Roberto Mansilla Blanco*
somorgado en Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/bandera-portugu%C3%A9s-portugal-cielo-974482/
Deberíamos atender lo que sucede en Portugal, particularmente su situación política. En la vecina España los medios de comunicación la clase política apenas le ofrecen cobertura a la actualidad portuguesa. Sólo parece existir cuándo vienen elecciones, cuando se hablan de eternas infraestructuras que no terminan por materializarse (AVE Vigo-Porto), por mencionar algunos ejemplos. Escasean permanentemente en los medios las noticias y análisis sobre la política portuguesa. Portugal es importante no sólo por la cercanía geográfica a través de una dimensión ibérica pocas veces comprendida.
Portugal viene de realizar elecciones generales, tan apresuradas como sorprendentes. Porque pocos esperaban que un gobierno tan aparentemente sólido y con notables niveles de aceptación como el del socialista António Costa renunciara de forma tan inesperada por un escándalo (favoritismo en concesiones de explotación de litio) que involucraba a su círculo más próximo. Viendo la oleada de escándalos que actualmente pululan en la política española (Koldo-Ábalos; Air Europa y Begoña Sánchez; mascarillas de Ayuso), lo de Costa parece a priori como algo insignificante.
Con todo, el ex primer ministro portugués dio una lección de ética política, una condición que precisamente escasea entre sus contrapartes españolas. Su renuncia valoriza la importancia de una posición institucional, la de jefe de gobierno, por mucho que la consecuente convocatoria electoral diera paso a una compleja situación política, con un gobierno de derechas en manos de Luís Montenegro que muy probablemente deberá gobernar en minoría pero observando un tácito apoyo de su principal opositor socialista. Por mucho que exista un empate técnico entre conservadores y socialistas y a pesar de las complejidades de un panorama político fragmentado, Portugal está dando un ejemplo de conciliación política entre sus dos principales partidos.
Salvo que Montenegro pacte con la ultraderecha de Chega! (escenario hasta ahora poco probable tomando en cuenta sus declaraciones) no existe escenario posible para formar una coalición de partidos que llegue a los 120 diputados necesarios para la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional portuguesa. El equilibrio político está en manos del presidente Marcelo Rebelo de Sousa, un político tan sagaz como comprometido con la democracia y la estabilidad. Las consultas políticas con todos los partidos finalizaron este 20 de marzo, a la espera de qué resultados tangibles puedan ofrecer a la hora de formar un nuevo gobierno.
Se intuye la conformación de un gobierno de derechas en minoría pero con una oposición socialista muy próxima. Un previsible entendimiento tácito que cuenta con una finalidad clara: preservar la estabilidad institucional ante el impresionante avance de la ultraderecha de Chega!, aliado de VOX en España, que pasó de 12 a 48 diputados pero que puede subir otros dos escaños más una vez finalice el recuento de la emigración.
Visto este panorama, en Lisboa conservadores y socialistas sí pudieron comprender mejor que en Madrid la necesidad de aplicar una especie de “cordón sanitario” para frenar el avance de los ultras. Una ecuación que cobra importancia cuando estamos a las puertas de las elecciones parlamentarias europeas de junio, con igualmente previsibles avances de populismos de derechas: AfD en Alemania; Fidesz en Hungría; Agrupación Nacional en Francia; los Demócratas suecos; el Partido de la Libertad en los Países Bajos, la Liga Italiana, el propio Chega! y otros tantos; ahora conformados en una plataforma parlamentaria denominada Identidad y Democracia. No debemos tampoco olvidar las tensiones entre Europa y Rusia, con un Putin reelegido como presidente hasta 2030, y que aumentan la frecuencia de posible confrontación militar.
¿Es ingobernable el Portugal de hoy? No necesariamente. Son nuevos los equilibrios que se abren, llenos de complejidades pero con una convicción clara para el establishment: intentar mantener la estabilidad ante un mar de polarización con ecos trumpistas en marcha en una Europa lastrada por la polarización y la confusión política.
¿Hizo bien Costa en renunciar y dar paso a otras alternativas? Cuando menos su ejemplo de ética política debería ser observado con atención y prudencia en otras latitudes y más en la vecina España. Quizás Pedro Sánchez, Feijóo, Ayuso, Puigdemont y Abascal deberían aprender algo de Costa y de Portugal. Y en Galicia también. Quizás así tenga más vigencia aquel dicho muy popular por estas tierras que reza: “menos mal que nos queda Portugal”.
* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina.
Artículo originalmente publicado en Novas do Eixo Atlántico (en gallego): https://www.novasdoeixoatlantico.com/miremos-a-portugal-roberto-mansilla-blanco/
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