la guerra en Ucrania e imperativos de dependencia energética europea, Rusia observa ahora a Asia como su nueva esfera de atención. A diferencia de las tensiones y la intransigencia occidental, Moscú destaca el pragmatismo y la realpolitik en las relaciones con sus socios asiáticos.

En este plano, China juega el papel esencial como principal aliado ruso a tenor de la alianza estratégica que Moscú mantiene con Beijing y de la posición oficial del gobierno chino de no condenar la invasión militar a Ucrania. Esta alianza se lleva también a la cotidianeidad ciudadana. Las calles moscovitas han observado una prolífica visita de turistas chinos toda vez diversos establecimientos han celebrado el Nuevo Año Lunar chino. La imagen del presidente Xi Jinping al lado de la de Putin se refleja también en varios souvenirs como símbolo de una «amistad» inquebrantable.

Por simbólico que parezca, las típicas matrioshkas existentes en las tiendas de la turística calle Arbat de Moscú representan a líderes como Xi Jinping, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, el norcoreano Kim Jong-un o el príncipe saudita Mohammen bin Salmán, sin olvidar a un «viejo amigo», el ex presidente Trump. Todas ellas variables de soft power que ilustran en el imaginario colectivo las nuevas alianzas del Kremlin.

Este súbito viraje geopolítico asiático ha evitado el aislamiento y la condición de paria internacional de una Rusia hoy fortalecida por un papel cada vez más activo en el Sur Global. Moscú lo ejerce vía BRICS ampliado este 2024 a aliados como Irán y Arabia Saudita; toda vez Rusia atiende sus intereses en Oriente Próximo (Palestina, Irán, Mar Rojo), avanzando en acuerdos comerciales y militares con países asiáticos (principalmente China, India y Corea del Norte) y diseñando una nueva relación con África en materia geoeconómica.

Incluso comienzan a emerger nuevos líderes asiáticos que muestran su admiración por Putin como «hombre fuerte» y que ansían reproducir su modelo. Un ejemplo de ello fue la victoria (57% de los votos) del hasta ahora ministro de Defensa Prabowo Subianto en las recientes elecciones indonesias. Subianto sucedería así a otro admirador regional de Putin, el ex presidente filipino Rodrigo Duterte (2016-2022).

Por otro lado está Turquía. Suspendidos los vuelos directos desde Europa, Estambul se ha convertido en el enlace aéreo más demandado para conectar con Moscú y otras grandes ciudades como San Petersburgo, Kazán y Krasnodar a través de líneas aéreas como las turcas como Turkish Airlines y Pegasus y las rusas Aeroflot y Rossiya Airlines.

Esto refuerza la condición estratégica que tiene Turquía para Rusia, ampliada ante la realidad que igualmente supone acoger una notable diáspora rusa que salió del país tras el comienzo de la guerra y principalmente ante el decreto de movilización militar parcial. De acuerdo con el Instituto de Estadística de Turquía, este país recibió a partir de 2022 a unos 123.000 rusos, constituyendo una cuarta parte del total de la inmigración recibida por el país euroasiático. En segundo lugar se ubican los ucranianos (40.000 personas, 8% del total de inmigrantes).

No obstante, la súbita «asianización» geopolítica de Rusia aborda también múltiples retos para su política exterior y de seguridad, que pueden terminar comprometiendo a Moscú involucrándose en conflictos geopolíticos a priori fuera de sus imperativos estratégicos y esferas de influencia para las próximas décadas, en especial Taiwán, la península coreana, el rearme de Japón, la alianza regional AUKUS entre EEUU, Gran Bretaña y Australia y las tensiones limítrofes en el mar de China meridional.

Así mismo, las alianzas rusas con Turquía e Irán implican también al Kremlin en el siempre complejo y riesgoso avispero de Oriente Próximo. Tampoco se debe olvidar la esfera euroasiática ex soviética, tradicional «patio trasero» ruso. Destacan aquí Asia Central y el Cáucaso, polarizadas entre sus históricas relaciones y la dependencia energética con Rusia, sus alianzas económicas con la pujante China y ciertas aspiraciones prooccidentales (Georgia, Armenia). La invasión militar rusa a Ucrania ha provocado igualmente algunas brechas de confianza en las relaciones de Moscú con los países centroasiáticos y caucásicos.

Convencido en el pragmatismo de las relaciones bilaterales, el Kremlin es consciente de que sus aliados China, Irán, Turquía, Corea del Norte e India no le criticarán ni le sancionarán por temas como los derechos humanos o la democracia en Rusia, a diferencia de lo que ocurre dentro de las maltrechas relaciones ruso-occidentales. El talante autoritario de los regímenes políticos de estos aliados del Kremlin supone una condición favorable para los intereses rusos.

Así mismo, la «asianización» puede intuir una estrategia geoeconómica por parte de Putin que le permita reducir ciertos visos de dependencia económica y tecnológica rusa de Occidente. A cambio, Rusia progresivamente podría terminar dependiendo aún más de potencias emergentes como China e India. Con ello, la iniciativa permite anclar esas alianzas rusas hacia potencias económicas (China, India, Indonesia) que definirán la nueva fisonomía del poder global en este siglo, sin olvidar tampoco a potencias energéticas (Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes Unidos) y otras con capacidad militar (Turquía, Irán) que le permitirán a Putin mantener la «economía de guerra» en Ucrania y su previsible confrontación con Occidente.

Por todos es conocida la famosa frase de Putin de considerar el fin de la URSS como la «mayor catástrofe geopolítica del siglo XX». Conscientes de haber aprendido las duras lecciones del período post-soviético, Putin y las elites actualmente instaladas en el Kremlin han logrado, al menos de momento, blindar a Rusia de cualquier amenaza exterior que suponga una eventual nueva desintegración estatal, en este caso de la propia Federación rusa.

Lejos del colapso expectante que se auguraba en varias capitales occidentales tras la invasión militar en Ucrania, la Rusia de 2024 parece recuperar la iniciativa con fuerza y confianza. Pero a largo plazo los retos pueden resultar arriesgadamente complejos, lo que medirá la consistencia de su régimen político y la lealtad ciudadana al mismo. Sea como sea, Rusia abre un nuevo (y quizás inédito) capítulo en su historia.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.

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ISRAEL Y ESTADOS UNIDOS FRENTE A GAZA: ¿ESTRATEGIAS FRACASADAS?

María Elena Álvarez Acosta*

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La operación militar israelí sobre la Franja de Gaza ―concebida como una operación fácil, de bajo costo y breve― incluía de facto para finales de enero cinco frentes, más otros actores: los internos (Gaza, Jerusalén y Cisjordania) y los de la frontera norte (Líbano), los que incluyen las acciones de hostigamientos y represalias contra objetivos estadounidenses en Siria e Irak y las acciones de Israel y Estados Unidos contra esos países y los distantes: el caso de Yemen, donde se involucra Estados Unidos como actor protagónico. Todo ello sin que ningún país le declare la guerra al otro.

Además, en la madrugada del 28 de enero tres soldados estadounidenses murieron y al menos 40 resultaron heridos en un ataque con drones en Jordania, cerca de la frontera con Siria. Se abría un frente más en Medio Oriente, directamente vinculado a Estados Unidos.

Durante casi 120 días Israel ha bombardeado una y otra vez el territorio de Gaza. Paralelamente, Sudáfrica presentó una demanda contra Israel en la Corte Internacional de Justicia por «presunto» genocidio en Gaza. Sin embargo, aunque finalmente la Corte declaró que Israel debe garantizar que sus fuerzas no cometen genocidio y tomar medidas para mejorar la situación humanitaria de los palestinos en el enclave, Netanyahu lo cataloga de «indignante»[1] y, por supuesto, continuó utilizando los mismos métodos.

La muerte sigue presente cotidianamente en Gaza; las potencias occidentales tratan de «buscar vías» para controlar la situación, pero sin condenar a Tel Aviv y, sobre todo, que el conflicto no se extienda. No obstante, ya se ha regionalizado, ¿o no?

¿Qué ha sucedido en el terreno?

Cuando las acciones militares se iniciaron se limitaron al norte de la Franja de Gaza, posteriormente se extendieron a todo ese territorio. Los israelíes esperaban que fuera una campaña fulminante, dado su nivel de destrucción por los armamentos y tácticas utilizadas, más la ayuda recibida desde el exterior, así lo indicaba.

Además, estaban los precedentes: las guerras desarrolladas por Israel y sus operaciones contra Gaza habían sido de pocos días. Esa era la «costumbre». Esta operación debía ser breve.

Pero las acciones militares en este territorio se prolongaron y se  expandieron a la totalidad de la Franja. La brevedad se convirtió en una larga espera e Israel no ha logrado sus objetivos: el retorno de los rehenes y la destrucción de la organización de Hamás; por el contrario, en la actualidad se contabilizan más de 27 mil palestinos muertos, de ellos entre el 50 y 60 por ciento son niños y mujeres. Igualmente, según fuentes israelíes, el 70 por ciento de las fuerzas de Hamás se mantenían intactos. A ello se suma que, según Roger Zuzunaga Ruiz[2], «a Israel esta guerra le cuesta 19.000 millones de dólares, es decir, unos 220 millones de dólares por día».

Pero no sólo se ha expandido el accionar militar a todo el territorio de Gaza, sino también a Cisjordania y Jerusalén Oriental, en ambos territorios no son combates o ataques militares como en la Franja, sino represión constante contra la población palestina (más de dos millones y medio de personas) que protestan de diversas formas, pero que pudiera adquirir otras formas de lucha, como un carácter armado, frente a las acciones de los colonos ―más de 400.000 mil― que asesinan a docenas de palestinos semanalmente, sin rendir cuenta a nadie, con el respaldo del gobierno, y por el genocidio en Gaza.

Paralelamente, al norte de Israel hay otro frente, contra Hezbollah. Este se califica como conflicto militar limitado. No obstante, Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, advirtió que si Israel libra una guerra con el Líbano, la respuesta sería «ilimitada» (…) y expresó que el asesinato de Saleh Al-Arouri, un alto líder de Hamas en Beirut, «no quedará impune»[3]. El fuego transfronterizo entre las Fuerzas de Defensa de Israel y Hezbollah se ha incrementado, aunque se mantiene, por debajo del umbral de una guerra propiamente dicha.

Pero hay otros escenarios de guerra esporádicos. Estos son: Siria e Irak. Se caracterizan por los ataques de Israel y de los Estados Unidos contra «fuerzas iraníes» y las acciones de hostigamiento a las fuerzas estadounidenses en Irak y el noreste de Siria por fuerzas irregulares de milicias armadas. Los intercambios han aumentado cada vez más.

Por ejemplo, el 20 de enero, un ataque israelí en Damasco mató a al menos cinco miembros de la Guardia Revolucionaria iraní[4]. Poco después, en otra acción atribuida a Israel, se registró un ataque con drones contra un vehículo en el sur del Líbano que mató a al menos dos personas, entre ellas un miembro de Hezbollá[5].

La estrategia de Washington

Como se observa, las acciones militares no sólo involucran a Israel en los diversos frentes abiertos sino también a fuerzas estadounidenses. Debe recordarse que Washington, después del 7 de octubre, comenzó a desplazar inmediatamente buques de guerra, aeronaves y portaaviones hacia el Mediterráneo oriental y el Mar Rojo. Así como múltiples aeronaves fueron enviadas a bases militares de Estados Unidos ubicadas en distintos puntos de Medio Oriente y fuerzas de operaciones especiales estadounidenses trabajan de la mano con el ejército de Israel en la planificación e inteligencia[6]. El despliegue militar de Estados Unidos se proponía apoyar a Israel, disuadir de cualquier acción contra este último, así como contra sus bases militares en la región: era necesario evitar la extensión del conflicto en Medio Oriente.

Yemen

Las acciones de los hutíes, que desde un primer momento plantearon su apoyo a Hamás, han consistido en el lanzamiento de misiles crucero y drones contra Israel, pero también a barcos con conexiones con Tel Aviv. Los hutíes han declarado que «sus ataques en el mar Rojo son para ejercer presión económica sobre Israel»[7]. Estas son maniobras de apoyo a las acciones contra los palestinos en la franja de Gaza. Desde mediados de noviembre, rebeldes hutíes han atacado buques en el mar Rojo.

La importancia del mar Rojo ―delimitado al norte por el canal de Suez y al sur por el estrecho de Bab el Mandeb― es capital para el comercio global: por sus aguas navegan más de 19.000 cargueros anualmente, lo que supone el 11% del tráfico marítimo global, además de ser el camino más rápido entre los puertos asiáticos y el Mediterráneo[8] (…). También tiene un peso específico en materia de aprovisionamiento energético, ya que por esta zona pasa en torno al 12% del suministro de crudo mundial y el 8% del gas natural licuado (GNL) transportado por vía marítima, por lo que la interrupción del paso de buques supone un trastorno para países importadores de energía[9].

Estados Unidos, «autoproclamado salvador del mundo y de las buenas causas» y su inseparable aliado, el Reino Unido, «justifican su intervención precisamente como fórmula para responder a un «desafío internacional» lanzado por los hutíes, que amenaza el comercio global»[10]. El 12 de enero, Estados Unidos y Reino Unido lanzaron ataques contra más de 60 objetivos en 16 lugares de Yemen[11]. Comenzaba la guerra contra territorio yemení.

En ese contexto, la reacción de los países del área ha subido de tono y el malestar regional crece en Medio Oriente. Hassan Nasrallah[12] planteó que las operaciones de Estados Unidos en el mar Rojo condicionan la seguridad en la ruta naviera y pueden generar un «campo de batalla» en la estratégica vía comercial.

«Irak, Líbano y los talibanes en Afganistán rechazaron los ataques de la potencia estadounidense en Yemen y advirtieron dque el riesgo que el conflicto en Gaza se extrapole al resto de la región es cada vez más elevado. Abdellatif Rashid, presidente de Irak, a través de un mensaje de Presidencia, dijo: «Denunciamos enérgicamente los intentos de ampliar la guerra, y afirmamos que las aventuras de fuego, en este caso, nos pueden quemar a todos»[13].

Mientras, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Líbano planteó que «no tratar los motivos verdaderos de esta escalada, es decir el alto el fuego global de la ofensiva israelí y la guerra contra Gaza, puede expandir el círculo del conflicto como ya ha empezado a suceder»[14].

Paralelamente, otros países, como China y Egipto, hacen llamados por detener el enfrentamiento.

La situación en torno al mar Rojo y a Yemen ha motivado que algunos afirmen que «Con los ataques liderados por Estados Unidos en Yemen, ya no cabe preguntarse si la guerra entre Israel y Hamás escalará hasta convertirse en un conflicto más amplio. La cuestión es si podrá contenerse»[15].

Precisamente, el derrame de la violencia se amplió. Ante los sucesos de Jordania[16], Biden anunció que Estados Unidos ya ha decidido su respuesta al ataque (…) aunque no dio detalles, y señaló a Irán como «responsable», al menos de manera indirecta[17]. Mientras Irán negaba su participación. La respuesta fue el bombardeo a 85 objetivos en Siria e Irak: se anunció que eran bases y centros de armamentos iraníes.

Algunas ideas esenciales

Aunque Israel sigue llevando a cabo un genocidio en Gaza, permite las acciones represivas en Cisjordania y Jerusalén y extiende sus acciones militares ―bombardeos e incursiones militares― a los países vecinos, no ha logrado sus objetivos. Paralelamente, cada vez crece más el apoyo a los palestinos a nivel mundial.

Por su parte, la estrategia de Estados Unidos ha sido un fracaso; a pesar de todo su apoyo a Israel en todos los ámbitos, este último no ha obtenido sus propósitos; mientras, tampoco ha podido disuadir a los que ayudan a los palestinos con diversas acciones militares contra Israel y contra las propias instalaciones militares de Washington. En ese contexto, Estados Unidos se ha convertido en actor directo en el conflicto, hasta el momento, contra Yemen y diversas áreas de Siria e Irak. En la práctica, el objetivo de evitar que el conflicto se extendiera ha sido un fracaso.

En ese ámbito, tal vez no es tan difícil responder a la pregunta: Estados Unidos, ¿podrá contener la ampliación de las acciones militares y una regionalización aún mayor del conflicto?

Todo indica que no, pues sus propias acciones han contribuido enormemente a ello y es muy difícil que cambie su estrategia.

 

* Doctora en Ciencias Históricas. Profesora Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. Investigadora en el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI).

 

Referencias

[1]«Corte Internacional ordena a Israel evitar actos de genocidio en Gaza; Netanyahu lo cataloga de “indignante”». Voz e América, 26/01/2024, https://www.vozdeamerica.com/a/corte-onu-anunciara-su-fallo-preliminar-en-el-caso-de-genocidio-contra-israel/7458195.html.

[2] Roger Zuzunaga Ruiz. «El multimillonario costo para Israel de la guerra en la Franja de Gaza». El Comercio (Perú), 11/01/2024, https://elcomercio.pe/mundo/oriente-medio/guerra-israel-hamas-cuanto-le-cuesta-la-guerra-a-israel-en-gaza-cuanto-ha-gastado-israel-en-la-guerra-en-gaza-220-millones-de-dolares-al-dia-benjamin-netanyahu-palestina-noticia/.

[3] Se acusa a Israel del ataque que mató al funcionario de Hamas el, Saleh Al-Arouri, en Beirut, el 3 de enero del. Israel no se atribuyó la responsabilidad del ataque. (CNN, Resumen de noticias de la guerra entre Israel y Hamas del 3 de enero de 2024. Disponible en: https://cnnespanol.cnn.com/2024/01/03/noticias-guerra-israel-hamas-gaza-palestinos-muertos-ataques-orix-17/.

[4] Las autoridades iraníes catalogaron el hecho como un «intento desesperado de propagar la inestabilidad en la región».

[5] France24, con  AFP, EFE y Reuters. «Ataques en Siria y Líbano atribuidos a Israel aumentan la tensión regional; Irán anuncia represalias». France 24, 20/01/2024, https://www.france24.com/es/medio-oriente/20240120-un-ataque-aéreo-en-damasco-mata-a-miembros-de-la-guardia-revolucionaria-siria-e-irán-acusan-a-israel.

[6] Tara Copp y Lolita C. Baldor, Associated Press. «Un vistazo al apoyo de EEUU a Israel: buques de guerra y 2.000 soldados en alerta máxima». Los Angeles Times, 18/10/2023, https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2023-10-18/un-vistazo-al-apoyo-de-eeuu-a-israel-buques-de-guerra-y-2-000-soldados-en-alerta-maxima .

[7] Adriana López. «Los hutíes dicen que sus ataques en mar Rojo son para ejercer «presión económica» sobre Israel». El Confidencial, 10/01/2024, https://www.elconfidencial.com/mundo/2024-01-10/israel-gaza-guerra-hamas-palestina-directo_3808277/.

[8] «Claves para entender el conflicto en el Mar Rojo con los hutíes del Yemen». EFE, 12/01/2024, https://efe.com/mundo/2024-01-12/huties-mar-rojo-claves-conflicto-yemen/.

[9] Ídem.

[10] Ídem.

[11] Manuela Cano. «¿Quiénes son los hutíes y por qué el mar Rojo es clave en el conflicto en Medio Oriente?». France24, 12/01/2024, https://www.france24.com/es/medio-oriente/20240112-el-mar-rojo-quiénes-son-los-hutíes-y-por-qué-este-punto-es-clave-en-el-conflicto-en-medio-oriente.

[12] Líder de Hezbolá

[13] «Yemen: Nuevo bombardeo estadounidense en una estratégica base militar hutí». France 24 con Reuters y EFE, 13/01/2024, https://www.france24.com/es/medio-oriente/20240113-estados-unidos-lanzó-un-nuevo-ataque-contra-los-hutíes-en-yemen-aseguran-fuentes-estadounidenses.

[14] Ídem.

[15] Steven Erlanger, David E. Sanger, Farnaz Fassihi y Ronen Bergman. «La guerra regional que nadie quería ya está aquí. ¿Cuál será su alcance?». The New York Times, 16/01/2024, https://www.nytimes.com/es/2024/01/16/espanol/guerra-israel-estados-unidos-yemen.html.

[16] El ataque a una base estadounidense, en el que fallecieron tres soldados.

[17] «Biden anuncia que EEUU ya ha decidido su respuesta al ataque en Jordania». Europapress, 30/01/2024, https://www.europapress.es/internacional/noticia-biden-anuncia-eeuu-ya-decidido-respuesta-ataque-jordania-20240130175405.html

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