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¿ES POSIBLE ENCONTRAR EL EQUILIBRIO EN UN MUNDO NO POLAR?

Salam Al Rabadi*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Consideramos que las guerras arancelarias y de materiales raros entre China y Estados Unidos, la guerra israelí-estadounidense contra Irán, la guerra entre India y Pakistán, o las guerras en Ucrania, Gaza, Líbano, Yemen y Siria, han podido plantear serios interrogantes sobre el equilibrio de poder global.  Pero aquí debemos tener presente, contrariamente a lo que suele ocurrir entre muchas élites académicas, que los cambios en el equilibrio de poder en las relaciones internacionales ya no están sujetos en gran medida a un «juego de suma cero»; por el contrario, se han convertido en un «juego de suma no cero».

Esto significa que el aumento de la influencia, autoridad y poder de un país no significa necesariamente que otros países perderán completamente su influencia, autoridad y poder. Además, el hecho de que un país sea el más poderoso ya no significa en absoluto que sea el único país que posee o monopoliza el poder y la influencia.

Por lo tanto, todas las proposiciones que indican y predicen el declive o el ascenso de las potencias globales siguen sujetas a debate e incertidumbre, pues no existe ningún método científico que permita hacer predicciones precisas sobre el futuro del sistema global.

En este contexto, podemos abordar la problemática de intentar comparar el creciente poder de China y la posición decreciente de Estados Unidos. Aquí debemos llamar la atención sobre el hecho de que este declive se debe más al cambio en la naturaleza del sistema global que a la debilidad militar o política de Estados Unidos, o a ambas. Esto es resultado de la inevitabilidad de los profundos cambios y transformaciones que ha experimentado la estructura de la sociedad global.

Está claro que las relaciones internacionales contemporáneas se basan ahora en un sistema con poder distribuido más que concentrado en una dirección, ya que existen intersecciones y entrelazamientos de intereses e influencias. Pero a pesar de todos estos hechos, no podemos ignorar la dialéctica básica:

¿Cómo es posible que la influencia real del poder estadounidense no durara más de 25 años?

Además, basándose en conclusiones extrapoladas relacionadas con la caída de los imperios o la realidad actual de la política mundial, está claro que el declive relativo del poder estadounidense continuará independientemente de los intentos de corregirlo. En consecuencia, las preguntas más lógicas pueden centrarse no en si China se convertirá en la primera superpotencia del mundo, sino:

    • ¿Cuándo sucederá eso? Y ¿China realmente quiere o piensa asumir la responsabilidad del liderazgo mundial?
    • Y si China tiene ese deseo, ¿está dispuesta a hacerlo? ¿Esto sirve a sus intereses estratégicos en el momento actual?

Según las repercusiones de las recientes guerras, conflictos y crisis a todos los niveles (político, económico y cultural), es posible abordar las problemáticas de clasificación del sistema global que están vinculados a los términos unipolaridad o bipolaridad, que han perdido su significado. Parece difícil ver un sistema global controlado por uno o incluso dos polos. Esto se debe a muchos factores cualitativos, ya sean militares, económicos, políticos, culturales, ambientales, tecnológicos, etc., que se han convertido entre los determinantes más importantes de las relaciones internacionales, a saber, entre otros:

    • No existe un solo país que goce de superioridad en todos los elementos del poder.
    • La era del conocimiento que traspasa fronteras políticas, culturales y de seguridad.
    • Fenómeno del terrorismo en todas sus manifestaciones.
    • La cuestión ambiental y el cambio climático en todos sus aspectos.
    • Las problemáticas demografía y migración.
    • Dilemas de la inteligencia artificial y el progreso científico y tecnológico en todos los niveles.
    • La interconexión y multiplicidad de influencia de muchas fuerzas dentro de la economía global.
    • Cambios radicales en los estándares para medir las capacidades militares y de seguridad.

Por lo tanto, se puede decir que el mundo de las relaciones internacionales hoy está sujeto a un sistema apolar. Como resultado del patrón inevitable de cambios que han aumentado el alcance de las complejidades asociadas con las cuestiones del terrorismo, el medio ambiente, la tecnología, los medios de comunicación, los materiales raros, virus reales y electrónicos, etc. Este patrón sustenta el sistema no polar según varias tendencias o caminos, que incluyen:

    • Muchos flujos se producen fuera del control de los estados y, por tanto, limitan la influencia de las grandes potencias.
    • Algunos desarrollos sirven a los países regionales y aumentan su margen de efectividad e independencia.
    • La existencia de enormes riquezas e influencias sujetas al control de nuevas fuerzas activas, como organizaciones no gubernamentales, corporaciones transnacionales, movimientos políticos, individuos, etc.

A la luz de lo anterior, actualmente nos encontramos en una era muy alejada de las clasificaciones clásicas asociadas al término polaridad, sin mencionar la dificultad de comprender plenamente las enormes transformaciones en la estructura de la economía global y la realidad de la política internacional.

Por tanto, hay que tener en cuenta que, aunque el sistema apolar es inevitable, requiere precaución, ya que puede generar más aleatoriedad e inestabilidad. Donde lógicamente, la problemática ahora reside en cómo encontrar el tipo de equilibrios y entendimientos asociados con la configuración del mundo no polar.

En el contexto de hablar de equilibrios, debemos recordar el hecho de que el sistema de regularidad no surgirá por sí solo ni de forma automática. Incluso si se deja que el sistema apolar funcione según su aleatoriedad o espontaneidad, esto lo hará más complejo y peligroso y, por lo tanto, avanzará hacia más caos y absurdo. En consecuencia, la atención debe dirigirse a los riesgos potenciales, donde un orden mundial apolar complicará la diplomacia política y las alianzas perderán gran parte de su importancia, porque requieren una visión estratégica para enfrentar amenazas y compromisos predecibles.

Pero, lamentablemente, no se espera que todos estos estándares estén disponibles en un mundo no polar. Sobre esta base, resulta extremadamente difícil predecir escenarios políticos futuros, lo que parece una tarea científica de enormes proporciones que nos obliga a adoptar y plantear una serie de preguntas sobre la naturaleza de las potencias capaces (en concreto, China) de tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad del liderazgo global a la luz de un sistema no polar.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España. 

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LA ENSEÑANZA DE LA GEOPOLÍTICA DESDE LA ECONOMÍA Y EL ANÁLISIS DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS

Diego Sande Veiga*

Imagen: daniel_diaz_bardillo en Pixabay.

 

Introducción

La Geopolítica, entendida como la disciplina que estudia la disposición del espacio y su impacto político[1], evolucionó desde su enfoque tradicional hasta convertirse en un campo multidisciplinar que incluye la interrelación entre políticas públicas, economía y dinámicas globales[2]. Esta transformación refleja la creciente complejidad de las relaciones internacionales y la interdependencia de los Estados en un contexto globalizado. Además de analizar factores geográficos y militares, la geopolítica moderna examina las implicaciones económicas de los conflictos internacionales, las políticas comerciales y las tensiones entre potencias emergentes y tradicionales.

En este contexto, la educación desempeña un papel estratégico al capacitar las nuevas generaciones para comprender las complejidades geopolíticas y económicas. Este artículo explora la relevancia de integrar la geopolítica en los sistemas educativos como herramienta para empoderar ciudadanos globales, mejorar la toma de decisiones informadas y fortalecer la cohesión social y económica. Para ello, se ha seguido la línea de los estudios previos de Sande[3], y se ha estructurado el artículo en cinco apartados: la relación entre geopolítica y economía; la inclusión de la geopolítica en los currículos educativos; su relevancia para la formación de los estudiantes; ejemplos exitosos y retos principales en su implementación; y recomendaciones para el futuro.

  1. Geopolítica y economía: una relación interdependiente

La relación entre poder político y control de recursos es central en la geopolítica. Autores como Gilpin[4] destacan como los Estados buscan maximizar su poder económico a través de las relaciones internacionales. Este enfoque ayuda a comprender la interconexión entre las decisiones geopolíticas y las consecuencias económicas.

Históricamente, potencias mundiales como Gran Bretaña en el siglo XIX o los Estados Unidos en el XX emplearon su influencia política para garantizar el acceso a los recursos y a los comprados estratégicos. En la actualidad, fenómenos como la globalización intensificaron estas interdependencias, promoviendo la integración económica y la cooperación internacional. Sin embargo, las tensiones geopolíticas contemporáneas, como las sanciones económicas impuestas a países como Rusia o Irán, evidencian como estas decisiones afectan directamente las economías nacionales, el bienestar ciudadano y la estabilidad global. El papel de países como los BRICS en el juego de la economía mundial debe ser también fruto de análisis, con especial relevancia del caso de China y su modelo de industrialización, que ha llevado al país asiático a ganar peso en economías como la española[5], las europeas y de otros países desarrollados o en vías de desarrollo, como está sucediendo en el continente africano. Además, las crisis sanitarias (como la del Sars-Covid19) y las crisis energéticas como la generada por la guerra en Ucrania subrayan la vulnerabilidad de las economías frente a las dinámicas globales.

Esta situación hace evidente la necesidad de un análisis crítico e informado sobre las implicaciones de las políticas internacionales en el desarrollo económico local y global. Por eso, la educación en geopolítica debe ofrecer a los estudiantes herramientas para comprender estas complejidades y promover soluciones innovadoras que equilibren intereses locales y globales. 

  1. La importancia de incluir la geopolítica en los currículos educativos

Integrar la geopolítica en los planes de estudio es esencial para preparar a los ciudadanos para enfrentar un mundo cada vez más interdependiente. Según Nye[6], el poder blando, como la educación, permite a los Estados proyectar valores e influir internacionalmente. En este sentido, la educación actúa como un instrumento geopolítico, moldeando las perspectivas y habilidades de los futuros ciudadanos.

En los currículos educativos, la geopolítica puede abordarse desde diversas perspectivas: como parte de la historia, la geografía, la economía o mismo las ciencias sociales. Su estudio permite a los estudiantes analizar cuestiones como los conflictos territoriales, las alianzas internacionales y los impactos del comercio o las inversiones a nivel global.

Por otra parte, la movilidad estudiantil y la colaboración internacional entre instituciones educativas son ejemplos prácticos de como la educación puede ser una herramienta para fortalecer la cooperación global. Factores geopolíticos, como el Brexit, también impactan en las oportunidades de intercambio académico, afectando tanto a las instituciones como a los estudiantes. Promover una educación que incluya la geopolítica contribuiría a enfrentar retos como los cambios globales, las crisis económicas y los conflictos internacionales desde una perspectiva integradora y colaborativa.

  1. La relevancia de la geopolítica para la formación de los estudiantes

La inclusión de la geopolítica en la enseñanza no solo contribuye a la comprensión del mundo globalizado, sino que también fomenta competencias clave como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la inteligencia emocional. Estas habilidades son fundamentales para abordar situaciones complejas y adaptarse a los constantes cambios del contexto internacional.

Por ejemplo, un estudiante formado en geopolítica puede analizar las causas y consecuencias de un conflicto internacional, evaluar sus impactos económicos y sociales y proponer soluciones basadas en el diálogo y la cooperación. Además, esta formación fomenta el respeto por la diversidad cultural y la capacidad de comprender diferentes perspectivas, facilitando así el trabajo en contextos multiculturales y promoviendo una ciudadanía global más consciente y comprometida.

En definitiva, la educación en geopolítica no solo prepara a los estudiantes para carreras profesionales en un mundo interconectado, sino que también los dota de las herramientas necesarias para ser agentes de cambio positivo en sus comunidades y a nivel global.

  1. Ejemplos exitosos y retos en la implementación

Casos de éxito como la integración de la educación geopolítica en los sistemas educativos nórdicos destacan por su capacidad para fomentar la colaboración internacional y la adaptación a los cambios globales. Estos países implementaron programas que combinan el análisis crítico de temas globales con la participación en proyectos internacionales, promoviendo una formación más práctica y comprometida.

Otros ejemplos incluyen iniciativas en países como Canadá y Alemania, donde las políticas educativas se centran en la inclusión de temas como el desarrollo sostenible, los derechos humanos y los conflictos internacionales, integrando así la geopolítica como una disciplina transversal.

A pesar de casos exitosos como los anteriores, la integración de la geopolítica (y de la geoeconomía) en los sistemas educativos se enfrenta a retos significativos. Entre ellos destacan la falta de recursos en las escuelas, la resistencia ideológica -que puede limitar el enfoque crítico o globalizador-, y las diferencias estructurales entre sistemas educativos ―que dificultan la homogeneidad en su aplicación―. Superar estos retos requiere un enfoque colaborativo, en el que se promuevan aspectos como la cooperación internacional, la inversión en la formación docente y la adaptación de los contenidos a las necesidades locales. Todo ello sin perder de vista a perspectiva global. Una tarea no exenta de dificultad. 

  1. Conclusiones y recomendaciones

En un mundo marcado por fenómenos como la multilateralidad, el friendshoring o el nearshoring, la integración de la geopolítica en los sistemas educativos representa una oportunidad para preparar a los estudiantes frente a los retos de un mundo interconectado.  Siendo esta tarea relevante, se establecen una serie de recomendaciones general para abordarla con mayores posibilidades de éxito, entre ellas:

    • Fomentar una educación integral, que combine teoría y práctica, desarrollando habilidades transversales como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la capacidad de análisis contextual.
    • Impulsar la educación intercultural, promoviendo el respeto por la diversidad y la comprensión global mediante lo estudio de casos reales y el intercambio de experiencias.
    • Fortalecer la cooperación internacional, mediante el intercambio de buenas prácticas, la movilidad estudiantil y la colaboración en investigación, fomentando así una perspectiva global compartida.
    • Promover la educación digital, proporcionando herramientas y recursos que favorezcan el acceso a la información global, el aprendizaje autónomo y la colaboración en línea.
    • Fomentar procesos de evaluación de la política internacional y de sus repercusiones a nivel de los países y a nivel regional, internacional y global. Para ello, poner el foco de los análisis en aspectos como la política exterior, la cooperación internacional, los sistemas financieros o la integración de las cadenas de valor se antojan como algunos de los aspectos clave de interés.

Finalmente, integrar la geopolítica en la enseñanza no solo reforzará la comprensión del mundo contemporáneo, sino que también contribuirá a formar ciudadanos más conscientes y comprometidos con el desarrollo sostenible y la paz global. Objetivos sin duda deseables para todos.

 

* Diego Sande Veiga es doctor en Economía y Empresa y profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Santiago de Compostela. Colabora con el Grupo de Investigación ICEDE, con el IDEGA y es coordinador de la Línea de investigación en Economía del IGADI. Es funcionario de la Consellería de Cultura, Educación y Universidad de la Xunta de Galicia.

 

Referencias

[1] Martín, Carmen. «¿Qué es la geopolítica?»  El Orden Mundial, 10/02/2023 (Publicado originalmente: 24/03/2020, https://elordenmundial.com/que-es-geopolitica/.

[2] Valton Legrá, Elaine. «Geopolítica y Geoconomía, una visión sistémica». Política Internacional, vol. 3, núm. 4, 2021, Internacionales del Instituto Superior de Relaciones Internacionales «Raúl Roa García», La Habana, Cuba, https://portal.amelica.org/ameli/journal/332/3322884011/html/.

[3] Sande, Diego. «La Geopolítica y el sector educativo: una perspectiva desde la Economía y las políticas públicas» (Capítulo 7). En: Lois, R.C. & Martins, B., Geopolítica desde la base. Tendencias internacionales, participación social y sector educativo, Universidade de Santiago de Compostela: Santiago de Compostela, 2025.

[4] Gilpin, Robert. Global political economy: Understanding the international economic order. New Jersey: Princeton University Press, 2001, 423 p.

[5] Sande, Diego. «El intercambio tecnológico en la relación bilateral España-China» (Capítulo 8). En: Ríos, X. ¿China? La Asociación Estratégica Integral España-China XX aniversario (2005-2025).

[6] Nye, Jospeh S. «Soft power and American Foreign Policy». Political science quarterly, vol. 119, n°. 2 (Summer, 2004), p. 255-270.

 

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LOS ESTERTORES  DE LA DECADENTE COMUNIDAD INTERNACIONAL

F. Javier Blasco*

Si nos adentramos en el diccionario del Poder Mundial vemos que el concepto de «comunidad internacional» (CI) es uno de los más frecuentes en el debate sobre la política internacional. En su acepción más corriente, la CI se refiere de algún modo a la representación, aunque sea hipotética o virtual, de una moralidad o sentimiento universal, mayoritariamente compartido por muchos de los gobiernos y ciudadanos del mundo.

Diccionario que finaliza reconociendo que, dadas las circunstancias reales, los resultados palpables de dicho concepto no constituyen nada tangible en sí mismos, a pesar de su uso ―a veces excesivo― que los medios de comunicación, los dirigentes políticos y el público en general hacen del término. Hecho contrastable porque la patética invocación a la CI suele surgir ―sin mucho resultado positivo― en momentos de crisis, insistiendo en propiciar la idea de que una mayoría de Estados o de individuos en el mundo condenan o apoyan ―más frecuentemente lo primero― una acción particular o una política poco al uso en otros que se mueven ajenos o en contra de la marcha común del universo.

Pero para que el concepto fuera real y no virtual, la propia CI debería existir en sí misma, con fuerzas suficientes y apoyada en el hecho de que el bien de todos tendría que tener un peso mayor que el interés de cada uno o de una parte del todo. La tozuda realidad viene a ser bastante diferente y, por lo tanto, no es eso lo que sucede, al menos por ahora. El interés nacional siempre prevalece por sobre el general, a pesar de la reciente, aparente pero no real toma de conciencia sobre algunos problemas, quienes ―particularmente aquellos que atañen al medioambiente― aparentan superar el marco de los intereses nacionales individuales. Basta dar un repaso a los verdaderos y poco eficaces resultados de los acuerdos alcanzados tras las diversas grandes cumbres sobre el tema (recientemente, en la India, hemos tenido una COP, tan inútil como sus precedentes).

Por otro lado, y como talón de Aquiles del concepto, deberíamos tener en cuenta que la existencia de una real y efectiva CI sólo puede basarse en el principio de igualdad entre todos los actores. Para que haya igualdad de hecho, tendría que establecerse un sistema de derecho internacional que fuera capaz de garantizar tales derechos, lo cual, hoy en día, dista mucho de ser una realidad palpable.

Por tanto, y como consecuencia de ambas grandes e insalvables deficiencias, todavía estamos lejos de que lo que debería suceder con la intervención efectiva de lo que venimos denominando CI. La realidad es que las grandes Organizaciones Internacionales como la ONU y un gran número de Alianzas militares o políticas resultan mastodónticas, tremendamente lentas, muy costosas y altamente ineficaces, por lo que, a pesar de su existencia sobre el terreno, distan mucho de ser una patente y efectiva realidad por mucho que sigamos invocando su presencia, acción y reacción.

La precipitación y posterior acumulación de grandes crisis o conflictos de enjundia de carácter internacional ―sin que nadie haya sido capaz de mover un solo dedo― ha ido en aumento en las últimas décadas. Las guerras adquieren un carácter masivo e internacional, donde no se respetan los derechos humanos ni las limitaciones al empleo de determinado tipo de armamentos, que, hasta hace pocos años, se suponían prohibidos y nadie empleaba.

Las amenazas o la propia invasión de territorios soberanos están a la orden del día por doquier; además, las más graves de estas provienen de parte de altos dirigentes mundiales que tienen en sus manos la mayor parte del material y del poder bélico mundial (Rusia, EEUU, Irán, la India y China principalmente).

La incapacidad mundial para manejar las pandemias que nos asolan y volverán sobre el terreno en breve, ha sido patente y patética. Millones de muertos y economías destruidas son el más grave resultado de esa grave incapacidad de la CI.

A nadie le extraña la falta de respeto a los resultados electorales en todos los continentes, bien sea mediante autogolpes de Estado, por la fuerza o gracias a alianzas externas poco saludables, nada recomendables y hasta hace bien poco totalmente impensables o desestimadas por todos. La proliferación de gobiernos sátrapas y ajenos a las verdaderas necesidades de la ciudadanía, que usan su posición para perpetuarse en el poder, haciendo o disponiendo en materia legislativa todo lo que les viene en gana, siempre que les beneficie a ellos o a sus socios, no son objeto de la más mínima reprimenda por parte de nadie internamente y ni siquiera por aquellos organismos internacionales a los que estos pertenecen, quienes deberían vigilar e imponer la pulcritud democrática de sus  estados miembros.

Hoy casi todo se puede pisotear debido a los impunes atropellos a la Iglesia y a todo tipo de sólidas y legendarias instituciones que no cesan de ser objeto de mofa y chanza, gracias a una grave y constante degradación social y a la incomprensible despenalización legal de tales actos, como también ocurre con el papel otorgado a la Justicia, los Tribunales (principalmente los más altos) y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad en la mayor parte de los países, otrora dotados de raciocinio y capacidad para el buen hacer con pleno discernimiento.

La inquietud y la inseguridad personal y colectiva, a corto y medio plazo, va en aumento; no solo, en el aspecto crematístico de las merecidas pensiones dignas a las que todo trabajador tiene derecho, sino también al grado de cobertura, derecho adquirido, costo y eficacia que pueda llegar a tener la asistencia sanitaria de los ciudadanos en activo o retirados.

Las consecuencias climáticas y las grandes y terribles catástrofes (riadas, incendios, maremotos, etc.) provocadas por la acción o inacción de la mano del hombre y debidas, precisamente a los drásticos cambios en las ideologías medioambientales, están originando una serie de crisis humanitarias de mucha importancia y no precisamente en países poco desarrollados y allende de montañas lejanas, sino en la propia Europa o en EEUU.

La imposición de la supresión del uso de determinadas energías no del todo limpias como el carbón, el gas, el petróleo o la energía nuclear y la apuesta por confiar plenamente en las denominadas limpias, está llevando a momentos de grave crisis energética en los conocidos como picos de alto consumo de las mismas. Sin embargo, todos miran hacia adelante y nadie haca atrás, esperando que el problema se resuelva pronto por sí mismo; máxime cuando se viene comprobando que dichas energías limpias, nos son suficientes para alimentar los grandes requerimientos de energía a los que nos lleva el incesante crecimiento de la población y las exigencias de la vida moderna.

Los grandes, peligrosos y desesperados movimientos masivos de personas en busca de la seguridad política y jurídica que no encuentran en sus países de origen, de un techo, un trabajo digno o un simple mendrugo de pan, vienen creciendo exponencialmente de año en año, sin que nadie haga nada para solucionar el problema o brindarle una ayuda eficaz a los países ribereños que más sufren esa llegada masiva de emigrantes.  

Durante lustros hemos estado viviendo con la cabeza escondida en la tierra confiando en la buena voluntad y el mejor hacer de nuestros dirigentes. Se nos vendió la idea de que la aparición de los mencionados organismos internacionales sería la garantía para el respeto a nuestros derechos, la limitación a los abusos de poder o el uso de las amenazas de carácter político o militar y que vivir siempre bajo la observación y la vigilancia de ellos sería más que suficiente para que nadie sacara sus pies del tiesto porque la tan cacareada CI tendría la capacidad de convencimiento y reacción para contrarrestar tales extravíos o perversiones.

Nada más lejos de la realidad, el mundo está manga por hombro, nadie puede ni tiene la capacidad suficiente para asumir las riendas para corregir las graves desviaciones o errores. Estamos en manos de mandatarios inútiles, o auténticos sátrapas sin alma, que solo viven y legislan para sus propios beneficios, para protegerse los unos a los otros o exculparse de sus penas y delitos mediante vergonzosas amnistías o recurriendo a agitar los fantasmas del pasado para que nadie se mueva de su silla, no sea que no aparezca en la foto o se quede sin subvención u otro tipo de prebendas.

Esa fiebre maligna que ha invadido e infectado a la mayor parte de los países de Occidente y totalmente embrutecido a países hermanos al otro lado del Atlántico, ha sido la semilla que ha fructificado de tal forma que nadie sea capaz de pensar y menos esperar, que alguien o algo por encima de nuestros países o gobiernos venga a ayudar a poner orden y concierto entre los ciudadanos, los políticos y sus nefastas políticas impuestas.   

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.