Fue al leer Nuestra Señora de París entre la infancia y la adolescencia que descubrí que Febo, el militar de quien está enamorada la gitana Esmeralda, lleva el nombre de un dios romano del sol, y ahí entendí que ‘Febo asoma’ era una alusión al amanecer, y no, como creía, ‘¡Fehuasoma!’, jaculatoria propiciatoria a la manera de ¡Aleluya! u ¡Hosanna!, que me resultaba apropiada a la heroica epopeya que los versos de la Marcha de San Lorenzo describen y evocan.
Y ‘Cabral, soldado heroico’ me marcó a fuego su conducta como guía.
De fuego también ese bautismo de los granaderos de San Martín, que los había creado a ejemplo de los regimientos que había conocido en Europa, a la que como todos nuestros primeros próceres adoptaba como modelo en el que creía.
Sin nostalgia alguna de pobrismo ni subdesarrollo ni de ser la voz de los sin voz porque él tenía la suya de clarín, que Alberdi registra en París antes de verlo personalmente en casa de un argentino a quien visita, Guerrico si mi septuagenaria memoria no me engaña. Y busca una Patria que está fundando y afianzarán tantos otros durante algo más de dos siglos.
Y no había mujeres en ese regimiento, como en ningún otro de entonces. Y si alguno de los soldados u oficiales sentía atracción por otro, esa ‘filia’ quedaba en la intimidad de los pensamientos y corazones, sin disminuir su coraje y valentía.
Y los hijos de madres esclavas nacían ya, desde unos días antes, libres, como lo había dispuesto la gloriosa Asamblea del Año XIII inaugurada el 31 de enero previo y a la que está dedicado conjuntamente con el Congreso de Tucumán que proclamaría nuestra independencia tres años después, el Monumento a los Dos Congresos cuyo entorno deterioran cada tanto patoteros ignaros en nombre del Pueblo que los prohombres ahí reunidos engendraron y cimentaron.
Aspiraban, querían, peleaban, se esforzaban por una Patria libre para desarrollar la ley, la educación, la industria, la agricultura y el comercio en provecho de sus habitantes.
Hace unos días, también, me preguntaba por qué una calle céntrica de mi ciudad natal y querida Santa Fe lleva de nombre esa fecha —‘lo que se cifra en un nombre’, diría Borges—, y el amigo Marcelo me lo recordó al iniciarse este mes de ‘fiebres’ y pandemia, cuyo curso no debe echar en el olvido esas luchas por la libertad y la dignidad de que venimos, lo que le agradezco.
Y estas líneas aspiran, quieren, inspirar a otros que como yo siguen anhelando esa Patria fundada por hombres como nosotros, aunque ellos merecen todos los monumentos, y nosotros seguimos teniendo que ganarnos el recuerdo que dejemos.
Juan José Santander*
Buenos Aires, en el día de la Presentación de Nuestro Señor
* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID.
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