Roberto Mansilla Blanco*
La Unión Europea se juega su futuro con las elecciones parlamentarias previstas para el próximo 9 de junio. En estos comicios se elegirán 720 diputados para el período 2024-2029, cuyas decisiones tendrán repercusiones para las 450 millones de personas que habitan dentro del espacio comunitario.
No obstante, el clima previo a estos comicios muestra síntomas de violencia política, en gran medida determinados por la dinámica del conflicto ucraniano, la creciente polarización política interna y las consecuencias de la recomposición de las alianzas geopolíticas estratégicas a nivel global, particularmente ante la consolidación del eje euroasiático sino-ruso y la dependencia europea de los imperativos «atlantistas» vía OTAN.
Este clima de violencia política llevó a un inesperado intento de asesinato del presidente de gobierno eslovaco Robert Fico el pasado 15 de mayo. Con anterioridad el presidente serbio Aleksandr Vucic también sufrió una tentativa similar. En el caso del mandatario eslovaco, las autoridades sospechan de un militante de extrema derecha considerado «prorruso», un perfil similar al de su víctima, a quién los mass media vinculan presuntamente con el Kremlin por sus críticas y reticencias a la hora de secundar la ayuda militar y económica para Ucrania. Así, los intentos de asesinato contra Fico y Vucic pueden verificar una pista de «rusofobia» en aumento en Europa.
La pista «rusa» parece redimensionarse hacia otros escenarios, particularmente la guerra en Ucrania. La visita sorpresa a Kiev del secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken fue un «espaldarazo» para su anfitrión Volodymir Zelenski, actualmente en horas bajas. La visita de Blinken da a entender los temores occidentales ante la efectividad de la ofensiva militar rusa hacia la estratégica localidad de Járkov, que ampliaría el control militar del Kremlin en el este y centro ucranianos. Toda vez la superioridad militar rusa contrasta con los problemas de reclutamiento de efectivos que tiene Zelenski. Estas preocupaciones muy probablemente influyeron para que el presidente ucraniano suspendiera a última hora una gira prevista por España y Portugal.
Esto nos lleva directamente a Moscú, el nuevo «imperio del mal» para Europa. Un Vladimir Putin que oficialmente entronizó un nuevo mandato el pasado 6 de mayo también dio un volantazo político estratégico: destituir a su ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, por un civil, Andréi Belousov, un tecnócrata con demostrada eficacia en la gestión económica.
Este inesperado giro político en el Kremlin que afecta al poderoso estamento militar deja varias claves en la mesa: reestructuración de las altas esferas de poder, juegos de equilibrios entre los clanes políticos, posible purga encubierta y redefinición de las prioridades a favor de una ‘economía de guerra’ con capacidad para mantener el esfuerzo bélico a largo plazo. Todo esto afectará no sólo en el frente ucraniano sino también en la cada vez más evidente «guerra silenciosa» entre Rusia y la OTAN. Y, por supuesto, en las decisiones que tome el próximo Parlamento Europeo.
Por otra parte, Putin viajó a Beijing (16-17 de mayo) para reforzar la alianza estratégica con su homólogo chino Xi Jinping. La puesta en escena confirma la solidez del eje euroasiático sino-ruso antes las presiones occidentales. Xi venía de realizar una gira por Europa tras cinco años de ausencia por Francia, Serbia y Hungría, en este último país donde anunció junto a su aliado y anfitrión Viktor Orbán la apertura de una fábrica de coches eléctricos en el país centroeuropeo.
En esa gira europea, Xi consolidó las alianzas euroasiáticas sino-rusas con Serbia (aspirante al ingreso en la UE) y Hungría (miembro de la UE y de la OTAN) toda vez envió un sutil mensaje a Francia sobre los nuevos reacomodos geopolíticos globales.
No salimos del espacio euroasiático. Tras varios días de violentas protestas y represión policial, el Parlamento georgiano aprobó (15 de mayo) una polémica Ley contra Agentes Extranjeros, coloquialmente denominada «Ley rusa» por su similitud con la que impera en Rusia desde 2022. Con esta ley, activistas y ONGs locales que reciban un mínimo de 20% de financiación exterior serán sometidos a una vigilancia extrema y posible expulsión del país caucásico.
La «Ley rusa» condiciona un pulso geopolítico entre Rusia y Occidente por controlar esferas de influencia en el Cáucaso, una región estratégica para la seguridad nacional rusa, ruta de paso de proyectos energéticos desde el mar Caspio y entrada geográfica al volátil y convulso Oriente Próximo.
Como había sucedido con el «Maidán» en Kiev en 2014, altos cargos europeos, en este caso de los gobiernos de Islandia, Estonia y Lituania, viajaron a la capital georgiana Tbilisi para manifestar su apoyo a las protestas populares contra la «Ley rusa» argumentando que aleja a Georgia de sus negociaciones de ingreso en la UE, abiertas oficialmente en diciembre pasado. Si bien la presidenta georgiana Salomé Zubarishvilii vetó la ley, el Parlamento muy probablemente volverá a ratificarla.
Luego está Oriente Próximo. Israel aprovechó una coyuntura relevante (polémica en Eurovisión; Día Nacional y Nakba palestina del 15 de mayo; votación en la ONU para ampliar los derechos palestinos como Estado miembro) para lanzar su ofensiva militar en Rafah, paso previo para una expulsión definitiva de los palestinos de Gaza. Con todo, el gobierno de Benjamín Netanyahu ve afectada su imagen internacional por el genocidio en Gaza, lo cual repercute en un aislamiento diplomático en el que incluso su aliado irrestricto estadounidense comienza a marcar ciertas distancias.
Netanyahu está perdiendo la batalla de la narrativa ante la opinión pública internacional e incluso interna, con fuertes cuestionamientos de los ciudadanos israelíes sobre el costo de una ofensiva militar que no termina de dar completamente sus frutos ni de derrotar a un Hamás, aparentemente más consolidado como movimiento de resistencia palestino.
Por otra parte, el inesperado fallecimiento del presidente iraní Ibrahim Raisi y varios de sus ministros en un accidente aéreo este 19 de mayo implica directas consecuencias en temas relevantes para la seguridad internacional como el futuro del programa nuclear iraní (en el que Europa tiene voz en la negociación con Teherán) y el pulso regional entre Irán e Israel. Todo esto sin desestimar las claves internas en el propio país persa, que pueden anunciar cambios políticos.
Volvemos a Europa. Ante este convulsionado contexto exterior los visos de preocupación y cierta desesperación se notan en los círculos de poder en Bruselas ante el avance de las opciones «euroescépticas», de populismos extremistas críticos con Bruselas e incluso de opciones consideradas como «prorrusas».
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ya habla abiertamente de constituir un frente parlamentario de derechas incluso amparando el blanqueamiento y normalización de apoyos de esos partidos extremistas y «euroescépticos» o «antieuropeístas». Incluso existen expectativas «apocalípticas» para el proyecto europeísta: algunas encuestas advierten que hasta un 25% del próximo Parlamento Europeo estaría dominado por este espectro político extremista y crítico con las élites europeístas.
Por otro lado, la polémica visita a Madrid (17-19 de mayo) del presidente argentino Javier Milei para asistir a un acto de su aliado VOX donde también participaron líderes críticos con Bruselas como Marine Le Pen, Giorgia Meloni y Viktor Orbán también da a entender que esta especie de «frente anti-UE» está surcando incluso los límites atlánticos y quiere tener incidencia en los próximos comicios parlamentarios.
Todas estas variables explican la posible existencia de fuerzas centrípetas dentro de la UE que presionan por cambiar su ethos de espacio de pacificación y de cohesión social hacia una vertiente cada vez más confrontativa y militarista. En medio de este contexto convulso, Europa vive momentos de zozobra y de aparente incapacidad para reconducir una crisis cada vez más estructural.
* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.
Artículo originalmente publicado en idioma gallego en: https://www.novasdoeixoatlantico.com/europa-eleccions-baixo-convulsion-roberto-mansilla-blanco/.
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