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ALEMANIA: ELECCIONES EN TIEMPOS DECISIVOS

Enric Ravello Barber*

Las trascendentales elecciones legislativas alemanas tuvieron el resultado que venían anunciando las encuestas, incluida la subida de los neo-comunistas woke de Die Linke que en pocas semanas pasó de estar fuera del Bundestag a lograr una significativa representación con el 8,8%, es decir prácticamente doblando sus resultados.

Las elecciones eran de una importancia mayor porque definía en futuro político de la que aún sigue siendo la primera potencia de la UE. Se sabía que los alemanes iban a castigar a la pusilánime gestión del saliente canciller Olaf Scholz de la SPD y que un nuevo gobierno iba a dirigir Alemania durante los próximos 4 años.

Las dos claves de los comicios son: el regreso de la CDU/CSU al poder tras el descalabro social-demócrata y el histórico resultado obtenido por la nacionalista AfD que logra el 20,8% de las papeletas.

Los resultados por partidos

CDU/CSU. Es el claro vencedor de los comicios con el 28,6% (+4,4%), aunque queda ligeramente por debajo del 30% anunciado en varias encuestas.

AfD 20.8% (+10,4%) es el partido que más crece duplicando sus votos de hace cuatro años. Ese gran resultado le convierte en el segundo parrido de Alemania lo que es un hito histórico rompiendo, medio siglo de tendencia en el que la CDU/CSU y el SPD se disputaban alternativamente el primer y el segundo puesto

SPD con su 16,4% es el gran derrotado de las elecciones pierde un 9,3% de votos y se desciende hasta ser el tercer parido de Alemania.

Los Verdes llegan al 11,6% a pesar de bajar un 3.1% logran aguantar el profundo desgaste de su participación en la saliente coalición gubernamental y las posturas belicistas adoptadas por su Annalena Baerbock como ministro de Exterior de Alemania.

Die Linke 8.8% es el «segundo vencedor moral» de los comicios, casi duplican su representación (+3,9%) a pocas semanas de las elecciones las encuestas le daban un pobre 4% lo que hubiera significado convertir en fuerza extra-parlamentaria e iniciar el camino hacia la marginalidad e insignificancia política. El resultado les confirma como una importante referencia para la izquierda, a lo que se une que su competencia en este espectro político BSW queda fuera del Parlamento.

BSW se queda a 3 centésimas de irrumpir por primera vez en la Cámara alemana. Su 4,97% puede ser un punto de inflexión a la baja de esta formación de izquierda crítica con la inmigración, que tendrá que sobrevivir como extra-parlamentaria cuatro años. Su presencia en parlamentos regionales en el este del país es su posible tabla de salvación.

FPD 4.3% es el «segundo perdedor» de las elecciones bajando un 7.1% respeto a 2021 y quedándose fuera del Parlamento. Los liberales pagan muy cara su anodina participación en el saliente gobierno de coalición. Su líder abandona la política y el partido entre en una deriva que podría llevarle a la desaparición de la escena política (1).

Realidades geográficas y sociológicas

Para entender el significado de estas elecciones y especialmente para conocer las constantes sociológicas alemanas, es importante tener en cuenta estos datos.

AfD es el primer partido en el este de Alemania y gana en todo los länder de la antigua RDA con porcentajes de voto realmente altos.

Sajonia 42,*9 (+17.2)

Turingia 38.6% (+14.6)

Sajonia-Anhalt 37.4% (+19.6)

Meclemburgo-Pomerania 35.3% (+17.3)

Brandemburgo 32.5% (+14.4%)

Necesario añadir, que en dos länder occidentales, AfD ha superado la barrera del 20%.

Sarre 21,6% (+11.59

Renania-Palatinado 20.1% (+10.5%)

Resultados que contrastan con los de la ciudad de Berlín en la que Die Linke es la fuerza más votada con un 19.9%y y AfD ocupa solo el quinto lugar con un 15,1%.

En la Alemania occidental el predominio es claramente para la CDU/CSU.

Más que significativa es la comparación del voto de la mujer joven urbana:

Die Linke 34%

Los Verdes 22%

SPD 12%

AfD 9%

CDU 9%

Con el voto del hombre mayor de área rural:

CDU 42%

AfD 18%

SPD 18%

Verdes 8%

Die Linke 3%

Una comparación que habla por sí misma y que debe ser tenida en cuenta por los equipos electorales de AfD.

AfD se consolida sin duda como el primer partido de los trabajadores alemanes logrando un 37% de voto obrero.

En cuando al voto musulmán se ha distribuido de la siguiente forma:

29% Die Linke.

28% SPD

16% BSW

12% CDU

6% AfD

4% Los Verdes.

Sin duda un dato de enorme importancia sociológica ha sido el voto de los jubilados. Su movilización y su masivo apoyo a los partidos tradicionales (CDU/CSU y SPD) ha sido determinante a la hora de impedir que AfD pudiera acercarse al 25% de votos (2), un porcentaje que hubiera cambiado radicalmente el escenario político. Con esa representación AfD hubiera podido bloquear constantemente las iniciativas legislativas del Bundestag.

El 20% de AfD. Musk no da votos.

20,8% es sin duda un resultado espectacular, pero que ha dejado un ligero sabor a poco entre dirigentes y simpatizantes de AfD. 20% era el porcentaje que daban las encuestas hace meses. La llegada de Trump a la Casa Blanca, la intervención «on-line» de Elon Musk en un acto de campaña y una entrevista de Alice Weidel desmarcándose de los más polémicos del partido, se pensó que podría dar un importante impulso electoral a la formación nacionalista. No ha sido así, es más, desde la intervención de Musk en su campaña, AfD bajó unas décimas en intención de voto (3).

La reacción de Trump a los resultados electorales felicitándose por la victoria de un partido conservador (CDU) demuestra el escaso conocimiento de la política alemana y lo poco que le importa su «aliado» del presidente estadounidense (4)

AfD debe cuidar mucho sus relaciones con la nueva administración de Washington. Trump ya ha anunciado la imposición de un 25% de arancel para todos los productos europeos, incluidos los automóviles (5), un duro golpe para el principal sector exportador alemán y el motor económico del país. Si AfD se quiere colocar como la correa de transmisión de quien daña a la economía y a los trabajadores alemanes, las consecuencias electorales son más que previsibles.

Merz, ¿el anti-Merkel?

Los resultados electorales convierten la líder de la CDU/CSU, Friedrich Merz, en el virtual nuevo canciller alemán. Para lograrlo sólo tendrá que reditar una «gran coalición» con el SPD.

Merz representa el ala derechista y conservadora de la CDU. Su regreso al partido y a la primera fila de la política, que había abandonado por discrepancias con Angela Merkel, ha supuesto un giro a la derecha de la CDU en temas claves, incluyendo un cambio en la policía de asilo iniciada por Merkel, que Merz calificó de catastrófica. Muchos comentaristas coinciden en definir a Merz como un anti-Merkel (6).

Sus primeras declaraciones han sido rotundas en el sentido de recuperar la potencia económica, diplomática y militar de Alemania, llegando a plantear la posibilidad de defensa nuclear para Alemania (7). En este sentido se ha pronunciado claramente por una emancipación europea respecto a Estados Unidos, para lo que está organizando una serie de encuentros con otros líderes europeos una vez asuma el cargo (8).

Sin duda un aspecto clave en estas elecciones y en la evolución política de Alemania en los próximos años es la inmigración y su impacto sobre la seguridad ciudadana. Es el argumento principal que ha permitido a AfD situarse como segunda fuerza política, los estrategas electores de las CDU/CSU lo sabían y durante la campaña hicieron declaraciones en el sentido de mayor control de la inmigración. Pronto se han diluidos las promesas de los siempre frágiles democristianos, a los pocos días de los comicios Merz «matizó» ―una forma suave de decirlo― todas sus promesas electorales en esta materia, asegurando que «nadie ―se refiere a él mismo― ha hablado de cerrar fronteras» (9). Este 3 de marzo Alemania sufrió otro atentado indiscriminado relacionado con la inmigración con dos muertos y varios heridos, otra más de una larga lista (10).

Si Merz a la cabeza de la previsible coalición CDU/CSU-SPD no logra actuar con rotundidad sobre la inmigración-inseguridad, su mandato será una continua crisis que podría llevar a AfD a ganar los próximos comicios, siempre que sus posiciones internacionales no se confundan con quienes en los próximos años van a atacar la industria, la economía y la posición geopolítica de Alemania y de Europa.

Tiempos decisivos como decía Spengler.

 

Notas

(1) https://www.lavanguardia.com/internacional/20250224/10415188/lider-liberales-alemanes-abandona-politica.html

(2) https://www.fdesouche.com/2025/03/03/allemagne-le-vote-des-seniors-en-faveur-des-partis-traditionnels-a-ete-determinant-pour-freiner-lascension-de-lafd/

(3) https://x.com/F_Desouche/status/1893806009484718369

(4) https://www.abc.es/internacional/trump-felicita-alemania-nueva-victoria-conservadora-suyo-20250224022904-nt.html

(5) https://www.dw.com/es/trump-anuncia-aranceles-del-25-por-ciento-a-productos-de-la-ue/a-71763764

(6) https://www.lecho.be/economie-politique/europe/elections/friedrich-merz-l-anti-merkel-aux-portes-de-la-chancellerie/10589036.html

(7) https://www.swissinfo.ch/spa/merz-quiere-discutir-la-defensa-nuclear-con-las-potencias-nucleares-europeas/88911116

(8) https://cnnespanol.cnn.com/2025/02/23/mundo/resultados-elecciones-alemania-friedrich-merz-conservadores-ultraderecha-trax

(9) https://www.swissinfo.ch/spa/merz%2C-ganador-de-las-elecciones-alemanas%2C-matiza-su-pol%C3%ADtica-para-restringir-la-migraci%C3%B3n/88945979

(10) https://www.elmundo.es/internacional/2025/03/03/67c5a275e85ece29378b456e.html

* Presidente de la Asociación de Amistad Euro Sudamericana (AAESA), https://aaesa.org/.

 

Artículo publicado el 04/03/2025 en Euro Sinergias, https://euro-sinergias.blogspot.com/2025/03/alemania-elecciones-en-tiempos-decisivos.html.

LA UNILATERALIDAD DESBOCADA

Roberto Mansilla Blanco*

Mucho se ha hablado de que el pacto entre Trump y Putin por Ucrania sepultaba el orden mundial instaurado en la Conferencia de Yalta de 1945 entre los vencedores de la II Guerra Mundial. Germen de la bipolaridad entre EEUU y la URSS, esa conferencia sirvió también para configurar un sistema internacional basado en reglas, en el poder de los consensos y de la institucionalidad y de los organismos internacionales como actores de resolución de conflictos. La ONU fue el resultado de ese sistema diseñado como el reflejo de esas aspiraciones sostenidas en lo que en la teoría de las relaciones internacionales se denomina como el «idealismo».

No obstante, Trump y Putin no inauguran nada nuevo. En tiempos de eso que fue denominado como la globalización neoliberal y el sistema de «posguerra fría», fue la guerra de Kosovo (1999) con la unilateral intervención de la OTAN bombardeando Yugoslavia en tiempos de la presidencia de Bill Clinton en la Casa Blanca el punto de partida de esa unilateralidad que anunciaba el retorno de la realpolitik de los poderosos. Esos pretendidos consensos institucionales comenzaban a erosionarse.

La ilegal e ilegítima guerra de Irak (2003) lanzada por Bush II no hizo sino confirmar esta tendencia. Tanto en Kosovo como en Irak (no así en Afganistán en 2001) se desestimó el recurso de discusión de estos conflictos donde el sistema de reglas así lo establecía: en el Consejo de Seguridad de la ONU.

La intervención de la OTAN en Libia en 2011, si bien inicialmente aprobada por la ONU, aumentó esta tendencia a la unilateralidad de Washington entonces gobernada por Barack Obama. Contó con el apoyo del Consejo de Seguridad para crear una zona de exclusión aérea frente a las costas libias; no obstante la Alianza Atlántica decidió también penetrar en territorio libio. Así, los intereses estadounidenses no tiene color político: dos presidentes demócratas (Clinton y Obama) y otro republicano (Bush) confirmaron esa perspectiva unilateral.

No obstante, la invasión rusa de Ucrania en 2022 abre otro compás: ya no es únicamente EEUU quien aplica esta dinámica unilateral. La mayor potencia nuclear del planeta, Rusia, tiene capacidad para hacerlo, desafiando así esos imperativos hegemónicos de Washington. Por tanto, Trump interpreta que la mejor opción para poner fin al conflicto ucraniano es negociar con el agresor, Putin, cuya capacidad efectiva para alcanzar ese «consenso» es mucho mayor que el de la ONU, una UE fragmentada e inerte y obviamente una Ucrania desangrada y sin capacidad militar para revertir la situación.

Ahora bien, ¿cómo interpretar el surrealista show mediático que generó la bronca entre Trump y Zelenski este 28 de febrero en el Despacho Oval de la Casa Blanca? En un breve instante, Trump mostró su capacidad para desarticular esa orden global de Yalta aún vigente en algunos aspectos. Trump y Putin razonan en términos de negociación entre contrapartes de poder. Ni Zelenski, ni la UE ni mucho menos una ONU ausente e irrelevante aparecen como actores que puedan reconducir la situación.

Por otra parte, es pertinente destacar el excesivo protagonismo del vicepresidente J. D. Vance en la disputa verbal entre Trump y Zelenski. Vance, quien lideró la delegación estadounidense que se reunió en Riad con su homóloga rusa para abordar el fin de la guerra en Ucrania, refuerza su peso político en esta era Trump II, aumentando las expectativas que lo señalan como el futuro baluarte del «trumpismo».

Humillado en vivo y directo en la Casa Blanca, Zelenski llegó a Londres para una cumbre europea donde recibió un apoyo unánime. Esto coloca a Gran Bretaña, tras EEUU el principal poder político y militar dentro de la OTAN, como el posible benefactor de Zelenski ante el desprecio de Trump. Vía apoyo político, asistencia militar e incluso labor de los servicios de inteligencia, Londres ha venido tejiendo una importante presencia en Ucrania en estos tres años de guerra contra Rusia; un aspecto pocas veces abordado en los medios.

Por otra parte, en Kiev se abre la veda electoral. Señalado por Trump como «dictador» por no convocar elecciones presidenciales en 2024 (haciéndose eco de la narrativa putiniana), Zelenski lo tiene aún más complicado en casa. Incapacitado para recuperar el territorio conquistado por Rusia, con escasez de efectivos de combate, el atribulado presidente ucraniano ve cómo sube en la intención de voto el ex general Valéry Zaluzhny, curiosamente embajador ucraniano en Londres. Por cierto, Zaluzhny, muy popular por su capacidad para resistir la invasión rusa, viene de declarar que «la paz no es necesaria». Pero el Kremlin también juega sus cartas (esas mismas que Trump le espetó la Zelenski que no las tiene consigo) en este contexto electoral. Rusia comienza a tentar al ex presidente Petro Poroshenko como «su candidato».

Mientras, la UE se sumerge en las reyertas internas sobre qué hacer con Zelenski y Ucrania. No hay consensos mientras la onda de la ultraderecha también está dividida entre sus apoyos a Kiev y Moscú.

Pero volvamos al inicio. Este panorama de unilateralidad con tintes de agresividad disuasiva abre varias interrogantes: ¿qué sistema internacional se está configurando a partir de ahora, en esta etapa que se podría mencionar como «post-Ucrania»? ¿Un sistema unilateral en manos de superpotencias? ¿Una balanza de poder similar a la europea entre 1880 y 1914, previo a la I Guerra Mundial? ¿Una tríada de poder entre EEUU, China y Rusia? ¿Un atlantismo remodelado por Trump frente a un eurasianismo sino-ruso? El pacto Trump-Putin, ¿alejará a Rusia de China? ¿Se normalizarán las relaciones ruso-occidentales?

Son varias interrogantes que, como otras tantas, ni la UE ni Zelenski parecen cuando menos tener capacidad de interpretar o entender. Y así se lo hizo saber Trump en el esperpéntico rifirrafe del Despacho Oval. Mientras tanto, en el Kremlin, Putin seguramente debe estar regocijándose de este surrealista espectáculo occidental, sabedor de que esas «cartas» que tanto le espetó en la cara Trump a Zelenski porque no las tiene, quien sí las tiene es un Putin con cara de póker vencedor.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

UCRANIA Y EL «NUEVO ORDEN MUNDIAL». UNA RETROSPECTIVA EN ESTE INQUIETANTE 2025

Roberto Mansilla Blanco*

Este artículo lo escribí el 24 de febrero de 2022, horas después de que las tropas rusas invadieran Ucrania. En ese momento advertí de algunas bases de ese «nuevo orden mundial» de la «post-postguerra fría» que anunciaban el retorno del militarismo, de la geopolítica «pura y dura» y de los intereses de poder.

Entonces muchos pensaban que Ucrania sería «el cementerio de Putin» y que Zelenski se encaminaba a ser un «nuevo Churchill». El panorama hoy, en este volátil e inquietante 2025, es radicalmente distinto. Putin parece convertirse en el «mainstream» de la guerra y de la paz en Ucrania con el beneplácito de un Trump que rompe completamente con décadas de enfoque exterior de Washington, particularmente en lo relativo sus relaciones con Rusia.

Muchas cosas han cambiado en vísperas del tercer aniversario de la guerra en Ucrania cuando EEUU y Rusia negocian una paz a espaldas de Europa y de la OTAN. Y, como viene siendo costumbre, China en plan expectante, observando con discreción pero no menos atención cómo se encaminan los acontecimientos, sabedora de que el pulso de la gran geopolítica global se juega en Asia Pacífico, en esa confrontación entre EEUU y China con sus respectivos aliados, y ya no tanto en el Atlántico.

En estos tres años también hemos observado los «eternos retornos» (Mircea Eliade dixit) en la política global. Un Donald Trump de regreso a la Casa Blanca que mezcla las bases del poder imperial de EEUU bajo expectativas de aislamiento táctico en determinados aspectos. Un Benjamín Netanyahu que regresa por enésima vez al poder en Israel con dos guerras (Gaza y Líbano) brevemente paralizadas por sendas treguas que amenazan con saltar por los aires en cualquier momento pero sin perder de vista el proyecto mesiánico del «Gran Israel», por cierto no muy diferente del «Make America Great Again» de Trump. Y si hablamos de retornos, los fascismos barnizados en una imagen «post-fascista», más edulcorada y modernizada, vuelven a crecer políticamente ya no solo en Europa sino también en la ribera transatlántica, saludos fascistas mediante (Elon Musk y Steven Bannon). Este 23 de febrero, la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD), un aliado de Rusia, China y del «trumpismo», consiguió un resultado histórico en las elecciones generales alemanas, convirtiéndose en el principal partido de la oposición a un gobierno conservador que deberá gestionar coaliciones para poder gobernar.

Lo cierto es que, tres años después del comienzo de la guerra ucraniana, la propia Ucrania se sumerge en sus dilemas existenciales sin saber si tendrá capacidad real para superar este envite de negociación entre EEUU y Rusia. Un tema serio cuando el propio Trump llamó la Zelenski «dictador» espetándole incluso que «Ucrania puede algún día volver a ser rusa». Europa vuelve a hacer gala de su irrelevancia en la política de poder global; EEUU y Rusia vuelven a canalizar mecanismos propios de la «guerra fría»; la OTAN, en su momento (2022) revitalizada con la guerra ucraniana tras una inesperada ampliación (Finlandia y Suecia, abandonando su tradicional neutralidad) pero observando cómo Trump erosiona por dentro casi ocho décadas de «atlantismo», y China, el «Reino del Medio», la esperada futura superpotencia que sigue a paso firme, fortaleciendo un eje euroasiático con Rusia e Irán (y con menos intensidad Turquía e India) que tiene dimensión en otros ámbitos (BRICS principalmente) Pero que sabe que la colisión con Occidente será la gran tónica geopolítica para este siglo XXI.

La guerra ucraniana, así como la de Gaza y un Oriente Medio convulsionado, anuncian que el mundo unipolar en manos de EEUU tras la disolución de la URSS se vino abajo dando paso a un concierto internacional mucho más similar al mundo de la primera preguerra mundial, esa balanza de poder entre varios actores que definió la política europea y mundial entre 1880 y 1914. Como comenté en este artículo que reproduzco íntegro a continuación, para reflexión de nuestros lectores, «vuelven la geopolítica y el militarismo, con sus espurios intereses». 

(…)

Galicia, 24 de febrero de 2022

 

Decía el filósofo Slavoj Žižek que en Ucrania «está ocurriendo algo aún más loco: no una guerra fría sino una paz caliente». En perspectiva, estamos observando un «nuevo orden mundial», la reconfiguración geopolítica a nivel global entre las principales potencias, EEUU, Rusia y China. La OTAN y la Unión Europea son meros actores secundarios que gravitan en torno a este embudo geopolítico. Y la ONU, un actor caduco sin capacidad de maniobra.

Existen razones para considerar el potencial geopolítico global trazado por la crisis ucraniana. Durante su intervención en la reciente Conferencia Seguridad de Múnich, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski aseguró que su país es «la puerta de defensa de Europa frente a la amenaza rusa». Cabe destacar que en este mismo foro de Múnich, en 2007, el presidente ruso Vladímir Putin dio un «golpe en la mesa» exigiendo una nueva arquitectura del poder global de carácter multipolar que acabe con la hegemonía estadounidense.

Esos pasos hacia una nueva arquitectura global los fue dando Putin de forma calculada: en 2008 en la breve guerra entre Rusia y Georgia, que dio paso al reconocimiento ruso de las independencias de facto de Abjasia y Osetia del Sur. En 2014 anexionando la península de Crimea, en manos ucranianas desde 1954. Y ahora en 2022 reconociendo la independencia de facto de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, mejor conocidas como el Donbás, y quien sabe si ocupando gran parte del territorio ucraniano hasta el estratégico puerto de Odessa. De este modo, Moscú crea «entidades-tapón» en sus fronteras ex soviéticas como «colchón de seguridad» ante la previsible expansión de la OTAN.

Pero el factor más desequilibrante de esta crisis ucraniana, y que anuncia claramente esta reconfiguración del poder global, es la sintonía estratégica de intereses geopolíticos entre Rusia y China. De Ucrania a Taiwán, el presidente chino Xi Jinping y Putin trazaron líneas rojas de actuación común, apuntando claramente de manera disuasoria contra Washington. La sintonía Xi-Putin inaugura una nueva configuración de poder euroasiática sino-rusa contraria al «atlantismo» vía OTAN manejado por Washington, con sus aliados europeos. Y no es solo en Ucrania donde se juega esta partida sino también en Asia Oriental, con el pacto AUKUS suscrito en septiembre pasado entre EEUU, Gran Bretaña y Australia. El eje Xi-Putin ya denunció también este pacto geopolítico claramente dirigido contra China.

Con todo, la agresión militar rusa vía Donbás hacia un país soberano como Ucrania deja otro aspecto en la mesa: la inoperancia de la ONU como actor de resolución de conflictos y la preponderancia de los intereses geopolíticos por encima del respeto al Derecho Internacional. Esta alteración del equilibrio mundial ya fue inaugurado por la OTAN en la guerra de Kosovo (1999), continuado con su invasión a Libia (2011). Pero este desequilibrio principalmente fue trazado por EEUU en la guerra de Irak (2003), pasando por encima de la ONU, caso contrario de lo ocurrido en la guerra de Afganistán (2001).

¿Pasará factura esta guerra ucraniana a Putin y Biden? ¿Sacará provecho China de esta crisis principalmente trazada entre Moscú y Washington? Son interrogantes pertinentes porque definen también los trazos de la geopolítica global de esta crisis ucraniana. Putin reforzará su posición gracias a la difusión del nacionalismo ruso por encima de las consecuencias económicas que para Rusia tendrán las sanciones internacionales. La crisis ucraniana ya está provocando el consecuente «terror bursátil» con las caídas de las principales Bolsas de Valores y la subida imparable del precio del petróleo (superior a los US$ 100). En este último apartado, Putin sale en ganancia porque la sintonía con China le permitirá acceder a ese gran mercado energético chino. Hay que tomar en cuenta que el giro asiático de Putin hacia China con la finalidad de contener las sanciones occidentales ya comenzó con la anexión rusa de Crimea en 2014.

Por su parte, Biden se muestra en una situación complicada, al igual que Zelenski. Tras el fiasco de la retirada estadounidense de Afganistán el año pasado y el retorno de los talibanes al poder, Biden se ve contrariado en esta crisis ucraniana, sin capacidad de llevar la iniciativa, a diferencia de Putin. Un aspecto inquietante para él en un 2022 electoral en EEUU, donde se prevé el retorno de los republicanos en noviembre próximo con el control del Congreso. Incluso, vuelve a asomar la figura del ex presidente Donald Trump, quien ya públicamente mostró su apoyo a Putin.

Por su parte, Zelenski corre el riesgo de implosionar su gobierno si no logra el apoyo inmediato y urgente de la OTAN ante la agresión militar rusa. Los sectores nacionalistas extremistas ucranianos pueden ahora ocupar un protagonismo mayor, dando así argumentos a Putin para justificar su intervención militar en Ucrania por el hecho de denunciar un posible «genocidio» contra las comunidades ruso parlantes en el Donbás.

Europa se ve igualmente dividida y contrariada en esta crisis, a pesar de la audaz iniciativa diplomática del presidente francés Emmanuel Macron con Putin y Zelenski. Esto coloca el tema de la seguridad europea como una asignatura pendiente para Bruselas pero que, en el contexto actual, más bien terminará por definir la incapacidad europea para dotarse de un marco común de seguridad, supeditado cada vez más al “atlantismo” de la OTAN.

En perspectiva, en Ucrania tenemos las bases de configuración de un nuevo «orden mundial» del mundo de la «posguerra fría inaugurado en 1991, precisamente con la desintegración de la URSS. En ese momento, el presidente George W. Bush presentó ese «nuevo orden mundial» donde el liberalismo político, económico y cultural ganaba la partida con el famoso «fin de la historia» anunciado también por el politólogo Francis Fukuyama.

Pero en 2022, Putin anuncia otro «orden mundial» completamente diferente. Vuelve la geopolítica, con sus espurios intereses político-militares sin los matices ideológicos que observamos durante la «guerra fría» entre EEUU y la URSS (1947-1991). La arquitectura global de la «posguerra fría» definida por el liberalismo estadounidense se ve seriamente contestada y desafiada. Esa perspectiva de cambio en el orden mundial también predomina en Beijing, donde sus élites están avanzando calculadamente en la legitimación de sus intereses para trazar un siglo XXI definido por el «mundo chino» Por tanto, puede que sí estemos ingresando, como bien decía Žižek, en el caótico mundo de la «paz caliente».

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo publicado en lengua gallega en Novas do Eixo Atlántico, https://www.novasdoeixoatlantico.com/ucraina-e-a-nova-orde-mundial-unha-retrospectiva-neste-inquietante-2025-roberto-mansilla-blanco/