F. Javier Blasco*
7 de enero de 2019
Como es fácilmente entendible, por razón de mi empleo militar ya cumplido y terminado definitivamente, he dedicado a las fuerzas armadas (FAS) toda mi vida profesional desde los 18 años, cuando ingresé, hasta la edad de retiro. Mi vocación nació de forma espontánea tras vacilar durante la mayor parte del bachillerato entre ello o ser médico cirujano.
Ahora, en plena tercera fase de mi vida y con mucho más tiempo para la reflexión y con una visión más clara, reposada, experta y nítida de los planes, intenciones y de todo lo que realmente me ha venido ocurriendo en tal dilatado período de tiempo, debo decir que como resumen de la mayor parte de mi variada actividad profesional que me siento totalmente empleado y manoseado al gusto de unos u otros en función del momento, el lugar y las circunstancias que, por diversos motivos, pudieran rentarles pingues o escasos benéficos a los que, en cada momento o circunstancia, ostentaban el mando y el poder de tales fuerzas.
Las FAS son un conjunto armónico de personas que, unidos generalmente por una intensa vocación, tradición, amor y respeto a la historia y ejemplo de nuestros ancestros y encolados fuertemente por una férrea disciplina y respeto a las normas y reglamentos, logran desenvolverse en todo tipo de escenarios con mayor o menor destreza y tratan de ser respetuosos y fieles cumplidores con todo lo que les rodea y anima para seguir siendo los garantes de los valores, la dignidad, el respeto, la integridad e independencia de lo que más aman individual y colectivamente, su Patria.
Es en el cumplimento e idea de esa noble tarea, para muchos quizá un tanto trasnochada o poco comprensible, a lo que sus integrantes dedican todos sus esfuerzos desde el momento de decidir abrazar y perfeccionar las capacidades para poder sobrellevar las exigencias de la carrera de las armas; orientando sus actuaciones a hacerlo con auténtica vocación y deseo de ser fieles cumplidores de la solemne y gran tarea en la idea de no pedir ni rehusar para hacerlo realidad y siempre impregnados de un elevado espíritu de caballerosidad, acendrado liderazgo, cierto grado de compañerismo sin par y con muy poco de falso corporativismo.
Virtudes todas ellas no fácilmente comprensibles y mucho menos alcanzables para cualquier persona que no sienta dentro de sí una elevada vocación, sentido del deber y el gran culto a la verdadera y sana disciplina. Cómo es fácilmente comprensible, no todas las mencionadas cualidades son innatas y, por ello, algunas son adquiridas tras años de estudios, preparación física, moral y personal a fin de poder saber instruir y dirigir adecuadamente a personas en situaciones difíciles y capaces de amoldar sus vidas personales y familiares a las exigencias de cometidos que, algunas veces, pueden llegar a parecer demasiado exigentes para todo aquel que no esté bien preparado o poco mentalizado para sobrellevarlas.
Con ninguna experiencia personal ni familiar y pleno de vocación propia por la milicia decidí seguir mis deseos de desarrollar la carrera comenzando por ingresar como Cadete en la Academia General Militar tras dos años de intentos y cuatro más de estudios y preparación física, mental y practica para el desempeños de mis funciones como Oficial.
Justamente, cuando íbamos a terminar los estudios, se nos anunció que nuestra salida se adelantaba unos pocos meses por la inminencia de un posible conflicto con Marruecos en razón de unas inventadas reivindicaciones sobre el Sahara Español (por entonces una provincia más). España nos llamaba porque necesitaba oficiales para cubrir las posibles bajas en las Unidades allí desplegadas y todos los cadetes a punto de acabar sus estudios, llenos de ilusión y con un henchido corazón nos aprestamos para ser de los primeros en ser llamados a aquellas tierras a mandar hombres dispuestos a seguir nuestras órdenes dadas con valor y mucho ejemplo.
Pasé por el Sahara y allí sufrí mi primer desaliento personal al explicársenos que ante la Marcha Verde[1] nuestras tropas, tras largos meses de instrucción y adiestramiento sin descanso, a una orden del mando político, se replegarían sin oponer resistencia alguna al invasor y deberíamos dejar a allí al libre albedrio de aquellos recién llegados a un pueblo que, hasta entonces, mayoritariamente se consideraba muy español. Varapalo que marcó mi vida al no entender bien que era lo que ocurría, quien daba las órdenes al encontrarse Franco muy enfermo y no saber el valor de la fuerza que podía tener sobre nuestros designios una cosa, para mi entonces muy etérea, conocida cómo política y presión internacional.
Previamente, en mis años de adiestramiento como cadete pude comprobar que muchos de los materiales y gran parte del armamento para la enseñanza superior militar eran viejos, pocos y bastante obsoleto,; pero al llegar a nuestras unidades comprobé con mayor tristeza, si cabe, que aquellas tampoco tenían mucho mejor fondo de armario, ni siquiera en cantidad y número de municiones que se precisaban para la instrucción de tanta tropa de reemplazo que arribaba a las mismas cada muy pocos meses. Cosa que me desagradó mucho más, porque era con ellos con los que deberíamos presentar batalla llegado el caso y, día a día, aprendí que mucho habría que suplirlo con importantes dosis de celo e imaginativa personal. Cosa que pude comprobar tras el Sahara, cuando aterricé en un Regimiento de Carros de Combate, el Uad-Rass 55, que disponía de los viejos M-47 de ayuda norteamericana, restos de la II GM. Pronto nos llegaron los nuevos carros, el famoso AMX-30[2], un carro francés muy moderno pero mucho más complejo y sensible de lo comprensible para caer en manos de una tropa de reemplazo, con poca formación profesional y como ya he mencionado en períodos muy cortos de servicio militar real, que no daban tiempo a instruirlos y prepararlos adecuadamente.
Como era de esperar y dada su complejidad y difícil manejo el famoso carro, pasando constantemente de mano en mano, a cual más inexperta, duró como tal muy pocos años en servicio efectivo y real, en un periodo increíblemente corto para este tipo de material, los vi llenándose de herrumbre en los patios de material obsoleto de la Brigada de Caballería de Zaragoza; salvo unos cuantos, que tras diversas y costosas transformaciones, mucho cuidado y bastante “celo” siguieron en servicio unos pocos años más.
Posteriormente me enteré que, al parecer, aquel carro tan sofisticado había sido adquirido fundamentalmente por una serie de tejemanejes y acuerdos políticos entre España y Francia a fin de compensar determinados cambios de este último país en su política de la lucha contra el terrorismo de ETA, quienes por la época campaban a sus anchas y hasta eran bienvenidos por y en aquellas tierras.
Me sentí muy defraudado por la política del gobierno en materia de defensa por no adquirir lo mejor, más sencillo, menos caro y a ser posible duradero para unas FAS ávidas de un notable y moderno material. Su reemplazo por nuevos materiales acorazados ha supuesto un rosario de planes de remodelación y adaptación de viejos modelos como el M-60[3] (otro carro arrumbado por Europa tras la II Gran Guerra) que han supuesto enormes desviaciones presupuestarias y gastos desproporcionados para finalmente, sin casi tiempo de empleo real, ser sustituidos por los actuales Leopard.
Hice el curso de piloto de helicópteros. Mi paso por dicha unidad especial durante muchos años, una de las mejores del Ejército de Tierra del tiempo, me abrió las perspectivas profesionales nacionales y a bastantes extranjeras. Con estas últimas, pude testar las posibles diferencias entre personas de todo tipo o procedencia y comprobé que, en lo esencial, no eran tantas salvo en el tema del tipo de material empleado y en la importancia y dedicación a la instrucción especial.
Todos los cambios son difíciles de aplicar porque suponen un esfuerzo económico muy importante en las adquisiciones y grandes cambios en los sistemas de abastecimiento, mantenimiento e instrucción del personal que los maneja y mantiene. España no contaba más que con tres helicópteros de ataque del modelo francés Aloutte-III[4] —que también fueron comprados cuando se agravó el conflicto del Sahara—, razón por la que, pasado cierto tiempo, se pensó disponer de una Unidad tipo Batallón dotada con “modernos” helicópteros de ataque.
Tras muchos estudios y análisis de posibilidades sobre los diferentes modelos en el mercado, súbitamente y por orden de la superioridad, se procedió a la compra del BO-105[5]. Otra vez un nuevo error, ya que era un viejo modelo de helicóptero fabricado en Alemania y muy usado en otros muchos países en misiones policiales, de control de tráfico y rescate por disponer de dos turbinas pero que, en realidad no estaba muy pensado para la lucha contra carro en terrenos de altitud media como los de España, ya que su transformación en tal obligaba a la inclusión de 6 misiles HOT y los sistemas de puntería y tiro correspondientes, lo que supuso un elevado incremento del peso al despegue y en vuelo estacionario[6] del aparato.
De nuevo, los consejos y advertencias de los expertos no fueron tenidos en consideración y por temas políticos o de beneficio comercial e industrial[7] nos tuvimos que dotar con varias decenas de dichos aparatos (73). Aparatos que, no muchos años más tarde, comenzaron paulatinamente a ser dados de baja o transferidos a la Guardia Civil para dichos menesteres por su incapacidad para lo que se compraron o a ser sustituidos, espaciadamente y en un número muy menor (hasta 30), por los modelos actuales mucho más acordes con el tipo de misiones que se les tenían encomendados, los Tigres HAD-28[8].
Historias similares y hasta aún más incomprensibles, si cabe, ocurrieron con la baja en vuelo de helicópteros tan potentes como los UH 1H, famosos durante la guerra del Vietnam, de los que España, ha llegado a tener un número elevado pero que, a pesar de ser máquinas robustas y de relativo fácil manejo y mantenimiento en vuelo, se dieron de baja mucho antes que en otros ejércitos de nuestro entorno y fueron sustituidos por los Super Puma y su nueva versión, el AS-532 Cougar, tristemente famoso por el accidente de dos de ellos en Afganistán .
Cosas similares han venido ocurriendo con las compras de material de rueda tanto ligero y pesado ya que el Ejercito, por políticas de apoyo a la industria nacional, se ha visto obligado a adquirir materiales con muy pocas prestaciones reales de potencia y resistencia para ser usados todo terreno o con poca fuerza real para moverse a plena carga y en viales en malas condiciones.
Con respecto al armamento ligero también se ha procedido a compras masivas de armas de fuego de fabricación nacional que han dado pocas garantías de uso en combate prolongado y gran parte de las adquisiciones tuvieron que ser sustituidas por otros modelos más acordes con lo que se precisaba. Bastantes materiales de transmisiones y de artillería también han sufrido problemas de homogeneización o adaptación a las exigencias y redes existentes.
Los vehículos de transporte acorazado Pizarro, que acompañan a los carros de combate en terreno abierto y que han venido a sustituir a los viejos TOAs y BMRs, también han pasado por épocas gloriosas de largas y costosas adaptaciones de sus transmisiones para poder combatir y enlazar con los medios terrestres y aéreos que le apoyan o los apoyados por ellos.
Los diferentes ascensos y cursos realizados durante mi carrera me permitieron ir destinado a lugares en los que tuve contacto con realidades nacionales e internacionales mucho más profundas y complejas. Así comprobé que las unidades logísticas en España eran muy obsoletas, estaban sobredimensionadas o poco equilibradas para sus respectivos apoyos a prestar, muy recargadas de material en desuso y mal distribuidas en el terreno. El número de viejos y mal acondicionados polvorines repletos de cientos de miles de toneladas de munición caducada o inservible era muy grande.
A la vista de aquello, recordé que tras haber pasado muchos años de restricciones en las unidades en el uso de la munición para la necesaria instrucción de nuestras tropas[9], ahora había que deshacerse de aquella por procedimientos masivos de destrucción, desbarate o desecho y arrojo como el propio fondeo marino hasta que dicha práctica se prohibió internacional y nacionalmente[10]. Hubo que trabajar mucho y muy duro durante bastantes años, para desocupar y taponar con garantías de seguridad los polvorines irrecuperables o muy peligrosos de manejar, modificar los respetables y construir otros nuevos, mucho más modernos y acordes a las medidas de seguridad y conservación estándares internacionales.
Mi paso por varias misiones internacionales tanto en su apoyo logístico como participante de los staff o al mando de unidades o cuarteles generales, me dio una clara visión de las precarias condiciones de vida y servicios en las que, durante muchos años, se embarcaba a nuestros soldados en dichas misiones. Pude comprobar personalmente lo mucho que se ha tenido que evolucionar para llegar hoy en día al grado de perfeccionamiento en los sistemas de abastecimiento, alojamiento, mantenimiento, transporte, sanidad, seguridad y reposición de materiales y personas, así como en lograr unas condiciones de vida, movimiento y habitabilidad dignas para destacamentos y unidades que han pasado muchos meses y hasta bastantes años en muy precarias condiciones, rotación tras rotación, ante la vista gorda o mirada para otro lado de los que dirigían esta nación y que, muy a su pesar, eran testigos de que todo aquello debía cambiar tras ciertos y tristes incidentes y accidentes de no muy fácil explicación.
Hoy ya nada es igual a aquello pero estoy en condiciones de asegurar personalmente que todo el proceso para llegar a la situación actual ha sido muy duro y siempre bajo la callada y generosa oferta de esfuerzos y vidas de nuestros soldados en tierras y conflictos que, en muchos casos, quedaban alejados de nuestros intereses reales o para los que no estábamos equipados para afrontarlos con las debidas garantías. Al igual que ocurrió con nuestra anacrónica y estrambótica integración en alianzas militares internacionales, se nos ha venido desplegando y replegando en misiones fuera, con prisas y a lo loco, sin adecuados estudios de aérea, seguridad y cooperación, al albur o necesidad del político de turno sin más idea o estrategia que la suya propia de partido o personal.
Destinos en cuarteles generales internacionales de la OTAN también han servido para apreciar como ingentes esfuerzos personales y familiares en bastantes casos, sobre todo en épocas de serias crisis, no se han sabido valorar con la intensidad y el peso que correspondía en realidad. Muchas de las actuaciones casi ejemplares de militares españoles en dichos destinos, llevando el prestigio de España y sus FAS a cotas muy altas en puestos de gran dificultad, han pasado desapercibidos por aquellos que deberían haberlo apreciado y valorado en su justa medida y con proporcionalidad.
Las relaciones internacionales desarrolladas desde gran parte de las agregadurías de Defensa en beneficio de la industria e inteligencia nacional, así como en la mejora y el perfeccionamiento del grado de instrucción y conocimiento de nuestras tropas tampoco son valoradas por los políticos de turno ni por el servicio diplomático con el que trabajan codo con codo, quienes sin llegar a despreciar a dichos agregados, los usan para su acomodo pero epatándolos lo suficiente para que realmente no les lleguen a incordiar en su tarea diaria por estar alejados de su esfera de comprensión y control real.
Destinos relacionados con la política de defensa me han llevado a saber sin llegar a comprender su razón de ser que, en muchas ocasiones, hay que seguir las tendencias del momento o las agendas del partido en el gobierno, sin tener en consideración lo que realmente interesa a España, a las alianzas a las que pertenecemos o a la seguridad nacional.
Igualmente, y para terminar este largo relato, diría que la Inteligencia militar no sólo está poco dotada en medios y capacidades, sino muy poco valorada entre dicha comunidad. Hombres y mujeres dedicados al estudio y el análisis de los hechos más relevantes en el mundo que puedan afectar directa o indirectamente a nuestras fuerzas desplegadas en el extranjero o sirvan de referencia a lo que pudiera suceder en un futuro despliegue con participación española, trabajan sin ser reconocidos en su justa y auténtica medida y, lo que es peor, muchas veces, sus previsiones y asesoramientos quedan dormidos en los cajones de las más altas instancias ministeriales sin llegar a más.
Sólo me he atrevido a citar aquellos casos que conozco de primera mano y que ya no afectan a la seguridad nacional que, por otra parte, son de sobra conocidos y sólo forman parte de un largo listado donde quedan recogidos otros muchos más.
Imagino que en la Armada y en las Fuerzas Aéreas habrá mucha tela que cortar sobre la fatiga de sus materiales, despliegues errados, necesidades o misiones difíciles o casi imposibles de lograr; pero no soy nadie para poderlos comentar y ni siquiera mencionar.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asistió junto al ministro del Interior y la ministra de Defensa a la Celebración de la Pascua Militar 2019, presidida por el Rey en el Palacio Real.
Ayer escuché a la actual ministra de Defensa hablar de la FAS y de su misión constitucional; hoy la prensa lo resalta como un hecho singular, como un ejemplo de virtudes y tal vez, quizá, como contrapunto a una errática política de un gobierno que da una de cal y otra de arena al tema de la unidad de España y del secesionismo catalán, en función del momento y el escenario donde se deban o puedan pronunciar.
Creo que su discurso fue redundante y sólo pretendía regalar los oídos de unos algo viejos militares formados ante su primer espada antes de escuchar directamente de su boca las claras palabras sobre lo que representa y encierra nuestra Bandera Nacional. Certero, perspicaz y locuaz como siempre, Majestad.
Señora Robles, no trate de enredar, todos sabemos que lo dicho sobre la misión de las FAS comprendida y explicitada en los primeros artículos de nuestra Constitución (Art. 8º) es muy bonito, pero puramente retórico y nada más, a no ser que sea el propio gobierno el que dé la orden de actuar. Hace unos meses escribí un trabajo sobre el tema donde quedaba bien claro el papel y la real obediencia al mandato y cumplimiento de las misiones de las FAS; sobre todo, en lo que respecta a la defensa de la unidad e Integridad territorial de España. Espero que en esta ocasión, ningún otro ruin, cobarde, falsario y desalmado vuelva a interpretar mal mis palabras y las lleve a situaciones de alta gravedad y totalmente contrarias a la verdad.
Referencias
[1] http://www.revistalacomuna.com/memoria/marcha-verde-sahara/
[2] https://sites.google.com/site/historialcarristaespana/ultimos-anos-60-recepcion-de-los-amx-30
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/M60_Patton
[4] https://www.militaryfactory.com/aircraft/detail.asp?aircraft_id=348
[5] https://es.wikipedia.org/wiki/MBB_Bo_105
[6] Necesario para apuntar y efectuar el disparo del misil
[7] Por ejemplo; fabricarlos en España para poder ser exportados a Irán e Iraq al mismo tiempo en el que ambos países se encontraban envueltos en un grave conflicto, ya que Alemania tenía prohibido exportar armamento en aquella época.
[8] https://www.defensa.com/espana/famet-daran-este-ano-baja-ultimos-helicopteros-b-105
[9] Las restricciones venían de muchos años atrás por el temor a una posible guerra mundial o a ser invadidos por cualquier potencia extranjera, lo que hizo pensar a los políticos de tiempo de la dictadura y mucho más atrás en mantener enormes reservas de munición, que se conocen como reservas de guerra. A todas luces desproporcionadas e ineficaces.
[10] https://elpais.com/elpais/2018/05/11/ciencia/1526020774_826041.html
* Coronel retirado del Ejército de España.
Artículo cedido gentilmente por su autor y tomado de la página web
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