INFORMACIÓN, DESINFORMACIÓN Y EL DESAFÍO DE DISTINGUIR UNA DE OTRA.

Marcelo Javier de los Reyes*

Sólo hay dos fuerzas que pueden iluminar todos los rincones del globo: el sol en los cielos y la Associated Press aquí en la tierra.

Mark Twain (1835 – 1910)

 

Información y agencias de noticias

El mundo de la información está dominado por las agencias de noticias, las que representan un verdadero «oligopolio de la información».

En las últimas décadas hemos asistido del paso del periódico en papel, con una línea editorial propia, a una digitalización de los mismos medios y a una incorporación de los viejos diarios a grandes corporaciones de multimedios vinculados a otros intereses ajenos a un verdadero interés por la información objetiva o, al menos, coherente con una política editorial del periódico. En este sentido, el diario tradicional, el noticiero que informaba con cierta objetividad proporcionándole al lector, al oyente en el caso de la radio y al televidente una noticia que le permitía formar su propia opinión respecto a un determinado hecho o tema, han desaparecido. Hoy el lector, el oyente y el televidente recibe la información «masticada» por «opinólogos» y «periodistas» ―si se los puede llamar así porque en verdad tienen un comportamiento mercenario― empleados por estos multimedias con la intención de «orientar» al ciudadano de a pie en lo que debe pensar.

Ya desde principios de este siglo XXI aparecieron algunos libros que ponían la lupa sobre las agencias de información, sobre la concentración de los medios y cómo a través de ellos se manipulaba a la población.

Ignacio Muro Beneayas, con una interesante trayectoria en lo que hace a la información, escribió el libro Globalización de la información y agencias de noticias. Entre el negocio y el interés general[1], en cuya nota introductoria nos dice que «de las agencias de noticias se sabe muy poco». El autor nos dice que estas agencias son «un pilar fundamental de la información» pero que hasta veinte años antes de la aparición de su libro ―en 2006― era un sector que se mantenía oculto pero que, debido a la denominada «sociedad de la información», se han visto obligadas «a salir de sus espacios reservados para mostrarse y competir, dentro de una función más abierta, como proveedores de contenidos e incluso como medios»[2].

Como señala el autor, es el momento de la globalización en el que las «empresas han pasado de depender de un mercado nacional y protegido a lanzarse a la intemperie de un mercado internacional y desprotegido»[3].

La globalización también desdibujó las fronteras de la información y los ciudadanos «nacionales» comenzaron a convertirse en ciudadanos del mundo marcado por el «pensamiento único» que, a pesar de la resistencia de quienes desean mantener sus principios y valores, no deja de esparcirse urbi et orbi , al menos por el mundo occidental dominado por las usinas de pensamiento de la angloesfera y sus «filiales» ―fundaciones, ONGs, medios, ciertas personalidades, etc.― dispersas por todo el mundo.

El público en general no conoce cómo llega la información a los medios y tampoco que, de acuerdo con intereses particulares, estatales o globales, existe información que sale de las agencias pero que los medios no publican. Efectivamente, si uno tiene acceso a los cables, como en algún momento yo lo he tenido, sabrá que hay informaciones que no llegan al periódico, a la radio o a la televisión. No se publican porque no es conveniente para ciertos intereses o gobiernos.

Las noticias emanadas de las agencias de noticias serán usadas por editores o periodistas que muchas veces parafrasean lo que recibieron de la «mayorista de la información» ―la agencia―, le agregan o modifican algunos párrafos y sale una nueva nota con nombre del autor, más o menos así lo explica el propio Muro Benayas.

Muchas de las grandes agencias de noticias y medios son estatales lo cual también condiciona la información que emiten: Agencia Efe (España), RTVE (España) BBC (Reino Unido), Telam (Argentina), etc., y otros no son estatales pero reciben un fuerte financiamiento de un Estado y entonces es funcional a quien lo sostiene. Prefiero no mencionar a ninguno.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos saturan con información lo que nos lleva a una tarea difícil y a veces improbable que es la de corroborar la veracidad de la información.

Todd Gitlin, en su libro Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas, también contemporáneo del libro mencionado anteriormente, hace referencia a cómo los medios de comunicación nos rodean[4]. Gitlin dice:

Los medios no sólo transmiten información. Una imagen o banda sonora no es sólo un conjunto de signos abstractos que describen, designan o representan realidades que se encuentran en otro lugar. No sólo designan, sino que son. Son presencias envolventes con las que convivimos durante gran parte de nuestra existencia. Mc Luhan se aproximó más a la verdad cuando asignó a uno de sus libros el jocoso título de El medio es el masaje.[5]

Los medios no sólo invaden nuestros hogares sino también todo lo que nos rodea. Entramos a un bar o a una confitería, a un local cualquiera, y por lo general hay algún televisor encendido, aunque quizás sin volumen pero la imagen nos interpela. Ahí estamos en esa transición de homo sapiens al homo videns de Giovanni Sartori. Sin que nos lo propongamos, la imagen «ingresa» en nosotros con su zócalo que detalla de qué se trata la noticia o lo que se está emitiendo.

A través de nuestro teléfono inteligente, smartphone, nos llegan mensajes de Whatsapp, Telegram, Signal, WeChat o de cualquier red social. No desdeñemos Facebook ni Instagram ni X (ex Twitter). La información, los mensajes, nos abruman y se hace difícil saber si lo que nos ha enviado algún contacto es real y, en general, las personas redistribuyen sus mensajes, videos, fotos y memes sin corroborar la veracidad de los mismos. De esa invasión también participan Netflix, Prime Video y otras plataformas de entretenimiento que contribuyen a fortalecer al homo videns  y a limitar nuestra capacidad de análisis, en buena medida por la falta de lecturas largas, de libros y de la pérdida de nuestros momentos de silencio y de introspección. En este punto sugiero la lectura de mi artículo titulado El Arte de Pensar [6] que, al igual que los contenidos de éste, formaron parte del «Taller de Análisis de Inteligencia» que dicté en la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Retomando el tema, pareciera que precisamos de estar permanentemente «aturdidos». Y «aturdido» viene de «tordo», pero no se refiere a la simpática ave sino a otra acepción que nos da el diccionario de la Real Academia Española: tordo2, da. Del lat. torpĭdus. 1. adj. Torpe, tonto. Y «tórpido, da», término derivado de ese otro término en latín, es un adjetivo del ámbito de la medicina que significa «que reacciona con dificultad o torpeza».

Quizás sea apropiado aquí citar a Deepak Chopra: «Sin silencio no puede existir una apreciación real en la vida, la cual es tan delicada como un capullo de rosa cerrado». El silencio nos ayuda a incrementar nuestra percepción.

Claro, la desinformación tiene objetivos

Ante este bombardeo de información debemos estar atentos a la desinformación, la cual abunda más de lo que uno presupone. Las denominadas fake news, falsas noticias, no son más que desinformación. El «exceso» de información sobre un determinado tema a veces también procura desinformar o tapar algún otro tema que se evita que llegue a conocimiento del público.

Los conflictos y las campañas electorales suelen estar invadidas por la desinformación. Los diferentes actores, estados y políticos, acusan a sus contrapartes de utilizar la desinformación. Existen agencias de noticias y ONGs que dicen combatir la desinformación pero también lo hacen desde sus propios puntos de vista, sus sesgos y sus intereses … o responden a quienes financian su existencia. No se olviden de mirar en sus páginas webs, si tienen, quienes les proporcionan sus recursos.

En los conflictos de Ucrania y de Medio Oriente abunda la desinformación desde las diferentes partes enfrentadas.

Guy Durandin, en su libro La información, la desinformación y la realidad, precisa el sentido de la palabra «desinformación». Nos dice que este término viene de la traducción literal del término ruso dezinformatsia y que el periodista Pierre Lorrain, especialista en temas de Ucrania, de la URSS y de Rusia, autor de una biografía de Vladimir Putin, nos recuerda que ese término fue utilizado por los soviéticos desde principios de la década de 1920, es decir, poco después de la revolución bolchevique, para referirse a las campañas de «intoxicación» que, según los soviéticos, tenían su origen en los países capitalistas y tenían por objetivo la URSS[7].

Dezinformatsia fue incluida en el diccionario de la lengua rusa de S. Olegov en 1949, donde se la define como:

La acción de inducir a error mediante el uso de informaciones falsas.

De ahí en más, el término se replica en otros diccionarios y enciclopedias.

Sin embargo, la propaganda es utilizada por todos los gobiernos desde hace mucho tiempo. En 1917, el presidente Woodrow Wilson creó el Comité de Información Pública, un aparato de propaganda para convencer a sus ciudadanos de ir a la I Guerra Mundial, mediante el cual se divulgaban de noticias y publicidad que sería el origen de la moderna propaganda de Estado.

La desinformación tiene como principal objetivo «el control social». Para el homo videns la imagen es primordial y constituye uno de los principales elementos para manipular las emociones de los individuos o de las masas. Por supuesto que detrás de esta manipulación existen equipos de psicólogos, sociólogos, especialistas en marketing, asesores de imagen y otros profesionales capacitados para lograr los objetivos predeterminados. Con buenos recursos económicos se logra no sólo apelar a las emociones de los individuos sino también a «coachear» a un potencial candidato político, es decir, prepararlo para que toque las fibras íntimas de sus potenciales votantes. Y la política ha dado muestras de experimentos exitosos en este sentido.

Las «noticias falsas» sirven para desinforman, para «manchar» a un personaje, por ejemplo a un político, el cual a veces no logrará sacarse de encima la mácula aunque se haya demostrado la falsedad de la información o su inocencia respecto de un determinado hecho del que fue acusado. Del mismo modo sirven para desmotivar y/o cambiar tendencias entre ciertos sectores de la población. Obviamente que la tecnología también ayuda y así la inteligencia artificial hace su contribución en el proceso de manipulación social. Se trata de un procedimiento «eficiente» ―claro está que en función del objetivo propuesto― y en general imperceptible.

¿Cómo identificar noticias falsas?

Igual que el pensamiento vertical, el pensamiento lateral es un modo de usar la mente. Constituye un hábito y una actitud mental.

Edward De Bono (1933 – 2021)

Primero, es relevante comprender que poseer mucha información no implica un adecuado manejo de la misma. Como ha expresado Carl Sagan: «Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también juicio para manejarla». Por tanto, cantidad no es calidad pero el análisis de la información es esencial.

Segundo, es importante ir abandonando el «pensamiento lineal» para desarrollar el «pensamiento lateral». Sin este pensamiento se nos hará difícil comprender la realidad en estos tiempos vertiginosos y de incertidumbre.

Tercero, hay que empezar por dudar de todo. René Descartes lo tenía claro. He aquí algunas pistas:

    • No limitarse a leer los títulos de las noticias. Leer la noticia entera. Confirmar si el contenido es coherente con el título.
    • Confrontar la noticia con otras fuentes. Triangular la información.
    • Escribir el título de la noticia en un buscador.
    • Averiguar la fuente de la información: periodista, autor, medio, fundación, financiamiento del medio o de la ONG, la pauta publicitaria, etc.
    • Verificar los datos, cifras y demás información proporcionados por la noticia o el artículo.
    • Verificar la fecha de publicación. Muchas veces se distribuyen noticias que son viejas.
    • Verificar el contexto de la publicación.
    • Si se trata de una parte de la noticia, de un video o de un audio, corroborar que no haya sido sacada de contexto.
    • Si la recibimos de un contacto, preguntarle de quién la recibió y si verificó la información.
    • Desconfiar de los audios. Muchas veces están «armados» con la intención de confundir o desinformar. Este es un fenómeno que abunda en WhatsApp.
    • Si se trata de una imagen, es recomendable indagar en un buscador para verificar si es real o está sacada de otro contexto o si ha sido adulterada.

No hay que olvidarse lo que oportunamente nos recomendó Abraham Lincoln:

Siempre debe prevalecer la duda, aquella a la que se ha referido Descartes, pero el conocimiento y el ejercicio que un analista lleva a diario con la información también agudiza su intuición, lo que hace que ante una noticia, un mensaje de WhatsApp, un video u otro tipo de mensajes, se le enciendan las luces amarillas y comience a verificar la autenticidad o la veracidad de lo que tiene ante sí.

Esta capacidad desarrollada durante años es lo que a veces provoca en otros una sensación de que su interlocutor ―en este caso me refiero a un analista o a un experto en comunicación― presenta una actitud de desconfianza ante todo e, incluso, que quizás observa conspiraciones por todos lados. Sin embargo, la historia nos apabulla con las conspiraciones … y si no, si leemos a Suetonio, ¿por qué Julio César le habría dicho a Marco Junio Bruto «Καὶ σὺ τέκνον» («¿También tú, Bruto?»). Si lo dijo o no lo dijo sigue siendo un debate entre los historiadores pero lo que sí es seguro es que lo de los idus de marzo (el 15 de marzo del año 44 a.C.) ocurrió y que fue una conspiración.

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019. Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB). Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Ignacio Muro Beneayas. Globalización de la información y agencias de noticias. Entre el negocio y el interés general. Barcelona: Paidós Ibérica, 2006, 228 p.

[2] Ibíd., p. 9.

[3] Ibíd., p. 10.

[4] Todd Gitlin, en su libro Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005, 310 p.

[5] Ibíd., p. 21.

[6] Marcelo Javier de los Reyes. «El Arte de Pensar». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG, 14/12/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/12/14/el-arte-de-pensar/.

[7] Guy Durandin. La información, la desinformación y la realidad. Barcelona: Paidós, 1995, 277 p.

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