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Más problemas ambientales y geopolíticos en el Ártico

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de David Mark en Pixabay

En varias ocasiones anteriores he comentado algunos de los problemas que vienen surgiendo en el Ártico. Debe tenerse presente que, al revés de su contraparte sur, que tiene un continente cubierto de hielo (la Antártida), en el Ártico solamente hay hielo, que ahora está en creciente disminución por consecuencia del calentamiento global. El deshielo boreal está provocando apetitos geopolíticos antes dormidos. Al mismo tiempo que se abren nuevas rutas de navegación por parajes otrora eternamente congelados y hoy abiertos, se podrían crear potenciales conflictos de toda laya, ello sin contar el propio desastre ecológico que está causando el progresivo deshielo. Varios expertos aseguran que para fines del presente siglo ―de aquí a unos 70 años más o menos― se tendrá casi un total deshielo ártico. Ese lapso ciertamente es mínimo en términos de historia humana. Algo deberá hacerse y pronto; habría una crisis de proporciones universales si se acelera el deshielo polar ártico pues el dañino proceso liberará masivas cantidades nocivas de materiales tóxicos que contaminarán la atmósfera terrestre.

El Círculo Polar Ártico corresponde al paralelo de latitud 66° 33’ 38” al norte del Ecuador. Su área de influencia geopolítica incluye ocho países: Dinamarca (poseedora de Groenlandia) Rusia, Estados Unidos (por Alaska), Canadá (40% de su territorio), Islandia, Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia. Esta región comprende una superficie inmensa (40 veces mayor que la de España) e incluye el océano Glacial Ártico y las áreas de tierra que lo circundan. Como es sabido, hace unos años el presidente Vladimir Putin ordenó desplegar una bandera rusa de titanio en el fondo del Polo Norte, creando en su momento cierta conmoción en la comunidad internacional por las implicancias de dicha acción, que fue ejercida por submarinos militares.

Está comprobado que debajo del Mar Ártico existen gigantescas reservas de minerales, gas y petróleo. Ahora que el deshielo permite la explotación de esos recursos y abrió zonas para la navegación, crecen los problemas y las susceptibilidades en lo que antes era un ambiente pleno de pacifismo. Más allá de algunas convenciones de naturaleza ecológica y de las periódicas reuniones (cada dos años) del Consejo Ártico ―formado por los ocho países nombrados y representantes de las comunidades indígenas de la zona― no existe en la actualidad un acuerdo internacional concreto con respecto al Ártico, como sí existe en el Antártico, donde varios países suscribieron el Tratado respectivo en diciembre de 1959 y que entró en vigor desde el 23 de junio de 1961.

Frente al actual panorama, la firma de un Tratado Ártico se impone y ojalá se lo haga a la brevedad, ya que solamente así se podrá regular la protección del medio ambiente, lograr armonía en una eventual escalada hacia la explotación de las materias primas de la región e intentar conciliar las diversas pretensiones territoriales sobre el lecho marino. Por otro lado, pienso que la Convención del Mar de 1982 deberá ser revisada para lograr armonía entre las partes, sobre todo por el tema de las 200 millas de zona económica exclusiva.

Hay lugares como el archipiélago Svalbard ―ubicado en aguas de Noruega pero de manejo autónomo―- que arrastran la posibilidad hasta de enfrentamientos. No en vano dicen que Svalbard es el talón de Aquiles de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debido a la constante presión rusa en el lugar. El panorama es complicado. Los otros seis países del área tienen y tendrán su opinión, pero la verdadera solución (o el conflicto) se dará entre el oso ruso y el águila norteamericana. Confiamos en que prime la voluntad de lograr un entendimiento que preserve la calidad del Círculo Polar Ártico en términos de paz global, ambiente, flora y fauna, sin desmedro de la concertada explotación compartida de algunos recursos, siempre que eso no ponga en peligro la ya maltratada salud ecológica de nuestro planeta. Reitero que el panorama actual arrastra consigo graves alteraciones ambientales y hasta el peligro inminente de sobrevivencia del magnífico oso blanco y de otras especies de la región ártica. Sin embargo, el presente contexto crítico brinda en simultáneo oportunidades geopolíticas inéditas. El Estado que las sepa aprovechar primero llevará ventaja. Y hoy esa ventaja parece estar del lado de Moscú. Rusia sigue afirmando su presencia naval y castrense en el llamado “techo del mundo”.

En medio de tantos problemas mundiales, ojalá sea posible alcanzar entendimientos constructivos en esa fría región que puede entibiarse y hasta calentarse si los asuntos pendientes no son resueltos. Al respecto, el Secretario de Estado Mike Pompeo, advirtió ―tanto a China como Rusia― que Estados Unidos no permitirá acciones agresivas en el Ártico, pero al mismo tiempo la administración norteamericana se resiste al impulso diplomático de otros países de la región para evitar los peores efectos del cambio climático. “Este es el momento de Estados Unidos para levantarse como una nación ártica”, dijo Pompeo. Y agregó: “La región se ha convertido en un escenario de poder y competencia global”. Es por eso que Washington decidió reforzar la presencia en el Ártico de la Guardia Costera, rama de defensa estadounidense que resguarda sus costas y espacios marítimos. “Seguiremos vigilantes para proteger nuestros intereses nacionales en las regiones polares” dijo al respecto su comandante.

El Consejo Ártico ―al término de su reciente reunión bianual― emitió una breve declaración conjunta que excluyó cualquier mención del cambio climático. Por presión de Washington y como el documento final es siempre de consenso, se optó por no opinar al respecto, pese a la urgencia del momento presente.

En fin, al margen de la incertidumbre general de la hora acerca del futuro de la zona ártica y por encima de algunas bravatas más políticas que militares, creemos que primará la racionalidad y los actores principales irán dando ―poco a poco y progresivamente― pasos positivos hacia un Ártico de cooperación multilateral, con miras a que sea un inmenso espacio próspero, pacífico, estable y sostenible en términos ecológicos. Los años venideros nos darán la respuesta concreta. Ojalá sea la que esperamos.

* Economista y politòlogo – www.agustinsaavedraweise.com

El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, Suplemento «Séptimo Día”, https://www.eldeber.com.bo/opinion/Mas-problemas-ambientales-y-geopoliticos-en-el-Artico-20190517-7216.html

Agustín Saavedra Weise

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