Francisco Carranza Romero*
Imagen: geralt en Prixabay
Desde hace muchos milenios la especie humana vive dispersa en muchos lugares del planeta Tierra, adaptada a la realidad física (orografía, clima y biósfera) y situación gracias más a su inteligencia que a su fuerza física. En el proceso de su sobrevivencia ha desarrollado su cultura: aprovechamiento de los recursos alimenticios, elaboración de ropas para cubrir su intimidad y para protegerse del frío y viento, fabricación de herramientas y remedios, construcción de sus viviendas y vías, y explicación de los fenómenos naturales y de su propia vida.
En este esfuerzo de sobrevivencia los homines sapientes crean y desarrollan los códigos de comunicación entre los miembros de su clan y tribu para transmitirse los mensajes. Cuando los gestos y sonidos se convierten en palabras nacen las lenguas en cada lugar donde viven.
Las palabras (elementos mínimos independientes con significados) ―fuera de los de origen onomatopéyico y del habla infantil considerados universales lingüísticos― son realizaciones fonéticas que se refieren a seres, acciones y sentimientos. Y esas denominaciones, aunque parezcan arbitrarias, son realizaciones según el cuadro fonológico de cada lengua; por eso, hay vocabularios diferentes. Luego se crean los elementos mínimos significativos (morfemas) dependientes de las palabras. Estos elementos pueden anteponerse o posponerse a las palabras. Las combinaciones de los elementos que forman sintagmas menores y mayores también tienen su orden.
Los usuarios más cultivados intelectualmente son los que sistematizan las realizaciones fonéticas, las variaciones de las palabras y el orden de los elementos en función al campo semántico. Por ejemplo: los nombres, pronombres y adjetivos se declinan en muchas lenguas según el género, número y caso (nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo y ablativo). Los verbos se conjugan según la voz (activa y pasiva), modo (indicativo, subjuntivo, condicional, imperativo, participio, gerundio), tiempo (simple y compuesto), número y persona. Además, hay varias declinaciones y conjugaciones. Todo esto constituye la gramática. Estas variaciones según el lugar, la realidad sociocultural y tiempo diferencian a las lenguas que dificultan la comunicación humana.
Como el lenguaje hablado es la realización momentánea, se recurre a la representación gráfica para que los mensajes perduren y ayuden a la memoria: esculturas, cerámicas, pictogramas, ideogramas y representaciones fonéticas que también difieren según el lugar y tiempo.
La diversidad de lenguas habladas y escritas dificultan la comunicación humana. Esta dificultad la podemos describir como barrera o abismo entre las gentes. Pero, esta dificultad es superada gracias a los bilingües o multilingües que derriban las barreras lingüísticas o se ponen como puentes sobre el abismo para acercar a los que quieren comunicarse. A estos personajes los llamamos intérpretes para la lengua hablada y traductores para la lengua escrita.
La expresión «interpretación auténtica» de ciertos abogados, es una simple pretensión de omnisapiencia (alteración mental conocida también como síntoma de Hubris).
La traducción es un esfuerzo de trasladar el mensaje de una lengua fuente a otra lengua meta. Y este esfuerzo es un proceso de muchos riesgos y niveles.
La traducción de cierta facilidad es de los textos de lenguas de la misma familia, como entre las lenguas románicas donde el léxico, la morfología y la sintaxis son similares. Las diferencias no son tan distantes. La traducción de los textos de temas técnicos es también más fácil porque el léxico técnico de origen grecolatino es usado en muchas lenguas.
La traducción de mayor dificultad. La traducción de textos de lenguas de familias diferentes crea muchas dificultades. Como ejemplo comparo dos lenguas: español y quechua.
El español, lengua románica, tiene artículo y preposición. El quechua, lengua andina, carece de artículo y preposición; los morfemas enclíticos indican las ideas de objetos directo, indirecto y circunstancial (lugar, origen, dirección, meta, modo, causa…).
En español todos los nombres y adjetivos tienen el género masculino o femenino. En quechua los nombres y adjetivos carecen del morfema de género. Sólo algunas palabras heterónimas diferencian el género como en el trato fraternal:
wawqi: hermano (de varón a varón); turi (de mujer a varón)
ñaña: hermana (de mujer a mujer); pani (de varón a mujer)
Esta labor es la de mayor dificultad. Entre la prosa y la poesía, la segunda es más difícil porque el lenguaje sintético y figurado tiene también el objetivo de expresar la belleza fonética. Por eso exige condiciones especiales del traductor; no basta hablar, leer y escribir una segunda lengua para estar en condiciones de realizar una buena traducción. El traductor de obras literarias debe ser un buen lector de las obras literarias en la lengua fuente y en la lengua meta para comprender el mensaje y sentir la estética verbal. Por algo hay tantas obras bellas e interesantes en su lengua original que no tienen aceptación ni éxito en la versión traducida. Es que hay traducciones ad pedem litterae (al pie de la letra o traducción literal) y ad sensum (según el sentido). Una breve muestra del orden oracional.
Oración simple. Castellano: sujeto, verbo, objeto. Quechua: sujeto, objeto, verbo.
Oración compuesta. Castellano: oración principal, oración subordinada. Quechua: oración subordinada, oración principal. Ejemplo de un texto quechua:
Punkuta wichqar, yarquy.
Traducción literal: Cerrando la puerta, sal.
Traducción ad sensum: Al salir, cierra la puerta.
Además, el traductor tiene que conocer todo el entorno de una obra porque los textos literarios expresan realidades históricas, económicas, políticas, religiosas y otros elementos culturales. Hasta las expresiones lingüísticas varían de significado según la época, grupo social y localidad. (En el blog: Francisco Carranza Romero, universo quechua, traducir no es tan fácil como se cree).
En conclusión, no hay una traducción perfecta, todo es un esfuerzo de pasar el mensaje de una lengua a otra. La traducción es la recreación de la obra.
* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.
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Interesante artículo Tayta.
Yo estoy “descubriendo” que nuestro Kechwa, no esta formado de raíz y sufijo, sino que de Conceptos adyacentes.
Un abrazo
Arturo Huerta Cueva