Marcos Kowalski*
Propician la instauración del progresismo, la sanción de leyes provenientes de un internacionalismo, que denigran las formas y el fondo de la educación, destruyen los valores del hombre argentino, menosprecian los símbolos patrios.
Desde el momento en que el ser humano dejo evidencias escritas sobre su existencia, unos 4.000 años antes de Cristo, en Sumer, testimonió sus emociones, sus necesidades, su organización y sus costumbres, es decir comenzó a contar la historia, a dejar registro escrito de los valores del comportamiento del hombre en cuanto tal, su vinculación con Dios, su sentido religioso y la influencia telúrica que lo ataba al suelo de sus orígenes y a sus comunidades con sentido de pertenencia, los dos sentidos que mueven la humanidad.
Si analizamos al sujeto humano en forma ontológica, comprobaremos que su esencia no ha cambiado mucho desde sus comienzos históricos hasta hoy. Con los griegos aparecía el pensamiento filosófico, el paso del mito al logo y se establecieron las bases del pensamiento moderno occidental, pero los valores del ser humano, su sentido religioso y su sentido social, como integrante de su comunidad no cambiaron, solamente los filósofos lo trataron de explicar.
Nada hubo, ni hay, nuevo bajo el sol, salvo la vanidad de algunos que, sin conocer la historia humana, o queriendo contrariarla, sin tener en cuenta los sentidos religiosos y de nacionalidad, fueron elaborando hipótesis que ponen al hombre en un centralismo a expensas de la fe en Dios y despreciando su pertenencia al solar patrio. Es la búsqueda de una “humanidad” de ficción, que siempre se les viene escapando por estar despegada de la verdadera esencia humana, la salsa que mueve la vida a través de los tiempos.
El intento vano de desviar la humanidad de la cultura greco-romana-cristiana, toda injerencia en la salsa humana del hombre, nos lleva a padecer imposturas pretenciosas que intentan imponer como normal la contra-natura de minorías que escudados en presuntos nuevos valores “progresistas” pretenden imponerlos con un dogmatismo y una intolerancia absoluta a toda opinión diferente, dedicándose a destruir los valores históricos, el sentido religioso y nacional del ser humano, que se formaron a lo largo de los siglos.
Como ejemplo podemos ver que la discusión sobre los derechos de género de hombres y mujeres se ha convertido en una fantasmagoría total, donde estas acciones llevadas a cabo bajo la bandera del progreso son un error. La idea de que un niño tenga el derecho para determinar su género debería ser considerado como un verdadero crimen de lesa humanidad.
El carácter soberbio, la personalidad desmesuradamente egoísta y ególatra impulsada desde el “Leviatán” de Hobbes, el hedonismo como único motor el hombre, haciendo que bajo la premisa de que la esencia humana es en realidad una “construcción” cultural, quieran estos “pensadores”, llenos de sus imposturas intelectuales, des-construir, es decir destruir, lo que por su mala interpretación de la historia llaman paradigmas culturales.
Es así como vemos que la promoción de ideologías individualistas y materialistas como el liberalismo y el comunismo derivan en la formación de grupos sectarios, que creen, piensan y sienten que cualquier modificación o evolución a su pensamiento único no es posible. Es el fanatismo propio de los que creen ser dueños de la verdad absoluta.
Es el fanatismo lo que hace creer a toda costa algo increíble. No se somete ante lo evidente, sino a lo que escapa a la racionalidad. Por ello, hay personas inteligentes y racionales en diversas facetas de su vida pero que, en cambio, pueden ser fanáticas en otras, en realidad pretendiendo calmar sus ansiedades personales.
Al no tener en cuenta la verdadera esencia humana, al SER que se opone a todo lo que no es y jamás será y lo hace mediante la libertad, que justamente es aquello que mueve, que transforma, que impulsa, que troca la posibilidad en realidad, ese SER que con sus sentidos, religioso y nacional y haciendo uso de su libertad se opone y reacciona frente al pensamiento “progresista”.
Es entonces que el iluminado progresista sufre la tremenda frustración de ver fracasar sus intentos de materializar el “cambio” y el pretendido “hombre nuevo” que se propuso generar, vuelve a ser el viejo hombre de siempre, porque todos los entes son fieles a su esencia y siempre vuelven a sus bases originales, máxime cuando el “progresismo” no resulta natural, haga lo que se pretenda hacer para cambiarlos.
Recordemos que los estudiosos de la psiquis, como Freud, terminaron reconociendo que “el instinto humano es perfecto e inmutable”, que Carl Jung, contrarió en ideas a Freud en cuanto a vincular la “libido” solamente a lo sexual, definió lo que llamo “inconsciente colectivo” como una forma de fuerza vital, como explicación a lo que nosotros damos en llamar sentido Nacional del ser humano.
No se puede entonces propiciar el “cambio” si no una evolución. En los entes, en los SERES, no se puede cambiar su razón para SER; en el humano en particular, se pueden enriquecer sus pensamientos mediante distintos estímulos, pero no cambiarlo. El hombre hoy como siempre se cocina en su propia salsa y no en la que le quieren imponer olvidando su naturaleza.
No todo es objeto de debate o de crítica, como pretende el progresismo, que a partir de la escuela de Frankfurt impulsa la filosofía crítica. Ni existe el multiculturalismo de Heidegger sino deferentes formas de entender la cultura; se pueden discutir ideas, pero el hombre no puede salirse de sí mismo, de su instinto, en definitiva, de su esencia.
La pretensión intelectual del “progresismo” es en realidad una ficción que acompaña a las socialdemocracia, al liberalismo, al neoliberalismo, al movimiento libertario y al neomarxismo, a todas a las ideologías derivadas del materialismo dialéctico y del sentido hedónico, que tiene al egoísmo como motor de las acciones del hombre y desatiende el factor altruista que es el que motiva al ser humano como esencialmente social.
En el caso de Argentina, la influencia de poderosos poderes internacionales que intentan el manejo de una globalización cultural, propician la instauración del progresismo, la sanción de leyes provenientes de un internacionalismo, que denigran las formas y el fondo de la educación, destruyen los valores del hombre argentino, menosprecian los símbolos patrios, para desnacionalizar la comunidad, comprometiendo a la Nación, mediante préstamos impagables que se garantizan con la dependencia.
Todo esto cuenta con la participación concreta de una casta política desprendida de todo apego al patriotismo y complaciente con el internacionalismo, que se presenta en cada elección, con varias opciones de la misma cosa, todas caras de la misma moneda liberal-libertaria-progresista-neo-marxista, opciones que están organizadas como resultante de un juego, que es en realidad, una gran interna de facciosos apátridas.
La Nación Argentina está a merced de una “casta política” apátrida que la pone en un estado total de postración, en lo político y económico, pero sobre todo en lo cultural y espiritual. Apátridas que pretenden hacernos perder la conciencia de nuestra argentinidad, haciéndonos digerir una contracultura mundialista y renegar de nuestra autentica Tradición Nacional y de nuestra historia.
Para poder volver a dimensionar al hombre en su esencia, solo hace falta llevarlo a hacer consiente nuevamente los valores ocultos en su inconsciente colectivo, hacer que descubra nuevamente su sentido Nacional, la historia común con otros compatriotas, en la comprensión que de ello se desprende su presente y futuro para poder llevar adelante sus propios proyectos de vida, la de sus descendientes y su comunidad.
Se deben reconquistar los valores culturales y los símbolos que nos identifican y aúnan como argentinos, rescatar desde el fondo del alma de cada uno y de la mayoría de los ciudadanos, el sentimiento nacional oculto, destituyendo los mitos de imposturas que contra la naturaleza, promueven bajo el pretexto de valores universales destruir nuestra humanidad, nuestra cultura y nuestra Nación.
No nos queda más que reiterar lo que dijimos un sinfín de veces; comprendemos el derrotismo, escepticismo y desesperanza de muchos, pero no lo compartimos, creemos en el sentido Nacional de los argentinos y que hay muchos patriotas dispuestos a servir a la Patria pero involucrémonos en una lucha inquebrantable, inteligente y dirigida con astucia y sabiduría y pidiendo la ayuda de Dios para volver a ser una Nación de compatriotas libres.
* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.
Publicado originalmente en Restaurar el 27/10/2021, http://restaurarg.blogspot.com/2021/10/progresismo-y-salsa-humana.html
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