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¿ES VIABLE LA EUROPA DE LA DEFENSA?

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: centaur60 en Pixabay.

 

Tras las negociaciones directas en Arabia Saudita entre delegaciones de EEUU y Rusia con la finalidad de alcanzar un acuerdo en Ucrania, lo cual ha permitido entre otras disposiciones la reapertura del tráfico de mercancías en el mar Negro, París acogió una Cumbre por Ucrania el 27 de marzo entre los 27 países miembros de la Unión Europea (UE) y la OTAN y en la que se reafirmó el «compromiso europeo» para asistir militarmente a Ucrania.

La UE, concebida y construida a partir de 1950 como un espacio de paz, convivencia y estabilidad, ingresa en este 2025 en la discusión sobre su rearme y su capacidad defensiva. De «territorio de paz», Europa pretende súbitamente posicionarse como actor de guerra. La denominada «amenaza rusa» tras la invasión de Ucrania y el desinterés del presidente estadounidense Donald Trump en seguir prestando ayuda militar incluso vía OTAN son los argumentos más utilizados por los líderes europeos para justificar este rearme.

Puede que en Bruselas las élites europeístas, tan acomodadas en su espacio de confort, comiencen ahora a enterarse de la «nueva realidad» donde la carrera armamentista condiciona y presagia un cambio tectónico en los equilibrios geopolíticos globales así como en los programas de desarrollo y en las iniciativas tecnológicas aplicadas al ámbito militar. En todas estas variables, Europa aún no está a la altura de EEUU, de China o de Rusia.

En España observamos un áspero debate parlamentario sobre el Plan de Defensa presentado por el presidente de gobierno Pedro Sánchez, muy seguramente una reproducción del enviado desde Bruselas por la cada vez más todopoderosa presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, convertida junto con el presidente francés Emmanuel Macron en la más entusiasta impulsora de esta carrera armamentista y de la deriva belicista europea contra Rusia. Dentro de la coalición de gobierno en Madrid, partidos políticos como Sumar y BNG no sólo rechazan este gasto militar sino que también exigen la salida española de la OTAN. Simultáneamente en Madrid se celebraba un Foro sobre la Defensa en la que un experto informaba que Rusia «produce en tres meses más artillería que Europa y EEUU juntas durante un año».

Más allá de los datos hay un hecho indiscutible: Rusia está militarmente más preparada para una eventual confrontación militar, sea contra la nueva Europa «militarista» o contra la OTAN, básicamente porque mantiene intacto su poderío nuclear, experiencia de combate y una serie de recursos militares, industriales y de recursos humanos concentrados en consolidar su defensa y seguridad nacional.

Si bien Moscú busca evitar cualquier clima de tensión con Occidente sin por ello renunciar obviamente a mantener firmes sus imperativos de seguridad ante cualquier provocación exterior, Europa parece apostar por la carrera militarista contra Rusia, de consecuencias imprevisibles, en vez de poner en marcha iniciativas diplomáticas de resolución de conflictos.

 

El razonamiento europeo: del «enemigo conveniente» a las «expectativas de conflicto»

A diferencia de Europa, visiblemente dividida en cuanto el compromiso de asistencia militar a Ucrania, la posibilidad de «resetear» las relaciones con Rusia y la necesidad de rearme, el Kremlin se muestra decidido a la hora de aumentar el gasto militar: se espera que para este 2025, Moscú aumente un 13,5% el gasto en armamentos. En China ocurre lo mismo: el presidente Xi Jinping anunció un aumento del 7% en defensa para este año.

A nivel europeo sólo Francia y Gran Bretaña, por ser potencias nucleares que cuentan con un importante conglomerado militar-industrial, tienen esa capacidad de defensa contra una amenaza exterior. No obstante, en la cumbre de París, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, advirtió que ni Francia ni Gran Bretaña poseen por ahora la capacidad de sustituir a EEUU como líder de la Alianza Atlántica.

No obstante, el complejo militar-industrial francés y británico necesita ampliar su cartera de clientes y el rearme contra la «amenaza rusa» propicia esa expectativa. En el caso francés es más visible esta necesidad de búsqueda de clientes tras perder peso geopolítico, económico y militar en el Sahel francófono (Mali, Níger y Burkina Faso), países cuya reorientación estratégica se ha focalizado hacia Rusia y China. Por otro lado, este contexto de rearme europeo alienta a otros actores como Polonia, observada cada vez más como un socio estratégico clave para la defensa europea y atlantista contra esa presunta «amenaza rusa».

Ahora bien, ¿qué le espera a la Europa de la Defensa? Quizás aquí deberíamos analizar dos variables hipotéticas que pueden explicar el repentino viraje militarista y belicista de Europa: una de esas variables podría denominarse el «enemigo conveniente»; la otra podría definirse como la de «expectativas de conflicto».

¿Qué significa un «enemigo conveniente»? Como lo fue en el caso de la URSS durante la «guerra fría», para Occidente esta condición supone un actor con las siguientes características:

  • entidad política y estatal con legitimidad y capacidad de control de un vasto territorio;
  • suficientes capacidades militares, económicas, tecnológicas, de recursos humanos y naturales;
  • capacidad geopolítica y de alianzas internacionales para contrarrestar y desafiar las pretensiones hegemónicas occidentales, alterando así los equilibrios de poder y el estatu quo.

Para Occidente, Rusia y China entran claramente en estos parámetros sin menoscabar que otros actores de menor rango como Irán y Corea del Norte pueden igualmente ser incluidos en esta lista pero focalizados en contextos geopolíticos determinados, en este caso Oriente Medio y Asia Oriental. En este sentido, el concepto de «enemigo conveniente» determina la justificación por parte de Occidente de armarse ante una supuesta amenaza que ponga en riesgo no sólo su seguridad sino sus expectativas de equilibrio de poder.

La hipótesis del «enemigo conveniente» implica observar la segunda variable, la de las «expectativas de conflicto». La capacidad de amenaza de ese presunto «enemigo» supone calibrar inmediatos escenarios de tensión permanente con capacidad suficiente para convertirse en un conflicto armado.

En el caso de Rusia, esos escenarios serían:

  • Ucrania y el pulso ruso-occidental por mantener sus respectivas esferas de influencia;
  • Polonia y los países bálticos, miembros de la UE y de la OTAN;
  • Transnistria como república de facto dentro de Moldavia. La reciente e ilegal detención de la presidente de Gagauzia, Yevgenia Gutsul por parte de las autoridades moldavas presididas por la europeísta Maia Sandu podría explicarse como una provocación avalada desde la UE para profundizar las tensiones con Rusia;
  • las tensiones en torno al control sobre el mar Negro como paso estratégico hacia el Mediterráneo;
  • el Cáucaso y el espacio euroasiático, donde Moscú mantiene firmes sus esferas de influencia.

Para China, los escenarios de expectativas de conflicto para Occidente se resumen en:

  • Taiwán y las pretensiones soberanistas tanto de Taipei como de Beijing;
  • el sureste asiático y las controversias soberanistas en el Mar de China Meridional;
  • las expectativas de remilitarización de Japón y sus controversias históricas con China;
  • la península coreana;
  • Asia Oriental y los nuevos organismos geopolíticos y de defensa como el AUKUS (2021) impulsado por EEUU, Gran Bretaña y Australia.

Todos estos escenarios suponen conflictos potenciales donde se pondrán a prueba esas hipótesis del «enemigo conveniente» y de las «expectativas de conflicto» que, como en el caso de la «guerra fría», puede que nunca lleguen a materializarse en una confrontación directa.

Objetivo 2030

Para no perder peso ante sus respectivas poblaciones, las élites europeas necesitan justificar ese gasto militar condicionando a la población a seguir ese esfuerzo e incluso avivando el miedo social. La Comisión Europea ya anunció este 25 de marzo la aplicación de un manual de supervivencia para la ciudadanía en caso de emergencia por «crisis bélica, pandemias o desastre natural».

Desde Bruselas, Úrsula von der Leyen ansía una Europa militarmente potente para el año 2030. Rusia avanza precisamente en esa dirección para consolidar su gasto en defensa y sus imperativos en materia de seguridad. En esa dirección, Moscú está reorganizando recursos y planificando estratégicamente su doctrina de seguridad nacional.

Por otro lado, Rusia concibe el contexto actual con los mismos parámetros de «amenaza» (mucho más visibles en este caso) contra su soberanía y seguridad por parte de la OTAN y ahora de la propia UE, los cuales han venido expandiéndose hacia las fronteras rusas desde 1997. China comienza a fomentar igualmente esa idea con respecto a Taiwán, peón estratégico occidental en el contexto asiático cuyo objetivo es reducir la capacidad de influencia de Beijing.

Visto este panorama, el año 2025 anuncia el final de la UE tal y como la habíamos conocido hasta ahora. Con escasa experiencia militar, Bruselas observa ahora como imprescindible reagrupar todo tipo de capacidades militares, políticas, tecnológicas, científicas, económicas e incluso de formación académica para alcanzar la «autonomía estratégica» en materia defensiva.

El «rearme» europeo anuncia nuevos tiempos que algunos expertos califican como «post-normales», los cuales requieren de capacidad de anticipación para acometer escenarios volátiles y de incertidumbre. Pero este propósito aborda interrogantes inevitables: ¿tiene Europa realmente capacidad efectiva para acometer los retos estratégicos que se abren en materia militar, de seguridad y geopolítica para este siglo XXI?; o, por el contrario, ¿seguirá siendo un actor expectante y una mera comparsa dependiente de un EEUU que busca unilateralmente afianzar una hegemonía que se prevé en declive? En perspectiva, ¿tiene futuro la Europa de la Defensa?

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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BLASCO VÍSTEME DESPACIO, QUE TENGO PRISA

F. Javier Blasco*

Aunque algunos, y no pocos, lo hemos repetido hasta la saciedad, parece que nuestro mensaje no cala en los próceres ni en los medios de comunicación de toda Europa.

A pesar de llevar ochenta años viviendo de la sopa boba y esperando que el «primo» del otro lado de Atlántico aparezca en nuestra ayuda cada vez que nos veamos amenazados interna o externamente, y de que diversas fuentes de peso nos lo vienen avisando por activa y por pasiva, no hemos aprendido nada y ni siquiera hemos puesto los hitos fundamentales para solventar por nosotros mismos una situación de grave crisis.

Europa ha vivido el periodo más lago de paz en toda su historia, la guerra era algo lejano, ya casi olvidado, que no nos afectaba; ni siquiera cuando sus tambores y cañonazos retumbaran en los mismos oídos o en las propias fronteras. Pensábamos que el Tío Sam estaría al quite para cercenar cualquier pretensión externa o un expansionismo desmesurado por parte de algún socio cercano o perteneciente al mismo club de amigotes.

Poco a poco y por degeneración interna, la tantas veces cacareada y llamada UE se ha convertido en realidad en un club económico y social, dedicado a gastar dinero a espuertas, a legislar hasta como deben colgar los tapones de plástico de las botellitas de dicho material, a hablar de desnuclearización, de energías limpias, del coche eléctrico, de la protección del mundo animal y del rural en general y a freírnos de impuestos para todo aquel que ose mover su cabeza o salirse de la foto.

Han sido muchas las voces e iniciativas de diverso pelaje en materia de seguridad y defensa las que se han venido poniendo sobre el tapete desde hace más de una década. Iniciativas que, por diversos motivos, no han encontrado ni el eco ni el apoyo mínimamente necesarios para fructificar y convirtiese en algo real o al menos en el embrión de un ente fácilmente convertible en una organización o alianza militar mucho mayor que, en cualquier caso, fuera propia, exclusivamente europea y dotada de material más que suficiente y que no precisara de tecnologías o apoyos externos para su empleo y dirección. Materias estas que, de no asegurarse previamente, resultan muy engorrosas ya que siempre, y sin remedio, se traducen en grandes problemas si no se solventan de antemano.

Recuerdo que cuando era un joven comandante, estudiante de Estado Mayor en la Escuela de su nombre, los profesores de organización y de táctica siempre recurrían a hacernos resaltar y pensar en la conveniencia y exigencia de definir correctamente y en rellenar adecuadamente lo que se conoce como un Plan-Programa-Presupuesto.

En la fase primera del plan hay que definir concretamente las amenazas que debemos cubrir, identificar sus posibles avenidas y modos de actuación, cuantificarlas y enfrentarlas con nuestras posibilidades y capacidades tras una larga y detallada confrontación y comparación de unas capacidades contra las otras.

En esta fase es muy importante definir tanto los objetivos, como la doctrina de empleo y sobre todo la cadena de mando propia y, fundamentalmente, los puntos de no retorno.

Fase que si se hace de verdad y con toda sinceridad, nos dará muchas pistas sobre las posibilidades de éxito, ayudará a cuantificar nuevas necesidades en medios y material y, sobre todo, pistas sobre el grado de preparación y adiestramiento requerido a las fuerzas propias. Ni que decir tiene que es fundamental que al definir el material a emplear, también hay que fijar si es nuevo y quien lo va proporcionar, si unos pocos, o todos de forma conjunta.

Dichos planes derivaran en una serie variopinta de programas de selección y adquisición del material necesario, de búsqueda selectiva y entrenamiento de las topas necesarias y de sus reemplazos de sustitución, nos ayudaran a cuantificar el tiempo para la acumulación del material necesario y sobre la ubicación de los centros de instrucción y adiestramiento para simular de forma efectiva y conjunta operaciones de dicho nombre en cada país o combinadas con participación de fuerzas de varios países.

Una vez completadas y redefinidas, si fuera preciso, ambas fases, se llega al punto doloroso de comprobar que presupuesto es necesario y/o si debiéramos ajustarnos a uno ya definido previamente (como en este caso) y entonces ver si se cubren todas las necesidades en las cuantías requeridas, que puntos quedan en el aire, teniendo presente que si los posibles desajustes resultantes fueran insalvables, será preciso iniciar un proceso de nuevo, ajustarlo o desecharlo completamente.

Todo esto definido y dicho de forma esquemática y bastante sencilla, no es nada sencillo en realidad, tampoco hay que esperar a que se cumpla o cubra rápidamente y de dos plumazos. Si no se traza con limpieza, sinceridad y sin chovinismo alguno, el fracaso está servido sobre la mesa a la espera de los comensales. No se puede pretender usar material obsoleto en unos combates modernos, ni esperar a que el Primo Donald, se apiade de nosotros y cuando nos vea con el agua al cuello, acuda en nuestro rescate porque, sinceramente, yo no le veo muy decidido a hacerlo.

Cada miembro no puede aportar un material de todo tipo de calibre, dudosa precisión, variopinto modo de empleo y, sobre todo, si no contamos con ellos en las cantidades precisas y suficientes para alimentar combates de larga duración. En la actualidad Europa cuenta, aún en producción, con varios modelos de carros de combate y transportes oruga de tropas de diversa antigüedad, grado de protección, precisión de sus armas y tipos de ellas y sus calibres. Igualmente sucede con algunos modelos de helicópteros de ataque y de transporte; cosa que también ocurre con los medios aéreos de combate, transporte y con los de inteligencia cibernética y de guerra electrónica. Y, por último, pero no menos importante, en piezas de artillería y lanzacohetes,

¿Necesitamos una fuerza militar europea? Sí, pero no a cualquier precio; no se puede ni debe formar por aluvión como ha ocurrido con las ayudas europeas a Ucrania hasta la fecha ―de tan nefasto recuerdo y resultado―. Es de muy dudosa eficacia fijar una cantidad de millones al azar por muy desorbitada que parezca; hay que llevar, aunque sea de forma primaria y a falta de posteriores y sucesivas redefiniciones y refinos un plan-programa-presupuesto completo y eso como ya empezamos a ver y tal como dicen los británicos «no es una simple taza de café».

Las prisas nunca fueron ni son buenas consejeras y para ir a la guerra contra un coloso, que, aunque venido a menos, cuenta con apoyos directos e indirectos internos y externos de cierta enjundia y que, además, ha pasado a ocupar un lugar preferente en las relaciones con EEUU, hay que tener bien claro que es lo que queremos hacer y, lo que es más importante, si con los medios y la voluntad de combate que dispongamos, lo podemos hacer con suficientes garantías de éxito sin pillarnos los dedos.

Una ignominiosa derrota frente Putin sería el peor resultado de esta aventura, imposible de borrar; de ahí que se precise un buen planeamiento, medios suficientes y poca o nula precipitación. No vaya a ser que dicho resultado es lo que están esperando alguno o algunos en la complicada arena internacional.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

EL «REARME» (O NUEVO RAPTO) DE EUROPA

Roberto Mansilla Blanco*

La presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, viene de anunciar un plan de «rearme de Europa» con un fondo previsto de hasta 800.000 millones de euros para los próximos años. Prevé igualmente un aumento hasta el 1,5% del PIB global europeo para gastos militares en aras de alcanzar la autonomía estratégica en materia defensiva.

Esta parece ser la reacción europea al impasse en la Casa Blanca entre Donald Trump y Volodímir Zelenski la semana pasada, complementados con el posterior anuncio de Trump de suspender la ayuda militar a Ucrania mientras impulsa las negociaciones con Vladimir Putin para eventualmente finalizar la guerra. Este seísmo geopolítico también está afectando a Kiev: por primera vez Zelenski propuso a Putin una tregua para detener los ataques aéreos y marítimos, propuesta que evidencia la debilidad militar ucraniana y la orfandad en la que se somete con la desconexión de la ayuda militar y de inteligencia desde Washington.

Tras su regreso del rifirrafe de Washington, Zelenski recibió el apoyo unánime de la UE en una cumbre en Londres donde el anfitrión, el primer ministro Keir Starmer, busca también reposicionar cierto nivel de poderío militar británico, principalmente dentro de la OTAN, en apoyo a Ucrania. Pero la realpolitik siempre marca su sello. En Londres, Starmer y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, persuadieron a Zelenski de «recomponer la relación con Trump», lo que equivale a decir que se someta a sus imperativos porque «no tiene las cartas a su favor». El mismo día que Washington suspendía la ayuda militar a Ucrania, Zelenski anunciaba el reseteo de la relación con Trump, superando la bochornosa humillación recibida en la Casa Blanca.

Precisamente, y durante su visita a Washington, Starmer también recibió su «recado» por parte de un irónico Trump: «sin nuestra ayuda, ¿podrían enfrentarse en solitario contra Rusia?». Risas nerviosas de Starmer para deleite de las redes sociales.

Francia también pisa el acelerador en materia de rearme. Hace un año, el presidente Emmanuel Macron abordó la posibilidad de enviar unidades de combate para ayudar a las tropas ucranianas contra el invasor ruso toda vez tanto Macron como von der Leyen lanzaban en ese momento a Estrategia Industrial de Defensa de Europa. Esta semana, Macron confirmó ese compromiso de ayuda militar a Ucrania incluso enviando efectivos de sus fuerzas armadas, lo que provocó una inmediata respuesta desde Moscú en boca de su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, quien consideró que si Francia envía tropas a Ucrania «estaría ingresando directamente en la guerra contra Rusia».

En el momento más difícil para las relaciones transatlánticas en las que Washington sopesa distanciarse de la OTAN y que Europa pague sus costos de defensa , Úrsula von der Leyen da un paso adelante, si bien decidido pero no menos imprevisible tomando en cuenta las capacidades reales de defensa europea, muy dependientes de la OTAN y, por lo tanto, de EEUU.

Con todo hay cierta preocupación en Bruselas sobre el excesivo poder que está teniendo von der Leyen dentro de la UE. Sabe muy bien que una atribulada y fragmentada UE precisa de un «liderazgo fuerte». La reciente victoria de su partido CDU en las elecciones generales alemanas refuerza igualmente este poder de von der Leyen en Bruselas, aunque la ultraderecha de AfD puede sacar provecho del peor momento de Zelenski (y el mejor de Putin) para afianzar sus expectativas de reconducir las relaciones ruso-europeas (sin olvidar a China)

No obstante la autonomía estratégica en defensa aborda serios retos para una Europa con crecimiento económico bajo (sobre el 1%) que ameritará reconducir fondos para garantizar el gasto militar. Aquí se especula con reducciones de los fondos de cohesión de la UE. Toda vez, la UE sabe muy bien que es un enano político y militar a nivel global, si lo comparamos con EEUU, China y Rusia. El desprecio de la administración Trump a la reciente visita a Washington de la comisaria de Política Exterior y de Seguridad, la estonia Kaja Kallas, quien no fue recibida por su contraparte, el secretario de Estado Marco Rojizo, revela esa intranscendencia europea, así percibida desde Washington y Moscú.

Con todo, el tradicional pragmatismo chino, curtido en siglos de realpolitik en Asia y Europa, entró en escena: Beijing apoya la presencia europea en las negociaciones Trump-Putin sobre Ucrania. Por otra parte, Rusia, el previsible contrincante para esta Europa que busca rearmarse, mantiene un nivel económico sólido pese a las sanciones europeas mientras reconduce un modelo económico plenamente militarista. El Kremlin prevé incrementar un 13,2% su gasto militar afirmando que tiene capacidad para resistir en esta carrera armamentista. Lanza así un aviso para von der Leyen: Europa puede «rearmarse» pero Rusia está de sobra preparada para este eventual envite.

Ante la indiferencia de Washington y el pulso de Moscú, la UE busca alternativas con otros socios como China y la India, este último recientemente visitado por von der Leyen. Esto implica una estrategia híbrida de pragmatismo geopolítico que, si bien puede ser asertiva, también determina retos. India y China son socios de Rusia (BRICS; alianzas estratégicas bilaterales) toda vez que EEUU busca crear brechas en ese eje euroasiático sino-ruso que amenaza claramente sus imperativos geopolíticos, por muy aislacionistas y unilaterales que se observan en este retorno de Trump.

Con el anuncio de «rearme» por parte de Úrsula von der Leyen, Europa entra en otra etapa, más incierta aún, tomando en cuenta el declive en las relaciones transatlánticas y el potencial del eje sino-ruso.

Escasamente experimentadas en combate, más acostumbradas a ser fuerzas de pacificación para la resolución de conflictos previamente «solucionados» por las grandes potencias, las fuerzas armadas europeas buscarán también actualizarse en un marco de reconversión industrial y tecnológico (IA; robótica) ante los retos que anuncia esta era de «remilitarización» desde Washington hasta Tokio.

En el fondo, dentro del «rearme» anunciado por von der Leyen hay una clave estratégica: las élites militaristas y los «halcones» de la industria militar-industrial europea también quieren participar en ese reparto del apetecible pastel de fondos e inversiones que se abre ahora con esta militarización a ultranza a nivel global.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.