Esta canción, para quienes vivimos la segunda mitad del siglo pasado o algo más, integra nuestros recuerdos entrañables de la infancia, oyéndola en las radios que pasaban de casa en casa a través de los patios, como las transmisiones de partidos de fútbol cuando era el momento, aun en plena sacrosanta siesta, sin ningún respeto por la privacidad vecinal.
Es además, por su forma musical, un «triunfo», y los años vividos desde entonces no dejan de dar un tinte de sarcasmo a ese brillo al que alude, empañándolo, o a esa victoria de corcheas y semifusas.
Así pues, recostado en mis años, me permito devanar estas reflexiones, que a algunos sonarán a «viejazo»:
La mañana al sol de la infancia nos insuflaba una argentinidad alegre y despreocupada —los únicos privilegiados son los niños— en el lenguaje característico del «Mundo Infantil» —promovido para contrarrestar al «Billiken»— tan certera y fielmente recuperado por Manuel Puig en «La traición de Rita Hayworth», cuya connotación cinematográfica nos refiere a la Primera Dama que impulsaba ese panorama y que a mí, contrera ya de chiquito, me sonaba a tapa de revista, de las que dos de las más mentadas, Antena y Radiolandia, delataban el origen de esas notoriedades: la radio que difundía por los patios la canción que inspira estos recuerdos.
Y «el Plata»…: ¿dónde están el Paraná, el Uruguay, el Salado, el Bermejo, el Pilcomayo? Dejemos los ríos cordobeses hasta sin nombre: numeración ordinal nomás. Y otros cuantos.
Por supuesto, el Río de la Plata sigue ahí, bondadoso y ambiguo Mar Dulce como lo llamó Solís al verlo y probarlo cuando hacía pocos años que había muerto la promotora de su navegación, Isabel de Castilla; espejo de agua que como tal nos devuelve nuestra imagen y fluye con ella en el tiempo y los cambios que arrastra y provoca.
Y hubo también victorias: las heroicas batallas de Salta y Tucumán comandadas por un improvisado general, Belgrano, abogado de Salamanca, la derrota al Imperio de Brasil en Ituzaingó, los campeones de box, los premios Nóbel, las copas del Mundial de fútbol, las obras de escritores, artistas, músicos y pensadores. Todas ellas dan para más que tapas de revistas amarillentas ya. Y hoy hasta tenemos Papa. Criado, como nosotros, al son de esa canción.
Somos todo eso, y más, en el pecho y la sangre de cada compatriota.
Ese folclore que promovió la misma revolución que cercenó por casi un siglo nuestro proceso democrático en lo que de más pedestre y cotidiano tiene: hacer realidad la impecable afirmación de José Martí:
La libertad es el derecho a ser honesto
deslizada en un libro dedicado, precisamente, a los niños, «La Edad de Oro».
Como habría dicho Borges,
yo no sé si es verdad,
ojalá sea profético.
¡Feliz día de la Patria!
Juan José Santander*
Madrid, mayo de 2022
* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG.
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