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HAY CERTIFICADORAS DE CALIDAD DE PESCA ILEGAL Y HAY FUNCIONARIOS EN ESTADO DE HIBERNACIÓN

César Augusto Lerena*

Días pasados la representante argentina ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) le solicitó al subdirector de la Organización Panamericana de Salud (OPS), el brasileño Jarbás Barbosa, que corrigiera su informe respecto al Coronavirus, donde a la hora de referirse a nuestros archipiélagos australes habría usado la denominación Falkland/Malvinas en lugar de Malvinas. Es muy interesante que los funcionarios argentinos se preocupen por visibilizar nuestras reivindicaciones e intentar corregir informaciones erróneas sobre nuestro país, pero ello, habla más de nuestra pésima política respecto a Malvinas, que de la simple desinformación de un burócrata o de los comportamientos diplomáticos de las organizaciones.

Está muy bien que todos los años nos ocupemos de reclamar nuestros derechos ante los organismos multilaterales; que busquemos nuevos apoyos a nuestros derechos; que les recordemos a los argentinos las fechas alusivas a nuestras luchas soberanas y que resaltemos aquellos hechos que, aún ajenos a nuestras acciones, pueden servirnos para mantener viva la llama de la nacionalidad y para abroquelarnos atrás de una causa justa; PERO, NO ALCANZA. A la espera del diálogo que propicia la Resolución de las Naciones Unidas 2065/65 y con el peso de los Acuerdos de Madrid y otros actos fallidos o contrarios al interés nacional, hemos perdido el control de importantes espacios marítimos, recursos pesqueros y económicos, etc. y, muy especialmente, se ha favorecido la consolidación del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (en adelante Reino Unido) en Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur (en adelante Malvinas) y la Antártida.

Yo pregunto, qué hacen el secretario de Malvinas Daniel Filmus que coordina el Consejo Nacional de Malvinas y el subsecretario de Pesca Carlos Liberman que preside el Consejo Federal Pesquero (y que hicieron todos los funcionarios de los anteriores gobiernos), para desactivar todos los obstáculos que impiden el desarrollo argentino (no de Malvinas, como refiere el denominado acuerdo Foradori-Duncan que se mantiene vigente); qué hacen cuando el Atlántico Sudoccidental está internacionalizado; cuando todos los años los buques pesqueros extranjeros se llevan ilegalmente un millón de toneladas de pescados por valor de cuatro mil millones de dólares; cuando desde Malvinas se exportan 250 mil toneladas anuales que no pagan derechos aduaneros (contrabando); cuando los puertos de Uruguay sirven de apoyo necesario para sostener la pesca ilegal en el Atlántico sudoccidental; cuando toda la flota mercante es extranjera; cuando no se realizan las acciones necesarias para proteger los recursos migratorios originarios de la Zona Económica Exclusiva (en adelante ZEE); cuando se mantiene desarticulada la red fluvial-marítima; cuando España (habiendo reconocido la soberanía en Malvinas), es el principal socio de los británicos en las islas y el destinatario del 95% de las extracciones que allí se realizan.

El Consejo Federal Pesquero durante el 2020 y en lo que va de 2021 (32 reuniones virtuales) NUNCA trató ninguno de los temas precedentemente citados, al igual que el Consejo Nacional de Malvinas (3 reuniones virtuales) que se limitó a efectuar algunas enunciaciones diagnósticas de algunos de sus miembros. Me respondo, no han hecho NADA. Y sería NADA aun haciendo algo y es NADA, como ocurre administrando el statu quo. No basta la enunciación de derechos, se requieren acciones.

Ahora bien, esta “hibernación de los funcionarios” que, por lo que vimos, es fácil entender que no es inocua, en algún caso, han alcanzado niveles de grotesco, tal es el caso de la publicación en el portal de fis.com (fuente: el medio probritánico MercoPress) del día 28 de enero pasado: «Tras su evaluación quinquenal (NdA: ¿cada cinco años?) del Marine Stwardship Council (MSC), la pesquería de palangre de merluza negra (Dissostichus eleginoides) de Georgias del Sur ha sido certificada por tercera vez como una pesquería sostenible y bien gestionada, según el boletín del gobierno de Georgias del Sur y el Islas Sándwich del Sur. La pesquería está gestionada por GSGSSI con el asesoramiento científico y el apoyo del British Antarctic Survey (BAS) y el Centro de Ciencias de la Pesca y la Acuicultura del Medio Ambiente (CEFASs). El Dr. Mark Belchier de BAS dijo: “…La recertificación del MSC es un fuerte respaldo al valor de la investigación científica a largo plazo para sustentar políticas y decisiones que conducen a una gestión responsable de la pesca (…) Esta es una señal muy bienvenida del compromiso continuo con la conservación de la vida marina en uno de los ecosistemas naturales más valorados del mundo”». (la negrita es mía).

Es evidente que la política expansionista del Reino Unido a través del gobierno ilegal en Malvinas no tiene límites, llevando desde acciones militares y de ocupación marítima, hasta el armado de diversas infraestructuras (puertos, etc.) destinadas a consolidarse en el territorio. Ahora bien, que Marine Stwardship Council (en delante MSC) certifique las pesquerías en Georgias del Sur (no sabemos si lo hizo también en Malvinas), está demostrando el interés netamente comercial de esta empresa certificadora, porque resulta absolutamente llamativo que MSC certifique pesquerías donde se realiza pesca INDNR. Y es ilegal esta pesquería desde la usurpación británica en 1833 de este territorio argentino, a tal punto que la ONU debió dictar las Res. 2065/65 y 31/49 donde quedó clara la situación de disputa y la prohibición de innovar respecto al territorio ocupado. Y ello solo le da el carácter ilegal —internacionalmente observable— a las licencias de pesca que el Reino Unido otorga a barcos propios o de terceros para pescar en el área de Malvinas. El Reino Unido no lo desconoce y el MSC no lo puede desconocer. No es posible que MSC ignore lo prescripto en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (en adelante CONVEMAR) respecto al análisis en conjunto e integral del recurso, ya que no se puede analizar una pesquería sin evaluar el ecosistema y cómo influye en el resto de las pesquerías argentinas —biológica, económica y socialmente— como bien refiere la CONVEMAR. Tampoco el artículo 2º de la Ley 24.543 con la que Argentina ratificó la CONVEMAR y dejó claras las “observaciones” sobre Malvinas y los recursos migratorios originarios de su ZEE. Del mismo modo, las Partes de esta Convención relativas a la pesca por parte de Estados de Bandera en la ZEE de los Estados ribereños (tal es el caso de Argentina).

La violación por parte del Reino Unido y la ocupación de facto del territorio, hace que la Autoridad Argentina no pueda controlar los procesos, las artes de pesca, los eventuales descartes, la registración de las capturas y desembarcos, no disponga de observadores, etc., haciendo netamente ilegal la pesca en Georgias del Sur certificada por MSC. El Reino Unido no es el titular de ese dominio y de los semovientes (los peces) y ello debería ser suficiente argumento para que no pueda acceder a la certificación de MSC que convalidaría en el mundo productos de origen ilegal, con un sello que supone lo contrario.

Esto nos lleva a la reflexión final de que no solo los funcionarios argentinos están “hibernando” frente a la apropiación de los territorios marítimos y sus recursos, sino que estas certificadoras deben ser reguladas nacional e internacionalmente ya que de otro modo se van a constituir en la intermediación y selección del comercio de los recursos pesqueros. Un ejemplo de ello lo da Peter Pahl, presidente de la Asociación de Pescadores de Merluza de Namibia, a propósito de la certificación de MSC en el pasado noviembre (EuropaAzul, 17/11/2020: Obtener la certificación MSC servirá para que la industria de la merluza de Namibia siga siendo competitiva y para que, además de satisfacer la demanda de nuestros mercados actuales, pueda expandirse hacia nuevos mercados en donde los distribuidores y las marcas se surten principalmente de pescado con certificación MSC para poder satisfacer las expectativas de sus consumidores. Ahora que ya tenemos la certificación esperamos ver crecer nuestras cifras en beneficio de nuestras gentes y comunidades, de la economía y, por supuesto, de los océanos”. Lo que deja en claro que se están privatizando los organismos de Calidad de los Estados, quienes definirán a dónde, cómo y cuándo los países podrán exportar. Estamos frente a una nueva barrera parancelaria y de control del comercio.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Y EL CONCEPTO DE NACIÓN

Giancarlo Elia Valori*

 

I

La formación de las naciones que constituyen nuestro continente no fue producto de accidentes y de la arbitrariedad. Se formaron a lo largo de un proceso histórico que comenzó durante la dominación española y en ella fueron adquiriendo los trazos peculiares que conformarían después las características que las distinguieron. Los virreinatos y las capitanías generales no fueron agrupaciones territoriales de origen burocrático-administrativo; eran regiones económicas, sociales y aun raciales específicas. En el seno de las instituciones virreinales crecieron los elementos que darían nacimiento a nuestras naciones.

II

Puede que, visto en la perspectiva histórica, algún desgarramiento territorial se nos revela ahora como absurdo o injustificado. Pero lo que entonces pudo ser una separación territorial sin sentido, ahora es una realidad nacional inobjetable. El idioma común y la religión, fundamentos esenciales de la colonización española mantenidos invariables durante toda nuestra historia, no fueron ni son suficientes para borrar las particularidades específicamente nacionales que no diferencian y distinguen una naciones de otras, de la misma manera que una misma religión y un mismo idioma no esfuman las profundas diferencias que distinguen a Inglaterra de los Estados Unidos.

III

Por eso, el panamericanisimo —como en otro tiempo el paneslavismo o en los últimos años el panarabismo— no pudo pasar nunca de ciertos límites, que terminaban siempre en las mismas expresiones líricas acerca de un origen común y un destino común, mientras en la realidad nuestras naciones iban profundizando los rasgos que las distinguían. El panamericansmo tuvo dos vertientes: una, que nacía en los altos círculos dirigentes de las clases dominantes vinculadas a los Estados Unidos; otra, nacida en las filas del movimiento estudiantil universitario, de tendencia esencialmente anti yanqui. Aquella tenía que enfrentar y desplazar el predominio de la influencia económica y cultural de Europa en el continente (especialmente de Inglaterra en lo económico y de Francia en lo cultural); ésta, a enfrentar los movimientos populares contra el avance arrollador del nuevo imperialismo norteamericano. El panamericanismo de la primera vertiente se fue transformando paulatina y sucesivamente en una serie de instituciones de carácter continental (Organización de Estados Americanos —OEA—, Junta Interamericana de Defensa, etc.) que han dado origen a lo que se llama comúnmente “sistema interamericano”, “panamericano” o “continental”, articulado a lo largo de una serie de conferencias y de acuerdos. El segundo desapareció a los pocos años y los movimientos que lo constituían se transformaron en movimientos de carácter nacional (APRA). Hace años pareció querer rebrotar en otra forma, en la forma de un gran movimiento de guerrillas inspirado y dirigido desde Cuba, idea que sólo ha arraigado en sectores muy minoritarios del estudiantado.

IV

De cualquier manera, el panamericanismo que estamos describiendo era de orden exclusivamente político; sus acuerdos eran de carácter político y las invocaciones al “sistema» también lo eran. Pero la OEA, la Junta Interamericana de Defensa, la Unión Panamericana, se han convertido en grandes organismos burocráticos, alejados de cada una de las naciones que envían sus representantes, con sede en Washington. En la medida en que ya no expresan los objetivos políticos que le dieron nacimiento, esas instituciones han entrado en crisis, a veces muy grave, como la que ha sufrido la OEA en los últimos meses. Entraban en crisis, a nuestro juicio, porque las motivaciones que las movían eran de un orden “continental” muy difuso, que no alcanzaba a interpretar las necesidades reales de cada uno de nuestros países. Muchos de sus acuerdos (Río de Janeiro, Bogotá, etc.) fueron resistidos no sólo por los pueblos, sino también por los parlamentos y hasta por los gobiernos que los habían suscripto. El sistema no alcanzó a superar tampoco los conflictos que dividían las relaciones entre los estados; no pudo evitar la guerra entre Paraguay y Bolivia; no pudo hallar una fórmula de acuerdo entre Perú y Ecuador; tampoco solucionar el conflicto entre Bolivia y Chile sobre fronteras y salida al mar; debe tolerar realidades tan dolorosas como la de Haití, etc. De modo que el origen común y el destino común se reducen a frases que se introducen en los discursos de ocasión.

V

El único rasgo que identifica a todas nuestras naciones, excluidos los Estados Unidos, es su condición de subdesarrolladas. En una situación de dependencia más acentuada en unas que en otras, con mayores o menores niveles de vida, con un ingreso por habitante muy diferenciado, todas ellas presentan, sin embargo, ese rasgo común que distingue a las naciones subdesarrolladas. Y este problema, que es el más acuciante y el más grave de nuestro continente, ha sido sistemáticamente desvirtuado por las conferencias y resoluciones emanadas del llamado “sistema interamericano”.

VI

Este problema se hace presente con gran dramatismo en los últimos meses de la segunda guerra mundial y en la inmediata posguerra. En América Latina, como en todo el mundo subdesarrolado, eclosionaron movimientos nacionales de amplia base popular, con participación muy activa y a veces con dirigentes de las fuerzas armadas, con una muy fuerte incidencia de la Iglesia. Estos movimientos reivindican la nacionalidad, aspiran a la plena independencia y se proponen planes o programas tendientes a transformar las estructuras heredadas del pasado. Ellos miran con profundo  recelo al sistema interamericano y a sus instituciones y a veces llegan a sabotear sus decisiones y a no refrendar en los parlamentos sus acuerdos. Su nacionalismo no es agresivo, es más bien democrático por su origen popular y por surgir de las mayorías populares, pero lógicamente desconfía de los organismos supranacionales que dictan resoluciones obligatorias. A un panamericanismo difuso sucedió un nacionalismo popular que vino a rescatar la idea de nación, un tanto velada por el liberalismo clásico. El elemento social, vale decir, el movimiento de las clases trabajadoras, confiere a ese nacionalismo —en el poder o en el llano— un carácter muy acusado de reivindicación social, de justicia social. Señalamos, sin embargo, que en lo que hace a los pasos a recorrer para alcanzar la plena independencia económica, estos movimientos o gobiernos nacionales no llegan a articular programas ajustados a las distintas realidades que quieren transformar; a veces el acento recae en lo social, a veces en lo agrario, a veces, en fin, en el rescate de los servicios públicos en manos del capital extranjero.

VII

Es entonces cuando aparecen ideas e instituciones que vienen a canalizar o a orientar esa eclosión del sentimiento y del movimiento nacional. La literatura sobre desarrollo y subdesarrollo y los trabajos de esas instituciones forman bibliotecas. Poco a poco se va conformando lo que llamaríamos una ideología del desarrollo latinoamericano . Sus basamentos principales son: a) una reforma del régimen de tenencia de la tierra o reforma agraria; b) una integración o complementación —o ambas cosas a la vez— de las economías en agrupaciones regionales, hasta llegar a la constitución de un mercado común latinoamericano . Tal es la ideología de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), una comisión regional de las Naciones Unidas. La CEPAL, a su vez, ha sido la matriz que ha dado decenas y decenas de especialistas que han pasado a formar parte de una vasta burocracia, asentada en los organismos regionales que se han ido formando con el tiempo. Se trata de una burocracia con una ideología y con intereses propios de toda burocracia cristalizada

VIII

¿Cuáles son los pilares básicos de la integración regional? No es, desde luego, la conciencia de la ulterior integración de la economía mundial, resultado del proceso de concentración y centralización que se está operando tanto en los marcos del sistema capitalista como en el socialista, de la caída de las barreras ideológicas que fraccionan el mercado mundial y por tanto de la aceleración de los intercambios. Este componente histórico no entra en los cálculos de las ideologías de la integración. Sus pilares básicos pueden reducirse a dos, uno apenas esbozado, otro abiertamente expresado y explicitado: a) una nueva división internacional del trabajo, dentro de la cual cada país, zona o región se ha de especializar en una rama de la producción; b) un criterio de economicidad, según el cual los distintos países han de producir aquello para lo cual tienen mayores aptitudes históricas, v. gr., en la Argentina la ganadería; en Bolivia, la minería del estaño; en Brasil, el hierro; en Chile, el cobre, y así con el resto de los países. La economicidad implica, a la vez, el criterio de complementación: la Argentina no tendría necesidad de producir hierro, carbón y cobre, pues ya  los produce Chile; Chile, a su vez, no tendría que alentar la producción agropecuaria, pues a cambio de sus minerales la Argentina podría darle carne y cereales en abundancia.

IX

Los pasos previos a la integración y complementación de las economías han sido (en los casos de la ALALC y del Mercado Común Centro Americano) la eliminación progresiva de los recargos aduaneros para los productos que se incluyen en una llamada “lista común”; en el caso de la ALALC el objetivo era alcanzar la plena liberación de los aforos hacia los primeros años de 1970. Pero ya en estos pasos previos se contienen todos los elementos de una distorsión de nuestras economías, de anulación del proceso de desarrollo.

X

En efecto, tal como ha ocurrido en los países del Mercado Común Europeo la política tarifaria no es suficiente para alcanzar una integración de las economías ni mucho menos para defender la región integrada de la acción de los monopolios apátridas. Por el contrario, liberada la zona de que se trate de todas las defensas del factor exterior, éste actuará en el espacio geográfico con mayor “libertad», en un «espacio económico» más amplio, más propicio a la expansión de los monopolios. Pues se ha de saber que el monopolio ya estaba instalado en la mayoría de las zonas que componen América Latina, frenando o expandiendo la producción a la medida de sus conveniencias. Pero el monopolio tropezaba aquí con las altas tarifas proteccionistas con que cada uno de nuestros países habían defendido sus producciones tradicionales o las ramas industriales en desarrollo; esa política proteccionista se había incrementado en la postguerra con el acceso al poder de los movimientos nacionalistas populares de que ya hemos hablado.

XI

Esa política proteccionista era condición sine qua non para que las débiles y precarias bases industriales se desarrollaran y conquistaran o crearan su propio mercado interno. Concretamente, la única forma de alentar la industria del automotor en la Argentina —teniendo en cuenta sus altos costos originarios— era establecer una protección suficientemente alta para desalentar toda posibilidad de competencia extranjera; protección que era necesario extender luego a la importación de  “partes” o repuestos, que impidiera la constitución de una industria del armado semilegal. Esto, que era necesario para las nuevas y modernas industrias, era igualmente necesario para las industrias tradicionales, digamos, del vino y del tabaco, las cuales cubrían todas las necesidades internas. En los países donde aún no se  habían instalado las industrias llamadas de “consumo durable”, especialmente la de artefactos para el hogar, la situación era idéntica en cuanto su implantación exigía, desde el comienzo, un sistema de protección que la pusiera al abrigo de la competencia extranjera. Hasta la aparición de los intentos “integradores” éste era el proceso que se estaba operando, en algunos lugares más aceleradamente (Argentina, Brasil, México, Chile), en otros más lentamente. El rasgo principal de este proceso industrial era que se operaba en la esfera de la industria liviana, la que satisface las necesidades inmediatas del consumo ciudadano. Pronto fue evidente que la industria liviana engendraba una nueva forma de dependencia exterior.

XII

Evidentemente, el desarrollo de esta industria demandaba cantidades crecientes de materias primas industriales, de maquinaria, de combustibles, de productos químicos. Los gobiernos nacionales comenzaron entonces a sentir la necesidad de instalar la industria pesada, a partir de la siderurgia y de la quimiurgia; más tarde, la instalación de la industria de automotores y de maquinaria agrícola. Esto tendía a impulsar la búsqueda de materias primas (hierro, carbón, petróleo, minerales no ferrosos). Este proceso no estaba programado ni planeado, no respondía ciertamente a un sistema de prioridades estructurado. Era una tendencia general que partiendo de las mismas  necesidades  que engendraba el desarrollo industrial iba a la búsqueda  de sus bases autónomas.

XIII

Pero el paso de la industria liviana a la industria pesada exigía grandes inversiones que no podían ser satisfechas con el solo producto de las exportaciones. Pues se estaba operando al mismo tiempo un acelerado crecimiento demográfico —particularmente acusado en esta parte del continente— una concentración en las ciudades y un reclamo de mayores niveles de vida que iban absorbiendo los saldos exportables. El comercio exterior, la exportación, ya no era fuente de acumulación para las grandes inversiones que se requerían. A lo cual debe agregarse el fenómeno moderno permanente: el deterioro de los términos del intercambio.  Los sectores nacionalistas populares más esclarecidos hallaron la salida de la dificultad planteando la posibilidad de hallar fuentes de financiación de estas grandes inversiones en la cooperación internacional.

XIV

Fue entonces, cuando ya se perfilaba una solución integral al gran problema de nuestro subdesarrollo, cuando arreciaron las tendencias “integradoras”. Los criterios de “complementación” y de “economicidad” fueron expuestos y explicitados en numerosos trabajos y conferencias continentales; tuvieron el apoyo caluroso de grupos reformistas y de grupos conservadores. Por último, las grandes potencias le prestaron calor y promesas de financiación para “proyectos comunes” o “conjuntos”; algunos bancos internacionales se transformaron en bancos para la integración, sus fondos derivaron cada día más hacia la financiación de estos proyectos. Si la Argentina hallaba grandes dificultades financieras (y políticas) para la explotación del mineral de hierro de Sierra Grande (Patagonia), allí estaba, a mitad de precio y con un alto porcentaje de ley, el mineral de Río Doce (Brasil) que podía entrar libremente en virtud de los acuerdos de complementación o de liberación de tarifas de la ALALC; si experimentaba iguales dificultades para la construcción del sistema hidroeléctrico de El Chocón-Cerros Colorados, podía en cambio satisfacer sus necesidades de energía eléctrica con la construcción de la represa de Salto Grande en  común con Uruguay y Brasil.

XV

Es de suponer que, deliberadamente o no, la “integración” y la complementación venían a salir al cruce de lo que ya era una tendencia en marcha. Paralizaba los intentos integradores de carácter nacional en homenaje a una integración regional en perspectiva; desarmaba los dispositivos de defensa de la economía industrial en marcha y desviaba hacia otros objetivos los esfuerzos que ya estaban empellados. Prestaron su concurso a esta orientación no sólo la burocracia continental, sino también lo que denominaremos reformismo continental. Unos exigían como paso previo a todo, una reforma agraria, que consistiría en parcelar la tierra de tal forma que no quedara un solo trabajador agrícola sin su parcela; los otros postulaban una gran reforma educacional, pues la fuente de nuestros males estaría en el analfabetismo y en la incultura; los otros una reforma constitucional, pues nuestras constituciones eran ya arcaicas con respecto a las necesidades de modernización de nuestra sociedad; otros, en fin, una reforma religiosa y aun eclesiástica con el fin de acercar la Iglesia a los pobres y de que la Iglesia se incorporara al torrente reformista. Parecía que se trataba de atenazar o de envolver el proceso de desarrollo inevitable en una red de problemas que se le anticipaban o que lo postergaban.

XVI

Pero, sobre todo, se soslayaba el contenido histórico-político del desarrollo, a saber, la construcción de la Nación. Nuestros países, en efecto, no han completado aún el proceso de constitución nacional. La unidad nacional está en las leyes y en las constituciones; en la realidad, aparece fraccionada y las regiones aisladas entre sí. Junto a los grandes centros poblados se extienden vastas regiones que viven en el aislamiento; al lado de las conquistas de la civilización está el más profundo atraso. Estos fenómenos se dan en forma muy acusada en los países con gran población indígena, donde el idioma nacional es ignorado por la mayor parte de los pobladores. Pero se dan también en los países sin diferenciación racial y religiosa, como la Argentina, cuyos dos polos, el noroeste y la Patagonia, permanecen en el aislamiento y en al atraso y donde aún regiones relativamente pobladas y con producciones estimables caen en crisis por falta de vías de comunicación, como las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Misiones.

XVII

En tales condiciones, el desarrollo económico adquiría dimensión en profundidad, en cuanto se trataba de erigir las bases de una economía moderna, y en extensión, en cuanto se trataba de extender sus beneficios a todas las regiones, enlazándolas con un vasto sistema de comunicaciones. Se trataba y se trata de construir las bases materiales de la nacionalidad, sin las cuales —como está ya probado suficientemente—  todos los factores de orden cultural y ético — la religión y la educación— o bien decaen, o bien se deforman en una suerte de barbarie moderna. El maestro o el misionero pueden llegar de manera suficiente, y cuando llegan no tienen en  sus manos los elementos que le permitan incorporar esas poblaciones a la vida de relación. Es la experiencia de los misioneros en las regiones de indígenas.

XVIII

Lo que comúnmente se ha llamado “problema nacional” ha adquirido en los años de la posguerra una dimensión y una fuerza realmente inusitadas. En Europa, a causa de la larga ocupación por fuerzas extranjeras de la mayor parte de los países, viejas civilizaciones de un alto nivel cultural sometidas a una opresión oprobiosa. En Asia y África, fue la quiebra definitiva del colonialismo lo que ha dado origen al desarrollo del sentimiento nacional en las antiguas nacionalidades, y a la aparición explosiva de ese sentimiento en las nacionalidades que ahora se constituyen (especialmente en África). Esos pueblos reconstruyen su historia, recuperan sus religiones originarias y sus idiomas, hacen renacer el folklore; inmediatamente se dan planes o programas de desarrollo económico y social, quieren salir del atraso a que los condenó la potencia colonizadora. En la misma Europa del MCE aparecieron fenómenos como el “degaullismo” que no es otra cosa que el renacimiento del espíritu nacional francés excitado por la invasión alemana y la posterior pérdida de sus colonias y dominios. No es éste el lugar para abrir juicios de valor sobre este fenómeno, pero ignorarlo o menospreciarlo equivale a ignorar la trascendencia histórica permanente del concepto de nación.

XIX

Pues en los planes de integración se ha avanzado ya bastante en torno de la articulación de una especie de gobierno supranacional. En efecto, los más eminentes expositores del pensamiento integrador han llegado a la conclusión de que las medidas y los organismos puestos en marcha hasta ahora no han sido suficientemente efectivos para llevar el proceso de integración hasta sus últimas consecuencias. Se impone, pues, según ellos, arbitrar otras medidas más enérgicas y más efectivas, para lo cual se requiere algo más que las meras reuniones de funcionarios autorizados. En una sesión especial, consagrada a la integración económica de América latina, celebrada en la ciudad de México en mayo de 1965, la CEPAL expuso un nuevo programa de cuatro puntos para acelerar el proceso de integración: los tres primeros eran de orden puramente económico y se referían a la progresiva supresión de barreras aduaneras, a la política de inversiones y al sistema de pagos para facilitar las transacciones entre los países miembros de la ALALC. El cuarto aconsejaba crear nuevas instituciones encargadas de coordinar el funcionamiento de los diferentes mecanismos. Era preciso crear de inmediato un Consejo que funcionara a nivel político, encargado de tomar todas las decisiones necesarias para el progreso de la integración. Este Consejo sería el órgano supremo de  la comunidad y estaría formado por los ministros de relaciones exteriores de los países asociados y sus atribuciones serían las siguientes: decisiones en lo referente a reducciones tarifarias, aprobación de la política regional de inversiones, definición de la política financiera y monetaria de la zona, programación del desarrollo científico y técnico y, en general, la adopción de todas las medidas necesarias para el progreso de la organización regional. Las decisiones deberían ser adoptadas por unanimidad.

XX

Lógicamente, esta política debía tropezar al fin con obstáculos insalvables, pues el interés nacional puede declinarse hasta un límite dado, pasado el cual viene la sumisión a las decisiones e intereses supranacionales. Las conferencias de la ALALC, realizadas en Montevideo en 1965 y 1966, no lograron articular el sistema de nivel político aconsejado por la CEPAL y por los llamados “cuatro sabios” (los señores Raúl Prebisch, José Antonio Mayobre, Felipe Herrera y Carlos Sanz de Santa María) a quienes el presidente de Chile, Sr. Frei había solicitado un informe sobre el estado y las perspectivas de integración. Al reunirse, a fines de 1967, la comisión que debía elaborar las “listas comunes” de productos que deben ser liberados de derechos, al llegar al petróleo y al trigo, entró en crisis. Después de laboriosas gestiones, la comisión tuvo que trasladar la fecha de sus reuniones al mes de junio del corriente año.

XXI

Pero, a partir de esta crisis, se ha renovado la ofensiva “integradora”. Personajes de organismos financieros muy altamente colocados han declarado que tales o cuales bancos no darían en adelante otros créditos  que  no fuerano  destinados a proyectos comunes de integración. Subvencionados por las mismas instituciones financieras se han constituido organismos para la propaganda de la tesis “integradora” y, en un simposio convocado en Arica, un expositor contrario a la corriente en boga, fue poco menos que agredido por los partidarios de la idea. Idea que se intenta disfrazar con una imagen que no corresponde a la esencia de la misma.

XXII

Conviene dedicar un párrafo a este nuevo enfoque del problema. La razón es obvia: se juega aquí con los sentimientos de la gente y hasta con el llamado sentido común. La integración vendría a ser algo así como un “frente” de los países en vías de desarrollo de América latina enfilado contra el imperialismo norteamericano; la complementación y la ayuda mutua los salvaría de tener que recurrir a la cooperación financiera internacional; un organismo supranacional, con poder de decisiones políticas, superaría las vacilaciones de los respectivos gobiernos. Pero el “imperialismo” les ha jugado una mala pasada a estos “integradores” de la izquierda; se sabe, por la experiencia europea, que la economía de los grandes espacios abiertos es la que mejor se acomoda a los intereses y designios de los grandes monopolios. Cuando se han levantado las defensas que protegen la incipiente producción de los países en vías de desarrollo, los que ganan el espacio no son los vecinos también en desarrollo, sino los monopolios que producen a bajo costo y que están en condiciones de ejercer incluso el dumping. Por otra parte, las conferencias de Ginebra (1964), de Argel (1967) y de Nueva Delhi (febrero-marzo 1968) han demostrado hasta el cansancio que esta especie de “frente” de los pobres contra los ricos no ha rendido frutos, sea cuando se ha usado el método de la persuasión sea cuando se ha utilizado el de la amenaza.

XXIII

Pero podría objetarse que este punto de vista que estamos exponiendo a grandes trazos es el de aquellas naciones del continente que mejores condiciones naturales reúnen para edificar una economía integrada dentro de sus fronteras o que disponen de un nivel económico que se acerca más al del pleno desarrollo; se justificarían, pues, sus aprehensiones hacia todo aquello que pudiera postergar o atenuar su proprio y rápido desarrollo. En cambio, ¿qué sucede con los países pequeños, con menos población, con una producción puramente agropecuaria o minera, con una industria de trasformación embrionaria? Nos referimos, es claro, a Bolivia, Paraguay, Ecuador. Para ellos, la integración tendría un significado distinto: el de un acceso más rápido a los niveles de producción de sus hermanos “mayores”, pues ni la liberación aduanera ni la complementación amenazarían sus bases de sustentación. En otras palabras, no se podría invadir el Paraguay con las carnes argentinas, pues este país las produce; ni Bolivia con los minerales chilenos. En cambio, Chile y Argentina necesitan, por ejemplo, de las maderas paraguayas.

Pero bien visto, este criterio se detiene en los niveles puramente comerciales del problema. Es, por otra parte, el criterio o uno de los criterios de los constructores ideológicos de la integración regional. En realidad, la integración estaría destinada a liberar y acelerar los intercambios comerciales. Pero se comercia lo que se tiene y no lo que se debiera tener dentro de lo que se estima como una economía moderna. El comercio puede ser liberado y acelerado sin que cambien las producciones que se venden o se compran. Y el desarrollo, bien entendido, no es el de los intercambios sino el de las producciones. Venezuela puede vender todo el petróleo que produce y aun mucho más, pero seguirá siendo así un país monoproductor y, por tanto, en vías de desarrollo, indistintamente de que la venta de su petróleo le produzca un ingreso per cápita superior al de cualquier otro país de América Latina. La liberación de derechos puede facilitar la colocación en masa de las magníficas maderas, de la yerba mate o del tanino paraguayo; pueden, así, aumentar sus ingresos y, por tanto, aumentar sus importaciones; pero este acontecer no alterará en nada su condición de productor de materias primas. Lo mismo dígase del estaño boliviano.

No se postula, desde luego, que esos países alcancen iguales niveles o grados de integración económica que los que pueden lograr Argentina, Brasil o México. Algunos carecen de condiciones naturales para una agricultura y una ganadería similares a las de Argentina; otros carecen de recursos minerales o de la riqueza de Brasil. Se aplicaría a estos países entonces el ejemplo de Italia, de Japón o de Suiza, que han alcanzado un alto grado de desarrollo industrial y agrario careciendo de recursos minerales y de tierras fértiles suficientes y vastas. Recorrerán este camino con mayor o menor ritmo, pero deberán recorrerlo. Si desde ahora se empeñan en alcanzar mayores niveles de vida confiando todo a la integración, retrasarán su desarrollo y acentuarán al de aquellas ramas que los caracterizan como países en vías de desarrollo.

XXIV

De cualquier manera, el aspecto puramente económico de la integración no era el objeto de estas líneas; más bien se trataba de explayar la permanencia histórica del concepto de nación, de la obligatoriedad de resguardar sus esencias espirituales, de la necesidad de construir sus bases materiales. Hemos partido de la conciencia de que la interdependencia de las naciones es insoslayable, de que estamos viviendo el proceso de integración del mercado mundial, que poco a poco las fórmulas de la convivencia y la negociación amigable están sustituyendo la agresividad y la guerra fría de ayer. Pero todo este proceso es un resultado no un requisito previo; el resultado del desarrollo de cada una de las nacionalidades de acuerdo con sus rasgos más específicos. Un acuerdo universal sobre los problemas que actualmente dividen al mundo será un acuerdo entre naciones soberanas, independientes, diferenciadas.

Las únicas categorías universales que se admiten sin discusión son las que informan las religiones, las filosofías, las llamadas ideologías. Pero, si bien se observa, la religión, por ejemplo, es uno de los elementos espirituales-culturales que constituyen el ser nacional en aquellos países que la han recibido desde su nacimiento.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

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JAIME APARICIO: “HAY PAÍSES DE AMÉRICA QUE PIENSAN EXIGIR UNA INDEMNIZACIÓN A CHINA”

ENTREVISTA AL EMBAJADOR DE BOLIVIA ANTE LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS

 Leopoldo Jose Vegas Rondon

 

Afirma que en esta crisis, la OEA trabaja en el aspecto sanitario, a través de la OPS, y en la parte política y económica negocia con organismos financieros internacionales

 

¿Qué ha cambiado en el sistema interamericano con esta pandemia de coronavirus?

Ha provocado cambios radicales, porque tanto en el sistema interamericano como en los mismos países viviremos un antes y un después del brote del coronavirus. Esta pandemia nos ha encontrado en una situación de indefensión porque nadie estaba preparado para una crisis global de esta magnitud. Todo cambiará, al menos por los próximos meses, y luego tendrá efectos a largo plazo porque, aparentemente, debemos acostumbrados a guardar las distancias y a estar atentos con la vigilancia sanitaria.

En lo inmediato, el Consejo Permanente de la OEA, las instituciones y las comisiones nos hemos ido adecuando a la realidad. Por ejemplo, apenas comenzó el virus tomamos medidas de emergencia. La reelección del secretario general (el 20 de marzo) fue el último acto que se hizo con presencia de los delegados. A partir de la semana pasada se ha entrado al mundo de las reuniones virtuales, lo que significa un cambio muy grande porque nadie estaba acostumbrado a interactuar en este tipo de sesiones.

En los países miembros de la OEA hemos visto sistemas de salud frágiles y con efectos devastadores en sus economías. ¿Hay algunas recomendaciones del organismo para enfrentar esta crisis?

Hay dos esferas: una que está dirigiendo la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que también ha tenido grandes fallas en el pasado debido a que se politizó y fue una de las precursoras del envío de médicos cubanos a diferentes países, pero ahora la OPS está asumiendo el problema y mantiene una interacción con los diferentes ministros de Salud de los países miembros para emitir recomendaciones sobre el manejo del coronavirus. Por otro lado, el rol que está cumpliendo la OEA es fundamental. El secretario general, Luis Almagro, se ha reunido con todos los organismos internacionales, es decir con el BID, con la CAF, el FMI, la Cepal, el Banco Mundial y agencias de cooperación para analizar y buscar respuestas conjuntas a esta crisis económica. Si no existe una coordinación política, y aquí la actuación de la OEA es fundamental, se producirán lineamientos contradictorios y se repetirán acciones del pasado. Ahora se busca coordinar medidas a futuro. Esta crisis ha encontrado a los países sin ninguna preparación.

En el caso de Bolivia es mucho más dramático porque hemos descubierto que no se habían hecho inversiones en salud en los últimos 14 años. Lo peor es lo que se viene porque después de la pandemia corresponde recomponer las economías en medio de una crisis global, peor ahora con la caída de los precios del petróleo. Nuestros ingresos prácticamente se reducirán a nada y tiene que haber políticas de salvamento bien coordinadas, que incluyan inversión privada y fondos de los organismos crediticios; ese rol lo está tomando la OEA.

Algunos economistas mencionan el ciclo de 2015 a 2025 como la década perdida, ¿existen proyecciones o evaluaciones sobre eso?

Sí, se está viendo que habrá un promedio del -5% del Producto Interno Bruto (PIB) a escala mundial, lo que significa que habrá una recesión que nunca antes se había producido por el carácter no solo regional de la crisis, sino por la forma que afectará a países que venían sufriendo algunos problemas económicos después del boom de los precios de las materias primas que hubo hasta 2014. Es una situación muy difícil la que se viene y será un cambio radical para los países porque no se podrán aplicar medidas de austeridad como se hacía en el pasado.

El propio Fondo Monetario Internacional ha cambiado radicalmente su visión. No se pueden exigir cortes de gastos públicos, por ejemplo, que afecten a las poblaciones más pobres. Se tendrán que diseñar nuevas estrategias, entre ellas la de diversificar nuestras economías, de las que tanto hemos hablado y poco se ha hecho. Está comprobado que vivir de la exportación de materias primas es una receta muy frágil porque aunque haya épocas de bonanza, al final acaba siendo un factor que empeora las crisis. Actualmente vemos la caída de los precios del petróleo y los países que viven de la exportación del crudo se quedan en cero, como ha ocurrido en Venezuela. Habrá que invertir más en nuevas energías, en industrias que generen trabajos, en nuevos productos. Es decir, hay que desarrollar un gran proyecto con mucha imaginación y con una idea muy distinta al extractivismo y a la explotación de materias primas. Habrá que imitar algunas acciones asumidas por determinados países, como los denominados Tigres Asiáticos.

¿Qué otro tipo de cambios introducirá el FMI a partir de esta crisis?

Estamos viendo cambios muy radicales. La nueva presidenta del Fondo Monetario Internacional (la búlgara Kristalina Georgieva) ha reconocido muchos de los errores que se han cometido en el pasado, incluso dentro de las víctimas figuran Bolivia, porque se aplicaban muchas medidas de austeridad sin tomar en consideración el contexto político y social, lo que provocaba un efecto desastroso en el pueblo. Creo que todas las instituciones saben que las soluciones no vienen por asumir medidas de austeridad sin criterio. Decir vamos a balancear nuestros gastos y nuestros ingresos no ha funcionado en América Latina, incluso nos ha llevado al borde de la explosión social. Considero que en el contexto actual ningún país en la región puede tomar medidas de austeridad como en el pasado. Por el contrario, creo que habrá que pensar en nuevos modelos de desarrollo que incluyan como prioridades la salud, la educación y la generación de empleos como elementos de inversión, no de gastos.

Se estima que en el mundo habrá unos 25 millones de nuevos pobres, de los cuales 1,7 millones, aproximadamente, estarán en Bolivia. ¿Qué se debe hacer para evitar un estallido social por causa de la falta de empleos y el aumento del hambre?

El aspecto social es el punto central del problema. Hemos descuidado aspectos básicos, como educación, salud y empleos porque siempre hemos vivido de un desarrollo que no era sostenible y ahora estamos pagando las consecuencias. El problema es mucho más grave porque se produce en un contexto mundial. En esta semana (jueves 23 de abril) hay cuatro millones de nuevos desempleados en Estados Unidos. El número de personas que han perdido sus fuentes laborales en este país, considerado entre los tres más ricos del mundo, está cerca de los 26 millones. Estamos llegando a una crisis que afectará a todos los países y cada nación, obviamente, estará preocupada en resolver sus propios problemas. Lo mismo sucede en Europa. España, por ejemplo, ha superado todos los antecedentes de desempleo en su historia. Esto significa que los países no estarán en condiciones de ofrecer cooperación real y eso agrava nuestra situación en Bolivia. Tenemos que buscar un nuevo tipo de desarrollo que permita emplear gente a gran escala y eso significa que por primera vez seamos serios en los aspectos de integración regional; tenemos que ampliar nuestros mercados. En América Latina somos 400 millones de personas y podríamos tener una salida a esta crisis. Esto significa invertir en infraestructura y en energía.

En América Latina existen los mecanismos más antiguos de integración, incluso primero que en Europa, pero las diferencias políticas e ideológicas han impedido que haya avance entre nuestros países. ¿Qué se puede hacer ahora?

Ese es uno de los grandes problemas de la región. Nos hemos embarcado en las peleas ideológicas y ese ha sido otro de los grandes absurdos de nuestros países. Octavio Paz (escritor y diplomático mexicano) decía que en América Latina deberíamos dejar de hacer política en nuestras relaciones y deberíamos tener la ideología del sentido común. Efectivamente, las diferencias ideológicas han acabado con el Mercosur (Mercado Común del Sur), con la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y todos los mecanismos de integración que existían en Latinoamérica. Tenemos que volver a una idea de integración porque existe la complementariedad entre países. Si pudiéramos consolidar la interconexión física desde el Atlántico hasta el Pacífico y dividirnos las funciones en términos de productividad, permitiría diversificar nuestra economía y generar empleos. El gran daño que existe entre nuestros países es por nuestras diferencias políticas e ideológicas.

¿Este gran proyecto de integración incluiría a EEUU?

Estados Unidos tendría que ser un socio de algún proyecto, así como Canadá, pero las condiciones serían distintas. En estos momentos EEUU se ha aislado. Este tiene que ser un proyecto, inicialmente, sudamericano porque están dadas las condiciones de conexión, sobre todo teniendo países como Brasil, Colombia, Chile y Perú con los que tendríamos que buscar una salida a los problemas comunes con soluciones comunes.

¿Cómo evalúa la actuación de Estados Unidos en esta pandemia?

No ha existido un liderazgo de Estados Unidos porque no ha podido controlar internamente la pandemia. Pero, además, ha enfrentado dificultades internas porque la educación y la salud están totalmente descentralizadas, en el sentido de que la administración del sistema de salud corresponde a cada estado. Esto significa que los 50 estados de la Unión definen sus propias políticas, por lo tanto, resulta muy difícil que puedan existir directrices centralizadas en la forma de cómo combatir el coronavirus. Por eso vemos esas diferencias. Algunos estados quieren levantar la cuarentena en mayo, pero hay otros, como Maryland, Washington y Virginia, donde es oficial que hasta el 15 de mayo todo continuará cerrado; también hay gente en otros estados que no cumple con la cuarentena porque es voluntaria. Si no controlas en todo el país y hay un foco de infección en un lugar, es muy fácil que se pueda propagar el Covid-19.

Hay otras situaciones, como en el caso de México, donde su presidente (Andrés Manuel López Obrador) decía que no había nada de malo con abrazarse en esta época de pandemia, lo que hace que se afecte a otros países. No es cuestión de librarse uno solo porque el contagio es muy rápido, muy fuerte, y si no existe una cuarentena total, es difícil controlar el virus. Las autoridades alertan que en el próximo invierno puede haber una recaída con este virus. Estamos en una situación muy seria. Por ejemplo, vemos el caso de Nueva York, que se ha convertido en el foco mundial del problema. Europa tampoco ha podido hacer mucho.

¿Qué tipo de cambios habrá en el mercado global?

Habrá que esperar cuánto tiempo demora la crisis, de eso dependerá. Si se prolonga, tendremos que analizar que tendrá efectos devastadores con algunos sectores de la economía, como por ejemplo los prestadores de servicios. Si pensamos en algunas actividades, como el turismo, en caso de que se extienda esta pandemia veremos que colapsará la economía de algunos países del Caribe o de pequeñas naciones de África. Pronto llegará la temporada de huracanes en el Caribe y si algunos de ellos llegan con fuerza a las islas caribeñas, como sucedió en los últimos años, tendremos países colapsados. Felizmente en Bolivia no estamos en esa situación.

Hay países que están en una situación extrema y eso lo vemos en la OEA. Algunas islas del Caribe pueden convertirse en estados fallidos, y eso cambiará la economía mundial. Habrá que pensar que mientras más se prolongue la crisis, se arruinará más la economía. Tendremos que ir a un sistema de menos consumo, de disminución de competencia para enriquecerse, de más conciencia ambiental y de solidaridad internacional.

¿Cómo se ve el desempeño de Bolivia en esta crisis?

Hay coincidencia en que Bolivia está entre los países que lo está haciendo mejor. Sin embargo, hay dos aspectos que preocupan a la comunidad internacional. El primero, la dificultad de contar con estadísticas reales porque, en América Latina en general, los números derivan de las personas que acuden a los hospitales, pero no hay pruebas masivas para contar con estadísticas totalmente confiables de cuán grave es el problema del coronavirus.

El segundo, es que nuestros hospitales no están preparados para las complicaciones de carácter masivo para recibir a los pacientes contagiados con el coronavirus, como sucedió en Guayaquil (Ecuador). El problema no es solo contar con los recursos y haber estado preparados, sino que esta pandemia todo lo va cambiando según su avance. Estaba leyendo que un 80% de las personas que han sido intubadas o conectadas a ventiladores ha muerto. Esto significa que lo que hasta hace un mes se pensaba que era la solución para los enfermos, ahora resulta que se descubre que no era tan efectivo para todos los casos. Con la desesperación compras ventiladores, pero resulta que los anticuerpos que tenemos para defendernos del Covid-19 atacan el sistema cardiovascular y otros órganos. El problema es que la única solución que existe en muchos países, incluyendo Bolivia, es la cuarentena. No hay otra.

¿Existe alguna propuesta de los países miembros de la OEA para exigir una indemnización a China?

No hay una propuesta en bloque, pero sí hay países que están pensando en esa posibilidad. Ese es un tema que se está mencionando con insistencia, aunque no se ha discutido de forma colectiva, pero eso dependerá del grado de investigación que hagan Europa y EEUU. Si se puede documentar que esto comenzó mucho antes y no se informó o que el virus se desarrolló en un laboratorio, puede ser muy grave y puede generar acciones legales de los países.

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/177520_jaime-aparicio-hay-paises-de-america-que-piensan-exigir-una-indemnizacion-a-china