Archivo de la etiqueta: Sociedad

UNA GUERRA DE VEINTE AÑOS POR EL ÁMBITO SOCIAL

François Soulard*

La democracia es el único régimen que cree estar obligado por sus principios a no defenderse de sus enemigos.

Raymond Aron (Introducción a la filosofía política).

 

Un conflicto estructural no nombrado

Es difícil, por no decir imposible, entender las problemáticas profundas de Argentina sin abordar sus dinámicas conflictivas y abordarlas desde una mirada renovada. El país no enfrenta meramente el cuadro general de cualquier integrante del Sur global, teniendo que sortear las distorsiones centro-periferia como lo recordaba Raúl Prebisch, la puja de sus facciones antagonistas internas o las fragilidades heredadas de las democracias parlamentarias tal como lo describiría un observador liberal como Martin Wolf[1]. Si bien todos estos criterios pueden ser válidos, es central focalizarse sobre la conflictividad estructural, susceptible de contener conflictos derivados, pero jerarquizando a toda la sociedad con la particularidad de ser paradojalmente menos detectable desde los marcos generales de percepción y además menos regulable desde las funciones heredadas del sistema político democrático-liberal.

En definitiva, es precisamente por una falta de percepción y de determinación para enfrentar a esta conflictividad que el país transita una situación de multiplicación de conflictos latentes y ramificados, desembocando en lo que varios comentaristas suelen retratar de «decadencia», de «zona gris» o de «Estado fallido».

Una guerra social encubierta, no convencional y no armada

En efecto, la Argentina se encuentra subsumida en un estado de guerra social de larga duración, ni declarada y ni armada, pero animada de fines estratégicos y políticos como lo es cualquier guerra contemporánea. Aplicando las reflexiones polemológicas de Aron y Clausewitz, cabría entonces designar cuáles son las entidades expresando una voluntad de enfrentamiento y cuáles son los medios violentos explícitamente movilizados en el marco del conflicto. Ahí aparece un primer problema con la segunda pregunta porque si bien podemos presenciar episodios puntuales de violencia física, es evidente que no estamos ante una confrontación violenta o una guerra civil armada de alta intensidad, semejante a otras fases bélicas de la historia nacional. No se trata de una guerra convencional, sino de una guerra combinada de otro tipo, de menor intensidad, disimulada en cuanto a sus fines, ejecutada en el ámbito social y político mediante otro tipo de fisionomía y medios.

Principales actores estratégicos

La primera pregunta enunciada en el párrafo anterior es más solventable. La dialéctica de voluntades ofensivas que estructura a Argentina pone en presencia a tres actores principales: las formaciones neomarxistas, con niveles de coordinación a nivel regional, procedentes de la tradición castro-revolucionaria y reconfiguradas después de cuatro fases previas de evolución como lo recalca Pablo Anzaldi[2]; el nacionalismo estadounidense, con su imperium continental (doctrina Monroe) y global, expresado en dos vertientes (capitalismo globalista pos-crecimiento y nacional-capitalismo liberal conservador); el nacionalismo inglés, aliado al anterior y fuente del conflicto militar en la Guerra del Atlántico Sur y de la disputa de las islas Malvinas.

Otros actores, como Venezuela, Israel, Irán o China, completan este panorama. Del mismo modo, convendría mencionar a otros actores locales, como por ejemplo las familias partidarias tradicionales de Argentina (justicialismo, republicanismo liberal, socialismo, etc.) o los sectores productivos estructurados. Sin dejar de tenerlos en cuenta, los consideraremos en este análisis en un plano más segundario.

Etapa previa: lucha armada, guerra del Atlántico Sur y political warfare posterior

La lucha armada, iniciada a partir del año 1959 con el respaldo del bloque soviético, abrió el camino para la represión militar en toda la región, avalada por Washington. En 1983, agotada la violencia tanto en los grupos civiles armados como en el régimen militar, el gobierno de Ricardo Alfonsín sentó las bases de una dependencia judicial y cognitiva decisiva para trasladar el conflicto anterior a otro escenario. Asumió la propuesta, diseñada desde la inteligencia británica y traída localmente por el jurista argentino Carlos Nino, de judicializar, en el marco del derecho civil, la pacificación posterior al enfrentamiento armado. Este proceso creó un frente de disputa interna y dio viabilidad a una ofensiva judicial y cognitiva apuntando el debilitamiento de dos núcleos del Estado nacional: la justicia y las fuerzas armadas.

Londres y Washington, doble artífices de una guerra insidiosa

Londres fue el primer artífice de esta modalidad de guerra (conceptualizada en 1948 por el norteamericano George Kennan), pero cuyos fundamentos están presentes en varias culturas estratégicas. Supo entender que la fase posterior a la victoria militar en el Atlántico Sur trasladaba nuevos antagonismos al tablero sociopolítico, con el riesgo potencial de que se reconstruya un nacionalismo argentino. Incentivó el prototipo de una guerra por el ámbito social (political warfare en inglés), basada en un conjunto de acciones combinadas e implementadas esta vez en tiempo de paz: difusión de conocimiento en universidades, presencia en los medios de comunicación, «entrismo cultural», activismo judicial, sostén de formaciones políticas colusivas (campo marxista-leninista), apoyos financieros a organizaciones locales (el Centro de Estudios Legales y Sociales en particular). Sus metas fueron debilitar la unidad estratégica del Estado nacional y modelar el entorno cultural y perceptivo de la sociedad, siempre de manera furtiva a fin de no despertar respuestas defensivas.

En paralelo, otro modelaje ofensivo se fue reforzando desde los Estados Unidos en los años 1990, a través de la generación de dependencia económica y de la jerarquización del conocimiento en materia de economía, ciencias de gestión, geopolítica y polemología. En 1993 el secretario de Estado Christopher Warren sellaba una política de seguridad económica elevada como prioridad de política exterior que Carla Hills, delegada al comercio (me parece mejor “representante comercial”) de 1989 a 1993, resumía con la siguiente fórmula: «abriremos los mercados extranjeros con una barra de acero cuando sea necesario, pero con un apretón de manos siempre cuando sea posible». El alcance de este modelaje, aplicado al interior de la OTAN y en otras latitudes, es de no divulgar las herramientas conceptuales para librar estas modalidades furtivas de guerra y de focalizar la atención en otras.

Conquista del poder e ingeniería social dual

En Argentina, el año 2003 marca el punto de retorno y llegada al poder de las formaciones afiliadas a la base neomarxista latinoamericana. Los coletazos político-económicos de fines de los años 1990 fueron aprovechados para facilitar su ascensión, de modo democrático o pseudo-arbitrario. Luiz Lula da Silva y Hugo Chávez llegan por las urnas en Brasil (2002) y Venezuela (1998), el segundo habiendo ensayado un golpe de Estado (1992). Evo Morales en Bolivia y Eduardo Duhalde en Argentina llegan luego de procesos de enfrentamiento territorial que terminan desbordando a los gobiernos establecidos (renuncia de Fernando De la Rúa en Argentina, renuncia de Carlos Sánchez de Lozada y Carlos Mesa en Bolivia como consecuencia de la Guerra del gas).

De entrada, el gobierno de Néstor Kirchner pone en marcha una ingeniería social dual (negativa y positiva), apuntando a conquistar la confianza de una parte de la sociedad a costa de la activación de conflictos triangulados y la designación de enemigos internos. Los movimientos sociales, los sectores sindicales, los partidos de izquierda y de centro-izquierda, junto con las masas informales son aliados y se ven movilizados en un proceso de rearticulación transversal. Una vez estabilizado, el poder ejecutivo anula rápidamente la Ley de obediencia debida y reabre el juicio a las cúpulas militares en continuidad con la etapa previa mencionada. Los derechos humanos son elevados al rango de secretaria de Estado y sirven de escudo informacional para atacar a poderes constituidos (medios de comunicación, justicia, fuerzas armadas, inteligencia, empresariado industrial). En el plano económico, la demanda global en commodities abrió un ciclo de prosperidad fiscal hasta el año 2010.

En el campo psicosocial, cada línea de tensión o cada adversario designado viene acoplado con un grado de desautorización que apunta a instalar un margen de rechazo en la sociedad («los militares son genocidas», «Clarín miente», «la derecha es reaccionaria»). Los medios de comunicación opositores o el campo liberal-republicano abonan a la misma lógica inversa, activando así una suerte de triángulo de Karpman (círculo vicioso de persecución, victimización, salvación), participando de una mayor polarización e histerización de la sociedad. En 2008 la Resolución 125, que cuestiona a la renta agraria, constituye uno de los conflictos más agudos obligando al sector agroindustrial a definir su límite mediante un conjunto de medidas de fuerza.

Subversión y guerra informacional

En el telón de fondo, el cuestionamiento epocal de la visión positiva del desarrollo heredada de las revoluciones industriales y de la falsa pacificación asociada a la globalización, abona al diseño de una política de relativismo y de revisionismo. Bajo el paraguas del progresismo, varios puntos débiles del liberalismo son atacados (desigualdades, crecimiento por derrame, concentración de riqueza, etc.) para legitimar un «Estado presente» a la par de los derechos sociales. En la realidad profunda, este manejo de las percepciones no impide la práctica de un capitalismo tradicional y su subversión con el propósito de captar poder y recursos. Es un hecho que la mayoría de las experiencias progresistas a nivel regional demuestran un nivel inusual de predación de recursos y de maniobras concentradoras de poder.

Los derechos humanos, al igual que el indigenismo o el ecologismo, están instrumentalizados como un factor cultural e identitario de segmentación y de complejización de la sociedad, coincidiendo ahí con la vertiente globalista del nacionalismo norteamericano. Ya practicadas en otros contextos (África del Sur, Europa del Este, Medio Oriente), estas estrategias buscan cultivar un mayor grado de entropía social favorable a la desarticulación del tejido nacional. En este punto precisamente se cristaliza una colusión de objetivos entre los sistemas de influencia anglosajona y el proyecto neomarxista latinoamericano.

En el terreno del conocimiento, la veintena de universidades creadas en el conurbano bonaerense (por citar un ejemplo) extienden la búsqueda de acomodar una matriz de conocimiento compatible con la cosmovisión de estos proyectos. Es acompañado por un entrismo en las estructuras académicas existentes. A partir de 2009 se buscó desconcentrar a los grandes medios de comunicación (Ley de servicios de comunicación audiovisual) encarnados por el grupo Clarín. Fue resistida en la justicia por medidas cautelares (demandadas por el mismo grupo Clarín) y finalmente modificada en 2016 por el gobierno de Mauricio Macri.

De forma general, la arquitectura de guerra informacional desplegada abona a mantener un cerco cognitivo en la sociedad y al interior de los grupos sociopolíticos afines. Es necesario limitar los elementos de unidad nacional o distanciarse del mito liberal fundacional frustrado de haber sido una «gran nación argentina». La realidad es sistemáticamente abordada con percepciones alteradas o desviadas y, según los casos, envueltos en ofensivas informacionales de fuerte intensidad (expropiación de REPSOL-YPF, caso Alberto Nisman, causa Correo, endeudamiento con el FMI, Santiago Maldonado, ARA San Juan). El triple registro de la victimización, combinado con el de coaccionar y de rescate (formalizado por Stephen Karpman), han potenciado los alcances de la ingeniería social.

Escasez de voluntad y de ideología

Frente a esta iniciativa de demolición endógena de la sociedad argentina, ha sido notable la escasez de ideologías, de voluntad y de métodos de parte de sus contrincantes. No es propio a Argentina, sino a cualquier régimen político dejando de ser inquieto y atento a descifrar la gramática ofensiva del siglo XXI. En este sentido, el campo neomarxista ha tenido un mayor espesor estratégico en el campo subversivo e informacional. No es una casualidad que la acción judicial sobre los hechos de corrupción haya constituido el movimiento más contraofensivo para frenar estos proyectos. En Brasil, la mega-investigación judicial Lava Jato logró rebatir varias cartas políticas con el apoyo remoto del ala del nacionalismo estadounidense quien, de paso, no dudó en hacerse de las grietas vacantes para posicionar sus peones en la economía brasileña.

Hoy, una multitud de países incentivan este tipo de guerra subterránea en el tejido interno de sus adversarios, entre ellos los Estados Unidos, Reino Unido, Irán, Israel, Rusia, Alemania y China. Si el año 2023 aparece como un año de despertar en Argentina, esta matriz conflictiva seguirá su curso. Es imperativo radiografiarla con mayor precisión, armarse mentalmente y dotar la democracia de nuevas herramientas compatibles con su vocación liberal y abierta.

* Nacido en Francia, es ensayista y coordinador de la plataforma internacional de comunicación Dunia. Titular de una maestría en Ciencias de la Tierra en Francia. Se dedicó a la planificación territorial en el norte de Francia hasta el año 2003, para luego ser observador-partícipe de las dinámicas sociopolíticas en varios continentes. En 2012 fundó la plataforma Dunia en pos de brindar servicios de comunicación digital e investigar el rol estratégico de la información. Ha sido partícipe de distintos movimientos sociales en la región, en Argentina, Bolivia, Chile y Perú. Es autor de «Una nueva era de guerra informacional en América Latina»; coautor del «Diccionario del poder mundial» (2015) y «Democracia digital» (2020). Tradujo al español y al inglés algunas obras del geoestratega Gérard Chaliand («Por qué Occidente pierde la guerra, Terrorismo y política, Atlas estratégico»). Desde 2020 colabora con la Escuela de Guerra Económica en Francia.

Miembro de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales, SAEEG.

 

Referencias

[1] The Crisis of Democratic Capitalism (2023). Penguin Random House.

[2] Diez tesis sobre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Disponible en ieeba.org.

©2023-saeeg®

LEONOR DE AQUITANIA

Iris Speroni*

Los plebeyos exigimos cosas mínimas como una moneda estable, para ahorrar y para hacer cuentas.

 

Leonor de Aquitania (1122-1204), mujer bella, culta, riquísima, con una fuerte personalidad, independiente, corajuda e inteligente, fue duquesa de Aquitania y Guyena por derecho hereditario. Se casó con el rey de Francia, con quien tuvo dos hijas. Los esposos participaron de la Segunda Cruzada. Luego se divorciaron (no pregunten).

Poco después Leonor se casó con el heredero al trono de Inglaterra, diez años más joven que ella y muy buen mozo. Por un tiempo vivieron un romance apasionado y tuvieron ocho hijos, cinco varones y tres niñas.

Uno de los varoncitos fue Ricardo Corazón de León. De adulto resultó ser un hombre muy culto, de buen porte (1,96 m de alto), gran contextura, entre rubio y pelirrojo, como su madre, y de ojos claros. Gran y valiente guerrero.

Ricardito decidió él también ir a su propia cruzada, como lo hizo su mamá. Le fue muy bien, excepto por la vuelta. Los vientos desviaron su buque, el cual encalló en Corfú. Eligieron volver a pie vía Europa Central. Fue secuestrado por el duque de Austria (a pesar de una regla papal que daba paso franco a todos los cruzados en la Cristiandad) y luego vendido al emperador de Alemania, quien pidió rescate a doña Leonor.

 

El sistema impositivo medieval era de abajo hacia arriba y lleno de distintos impuestos. Desordenado y caótico. Los recaudadores se hallaban a la base de la producción y una parte se lo quedaban y el resto se lo subían al estrato superior.

El rey le pedía sumas fijas (y servicios en especie) a los condes y duques, éstos a su vez a los marqueses y barones y de ahí a los señores menores, que se lo exigían a los arrendatarios y éstos a sus siervos. Y el dinero subía de vuelta toda la escalerita.

La Edad Media se vio en conflictos impositivos permanentes con revueltas periódicas que eran sofocadas, a veces con negociaciones, otras a degüello. A los diezmos y tributos sobre la producción se sumaban otras gabelas como peajes, permisos para las ferias comerciales y arrendamientos varios.

La gran diferencia de los normandos (como Leonor) es que eran muy buenos recaudando impuestos. Desde un punto de vista administrativo, eran superiores a todos sus contemporáneos de la Cristiandad.

 

El monto del rescate fue monumental, de 100.000 marcos, equivalente a cinco veces las rentas anuales de Inglaterra. Leonor se puso la campaña recaudatoria al hombro y exprimió hasta las piedras. Puso impuestos gravosísimos a todos sus súbditos y se llevó todo el oro y plata de las iglesias. Finalmente logró juntar el dinero necesario (cuyo precio final aumentó en ese lapso) y rescató a su hijo. Con sus 72 años y rodeada de su séquito, cabalgó a su encuentro.

Existen numerosas biografías de Leonor de Aquitania, una mujer excepcional. Recomiendo la de Jean Flori, para el que le entusiasmen estas cosas.

Impuestos y monedas

Toda persona, naturalmente, intenta pagar la menor cantidad de impuestos posible. Lo hace únicamente por miedo a represalias, ya fueran, en su momento, del señor feudal u hoy de la AFIP, Rentas o algún juez tributario.

Los kirchneristas, entre ellos la actual vicepresidente, se quejan en público, de que la población busca “el dólar” y que deben encontrar formas de forzar a que la población use el peso.

Pertenecen a la escuela de economía política de la facultad de ciencias económicas de la UBA, replicada en todo el país; es el pensamiento dominante de la UCR capital, la que ha tenido el BCRA bajo su dominio desde 1983 hasta hoy, excepto un pequeño interregno bajo Carlos Menem.

Cuando las personas huyen del peso, en realidad, eluden pagar el impuesto inflacionario.

Cuando las autoridades, con caras serias, pasean por los canales de TV y con aire solemne enumeran las bondades del uso del peso y maldicen el gusto popular por el dólar; en realidad lo que quieren es que no huyamos del impuesto inflacionario.

La vicepresidente, en numerosas oportunidades, se lamentó de tener que lidiar con una economía bimonetaria y todos los sufrimientos que a ella, como gobernante, le acarrea la tozudez de la población, que no se deja robar o trata de limitar el daño.

El cepo cambiario es un mecanismo que defiende al mercado de dólares a mitad de precio del ingreso de la plebe y que quede circunscripto únicamente a los elegidos. Esto crea una sociedad muy injusta, donde una parte (muy pequeña) de la población, accede a un botín de U$D 88.446 millones anuales los cuales compra a mitad de precio, y otros que deben pagar el precio pleno. Asimismo, esos dólares a mitad de precio son arrebatados por el gobierno a otros conciudadanos, quienes se ven expoliados de su riqueza y capital.

A lo que se suma el multimillonario impuesto inflacionario y las infinitas trabas que impone el gobierno para impedir que las personas se protejan del mismo.

Este gigante expolio del pueblo argentino por parte de sus autoridades-interventores, en el que son cómplices por igual los partidos gobernantes (FdT/UP-UCR/JxC), alternadamente por comisión u omisión, según el momento, es lo que ha cristalizado la pobreza, la caída del nivel de vida de la población en todos los estratos sociales, la falta de inversión y la desesperanza.

Tanto el dinero del que se apropian mediante la compra de divisas a mitad de precio, como el del impuesto inflacionario, cuyo destino es pagar los intereses de Leliqs (U$D 150 millones diarios) es repartido entre pocos: 1) los gobernantes, porque nadie trabaja gratis, y 2) los mal llamados “amigos” que son básicamente sus patrocinadores y cómplices.

La consecuencia para la población es la ausencia de crédito, de inversión, de trabajo, sueldos miserables y la imposibilidad de efectuar inversiones familiares, como el techo propio.

El statu quo es, hoy por hoy, un negocio demasiado grande como para perderlo. Toda negativa a ser expoliados es y será castigada.

La rebelión de los plebeyos

Nosotros, los de a pie, somos quienes no tenemos acceso a dólares a mitad de precio, ni vivimos de cobrar impuesto inflacionario y sufrimos por la falta de inversión, crédito y trabajo en nuestro país.

Cada tanto los plebeyos nos rechiflamos y queremos la destrucción de las herramientas de nuestros tormentos; llámese la eliminación de la inflación, la eliminación de las distorsiones en el mercado cambiario (vulgarmente denominado “cepo”) y exigimos cosas mínimas como una moneda estable, para ahorrar y para hacer cuentas (unidad de cuenta), la existencia de crédito con tasas de interés razonable. Una estabilidad mínima para poder darle de comer a la familia y soñar un futuro.

Hasta eso nos niegan. Y lo hacen porque el botín es demasiado grande para abandonarlo.

No lo harán pacíficamente. Si fueran inteligentes, bajarían sus pretensiones y comerían y dejarían comer; pero ese tren ―el de la razonabilidad― ya pasó hace mucho tiempo. Ahora están en medio de una orgía desenfrenada, que sólo finalizará como sucede en La Caída de los Dioses, de Luchino Visconti.

Por lo tanto lo único que nos queda es echarlos y poner en orden un poco la casa.

Lo que hay que hacer

Necesitamos una unidad de cuenta, para firmar contratos, para contabilizar inventarios y liquidar impuestos, para valorizar salarios y cuentas a pagar y cobrar. Por suerte tenemos muchas opciones:

    1. Dolarizar. Esto es nominar en dólares los precios de las cosas.
    2. Libre intercambio de divisas entre privados, cada uno a su gusto (esto último está previsto en Código Civil).
    3. Adoptar o el peso oro o el peso fuerte como unidad de cuenta y para nominar contratos (no para cancelar las transacciones). Puedo firmar un contrato de alquiler en peso oro/fuerte; no necesito cláusula de actualización, se paga según el valor del peso oro/fuerte al día de cancelación. Es útil para cualquier cuenta a cobrar, ya sea mercadería entregada a un supermercado o para los tamberos para el litro de leche entregada a la usina. Es particularmente recomendable para la liquidación impositiva (presentar DDJJ en moneda fuerte).

Les cuento la que más me gusta: un mix de las últimas dos: contratos en pesos fuertes u oro y publicación diaria de valuación del mismo, tanto para contratos entre privados como para la liquidación (no el pago) de impuestos. Dejar como monedas de cancelación: el peso actual que convivirán con un conjunto de monedas (todas las monedas del Mercosur, yuanes, yenes, dólar, euro). Las deudas se cancelan en divisa o en pesos actuales, según la cotización del día. Libre comercio de divisas sin intervención del BCRA. Los bancos podrán tener cajas de ahorro en diferentes monedas. No se podrán emitir cheques en divisa, ni los bancos podrán prestar dinero en divisa excepto el capital propio (para evitar otra crisis del 2001; que pierdan de la suya). El Estado Nacional y los estados provinciales y municipales sólo podrán cancelar sus obligaciones en pesos actuales y cobrarán los impuestos (excepto los aduaneros) en pesos.

En cuanto a las Leliqs, hay que terminarlas para que nunca más se pague un interés por letras del BCRA. Con eso deberíamos terminar con uno de los enormes negocios de los amigos del poder.

Degollados estos dos grandes males que sufrimos los plebeyos, podremos empezar a respirar. Sólo nos quedarían: terminar con la deuda externa, acumular oro en el Tesoro y pertrechar a las Fuerzas Armadas.

En cuanto a nosotros, estamos cansados de pagar el rescate de Ricardo Corazón de León todos los santos años, sin que el príncipe aparezca nunca. Para mí que le mexicanearon el rescate a doña Leonor.

Queremos que nos queden unos pesos en el bolsillo, para ahorrar, construir el rancho, mandar los chicos a la escuela, comer asado cuando vamos a ver el TC, comprar un fitito o un Renault 4, e irnos una semana a Santa Teresita. Esto es: la felicidad.

Y recuerden, todos las decisiones deben pasar por dos filtros: la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria.

 

Varios temas ya los traté antes. Les paso los artículos, por si no los han leído y les despierta curiosidad.

 

¿Cómo es el tema de las LELIQs?

LA otra IFE

http://restaurarg.blogspot.com/2021/01/la-otra-ife.html

¿Cómo es eso del impuesto inflacionario? ¿Cómo me cobran un impuesto con la inflación?

Seis latitas de atún

http://restaurarg.blogspot.com/2022/04/seis-latitas-de-atun.html

¿Cómo es eso de que compran dólares a mitad de precio? ¿Quién pone la diferencia? ¿Quién se lo queda? ¿Cuánto nos perjudica?

El tamaño del botín

http://restaurarg.blogspot.com/2021/02/el-tamano-del-botin.html 

2022: el año que no estuvimos en peligro

http://restaurarg.blogspot.com/2023/02/2022-el-ano-que-no-estuvimos-en-peligro.html

¿Qué son el peso oro y el peso fuerte?

Unidad de cuenta

http://restaurarg.blogspot.com/2022/05/unidad-de-cuenta.html

 

Lecturas recomendadas

Todas las de @intialpert sobre los intereses de las Leliqs.

Les paso las últimas:

Un alarde de mala praxis

http://restaurarg.blogspot.com/2023/08/un-alarde-de-mala-praxis-monetaria.html

Los pesos crecen, crecen y crecen

http://restaurarg.blogspot.com/2023/08/los-pesos-crecen-crecen-y-crecen.html

Pesos al borde del naufragio

http://restaurarg.blogspot.com/2023/08/pesos-al-borde-del-naufragio.html

 

Artículo publicado el 02/09/2023 por Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2023/09/leonor-de-aquitania.html.

A RUSIA LE CUESTA ABANDONAR LOS VIEJOS VICIOS

Alberto Hutschenreuter*

La recientemente fallecida Hélène Carrère d’Encausse, una de las mejores especialistas de Occidente en Rusia y la Unión Soviética, entre sus muchas obras tiene una que se titula «El mal ruso». Allí, la experta francesa de ascendencia georgiana, plantea que la historia de Rusia podía ser explicada desde la violencia política; una práctica aplicada desde arriba hacia abajo, pero también violencia desde abajo hacia arriba, sobre todo desde el surgimiento de movimientos insurgentes en la segunda mitad del siglo XIX.

Por su parte, Alain Besançon, otro gran experto francés en ese país, consideraba que la Unión Soviética podía ser explicada desde los ciclos conocidos como «comunismo de guerra» y «nueva economía política». Mientras que en el primero el Estado avanzaba violentamente sobre la sociedad para imponer el modelo marxista leninista y eliminar toda oposición, en el segundo, para evitar la misma desaparición de la sociedad y que la economía tuviera más rendimiento, el Estado replegaba su poder, permitiendo que se revitalizara la sociedad y la producción.

Luego, el régimen regresaba al comunismo de guerra y, si era necesario, como lo fue cuando Alemania invadió la URSS, permitía otra vez que la sociedad y los soldados sintieran menos opresión. Durante la guerra de exterminio con Alemania, la nueva economía política fue acompañada de la evocación de gestas militares gloriosas y héroes del pasado ruso.

El punto es que los interesantes planteos de los dos especialistas sirven para explicar Rusia y la URSS hasta la muerte de Stalin, en 1953. Pues desde entonces el totalitarismo dejó de ser la condición política en el país, continuando el autoritarismo como rasgo del poder. Es decir, con Stalin se fue esa forma política-económica-social-cultural que solo admitía la ideología imperante. Cualquier manifestación mínima de disidencia podía significar la muerte o el Gulag, que era casi como una muerte en vida, tal como lo describe la obra mayor de Alexander Solzhenitsyn, un testigo directo, o un reciente trabajo de la historiadora Anne Applebaum.

Por supuesto que con los «sucesores de Stalin» todas las características del régimen, muy bien analizadas por Zbigniew Brzezinski y Samuel Huntington en un texto clásico de los años sesenta, continuaron, pero no con la brutalidad de antes, es decir, el terror en todas partes. Incluso se permitió la publicación de libros que nunca antes se habrían permitido. Tras la muerte del dictador, la URSS entró en un largo ciclo de nueva economía política, hasta que el país-continente se desplomó, la Guerra Fría terminó, el mundo ingresó en el régimen de la globalización y la «nueva Rusia» experimentó una era de desorden interno y debilidad externa casi sin precedentes.

En ese contexto, hacia el final de la década del noventa, Vladimir Putin, un hombre del extendido segmento del servicio secreto, fue designado primer ministro y luego fue elegido presidente. Con él, Rusia se ordenó hacia dentro y, por tanto, logró elevarse estratégicamente hacia fuera.

Pero Rusia mantuvo algunas «constantes». Por caso, siguió siendo un gran poder, aunque no un actor preeminente cabal, es decir un poder con proyección en todos los segmentos de poder. A pesar de su poder nuclear, su asiento permanente en el Consejo de Seguridad y su ascendiente geopolítico en el «vecindario inmediato» (las ex repúblicas), Rusia continuaba siendo una potencia con base «GPM» (gas, petróleo y minerales). Algunos, irónicamente decían que Rusia se apoyaba en una «economía Kalashnikof», esto es, barata, irrompible y con baja tecnología. Como otrora la URSS, su Estado continuador postergaba la modernización.

Hay otras constantes, por ejemplo, el celo geopolítico frente a situaciones que impliquen poderes tradicionalmente marítimos que se acercan a sus fronteras y amenacen su condición de poder terrestre. Por ello, Rusia siempre reaccionará desde lo que considera «medidas contraofensivas de defensa».

Además de estas constantes, Rusia también mantuvo algunos «vicios» zaro-soviéticos en relación con el ejercicio y mantención del poder. Es verdad que ya no es un régimen de partido único, aunque sí de partido hegemónico. Y si bien en un principio el régimen mostró una relativa tolerancia con opositores, durante la última década el régimen se volvió más cerrado frente a la sociedad y más duro con la oposición. En este contexto, ocurrieron asesinatos selectivos, quedando siempre el régimen y el mismo presidente en el abanico de conjeturas sobre la responsabilidad. Las recientes muertes del número uno y el número dos de la milicia Wagner han sido otro caso más en los que las sospechas se dirigieron rápidamente al mandatario.

Ello no quiere decir que acaso Rusia se vuelva a explicar desde la violencia, pero sí tal vez debamos preguntarnos si el régimen político ruso no se está dirigiendo hacia formas que podrían provocar una gran disrupción en el país. Porque en la Rusia de hoy, el centralismo y verticalidad del régimen podrán mantenerse, pero muy difícilmente un líder alcance el poder totalitario que tuvieron Stalin o Pedro el Grande.

* Alberto Hutschenreuter es miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

Artículo publicado el 25/08/2023 en Abordajes, http://abordajes.blogspot.com/.