¿ES POSIBLE ENCONTRAR EL EQUILIBRIO EN UN MUNDO NO POLAR?

Salam Al Rabadi*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Consideramos que las guerras arancelarias y de materiales raros entre China y Estados Unidos, la guerra israelí-estadounidense contra Irán, la guerra entre India y Pakistán, o las guerras en Ucrania, Gaza, Líbano, Yemen y Siria, han podido plantear serios interrogantes sobre el equilibrio de poder global.  Pero aquí debemos tener presente, contrariamente a lo que suele ocurrir entre muchas élites académicas, que los cambios en el equilibrio de poder en las relaciones internacionales ya no están sujetos en gran medida a un «juego de suma cero»; por el contrario, se han convertido en un «juego de suma no cero».

Esto significa que el aumento de la influencia, autoridad y poder de un país no significa necesariamente que otros países perderán completamente su influencia, autoridad y poder. Además, el hecho de que un país sea el más poderoso ya no significa en absoluto que sea el único país que posee o monopoliza el poder y la influencia.

Por lo tanto, todas las proposiciones que indican y predicen el declive o el ascenso de las potencias globales siguen sujetas a debate e incertidumbre, pues no existe ningún método científico que permita hacer predicciones precisas sobre el futuro del sistema global.

En este contexto, podemos abordar la problemática de intentar comparar el creciente poder de China y la posición decreciente de Estados Unidos. Aquí debemos llamar la atención sobre el hecho de que este declive se debe más al cambio en la naturaleza del sistema global que a la debilidad militar o política de Estados Unidos, o a ambas. Esto es resultado de la inevitabilidad de los profundos cambios y transformaciones que ha experimentado la estructura de la sociedad global.

Está claro que las relaciones internacionales contemporáneas se basan ahora en un sistema con poder distribuido más que concentrado en una dirección, ya que existen intersecciones y entrelazamientos de intereses e influencias. Pero a pesar de todos estos hechos, no podemos ignorar la dialéctica básica:

¿Cómo es posible que la influencia real del poder estadounidense no durara más de 25 años?

Además, basándose en conclusiones extrapoladas relacionadas con la caída de los imperios o la realidad actual de la política mundial, está claro que el declive relativo del poder estadounidense continuará independientemente de los intentos de corregirlo. En consecuencia, las preguntas más lógicas pueden centrarse no en si China se convertirá en la primera superpotencia del mundo, sino:

    • ¿Cuándo sucederá eso? Y ¿China realmente quiere o piensa asumir la responsabilidad del liderazgo mundial?
    • Y si China tiene ese deseo, ¿está dispuesta a hacerlo? ¿Esto sirve a sus intereses estratégicos en el momento actual?

Según las repercusiones de las recientes guerras, conflictos y crisis a todos los niveles (político, económico y cultural), es posible abordar las problemáticas de clasificación del sistema global que están vinculados a los términos unipolaridad o bipolaridad, que han perdido su significado. Parece difícil ver un sistema global controlado por uno o incluso dos polos. Esto se debe a muchos factores cualitativos, ya sean militares, económicos, políticos, culturales, ambientales, tecnológicos, etc., que se han convertido entre los determinantes más importantes de las relaciones internacionales, a saber, entre otros:

    • No existe un solo país que goce de superioridad en todos los elementos del poder.
    • La era del conocimiento que traspasa fronteras políticas, culturales y de seguridad.
    • Fenómeno del terrorismo en todas sus manifestaciones.
    • La cuestión ambiental y el cambio climático en todos sus aspectos.
    • Las problemáticas demografía y migración.
    • Dilemas de la inteligencia artificial y el progreso científico y tecnológico en todos los niveles.
    • La interconexión y multiplicidad de influencia de muchas fuerzas dentro de la economía global.
    • Cambios radicales en los estándares para medir las capacidades militares y de seguridad.

Por lo tanto, se puede decir que el mundo de las relaciones internacionales hoy está sujeto a un sistema apolar. Como resultado del patrón inevitable de cambios que han aumentado el alcance de las complejidades asociadas con las cuestiones del terrorismo, el medio ambiente, la tecnología, los medios de comunicación, los materiales raros, virus reales y electrónicos, etc. Este patrón sustenta el sistema no polar según varias tendencias o caminos, que incluyen:

    • Muchos flujos se producen fuera del control de los estados y, por tanto, limitan la influencia de las grandes potencias.
    • Algunos desarrollos sirven a los países regionales y aumentan su margen de efectividad e independencia.
    • La existencia de enormes riquezas e influencias sujetas al control de nuevas fuerzas activas, como organizaciones no gubernamentales, corporaciones transnacionales, movimientos políticos, individuos, etc.

A la luz de lo anterior, actualmente nos encontramos en una era muy alejada de las clasificaciones clásicas asociadas al término polaridad, sin mencionar la dificultad de comprender plenamente las enormes transformaciones en la estructura de la economía global y la realidad de la política internacional.

Por tanto, hay que tener en cuenta que, aunque el sistema apolar es inevitable, requiere precaución, ya que puede generar más aleatoriedad e inestabilidad. Donde lógicamente, la problemática ahora reside en cómo encontrar el tipo de equilibrios y entendimientos asociados con la configuración del mundo no polar.

En el contexto de hablar de equilibrios, debemos recordar el hecho de que el sistema de regularidad no surgirá por sí solo ni de forma automática. Incluso si se deja que el sistema apolar funcione según su aleatoriedad o espontaneidad, esto lo hará más complejo y peligroso y, por lo tanto, avanzará hacia más caos y absurdo. En consecuencia, la atención debe dirigirse a los riesgos potenciales, donde un orden mundial apolar complicará la diplomacia política y las alianzas perderán gran parte de su importancia, porque requieren una visión estratégica para enfrentar amenazas y compromisos predecibles.

Pero, lamentablemente, no se espera que todos estos estándares estén disponibles en un mundo no polar. Sobre esta base, resulta extremadamente difícil predecir escenarios políticos futuros, lo que parece una tarea científica de enormes proporciones que nos obliga a adoptar y plantear una serie de preguntas sobre la naturaleza de las potencias capaces (en concreto, China) de tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad del liderazgo global a la luz de un sistema no polar.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España. 

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