Isabel Stanganelli*
Como ya se ha mencionado, desde 1984 el abastecimiento de gas desde Moscú fue un pilar en sus relaciones con Europa occidental. Desde Siberia occidental el gasoducto Yamal y sus ramales abastecían a diez países de Europa occidental como Alemania —occidental—, Italia, Francia y Suecia.
La interrelación energética sobrevivió a la Guerra Fría, a la reunificación de Alemania y a la desunión soviética. Pero desde fines del siglo pasado las rutas de gasoductos por Ucrania comenzaron a resultar inseguras para los clientes europeos pues Ucrania solía restar parte del suministro gasífero para suplir la escasez nacional, además de mantener deudas por el combustible con Rusia. Moscú buscó entonces diseñar rutas alternativas evitando a Ucrania.
En 2014, cuando a la difícil relación energética de Rusia con Ucrania se sumó la crisis política que culminó con el derrocamiento de Yanukovich, el inmediato apoyo de Washington al gobierno interino y las sanciones contra Rusia por Crimea cambiaron las condiciones del ingreso de combustible ruso en Europa.
El entonces flamante gasoducto Nord Stream, le hizo creer a Rusia y a muchos países europeos que el intercambio continuaría. Pero la limitación a Gazprom en el aprovisionamiento de gas a través del gasoducto OPAL, ramal del Nord Stream fue la primera señal.
Surgieron otras propuestas como el proyecto Nabucco —gasoducto Turquía-Austria—, comenzado en 2002, sustituido por el mejor respaldado gasoducto Transadriático y South Stream con similar destino pero tan obstaculizado por el Parlamento Europeo que Vladimir Putin terminó cancelándolo personalmente y Turquía se retiró la propuesta en diciembre 2014.
La impresión general en la UE era que bloquear South Stream no tenía sentido ni en términos de seguridad energética, ni económicos ni políticos. Su obstrucción fue una cuestión puramente política. La UE es rotundamente importadora de energía y se espera mayor consumo de gas en las próximas dos décadas. Aceptar todos los gasoductos de importación propuestos tiene más sentido y otorga al comprador mayor poder que tratar de restringir las fuentes de suministro bloqueándolos. Y aunque Europa logre incrementar fuentes alternativas para la provisión de energía, hacia 2030 la demanda de gas ruso permanecería al menos en el 30% de los requerimientos europeos.
Con la suspensión, Gazprom se limitaría a entregar el gas a Turquía. Rusia no ofrece otras opciones.
Sin embargo el 8 de enero de 2020 los presidentes Valdimir Putin y Recep Tayyip Erdogan asistieron en Estambul al lanzamiento del gasoducto TurkStream —comparable a South Stream—, de dos líneas, capaces de entregar más de 30 mil millones de m3 de gas natural anualmente. La primera está destinada al mercado turco, mientras que la segunda irá a Europa. Turkish Stream tendrá una capacidad total de transporte de 63 mil millones de metros3/año. Los progresos en el oleoducto TurkStream han logrado poca atención pero añadirá otra ruta no ucraniana desde Rusia. Y al igual que South Stream, el gasoducto está a punto de plantear un desafío legal a la Unión Europea, (UE), sus normas sobre el Mercado Interior de la Energía (IEM) y la política energética de la UE en términos más generales.
TurkStream sigue dos tercios de la ruta original de South Stream. La principal diferencia entre estos dos proyectos es que TurkStream nunca fue planeado como un proyecto integral dirigido hasta los mercados europeos. En su lugar, Gazprom implementó una nueva política de pasos sucesivos, construyendo un oleoducto al importante mercado turco primero y ganando tiempo para hacer frente a la situación jurídica de la infraestructura adicional.
Aunque en los últimos años TurkStream ha estado recibiendo relativamente menos atención y cobertura mediática que Nord Stream 2, no resultó extraño que finalmente surgieran problemas políticos y legales. TurkStream puede no ser tan grande como Nord Stream 1 y 2, pero es una parte integral de la estrategia más amplia de Gazprom para consolidar su posición como un importante proveedor de energía en Europa y la UE sin depender del tránsito a través de Ucrania.
En el sudeste de Europa Bulgaria volvió a ser un país amortiguador: se enfrentó a cuestiones legales y políticas conexas similares a la de South Stream. Bulgaria está de nuevo entre la UE y Rusia, intentando sumergirse en las reglas del mercado interno de la UE mientras maximiza los beneficios potenciales de ser un país de tránsito. Bulgaria ha estado interesada en convertirse en un centro de gas durante bastante tiempo, y TurkStream es una parte esencial de su plan. El primer ministro búlgaro Boyko Borisov reiteró los planes para el país en 2019, pero los progresos han sido bastante lentos. Además, los planes para convertir Bulgaria en un centro de gas recibieron recientemente un golpe cuando la Comisión Europea le retiró su apoyo.
Pero TurkStream siguió progresando y a principios de 2020 inició el suministro de gas a Bulgaria, Macedonia del Norte y Grecia.
La UE ya ha dejado claro que TurkStream será controlada para verificar que se adhiere a las reglas de la UE. Dado que Serbia y Macedonia del Norte no son miembros de la UE, es probable que la situación allí sea diferente a la de otros Estados a lo largo de la ruta de TurkStream que sí lo son (Bulgaria, Hungría, Grecia). Es probable que Gazprom aplique un enfoque basado en casos, navegando entre las disposiciones del IEM. En cualquier caso, los proyectos actuales de Gazprom están probando el bastión legal de la UE en dos lugares a la vez, en el norte con Nord Stream 2 y en el sur con TurkStream.
La parte general aquí es que la UE debe encontrar el punto que equilibre sus necesidades de importación y sus preocupaciones de política exterior, sobre todo en relación con Rusia. En la actualidad, la UE despliega soluciones ad hoc para solucionar las crisis a medida que se presentan, en lugar de asumir una posición global y transparente basada en un amplio consenso.
Su método actual permite a Gazprom intentar por todos los medios penetrar en el mercado europeo: al no asumir una posición clara y firme, la UE está creando un vacío que Gazprom obviamente buscará llenar.
Esta historia recurrente de los gasoductos con producción rusa nos deja mensajes importantes: Rusia continuará intentando penetrar en el mercado europeo, algo que los países de la UE no desconocen. Los suministros extranjeros siempre plantean un desafío y los suministros de Rusia, como los de cualquier Estado cuando se trata de exportaciones de material estratégico, no son una excepción dadas sus implicaciones geopolíticas. Estos desafíos no desaparecerán con TurkStream.
Por otra parte, la UE deberá en algún momento sustituir sus soluciones ad hoc por normas coherentes para todos sus integrantes. Es comprensible que la UE no tenga una política energética interna común, dada su variedad de mezclas energéticas internas, sus diferentes demandas energéticas -relacionadas con sus climas, con su carga poblacional o con convenios comerciales-.
Y por último se deben tener en cuenta los compromisos adquiridos entre la UE y los EE.UU. así como los existentes entre los integrantes de la OTAN. En ambos casos no promueven la mejor relación con la Federación de Rusia. Esta situación es particularmente crítica en el caso de este ducto pues Turquía siempre fue un participante clave de la Organización atlántica septentrional.
* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.
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