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CUANDO UN REY ARMENIO GOBERNÓ EN MADRID

Marcelo Javier de los Reyes*


Escudo de armas del Reino Armenio de Cilicia (1078-1375)

Durante la Baja Edad Media, un grupo de armenios constituido por hombres comunes, nobles, dirigentes y comerciantes, huyó del reino bagrátida de Armenia (880-1045) ante el avance de los turcos selyúcidas —cuyo imperio prosperó entre los años 1028 y 1307 en la región que actualmente ocupan Turkmenistan, Irán, Iraq, Siria, Turquía y El Líbano—, para formar el reino armenio de Cilicia, en la región sudoriental de Turquía. Este reino fue fundado por la dinastía armenia Rubénida o Rupénida, que tomó el nombre de su fundador, Rubén I o Rupén I (1025–1095), quien quizás haya sido miembro de la dinastía Bagratuni, que había gobernado Cilicia tras la caída en 1045 de la ciudad de Ani, ubicada en la provincia de Kars (actual Turquía).

El reino armenio de Cilicia se mantuvo independiente entre 1078 y 1375, fue un aliado de los Estados cruzados creados por los europeos y representó una llama que permitió mantener viva la cultura y el nacionalismo armenios.

Cilicia no era una región nueva para los armenios ya que algunos de ellos vivían en esa región desde el siglo I a.C., desde la época de Tigranes II, rey de Armenia entre 95 – 55 a. C.

Cabe destacar que el rey Tiridates III se cristianizó en 301 y convirtió al cristianismo en la religión oficial del Reino de Armenia, siendo el primer Estado del mundo que adoptó esa religión, dando inicio a la conversión masiva del pueblo.

El reino armenio de Cilicia fue conocido también como Armenia Menor, ya que sus pobladores llegaron de la Armenia del Cáucaso, la Gran Armenia. Los armenios buscaron seguridad en el Mediterráneo, en donde adquirieron cierto poder y se unieron a los cruzados franceses que se dirigieron a Tierra Santa para liberarla de lo que los cristianos consideraban el infiel.

Tres siglos después de su fundación, el reino cayó bajo el control de los mamelucos, quienes procedían de Asia Central y eran mayoritariamente guerreros de origen caucásico que habían llegado a Egipto como esclavos, pero que en 1250 lograron hacerse del poder derrocando a la dinastía, lo que llevó a que Egipto se constituyera como sede de un sultanato en Oriente Próximo. La aristocracia mameluca gobernó el país en nombre del sultán de Constantinopla. En su expansión los mamelucos, islámicos, lograron nuevamente desplazar a los armenios de su reino pero ahora del de Cilicia.

Mapa del siglo XIII del Reino armenio de Cilicia, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22140870

Gobernaba por entonces Levon V de Armenia (1342-1393) —más conocido como León V—, quien fue soberano de ese reino armenio entre los años 1374 y 1393. Era hijo de Juan de Poitiers-Lusignan, de la dinastía franca de los Lusignan, y de Isabel de Armenia, descendiente de  Rupén o Rubén, el fundador de la ya mencionada dinastía de los Rupénidas o Rubénidas. Cuando los mamelucos derrotaron a los armenios, León V se refugió en la fortaleza de Kapan, en donde se rindió ante los mamelucos, quienes lo enviaron a El Cairo en 1375. Permaneció en Egipto siete años en calidad de prisionero. Desde Egipto escribía a los reyes cristianos para solicitarles ayuda para su liberación.

En 1382 el rey Juan I de Castilla, conmovido por la situación del monarca armenio, envió a unos emisarios a pagar el rescate. Juan de Loric llegó a El Cairo con joyas y otras riquezas así como halcones para pagar la liberación de León V.

El rey armenio logró su objetivo y llegado a la península procuró el respaldo de otros monarcas cristianos, para lo cual emprendió viajes por los reinos de Europa. Su intención era organizar una cruzada para liberar su Armenia Menor pero su esfuerzo no resultó como él deseaba.

Su protector, Juan I, había contraído recientemente matrimonio en segundas nupcias con Beatriz de Portugal. El rey de Castilla se compadeció de su par armenio y decidió nombrarlo señor de Madrid, Andújar y Villarreal, la actual Ciudad Real. A ello se sumó una considerable renta pero la realidad es que Madrid se convirtió virtualmente en la capital de Armenia, ya que León V de Armenia pasó a ser León I de Madrid.

Los madrileños no se sintieron muy contentos con ser súbditos de un monarca extranjero, por lo que se fue generando un movimiento entre el pueblo primero y entre los nobles después. Ante estas quejas, Juan I debió firmar una cláusula que dejara en claro que la cesión hecha por el monarca castellano no sería hereditaria, por lo que el título que ostentaba León I debía morir con él.

En este punto cabe señalar que el rey armenio no buscó malquistarse con los habitantes de Madrid, por lo que tomó medidas favorables como la reducción de impuestos y su compromiso de no despedir funcionarios. No obstante, su mira estaba en la recuperación de su reino y de su corona, por lo que se dirigió a Navarra en procura de fondos para su empresa. Ante el fracaso de la gestión, marchó a Francia, en donde no logró convencer a Carlos VI, quien se limitó a cederle el castillo de Saint-Ouen y una renta. A pesar de ello, León I de Madrid seguía con su obsesión de ser nuevamente León V de Armenia y con ese propósito se involucró en la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, para interceder entre los beligerantes con la intención de lograr la paz y llevar ese espíritu bélico hacia la cruzada que le permitiera retornar a su Armenia de Cilicia.

La muerte lo sorprendió en París en 1393 sin lograr su propósito y sus restos yacen en la basílica de Saint Denis, donde yacen los monarcas franceses.

Esta es la historia de cómo Madrid, por unos pocos años, llegó a ser capital de Armenia antes que del reino de España.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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Marcelo Javier de los Reyes

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