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HAITÍ: EL PRESIDENTE JOVENEL MOISE ASESINADO. EJECUTADO EN LA NOCHE DENTRO DE SU CASA.

Marco Crabu*

Esta noche hombres armados ingresaron a la residencia del presidente de la República de Haití, Jovenel Moise, y lo asesinaron brutalmente. Su esposa Martine, que resultó gravemente herida, murió luego de ser hospitalizada por sus heridas. Según se supo a través de los medios de comunicación del país caribeño, un comando armado compuesto por al menos tres personas que, según testimonios se expresaban en español, habrían irrumpido en la casa del presidente en Pèlerin 5 alrededor de la una de la madrugada, involucrándose en una pelea a fuego con la policía y logrando penetrar dentro de la casa de Moise.

Es un momento muy delicado para el pueblo de Haití, fuertemente afectado por la pandemia de Covid-19, pero también por la profunda crisis social y la corrupción galopante que está provocando olas de violencia a las calles, donde bandas rivales compiten por dividirse el territorio.

Uno de los líderes de las bandas que realizan redadas en el país incluso ha lanzado una ofensiva contra las élites económica y política del país, lo que indica una probable escalada de violencia en la pobre nación caribeña. Su nombre es Jimmy Cherizier, alias Barbecue, y es un ex policía al frente de la denominada federación “G9”, integrada por nueve bandas formadas el año pasado que se autodenominaron “una fuerza revolucionaria” para liberar al país del gobierno (y de la oposición) y de toda la burguesía.

Cherizier se describe a sí mismo como un líder de la comunidad que llena el vacío dejado por instituciones débiles. El año pasado Estados Unidos lo puso en la lista de las personas más buscadas del mundo, culpable, entre otras cosas, de haber cometido varias masacres en los últimos años.

Estos grupos armados se han extendido ampliamente debido a la agitación política en el país y a la creciente pobreza que azota la isla caribeña.

Un alto representante del UNICEF en Haití señaló recientemente: “Desde principios de este año, la inseguridad ha aumentado. Pero la capital se enfrenta ahora a una guerra urbana, con miles de niños y mujeres atrapados en el fuego cruzado”.

Los tiroteos que provocaron la muerte de un periodista y activista político, Diego Charles, junto con Antoinette Duclair, hallados muertos en su automóvil en Puerto Príncipe el pasado mes de junio, aún se mantienen vivos. Pero hay al menos cinco víctimas de este tiroteo nocturno en la capital haitiana.

Haití está experimentando una profunda inestabilidad política después de que el presidente Jovenel Moise también decidiera extender su mandato a fines de febrero de 2022, a pesar de que éste ya había expirado en ese mismo mes de febrero, según grupos de oposición.

El referéndum constitucional, previsto para el 27 de junio, fue pospuesto por motivos relacionados con la pandemia del Covid-19 y sin dar ni una fecha posterior para la votación. Esto exacerbó aún más el ánimo tanto de la población como de la oposición, mientras que la violencia callejera se reavivó amargamente.

Pero la crisis continuó también esta semana cuando el presidente Jovenel liquidó por decreto, despertando una ola de críticas, los derechos económicos de los ex ministros que sirvieron a Haití de 1991 a 2017, congelados hasta entonces.

La situación se agravó con la decisión que tomó el lunes el presidente haitiano al anunciar en Twitter que había nominado a Ariel Henry como su nuevo primer ministro, lo que despertó la ira de la oposición. El presidente había confiado al nuevo Primer Ministro la tarea de acabar con el problema de la inseguridad en el país y organizar los trabajos para las elecciones generales y el nuevo referéndum.

Pero evidentemente Jovenel Moise no verá la evolución de estas últimas decisiones y muy probablemente habrá un nuevo intento de estabilización política y social, no sin el eco de nuevas oleadas de violencia en las calles.

 

* Licenciado en Ciencias Sociológicas, Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Bolonia. Especialista en Seguridad, Geopolítica y Defensa.

 

Artículo publicado originalmente el 07/07/2021 en OFCS.Report – Osservatorio – Focus per la Cultura della Sicurezza, Roma, Italia, https://www.ofcs.it/internazionale/haiti-ucciso-il-presidente-jovenel-moise/#gsc.tab=0

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor.

“COVID 19” Y PROBLEMAS DEL CONCEPTO DE VIOLENCIA POLÍTICA

Salam Al Rabadi*

La violencia es uno de los medios utilizados en la política, independientemente de su legitimidad y su ética filosófica, y también lejos de la dialéctica de la teoría social de los contratos o de la naturaleza humana que giran en torno al instinto humano y a la lucha por la supervivencia. Sobre la base de esto, se puede decir que la lógica de la relación entre violencia y política plantea muchos problemas, ya que desde un punto de vista analítico hay una dificultad en la posibilidad de una separación precisa y clara entre la violencia y la política, y sucede debido a los antecedentes culturales e ideológicos por los que una acción o comportamiento puede ser juzgado como caído en la categoría de violencia política o viceversa. Por ejemplo, la violencia política relacionada con la resistencia a la ocupación de acuerdo con cierta cultura puede ser un acto legítimo y legal y, a cambio el mismo acto, puede ser de acuerdo con otra cultura un acto ilegal, que entra dentro de la categoría de prácticas terroristas.

Vale la pena mencionar en este contexto la dificultad de definir y enumerar cuestiones y acciones políticas, económicas, culturales e incluso legales que pueden describirse como violencia política. Por ejemplo, hasta la actualidad no existe un acuerdo mundial sobre una definición amplia y clara de la violencia política relacionada con el terrorismo, y lo mismo se aplica a la definición del delito de agresión emitido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que todavía lleva consigo muchas interpretaciones y diligencias.

En este contexto relacionado con el problema del concepto de violencia política, se pueden plantear muchos interrogantes, que giran en torno a:

  • ¿Cómo clasificar las sanciones económicas impuestas por algunos países o emitidas por el Consejo de Seguridad de la ONU?: ¿Son actos y medios políticos violentos e inhumanos? ¿O son una acción política soberana legítima?
  • ¿Cómo clasificar las políticas mediáticas que fomentan e incitan a la violencia?. ¿Estas políticas entran en la categoría de incitación a la violencia política y apoyo al terrorismo? ¿O estas políticas entran en la categoría de libertad de expresión?
  • ¿Qué tan difícil es clasificar la violencia política en términos de su fuente, ya sea que esté emanando de estados, individuos u organizaciones no gubernamentales, por no hablar de la dificultad de separar cada uno de ellos?
  • ¿Cómo clasificar la corrupción como una de las formas más peligrosas de violencia política basada en conceptos modernos utilizados para abordar la corrupción problemática?
  • ¿Cómo clasificar la violencia relacionada con la seguridad humana integral, como la violencia ambiental, sanitaria, tecnológica y biológica, etcétera?

Según este grupo de interrogantes, parece que es urgente aclarar la idea de que la violencia política no sólo está condicionada a la asociación con la violencia física o la violencia concreta, puede haber violencia económica y cultural más grave e influyente en todos los niveles políticos. Además, lo que complica las cosas a nivel filosófico y realista es que la mayoría de las teorías políticas que basan su análisis en la suposición de que el Estado como institución política (que posee la legitimidad de la violencia dentro y fuera de sus fronteras) es el actor principal en la escena mundial, ha sido categóricamente anulado con la creciente influencia de individuos, ONG, corporaciones transnacionales, etcétera. Además, los criterios de poder en sí han cambiado y ya no se miden sólo por el alcance de la capacidad de utilizar la violencia legítima representada por el poder político, y ya no se limitan a la forma tradicional asociada a la clásica potencia económica o el poder militar convencional.

En consecuencia, y sobre la base del desarrollo en la naturaleza de las cuestiones humanas contemporáneas, se debe trabajar para crear una nueva visión política crítica para todo lo relacionado con los criterios para entender la violencia política en todas sus formas. En este sentido, estamos obligados como resultado de los dilemas éticos asociados con muchas cuestiones (como las cuestiones del cambio climático y el medio ambiente y todo lo relacionado con la revolución biotecnológica y la manipulación de genes, así como las implicaciones de la inteligencia artificial, etc.) a reconsiderar muchos conceptos, especialmente con la presencia de nuevos términos relacionados con la violencia política contemporánea, como la violencia ambiental, violencia tecnológica, violencia biológica, sesgo algorítmico y violencia de salud, etc.

Tal vez una de las pruebas más brillantes de la importancia de encontrar una nueva visión crítica del concepto de violencia política son los acontecimientos acelerados a nivel de la seguridad sanitaria mundial, resultantes de las repercusiones de la propagación de la pandemia de Covid-19, que fueron acompañados por muchas manifestaciones violentas e inusuales en la política global que están relacionadas con cuestiones de salud, como el intercambio de acusaciones sobre las causas de la pandemia o las guerras de máscaras, … etc., que confirman el alcance de los nuevos cambios en el concepto y las normas de violencia política.

A la luz de lo anterior, podemos decir que, a pesar de la existencia de muchas iniciativas que tratan de desarrollar una visión crítica lógica sobre cómo abordar el concepto de violencia política, lamentablemente continúa siendo el tradicional, y se caracteriza por su incapacidad para crear un nuevo marco intelectual capaz de entender los fenómenos y prácticas emergentes, que están relacionados con la filosofía de la violencia política. Además ignora la mayor parte de la problemática y dialéctica antes mencionadas, ya que parece estar todavía centrada en una visión clásica de la era de la modernidad, que ya ha sido superada. Actualmente estamos en la era del Posmodernismo, la Postverdad y el Posthumanismo que ha dejado caer todos los axiomas y postulados, la era de la metodología del escepticismo y la atomización de lo que necesitamos, a pesar de todas las problemáticas controvertidas en esa metodología.



* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España. 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG. 

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