Agustín Saavedra Weise
El pasado 23 de marzo tuvo lugar el primer Día del Mar post veredicto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) con sede en La Haya del pasado 1º de octubre 2018. A todo esto, prosigue la incansable retórica oficialista, siempre procurando sacar algún rédito, sin jamás reconocer fallas propias. Lamentable.
El fracaso en La Haya cerró el tercer candado para Bolivia con respecto a una salida soberana al Océano Pacífico. El retorno al mar es casi imposible ahora, por lo menos en el mediano plazo y mientras Evo Morales permanezca en el poder, ya que Chile ha manifestado en reiteradas oportunidades no querer negociar nada con su persona. Además, Santiago reforzará su rígida posición por haber “ganado” el pleito iniciado por Bolivia en abril 2013.
El primer candado de la mediterraneidad boliviana fue el Tratado de 1904; el segundo candado se cerró cuando peruanos y chilenos firmaron el Tratado de Lima y su Protocolo complementario el 3 de junio de 1929. El tercer candado se hizo realidad con el frustrante resultado de la demanda presentada en La Haya. Si se ganaba, Chile estaba obligado a negociar y si se perdía (como sucedió) el país transandino no tenía ninguna obligación. Nunca hubo zona intermedia, salvo el sí o el no. Fue una arriesgada apuesta de suma cero a ‘sí’ o ‘no’. Y el no de la CIJ fue rotundo.
Frente a esta verdadera debacle, se ha retrasado décadas cualquier posible negociación con Chile. Y peor, también se devaluó la valiosa acumulación —reunida a lo largo del tiempo— de los sucesivos ofrecimientos concretos que presentó Chile con miras a solucionar el enclaustramiento. Luego del fallo de la CIJ ya no hay ninguna “obligación”. Y el llamado a conversaciones bilaterales expresado por ese alto tribunal es una simple invocación que no obliga; nada habrá mientras ambas partes no se pongan de acuerdo. Fiasco total. Por tanto, no cabe seguir con esa retórica del “diálogo” que no conduce a ninguna parte, por la sencilla razón de que el mentado diálogo no se producirá.
El equipo boliviano en La Haya hizo un buen trabajo, pero reitero que el objetivo de “ganar todo” tenía la contrapartida de “perder todo”. Pese al riesgo, así se decidió políticamente y el proceso siguió su curso durante más de cinco años.
De todas maneras —más allá de gustos o disgustos, éxitos o fracasos— hay que ser pragmáticos. Urge el uso de puertos chilenos y de la misma manera, lograr que el máximo de lo permitido por el Tratado de 1904 se nos proporcione. Ello, al margen de procurar al mismo tiempo otras alternativas válidas de salida al mar vía la Hidrovía Paraguay-Paraná, la Hidrovía amazónica e Ilo en el Perú. Tomando en cuenta que Bolivia reiteró en varias oportunidades durante el proceso en La Haya que el Tratado de 1904 no estaba en discusión (Chile por su lado lo tenía como escudo protector), habrá que maximizar todo aquello que pueda favorecer a Bolivia tanto en ese documento como en la Convención sobre Tránsito de 1937 y demandar el estricto cumplimiento de ambos acuerdos por parte de La Moneda.
No quedan otros caminos. Se perdió el fallo, pero no es el fin del mundo. Debemos seguir adelante mirando otras perspectivas y alternativas, que sí las hay. Estoy seguro que en el futuro será posible lograr un entendimiento constructivo final entre Chile y Bolivia. Ahora corresponde calmar emociones del momento y saber esperar el tiempo que sea necesario, pero sin perjudicar nuestro comercio exterior ni seguir llorando; nada se gana con lágrimas, se gana con esfuerzo y constancia.
La CIJ hizo una interpretación rígida en su sentencia de octubre 2018, creo que no quiso crear un precedente para que otros países pidan algo similar a lo de Bolivia o sea, “obligación de negociar” sobre la base de compromisos o promesas previas y que, de esa manera, potencialmente se pudiera alterar el orden jurídico mundial. La CIJ ha preferido mantener ese orden tal como está y no innovar, es mi modesta opinión. En definitiva, la esgrimida doctrina de los “derechos expectantes” o “promesas incumplidas que crean obligaciones” no fue aceptada por la CIJ y su sentencia negativa generará jurisprudencia adicional al respecto. Es un camino que ya no se debe recorrer. Punto final.
Bolivia seguirá su vida normal como Estado soberano y tenemos que ir pensando en “desmaritizarnos”, como ya han expresado con sensatez varios especialistas. El continuar auto victimizándose colectivamente cada 23 de marzo no conduce a ningún lugar; crea desde la niñez una patología negativa inserta en el carácter nacional y que urge progresivamente revertir. En paralelo, sí corresponde que procuremos mejores salidas a los mares aprovechando el libre tránsito y las facilidades portuarias concedidas e impulsar en el oriente la plena funcionalidad de Puerto Busch; cabe hacer lo mismo en Ilo, como también darle pleno uso a las zonas francas de Rosario, Villeta y Palmira, actualmente en estado de vergonzoso abandono. Hay mucho por hacer para mejorar la conectividad externa e interna de Bolivia; las tareas tienen que comenzar pronto, por imperativo patrio y por interés nacional. El planeta sigue girando alrededor del sol, para Bolivia solo cabe continuar su vida como país y que los gobernantes de turno se empeñen en mejorar el bienestar general del pueblo. Con mar o sin mar, el rumbo tiene que ser positivo.
Los tres candados son prácticamente imposibles de superar, sobre todo el tercero. La sentencia inapelable de la CIJ eliminó de cuajo el legado histórico de los compromisos chilenos, ahora de poco o ningún valor jurídico internacional. Este último tercer candado realmente resultó ser fatal. Reitero una vez más que el Derecho Internacional Público nunca fue nuestro aliado y así lo manifesté varias veces, décadas atrás, pero sin eco alguno. Las instancias posibles únicamente fueron políticas, no legalistas, el derecho más bien nos aprisiona.
Como la violencia está absolutamente descartada, únicamente le quedan a Bolivia los métodos políticos de solución pacífica de controversias. Y allí cabe el retorno a la vieja diplomacia, tal como lo escribí en el ya lejano 1980. Su tiempo llegará. Mientras, hay que saber esperar, a sabiendas de que nada es eterno en este mundo. Pero mientras esperamos, hagamos, no podemos quedarnos de brazos cruzados lamentando la situación; urge maximizar los puntos posibles de exportación e importación aptos para Bolivia, según región, lugar y productos. El desarrollo y el futuro del país están en juego. Con mar o sin mar hay que marchar con visión positiva.
*Economista y politólogo. Fue Canciller de la República de Bolivia. Miembro del CEID y de la SAEEG, www.agustinsaavedraweise.com
Tomado de El Deber (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia), https://www.eldeber.com.bo/opinion/La-Haya-el-tercer-candado-del-enclaustramiento-20190407-0003.html
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