Editorial de El Deber*
El mosaico político-ideológico latinoamericano —en esta época de convulsiones de diversa índole y origen— ha mutado varias veces y puede seguir cambiando aún.
Son nutridos los análisis al respecto, así que tampoco seremos muy originales, pero sí cabe afirmar que en líneas generales hubo un debilitamiento de las llamadas “líneas populistas”, al principio demagógicamente autoproclamadas “progresistas”, aunque con los años han caído en dramáticas regresiones. Los casos aún vigentes son los de Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela. Ambos son duramente criticados por la comunidad internacional, pero hasta el momento siguen manteniéndose, con el apoyo de aparatos represivos policiales y militares.
En materia de giros hacia corrientes no izquierdistas cabe citar en el reciente pasado los casos de Mauricio Macri en Argentina y de Jair Bolsonaro en Brasil. El primero acaba de concluir su mandato: entregó el bastón presidencial al peronista Alberto Fernández, retomando así la República Argentina el giro hacia la izquierda populista tras un solo periodo de centrismo moderado, afectado éste por una fuerte inflación y crisis sociales.
En la vecina orilla rioplatense (Uruguay) se acaba de dar otro giro: esta vez hacia el centro, luego de haber perdido su dominio de 14 años el izquierdista Frente Amplio. Anteriormente, Colombia, Perú y Ecuador ya habían girado hacia posiciones moderadas.
El caso más espectacular y controvertido ha sido el boliviano. Tras el escándalo de un indesmentible fraude electoral, el indignado pueblo boliviano salió espontáneamente a las calles y con un pacifismo verdaderamente admirable logró sacudirse tras 21 días de paro el yugo de casi 14 años de la tiranía pseudo constitucional de Evo Morales.
El presidente cocalero optó por renunciar y abandonar el país dejándolo librado a su propia suerte, no sin antes instigar a la violencia; ahora lo sigue haciendo desde el exterior.
Aun así, primó la institucionalidad, se prosiguió con lo señalado constitucionalmente en materia de prelación ante la acefalía presidencial y de ahí el Gobierno legal y legítimo que hoy preside Jeanine Añez. En ningún momento hubo golpe de Estado, pero algunos lo tildan de esa manera, por ignorancia o sesgo ideológico. La realidad nos señala más bien el feliz retorno de la institucionalidad democrática boliviana luego de casi tres lustros.
El mapa se completa con el giro de México. Desde enero 2019 impera allí la izquierda de López Obrador. El presidente mexicano trató de posicionarse como caudillo regional del “progresismo de izquierda” pero no ha logrado hacerlo. Y no solo contribuyó en contra de las ambiciones de “AMLO” el breve y controvertido exilio de Evo Morales.
La propia limitación azteca por su relación fronteriza con la superpotencia estadunidense, sumando las lógicas prioridades e inhibiciones de esa relación, han hecho que lo ambicionado por AMLO no prospere, no tiene la fuerza para ello.
Así llegamos al mapa actual, que cada lector puede diseñar y rediseñar a su antojo. Probables cambios se avizoran, ya veremos. El péndulo seguirá girando. Lo importante es que el pluralismo democrático persista y que las pocas dictaduras remanentes pronto sean apenas un triste recuerdo.
* Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://www.eldeber.com.bo/159719_el-mapa-ideologico-de-america-latina >.
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