Giancarlo Elia Valori*
El 14 de diciembre de 2020, Rusia firmó un acuerdo con Sudán para establecer su primer puesto de avanzada naval en África. Hace unos días (precisamente el 28 de febrero) un buque de guerra ruso, la fragata Almirant Grigorovič, entró en Puerto Sudán.
De conformidad con el acuerdo, las fuerzas armadas de la Federación de Rusia establecerán una base naval en Sudán con capacidad para cuatro buques y un personal de 300 unidades. También podrá desplegar naves de propulsión nuclear. El acuerdo estipula que Rusia puede transferir “cualquier equipo militar, munición y material necesarios”. La base (al norte de Puerto Sudán) operará bajo jurisdicción rusa durante 25 años y su uso puede extenderse por otros diez años.
Según el almirante Vladimir Petrovič Komoedov, ex comandante de la Flota rusa del mar Negro, Sudán se encuentra en una importante región del mar Rojo. La apertura de un punto de apoyo logístico a la Marina rusa en Sudán reforzará la presencia de Rusia en el norte de África y Medio Oriente y ayudará a los buques a llevar a cabo misiones militares y económicas en el mar Rojo.
Desde la época de la zarina Catalina II (1729-62-96), Rusia siempre ha estado muy interesada en encontrar bases militares adecuadas en el extranjero. El enorme territorio de Rusia limita la proyección externa de su poder militar, especialmente en el campo naval.
Debido al número extremadamente limitado de puertos marítimos (en proporción a la longitud de la costa) y a la larga distancia, junto con la congelación del mar en invierno y otros problemas, es extremadamente difícil coordinar y hacer que las diferentes flotas importantes cooperen entre sí: una vez que una guerra ha estallado, es fácil ser derrotado por el enemigo.
Esta deficiencia se hizo evidente en la Guerra de Crimea (1853-56) y en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-05). En vista de la mejora del dilema geopolítico, el establecimiento de bases navales en “puertos marítimos cálidos” se convirtió en una prioridad.
Desde la década de 1960 —especialmente después de la derrota de la base de Vlora sufrida a manos de los albaneses en 1961—, la Unión Soviética comenzó a intensificar su asistencia militar y económica a los países del Tercer Mundo, así como a desarrollar vigorosamente su Armada y tratar de establecer bases militares en el extranjero, e incluso intervenir directamente en conflictos militares en algunas regiones.
Durante el apogeo de la Armada Soviética, las bases militares en el extranjero se extendieron por todo el mundo. Había 31 bases navales en la República Democrática de Vietnam (unificada luego en 1976), Laos, Camboya, Yemen, Irak, Siria, Etiopía, Somalia, Mozambique, Libia, Egipto, Cuba y Nicaragua, Perú y otros países.
Sin embargo, con la implosión de la Unión Soviética en 1991, la recesión económica de Rusia significó que el país ya no era capaz de mantener enormes bases militares en el extranjero. Desesperados, la mayoría de las bases militares en el extranjero fueron abandonadas y sólo se mantuvieron unas pocas instalaciones militares en las antiguas repúblicas soviéticas, como las bases de radar en Bielorrusia y Azerbaiyán, mientras que la base naval en Tartus, Siria, se redujo a una estación de apoyo técnico material.
A mediados y finales de la década de 1990, bajo la presión de la expansión de la OTAN hacia el este, Rusia comenzó a restablecer bases militares e instalaciones militares en los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), como bielorrusos y Ucrania en Europa oriental, y Azerbaiyán y Armenia en el Cáucaso.
Después que Putin llegara al poder, ya como primer ministro el 8 de agosto de 1999, los países de la CEI se convirtieron en la dirección prioritaria del desarrollo diplomático de Rusia, que poco a poco restableció las bases militares en Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. A juzgar por la tendencia actual, con la recuperación gradual del poder nacional tras el colapso de la era de Yeltsin —cuando se pensaba que la Tercera Roma debería convertirse en una colonia estadounidense—, el retiro estratégico de Rusia ha terminado esencialmente y el país se ha vuelto más proactivo en su configuración global.
A diferencia de la proliferación de la era soviética, Rusia centra ahora sus energías en dos puntos estratégicos: el Ártico y el Mediterráneo. Debido al cambio climático, el calentamiento global y la contracción del hielo, el tiempo de navegación en el océano Ártico se está acortando, la zona se está expandiendo y las dificultades para desarrollar recursos árticos también están desapareciendo. La posición estratégica del océano Ártico es cada vez más importante.
Rusia es el país con más costa ártica. Desde el punto de vista de la construcción de las instalaciones pertinentes, en 2014 Rusia completó la construcción de la base militar ártica en las islas Kotel’nyj (Nuevas Islas Siberianas). Situada en el punto más septentrional del mundo, la base puede hacer que una variedad de vehículos de combate despeguen y aterricen, incluyendo bombarderos estratégicos de largo alcance. Es la mayor base militar rusa en el Ártico.
A partir de 2018, Rusia ha comenzado la renovación y expansión a gran escala de aeropuertos y bases militares en la región ártica y planea reiniciar trece antiguas bases aéreas de la era soviética. Hasta ahora, Rusia ha construido más de 400 instalaciones militares en las islas árticas de Novaja Zemlja, Tierra de Franz Joseph, Tierra del Norte y Nueva Siberia.
El Mediterráneo también tiene un significado estratégico extremadamente importante para Rusia. Rusia ha tenido un fuerte apego al mar Mediterráneo durante cientos de años. Dado que el mar Negro es una zona marítima casi cerrada con un solo estrecho conectado al Mediterráneo, es muy vulnerable a los bloqueos de otros países durante las guerras. Los zares esperaban tener acceso cerca del estrecho para garantizar un paso seguro. De ahí los diversos enfrentamientos entre zares-sultanes.
En 1960, el primer submarino estratégico estadounidense de misiles nucleares, el George Washington, entró en servicio y sorprendió a los soviéticos porque el misil estratégico Polaris A1 (con un alcance de 2.600 kilómetros) transportado por ese submarino podía golpear a Rusia directamente desde el Mediterráneo. Por lo tanto, la Unión Soviética tuvo que desplegar su fuerza naval en el Mediterráneo para expulsar eficazmente a los misiles estratégicos y submarinos nucleares estadounidenses y garantizar la seguridad de Moscú.
En la década de 1970, la Armada Soviética estableció el Quinto Escuadrón de Operaciones (la Flota mediterránea, disuelta el 31 de diciembre de 1992), que contaba con el puerto sirio Tartus para proporcionar equipos y tecnología para fortalecer su control de la región mediterránea. En los últimos años, Rusia ha renovado y modernizado dicho puerto para facilitar el atraque de buques militares rusos.
Actualmente, el puerto de Tartus es el único punto de apoyo de Rusia en el Mediterráneo. La base se encuentra en la costa oriental del mar y es la puerta de entrada al Oriente Próximo y Medio Oriente. Su posición geoestratégica es crucial. Poseer el puerto de Tartus amplía en gran medida el alcance de las operaciones de la Armada rusa en el Mediterráneo.
No sólo rompe el asedio de la Sexta Flota de EE.UU. y el bloqueo de la Flota rusa del mar Negro, sino que también ayuda a Rusia a intervenir en los asuntos del Próximo y Medio Oriente.
De 2010 a 2012, Rusia llevó a cabo trabajos de construcción a gran escala en Tartus para actualizarlo a una base moderna donde podrían atracar cruceros, portaaviones y otros grandes buques de guerra. En 2013, Rusia reorganizó el Pyataya Eskadra (la unidad operativa de la Armada rusa en el Mediterráneo) en respuesta a la situación que prevalecía en Siria. En 2015, ante el pedido del gobierno sirio, el ejército ruso entró inmediatamente en Siria para ayudar en los combates apoyando a los antiguos aliados y fortalecer la base en Tartus. Para Rusia, está claro que una vez que el puerto de Tartus se pierda, el ejército ruso puede quedar atrapado, sin salida en el mar Negro.
Además de Tartus, la cooperación militar de Rusia con Egipto también se ha desarrollado rápidamente en los últimos años. Especialmente después de la intervención militar de Rusia en la guerra siria, los dos países han recuperado la tradición de amistad soviético-egipcia que se remonta a la época de Nasser y la tecnología militar y la cooperación en materia de seguridad han continuado.
* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.
Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.
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