Iris Speroni*
No dejar de comer carne aunque vengan a degüello.
Falta quebrar, desafiar
Destronar y descalificar
todo aquello que es llamado tradicional y cultural
Connie Isla
Del 19 al 21 de octubre de este año se celebró en Buenos Aires una cumbre de intendentes de ciudades de varios lugares del mundo. Vinieron, entre otros, Ahmed Aboutaleb, alcalde de Rotterdam, Holanda y Sadiq Khan, de Londres, Reino Unido. El gobierno municipal cometió el desaire de agasajar a los invitados con pseudohamburguesas de lentejas.
Los objetivos de la reunión fueron ultra progres. Según el sitio oficial:
Se suma al compromiso asumido primero por Cristina Fernández y luego por Mauricio Macri con el Acuerdo de París.
Hay mucho dinero canalizado no sólo para difundir el hábito de la ingesta vegana sino para combatir – incluso en forma militante – el consumo de carnes rojas en particular y las carnes, huevos, quesos y leche en general.
Quienes se manifiestan abiertamente como partidarios de la “Current Thing” [“lo que se usa ahora”] se garantizan publicidad, exposición, etc.
¿Por qué hay tanto dinero, poder y gente en puestos jerárquicos interesados en que nosotros, los comunes, no comamos carne?
En primer lugar hay intereses comerciales. Las Big Pharma (grandes empresas farmacéuticas) han patentado la producción de carne en laboratorio. Actualmente todavía no es económicamente rentable, pero en el futuro puede serlo. Concentraría la producción y comercialización de carne en pocas manos y dejaría afuera a millones de pastores y vaqueros en todo el mundo. Hoy millones de consumidores se han acostumbrado al gusto de los animales criados a corral a diferencia de los criados a pasto, lo cual facilitaría la transición al consumo de carne de laboratorio. Además, cuando hay hambre, no hay pan duro.
En segundo lugar, hoy gran parte de la producción de vegetales se hace bajo semillas modificadas, esto es: tienen dueño. Hablar de una alimentación en base a únicamente vegetales más los imprescindibles complementos nutricionales (de ahí la necesidad de exóticos como la harina de grillo) implicaría una concentración aún mayor del universo de la elaboración y comercio de alimentos en pocas manos.
La visión economicista se me ocurre limitada. Deja afuera otras variables.
El antropólogo norteamericano Marvin Harris, gran divulgador, ha dedicado toda su vida a estudiar la relación entre nosotros, los humanos, y los alimentos. Lo recomiendo enfáticamente, en particular a toda persona que se relacione con la producción, comercialización o divulgación de temas agropecuarios y/o alimentarios en general. Pueden empezar con “Good to eat” (“Bueno para comer”, Marvin Harris, Editorial Alianza).
“Aunque los alimentos vegetales pueden proporcionar grandes cantidades de proteínas adecuadas para la nutrición si se ingieren en variedad y abundancia, la carne es una fuente más eficiente de nutrientes esenciales que el alimento vegetal, kilo por kilo».
Página 116 de “Nuestra Especie”, Marvin Harris, Ed. Alianza, Madrid, 1998.
La FAO, la suborganización de Naciones Unidas, dedicada a los alimentos y la agricultura, recomienda un consumo mínimo de proteína animal de 9 g diarios, que se duplica para las personas con alta carga física, como un atleta, un albañil, un bailarín, etc.
La carne es el alimento más sofisticado de todos. Tiene la particularidad de proveer cadenas de aminoácidos complejas, las cuales necesitan poca transformación, es decir, poca energía, para convertirse en tejido del cuerpo humano, en particular los músculos. La substitución de la carne por vegetales requiere combinar diferentes cadenas proteicas cuya transformación gasta gran parte de la energía consumida. Por todo esto la ingesta de carne y si es carne roja, mejor, es la forma más fácil y eficiente de convertir alimento en músculo, huesos, etc., y fortalecer nuestro sistema inmunológico.
Hay una segunda particularidad, tratada por numerosos autores, y es que la ingesta de carne provoca una mayor producción de testosterona en los varones. Hay un viejo dicho: “Los pueblos guerreros comen carne”.
Por lo tanto, un motivo detrás de toda esta movida de demonización de las vacas a la que le dedican tanto dinero, tiempo, portadas del New York Times, financian periodistas y militantes, y por la cual las Naciones Unidas emite informes, es provocar que los pueblos no coman carne para que los varones tengan insuficiencias en la producción de testosterona. O dicho de otra forma: que los comunes de este mundo no sean guerreros. Es una jugada audaz.
Este año la Unión Europea sancionó varias leyes que obligan a los granjeros a sacrificar a millones de animales, lo que ha provocado encendidas protestas en Alemania, Holanda y España. Renunció el ministro de Agricultura de Holanda. Aun así no dieron marcha atrás.
A pesar de toda la cháchara alrededor de las pretensiones de bajar la ingesta de carne, la militancia vegana, las leyes antigranjeros de los europeos, las reuniones COP a donde van a pasear Grosso, Camaño y González, o las reuniones de alcaldes por el cambio climático con Larreta, Kahn y Aboutaleb, lo cierto es que el consumo de carne de la humanidad no para de subir.
En lo que va del siglo XXI numerosos países aumentaron el nivel de vida de la población. Cuanto mejor vive una persona, más carne come (“Elemental, Watson!”). Comer carne mejora el sistema inmunológico, entonces uno se enferma menos y vive mejor. El cuerpo que come carne puede practicar deportes, tiene más vitalidad y, como dijimos antes, es más eficiente. Además, la carne es sabrosa. Por eso los humanos siempre hacemos una celebración en las oportunidades en las cuales comemos carne. De la misma forma, no hay celebración, sin carne. “Hoy comamos y bebamos/y cantemos y holguemos/que mañana ayunaremos”, Juan del Encina “Cancionero de Palacio”, 1496.
El aumento de nivel de vida en África, América Hispana, Brasil, Asia, Europa Oriental ha llevado a un mayor aumento en el consumo mundial de carne.
Europa Oriental, que sufría enormes carencias de alimentos, en particular de proteína animal, durante el gobierno soviético, ha mejorado notablemente la alimentación de su población. Rusia pasó de ser importador de alimentos a exportador neto. China es un gran comprador mundial, pero también el mayor productor. África ha pasado a producir soja, pero también mejora sus rodeos de animales.
En el siglo XXI se abrió todo un mundo para la agricultura lejos de las rígidas y obtusas e interesadas reglas de Occidente, representada por extraños seres como Mark Rutte o Emmanuel Macron (Unión Europea), o Jacinda Ardern (NZ) o Joe Biden (EEUU).
Luego de tocar el piso el consumo de carne en 2002, desde entonces nos hemos mantenido arriba de los 100 kilos por habitante por año en las últimas dos décadas (Fuente: BCR). Es el consumo de carne per cápita más alto del mundo después de los EEUU.
Sí se produjo un cambio en la composición de estos casi 110 kg por año per cápita en lo que va del siglo. 50 kg son de carne vacuna, el resto es aviar y cerdo. Esta conversión ya está prevista en el Plan Trienal 1973-1976. El gran desafío a futuro es aumentar la ingesta de pescado y carne ovina y caprina.
Según el cuadro de la BCR, ni bajó tanto el consumo de carne durante el gobierno de Macri (a pesar de la propaganda de la oposición de “volver a comer asado”), ni bajó durante la pandemia o en el horrible año 2021 de Alberto Fernández. Tal vez esto explique por qué la gente está enojada, pero no tanto.
Si me aguantaron hasta acá, les pido un último esfuerzo. Les dejo esta arenga del capitán de la selección nacional de fútbol, Lionel Messi, antes de la final de la Copa América. Presten atención a qué conceptos y palabras utiliza; cuáles son las prioridades: las familias de los protagonistas, Argentina y Dios (*). Comienza en el segundo 26 de la grabación. Está a las antípodas del discurso globalista de Connie Isla.
Ésta es la batalla que tenemos por delante. Las dos posturas las explicitan con claridad Messi e Isla.
Según el cuadro de la BCR, ni bajó tanto el consumo de carne durante el gobierno de Macri (a pesar de la propaganda de la oposición de “volver a comer asado”), ni bajó durante la pandemia o en el horrible año 2021 de Alberto Fernández. Tal vez esto explique por qué la gente está enojada, pero no tanto.
Si me aguantaron hasta acá, les pido un último esfuerzo. Les dejo esta arenga del capitán de la selección nacional de fútbol, Lionel Messi, antes de la final de la Copa América. Presten atención a qué conceptos y palabras utiliza; cuáles son las prioridades: las familias de los protagonistas, Argentina y Dios (*). Comienza en el segundo 26 de la grabación. Está a las antípodas del discurso globalista de Connie Isla.
Ésta es la batalla que tenemos por delante. Las dos posturas las explicitan con claridad Messi e Isla.
Fuerza a redoblar nuestro compromiso a no dejar de comer carne aunque vengan a degüello: es nuestra tradición, pero también la garantía de conservar nuestra salud.
Debemos defender la carne con uñas y dientes. Como hizo la humanidad desde tiempos inmemoriales.
* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).
Nota
(*) Me causó gracia la suposición de que Dios prefiera a los argentinos por sobre los brasileños. ¿Por qué habría de hacerlo por uno u otro? Lo que sí queda claro es que si alguien tiene la convicción de que cuenta con la preferencia divina, no lo para nadie.
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Referencias
BCR – Bolsa de Comercio de Rosario
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Chacra. En el 2021 la producción de carne a nivel mundial alcanzó su mejor desempeño histórico
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Artículo publicado originalmente el 05/11/2022 en Restaurar.org, http://restaurarg.blogspot.com/2022/11/carne-el-alimento-de-los-pueblos-libres.html
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