Francisco Carranza Romero*
Jeff_Ersoh en Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/cusco-peru-pisac-machu-turismo-4818118/
Todos los seres humanos nacemos, crecemos y morimos en espacio y tiempo definidos. Una verdad indiscutible. Sin embargo, en el trato que damos a la naturaleza hay maneras de pensar y actuar que colisionan. Unos se preocupan por la vida de la naturaleza porque se consideran ser sus hijos. Otros muestran una fría indiferencia por la vida de ella.
Para salvar nuestra vida y de la naturaleza hay muchas propuestas de la necesidad de cambiar nuestra manera de pensar y actuar. La presente propuesta es intercultural por la vía lingüística recurriendo al español y quechua.
Los que viven en el área rural, generalmente, por estar en continua relación con la naturaleza, la conocen; por eso, la respetan y la aman. Por este conocimiento y sentimiento ―proceso que se inicia desde la niñez― llegan a tratarla como a una madre y como a un padre, o como a su vivienda.
El andino que habla el idioma quechua aún expresa con toda naturalidad los tratos lingüísticos de respeto a la naturaleza que se complementan con los ritos a los elementos. Por conservar la cultura nativa considera que la naturaleza está viva; por eso, desde la niñez aprende a dialogar con ella. Por este pensamiento y actitud es calificado de hilozoista.
Patsa mama (Quechua I) o Pacha mama (Quechua II). Madre tierra. Es la figura materna que ofrece los frutos que sustentan la vida. Es el escenario donde la biósfera nace, crece y muere.
El andino se comunica con la madre tierra (chacra, piedra, montaña, nevado), le presenta ofrendas como coca, chicha, tabaco y cancha (cereal tostado). Además, en algunos lugares, va amontonando piedra sobre piedra que con el tiempo y las frecuencias se van convirtiendo en morritos. Este morrito de piedras es llamado apachita (apacheta en la versión española) que contiene la intención del oferente y sirve también como indicador del camino, frontera y aviso de que no es un lugar adecuado para descansar por la emanación de gas tóxico.
Yaku mama: Madre agua. Calma la sed de los seres humanos, vegetales y animales. La imagen antropomorfa del agua es Ayra, una mujer bondadosa y bella que mora en las lagunas, manantiales, ríos y cataratas. Ella socorre a quien solita su ayuda. Además, con su bello canto y con su fragancia espumosa después de su baño, encanta a la gente escogida.
La madre agua (laguna, río, nevado, manantial, catarata y nube) recibe respeto, ofrendas, cantos, danzas y venias. En la época de la extirpación de las idolatrías y de la persecución de los practicantes del rito taki unquy (melopatía) el rito se siguió practicado con el mitónimo ayra en los lugares a donde los doctrineros no podían llegar.
Inti Yaya: Padre Sol. Da calor y luz, tan necesarios para la vida. Dato testimonial: En Quitaracsa (Áncash, Perú), cuando los primeros rayos del sol aparecían sobre las colinas, los niños saludábamos al sol quitándonos nuestros sombreros para que nos diera abrigo y salud durante todo el día: Rimaykukuqmi inti yaya o Napakullaqmi inti yaya (Padre sol, recibe mi saludo). Estábamos poniendo en práctica lo que habíamos visto y oído de los mayores.
Wayra Yaya: Padre Viento. Lleva el oxígeno y nubes con agua que caen como lluvia. Sólo cuando se aloca corre rápido llevando consigo peste y destrucción. Es el uti wayra (lluvia loca). Los que saben sobre estos ventarrones siembran árboles cerca de sus casas.
Hayni (haani en el Callejón de Huaylas): Energía de la vida, ánima. Está en todos los elementos infundiéndoles existencia, movimiento y vida. No recibe el trato de madre o padre por ser la energía sin forma; por tanto, no perceptible por los sentidos. Y pocos son los que conocen esta energía. Gracias al jayni (según la ortografía castellana) la naturaleza tiene vida y se comunica con la gente.
Los pobladores de las urbes, generalmente, viven más dedicados a las actividades económicas: compra y venta, fabricación de cosas, procesos administrativos, etc. Sus viviendas y los locales de labor están construidos con cemento, metal, vidrio, plástico y madera; son espacios que tienen precio por su tamaño y ubicación. Sus caminos son de asfalto y cemento. Las ciudades y fábricas contaminan el agua porque pocas ciudades tienen centros de tratamiento de agua sucia, por eso los ríos y mares están enfermos. Las máquinas transformadoras de la materia contaminan la tierra, aire y agua.
Con el pensamiento de cómo y cuánto se puede ganar manipulando la naturaleza se apropian de ella usando cualquier medio (de facto o con papeles sellados). Así, los terrenos cultivables y eriazos, montañas, ríos, cataratas, lagunas, playas y la vida vegetal y animal que hay en esos espacios se convierten en propiedades privadas que son negociables.
Actualmente, el paisaje de los espacios públicos en las urbes es una exhibición de la suciedad y la falta de cuidado a la madre naturaleza. El ambiente público urbano en los países ricos y pobres, en los desarrollados y subdesarrollados está descuidado. Los plásticos de toda clase y aleación, las colillas de cigarrillos, los restos de chicles (gomas de mascar), los papeles y latas se exhiben como muestras del grado de la inmadurez ecológica de sus pobladores.
Salvemos la vida de la naturaleza y la nuestra. Superando el pesimismo hagamos todo el esfuerzo para curar a la naturaleza que está enferma y que también se manifiesta en los cambios climáticos. No continuemos ensuciándola con basura y humo de los combustibles quemados. Aceptemos que ella es nuestra casa, nuestra madre. No abusemos de los productos químicos en la actividad agropecuaria (insecticida, abono, hormona) y en la gastronomía (saborizante y colorante) esperando sólo los mejores resultados económicos. Salvar la vida de la naturaleza es también salvar la nuestra.
Ha llegado el momento en que tornemos nuestra mirada hacia las poblaciones indígenas para valorar el pensamiento de ellas, aunque con menos grado de educación escolarizada y con menos adelanto en la tecnología, dieron y dan mejor trato a la naturaleza desde hace miles de años; por eso han sobrevivido a pesar de tantos cataclismos, pestes y maltratos de otros humanos que hasta les arrebataron sus bienes, los esclavizaron y hasta los vendieron como objetos.
Con disminuir la contaminación del medio ambiente habremos iniciado la recuperación de la vida. Y este cambio es responsabilidad de todos nosotros, sin ninguna excepción.
* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.
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