Archivo de la etiqueta: Sudamérica

“Z”, LA CIUDAD PERDIDA

Revista Tiempo GNA*

Para ciertas personas, la radiante belleza de la jungla tiene un atrapante magnetismo y es una suerte de invitación a descubrir sus secretos, de los que no es fácil volver. Se sabe que muchos aventureros han salido a buscar la ciudad de los Césares, incluso en tiempos modernos, y jamás se ha sabido de ellos. La leyenda de El Dorado, u “Hombre de Oro”, se basaba en una historia presumible auténtica de un gran rey indígena que de día se cubría en polvo de oro para brillar como un dios. Para algunos historiadores era un ritual que podría haber ocurrido en alguna parte de la selva amazónica presumiblemente en Manaos o cerca de ahí y que finalizó con la llegada del hombre europeo. Dichas investigaciones se basan en relatos de exploradores ingleses y españoles que recorrían el Orinoco unos 100 años después del descubrimiento de América. Cuando veían aborígenes con piezas de oro y les preguntaban dónde las habían encontrado respondían “Manoa”.

Las tribus aunque estuvieran a cientos de kilómetros entre ellas disponían de una eficiente comunicación y al conocerse la crueldad de los invasores europeos para despojarlos de ese metal, la ceremonia del “Hombre de Oro” fue abandonada en el siglo XV, pero los conquistadores la alcanzaron a conocer y fácil es imaginar el esfuerzo que hicieron para descubrir ese lugar.

El Coronel Fawcett

En la selva de Sudamérica han desaparecido numerosas personas hasta expediciones completas. La más comentada fue la del Coronel británico Percy H. Fawcett que llegó a trabajar para el servicio secreto de Su Majestad. Este militar desde 1906 se encontraba en Brasil confeccionando cartografía en zonas limítrofes.

Desapareció cuando exploraba el Amazonas y hasta la fecha no se tiene noticias de él ni de su grupo.

Según escritos de la época, estaba en la selva brasileña con dos hombres más tratando de localizar una ciudad legendaria nunca descubierta por el hombre blanco. Fawcett conjeturó que ese asentamiento existió en la región de Mato Grosso de Brasil y podría tener una antigüedad aproximada a los 11.000 años. La tradición oral mencionaba que había calles fijadas con lingotes de plata y hasta las paredes de ciertas casas serían oro. No era difícil de creer esto, pues para esos años el oro en determinados lugares se obtenía con la mano casi a ras de suelo, y la plata para los nativos no era un metal valioso. Ese fabuloso lugar, los españoles la buscaron en vano durante siglos sin encontrarlo. Fawcett, explorando la selva, un día descubrió un túnel cuya entrada estaba oculta y en su interior había viejos moldes dentro de los que se vertía el oro fundido. Más tarde alguien le acercó una estatuilla esculpida en basalto negro y dedujo que pertenecía a la ciudad perdida en Brasil. A pesar de todo su esfuerzo, la única población que Fawcett encontró fue cierto asentamiento aborigen al que le dio el nombre “Ciudad perdida Z” y estaría al sureste del Perú y norte de Bolivia. También supo que cuando los conquistadores españoles avanzaban en los Andes, los incas tapiaron las principales minas de oro y plata al este de la cordillera ocultando las huellas. Hasta el día de hoy se desconoce dónde estarían.

No todo es fantasía

En ciertos archivos históricos, actualmente se encuentran registrados los nombres incluso la producción que tenían estas minas hasta 1780, pero no han vuelto a ser descubiertas. Cuenta la tradición de la existencia de pequeños túneles en la ladera de alguna montaña con vasijas conteniendo oro y plata que habían ocultado los incas para que no cayeran en manos del conquistador. Se tiene la certeza que escasos aborígenes conocen la ubicación de algunas minas y tesoros ocultos, pero por respeto a sus antiguos dioses nunca dirán nada; por otra parte su vida correría peligro. El explorador inglés sabía todo esto y estaba absolutamente convencido de sus investigaciones, por lo que luego de distintas expediciones el 29 de mayo de 1925 partió en la que sería su última salida. Desde su desaparición fue intensamente buscado sin éxito por años; incluso hasta 2002 distintos investigadores trataron de encontrar alguna prueba de su desaparición en ese infierno verde.

Nunca se encontró algún indicio y la mayor sospecha se centra en que fueron asesinados por salvajes, algo que también suele ocurrir ocasionalmente hoy día. En abril de 2004, en el estado amazónico de Rondonia (Brasil), los indios masacraron a 41 “garimpeiros” (buscadores de oro y diamantes).

Es decir, el coronel británico aunque estaba equivocado sobre la existencia de “Z” la ciudad perdida, no lo estaba sobre la existencia de minerales preciosos.

Otra historia real

En El Maitén (Chubut) en 1973, el Jefe de la Sección de la GNA emplazada en esa localidad conoció a un aborigen llamado Catriful, que se ganaba la vida cortando leña. Los fines de semana, concurría a un destartalado boliche de campo donde pasaba horas bebiendo vino y para sorpresa de la paisanada el aborigen ocasionalmente pagaba sus gastos con algunas pepitas de oro y por más que en distintas ocasiones intentaron emborracharlo para que contara dónde las encontraba, jamás pudieron obtener indicio alguno. Para todos era una gran incógnita y por eso lo respetaban. Cuando el oficial de Gendarmería se enteró de ese murmullo le fue imposible de comprobarlo, pero enseguida lo asoció con un sacerdote que lo visitaba. El cura sin demostrarlo le dijo que también las obtenía. Lamentablemente falleció en la montaña al desbarrancarse el tractor que conducía en un accidente muy insólito y como es de imaginar, murió sin revelar el secreto. Que en las entrañas de Sudamérica se oculten enormes riquezas no es de extrañar. Desde la conquista española en los Andes muchos pagaron con su vida buscando el oro de los incas, incluso la selva sepulta en su bullicioso silencio el secreto del destino de otros osados visionarios. La duda que salta a vista es que, si con la actual tecnología no se ha descubierto lo que Fawcett estaba buscando es muy difícil que pueda existir y que todo haya sido un embuste de los nativos.

Pero… nunca se sabe.

Video relacionado:

Artículo publicado por la Revista Tiempo GNA 79.

ALEXANDER SEVERSKY Y EL PODER AÉREO

Agustín Saavedra Weise*

Alexander Seversky (1894-1974)

Alexander Nikolaievich Prokofiev de Seversky (1894-1974) fue un célebre pionero de la aviación. Nacido en Rusia, se destacó como “as” durante la Primera Guerra Mundial. Al llegar el comunismo (1918) emigró hacia EEUU, dónde se nacionalizó y radicó. Seversky estaba Poder Aéreoconvencido de la capacidad decisiva del poder aéreo e inclusive escribió un libro al respecto. En el credo de esa influencia lo acompañaron —con sus propias ideas al respecto— el norteamericano Robert Mitchell y el italiano Giulio Douhet.

Desde añejos tiempos el ser humano gestó dos poderes: el marítimo y el terrestre. En océanos, ríos o lagos, el hombre navegó en plataformas que gradualmente se sofisticaron hasta tener los buques del presente. Al navegar hacían comercio, pescaban y/o guerreaban. El hombre de tierra disponía de camellos y caballos. Con ellos transitó Eurasia, conquistando, comerciando, atacando, o en defensiva. Así surgieron las talasocracias —exponentes del dominio de los mares— y las telurocracias, su contrapartida en tierra. A lo largo de la historia se estableció ente ambas una rivalidad militar y geopolítica. La mayor talasocracia fue Inglaterra, sucedida luego por EEUU. Y las principales telurocracias fueron Alemania y Rusia, esta segunda la mayor hasta hoy.

El hombre quiso siempre volar, pero eso recién fue posible a partir del globo de los hermanos Montgolfier (1783). El ingreso del poder del aire tuvo la capacidad de modificar los tradicionales enfrentamientos terrestres y marítimos, pero se le dio poca importancia. Inclusive Napoleón despreció los globos y por eso se dice que fue derrotado en Waterloo (1815) al no saber de antemano el avance del prusiano Blücher que venía en auxilio de Wellington. Tuvieron que pasar casi 150 años para que el poder aéreo sea considerado relevante. Ello sucedió una vez inventado y probado el aeroplano. A partir de allí surgió una industria aeronáutica que se consolidó en la Primera Guerra Mundial y luego desarrollada hasta los extraordinarios niveles de velocidades supersónicas, aviones de pasajeros y bombarderos de largo alcance.

En el contexto posterior a la Primera Guerra Mundial Seversky inició la cruzada de implantar una doctrina acerca del poder del aire, similar a la marítima del almirante Alfred Mahan y a la terrestre del geógrafo británico Halford Mackinder. Seversky creyó que el poder aéreo podía ser fundamental pero la realidad demostró otra cosa, ya que si bien cambió las reglas del juego en la guerra, su aporte no logró ser decisivo. En la Segunda Guerra Mundial los aliados tuvieron el dominio aéreo y causaron mucho daño a civiles inocentes (como lo hicieron en Dresden y luego en Japón con alevosa crueldad) pero no lograron doblegar la capacidad bélica alemana y eso lo narra en sus memorias el que fue ministro de producción de armamentos del Reich, Albert Speer. En la larga guerra de Vietnam EEUU tuvo control del aire, pero el conflicto terminó en derrota para la superpotencia. En otras palabras: el poder aéreo es importante pero no es vital, todavía la Armada y el Ejército predominan, agregando ahora dos dimensiones más: la del espacio exterior con sus potenciales nuevas armas y el fondo del mar, desde donde un submarino nuclear puede devastar un país entero.

Seversky inventó el sistema de abastecimiento de combustible por aire e hizo otros aportes a la aviación militar y civil, pero su sueño de la preponderancia aérea no se cumplió. Seversky visitó Sudamérica, en particular estuvo varias veces en la Argentina; allí fue homenajeado por altos oficiales y autoridades políticas. Con el tiempo Seversky fue leyenda en vida. Hasta ahora es venerado entre pilotos civiles y militares de todo el mundo. 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/183706_alexander-seversky-y-el-poder-aereo