Giancarlo Elia Valori*
Es costumbre definir la etiqueta como un conjunto de reglas de conducta que rigen las expresiones externas de las relaciones humanas. La etiqueta ayuda a preservar la integridad de la sociedad. Crea y mantiene un cierto orden social, coordina las acciones conjuntas de los individuos y ayuda a superar las posibles tensiones de comunicación. En esta capacidad, la etiqueta está funcionalmente vinculada a la moralidad: en última instancia, la etiqueta es una forma de implementación práctica de los principios morales.
Observar las reglas de etiqueta permite mostrar buena voluntad y atención a los demás y expresar respeto por ellos, y hacer que la comunicación sea fácil y agradable. A pesar de todas las similitudes existentes entre la moralidad y la etiqueta, no pueden considerarse iguales: la función reguladora de la etiqueta es de naturaleza bastante subordinada y su función principal, como señalan muchos investigadores, es integradora y diferenciadora. La etiqueta garantiza la integración dentro de un grupo social al dar a sus miembros características distintivas especiales: la forma en que se saludan, hablan y ganan confianza entre sí, etc., lo que permite a este grupo crear un sentido de pertenencia. Esto permite al grupo crear nuevos comportamientos para distinguirse de los demás. Al mismo tiempo, sin embargo, como en la vida real, la etiqueta en Internet (“netiqueta”) no solo une a las personas, sino que también las separa, al enfatizar sus diferencias de estatus (género, edad, clase, estatus social, afiliación religiosa y nacional, etc.).
En su conjunto, las funciones de integración/diferenciación/distinción permiten a un individuo racionalizar las relaciones tanto dentro de su grupo de referencia como fuera de él, es decir, con “outsiders”.
No existe una “netiqueta” universal, que sea uniforme para todos en la sociedad moderna: cada grupo sociodemográfico y/o socioprofesional desarrolla/elabora sus propias reglas de decencia, junto con las generalmente aceptadas, que sirven como parte integral elemento de su propia subcultura, entendida no en un sentido despectivo sino como una variante/variedad de la cultura minoritaria o localizada en un entorno ciberespacial. Por lo tanto, no sorprende que se formen reglas especiales de etiqueta en Internet. En el sentido estricto de la palabra, la netiqueta no es etiqueta, ya que no realiza (y no puede) realizar la función principal de la etiqueta tradicional: su función de diferenciación, es decir, de determinar el lugar del individuo en la jerarquía social- es meramente virtual y no implica fundamentalmente la naturaleza del estatus, ya que carece de contacto humano o contacto corporal, como bien se podría llamar. En consecuencia, prevalece claramente la función comunicativa e integradora de la “netiqueta”.
Esta función se manifiesta de dos maneras. En primer lugar, es una de las herramientas para construir la identidad colectiva de los miembros de una comunidad virtual en particular: al desarrollar sus propias reglas únicas de comportamiento, esta sociedad / grupo virtual es consciente de sí misma como un todo y se representa a sí misma ante los demás. En segundo lugar, la “netiqueta” promueve la identificación sociocultural individual: el conocimiento y la implementación de sus reglas permiten a un individuo confirmar su pertenencia a una comunidad en particular y demostrar que es “suya” y no de todos los demás, ya que las reglas de esa “netiqueta” particular no están escritas en ningún Galateo del Arzobispo John della Casa: o bien, las Reglas de Comportamiento Cortés.
No es casualidad que una sanción bastante extendida (y más severa) por infringir las reglas de una “netiqueta” de un grupo específico sea una especie de expulsión de la sociedad virtual, es decir, la desconexión del delincuente de un determinado recurso de Internet. Por lo tanto, la “netiqueta” también actúa como un mecanismo de socialización y marginación al mismo tiempo.
A diferencia de las comunidades tradicionales, la posibilidad de influencia grupal en un individuo (por ejemplo, a través de la opinión pública) en Internet es limitada. El anonimato de la comunicación virtual hace que sea fácil evitar la presión social y, por lo tanto, el único método efectivo de influencia en un entorno virtual es la inclusión voluntaria de una persona en el sistema social, su internalización de los valores y reglas del grupo. Esto implica la aceptación consciente de algunas obligaciones, principalmente morales —no importa si son compartidas o no por la sociedad externa— por cada participante en la interacción virtual. Desde este punto de vista, las reglas de “netiqueta” pueden verse como una guía que demuestra el estándar de comportamiento correcto en el ciberespacio. Por lo tanto, estas reglas son de una marcada naturaleza ética.
Un análisis de las diversas versiones de la etiqueta de Internet muestra que las reglas generalmente no difieren mucho de las tradicionales: implican respeto por los socios de comunicación y se basan en la “regla de oro” de la moral grupal. Al mismo tiempo, además de los estándares éticos universales, igualmente aplicables tanto a la comunicación real como a la virtual, la “netiqueta” también incluye una serie de reglas específicas debido a las especificidades del canal de comunicación. Por ejemplo, no es recomendable escribir mensajes en mayúsculas, lo que equivale a gritar, ya que las letras mayúsculas son malas para el sentido de la vista y el sentido del oído. Tampoco es aconsejable enviar archivos adjuntos de correo electrónico sin previo aviso; usar un lenguaje grosero; para enviar notificaciones inesperadas; para enviar correos electrónicos con una línea de asunto vacía; para distribuir spam; para enviar correo no solicitado; para reenviar anuncios, etc.
Se puede suponer, sin embargo, que, con el mayor desarrollo de la tecnología de la información, el enfoque de la comunicación virtual se alineará con las formas habituales de interacción, hasta que la “netiqueta” sea absorbida por la etiqueta tradicional.
Como es bien sabido, la mayoría de los códigos de ética periodística suelen proclamar la libertad de expresión como el valor moral más alto: “Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye la libertad de opinar sin injerencias y de buscar, recibir y difundir información e ideas a través de cualquier medio de comunicación y sin importar las fronteras” (art. 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos). Esta libertad encuentra su máxima expresión en Internet: las instituciones especializadas pierden su monopolio en la generación de información contenida en ella y cualquier usuario, por un costo mínimo, puede diseñar y poner a disposición del público cualquier mensaje sin someterlo a más cambios.
La especificidad de Internet, sin embargo, hace que sea más fácil mostrar material falso, antisocial y simplemente ilegal, porque Internet es un tipo de medio en el que es más fácil ocultar, cambiar o falsificar la identidad del autor de una declaración. En Internet, de hecho, nunca es posible decir con certeza quién es realmente el autor de un mensaje (a menos que la información esté protegida por medios criptográficos especiales), y el texto publicado en Internet puede en cualquier momento ser modificado más allá del reconocimiento, trasladado a otro servidor o simplemente destruido.
La situación se ve agravada por el hecho de que no existen criterios institucionales o profesionales para la calidad y fiabilidad de la información en Internet, excepto en los casos en que las noticias relevantes van acompañadas de indicadores de fiabilidad fuera de la web (por ejemplo, la reputación del autor o de la institución que tiene su propio sitio web, etc.). Por lo tanto, la comunicación masiva en Internet es totalmente anónima y, sin embargo, vinculante.
De acuerdo con los postulados de la ideología web, los intentos de resolver el problema de la difusión de información cuestionable en Internet (“noticias falsas”) mediante la creación de leyes especializadas y la introducción de la censura, son resueltamente opuestos por los miembros de la comunidad de la red y generalmente terminan en fracaso. Debe tenerse en cuenta que es imposible proporcionar una definición universal de lo que significa “información reprensible”, teniendo en cuenta las características culturales, nacionales y religiosas de los diversos países. Por lo tanto, el desarrollo de una política de información unificada en este ámbito es difícilmente posible.
Como alternativa aceptable a la censura y otras restricciones legislativas, se propone considerar la posibilidad de filtrar los materiales publicados en la web mediante el uso de un algoritmo para evaluar los documentos electrónicos. La ventaja de este enfoque es que brinda a los usuarios libertad de elección, lo que les permite decidir qué tipo de información desean recibir. Es cierto que para que esta elección sea verdaderamente consciente y responsable, es necesario tener un sistema de valores de pleno derecho (es decir, la capacidad de discernir), tanto para aquellos que hacen evaluaciones y dan calificaciones como para aquellos que se guían por terceros, ya que la base de cualquier evaluación y calificación es la identificación del valor, en este caso la información difundida a través de Internet. Por lo tanto, la metodología de evaluación de la calificación (evaluación de la fiabilidad) no puede ser eficaz sin mejorar la cultura de la información de la sociedad en su conjunto. (5. continuación)
* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.
Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.
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