Marcelo Javier de los Reyes*
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Información y desinformación
El término “información” tiene numerosas acepciones, por lo que se puede afirmar que se trata de un término polisémico.
Proviene del latín, informatio, -ōnis significa “concepto”, “explicación de una palabra”.
El diccionario de la Real Academia Española nos da varias acepciones, entre las que pueden destacarse:
En las últimas décadas, el gran aumento de la población mundial y la progresiva interacción entre individuos e instituciones de diferentes regiones del mundo, dio paso a un incremento colosal en las capacidades del ser humano para transmitir y procesar información. En este sentido, cabe mencionar el poder que la información ha desarrollado a partir de la aparición de Internet, a lo que se debe añadir el otorgado por las redes sociales. Frente a ello encontramos que nuestra capacidad de manejar la información es limitada.
Oportunamente se percibió que este incremento de información tenía consecuencias negativas, lo que se resumió en un fenómeno que recibió el nombre de “infoxicación”, un concepto derivado de la unión de los términos “información” e “intoxicación”. Ese exceso de información nos lleva a la “desinformación”, dada la incapacidad de procesarla. Cabe aclarar que en este último tiempo se habla mucho de las fake news, que en realidad no son más que otro tipo de desinformación.
Nuestro mundo actual está dominado por la “información” y por la “velocidad”, las cuales suelen cruzarse provocándonos un ritmo de vida vertiginoso y, además, nos genera angustia. Hacia la década de los ’80 el teórico francés Paul Virilio (1932-2018) —autor de los libros El arte del motor (1996) y La velocidad de liberación (1997)— puso la mira en el avance tecnológico, en la velocidad y, específicamente, en los efectos negativos y de las tecnologías.
La información es tan crucial para nuestro conocimiento así como para avanzar, de manera adecuada, en el proceso de toma de decisiones. Por tal motivo, debemos tener precaución respecto del exceso de información en esta era dominada por la imagen, el sonido, lo mediático y las redes sociales. Esta problemática fue abordada por el sociólogo Todd Gitlin, en 2002, en su libro Media Unlimited: How the Torrent of Images and Sounds Overwhelms Our Lives, publicado en castellano por la editorial Paidós con el título Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas (2005). Gitlin repara en que “el individuo puede transportar su propia corriente mediática a cualquier parte, cada vez con menores restricciones”. Efectivamente, señala que “las imágenes y los sonidos fabricados llegaban a casa, pero era preciso estar en casa para recibirlos”. La evolución tecnológica favoreció la portabilidad y la miniaturización de dispositivos y ha permitido que podamos llevar las imágenes y los sonidos con nosotros a cualquier parte que vayamos[1]. Un claro ejemplo de ello es el teléfono móvil que quiebra nuestra privacidad y, en muchas ocasiones, nuestra armonía espiritual.
Esta revolución de la información, esta sociedad de las tecnologías de la información, amerita un abordaje desde la filosofía, como lo ha hecho el italiano Luciano Floridi, uno de los máximos referentes a nivel mundial de la infoética, campo que indaga las cuestiones éticas resultantes del desarrollo y de la aplicación de las tecnologías informáticas.
Del mismo modo, debemos recordar a Giovani Sartori quien decía que “el homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su capacidad de abstracción”[2]. Ya a fines de la década del ’90 del siglo pasado, Sartori nos alertaba que estábamos “en plena y rapidísima revolución multimedia” —Internet, computadoras personales, ciberespacio—, la cual “se caracteriza por un común denominador: tele-ver, y, como consecuencia, nuestro video-vivir”[3]. La tesis de Sartori era
que el vídeo está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen. Todo acaba siendo visualizado. Pero ¿qué sucede con lo no visualizable (que es la mayor parte)? Así, mientras nos preocupamos de quién controla los medios de comunicación, no nos percatamos de que es el instrumento en sí mismo y por sí mismo lo que se nos ha escapado de las manos.[4]
A su juicio, “el acto de tele-ver está cambiando la naturaleza del hombre” y convirtiéndolo en el “video-niño”, quien se informa viendo. Este cambio tiene un costo para la sociedad, lo cual también fue tempranamente advertido por Sartori:
Pero por el contrario, es también seguro que frente a estos progresos hay una regresión fundamental: el empobrecimiento de la capacidad de entender.[5]
Sartori agrega que “informar es proporcionar noticias” pero hace la distinción de que información no es conocimiento, no es saber en el significado heurístico del término”[6]. Del mismo modo, hace una distinción entre subinformación y desinformación, entendiendo por la primera “una información totalmente insuficiente que empobrece demasiado la noticia que da, o bien el hecho de no informar, la pura y simple eliminación de nueve de cada diez noticias existentes”. Por desinformación entiende “una distorsión de la información: dar noticias falseadas que inducen a engaño al que las escucha”[7]. No obstante, hace la salvedad de que no alude a que la manipulación que distorsiona una noticia sea deliberada.
Es relevante lo que destaca Sartori al afirmar que “al perder la capacidad de abstracción perdemos también la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso”[8].
De este modo, la video-política —ampliamente examinada por él— incide en la opinión pública, en los resultados electorales y en el modo de gobernar.
Sartori cita a Nicholas Negroponte, quien en su libro Being digital[9], explica:
El futuro será nada más y nada menos que industria electrónica. Se dispondrá de una inmensa memoria que producirá un inmenso poder […]. Se mire como se mire, será el poder del ordenador.[10]
A ello Sartori agrega un dato sumamente importante y es que se trata de “máquinas utilizadas por personas de carne y hueso”, así como que el Gran Hermano no será en singular y que la “tecnopoli digital” será utilizada “por una raza patrona de pequeñísimas élites, de tecno-cerebros altamente dotados, que desembocará en una ‘tecnocracia convertida en totalitaria’ que plasma todo y a todos a su imagen y semejanza”[11].
Al parecer ese momento ha llegado pero vale retrotraernos en el tiempo para comprender cuándo y cómo se inicia ese camino que nos llevará a lo que se denomina Inteligencia Artificial.
Hacia otro concepto de la “información”
Podría considerarse que el matemático, filósofo y criptógrafo Alan Turing fue el pionero en Inteligencia Artificial, ya que en 1936 publicó su “Sobre números calculables” (On Computable Numbers, with an Application to the Entscheidungsproblem)[12], un artículo en el que introdujo una máquina abstracta —que se conoce como Máquina de Turing— y en el que establece las bases de lo que se constituiría en la teoría matemática de la computación. Se lo considera uno de los padres de la informática moderna.
Alan Turing
Durante el período de entreguerras se profundizó el desarrollo del cifrado y del descifrado de los mensajes, lo que dio origen a la máquina Enigma de Alemania y a la máquina japonesa que los estadounidenses denominaron Purpple, el “Código Púrpura”.
Mientras que el descifrado de la máquina Enigma se atribuye a la labor de tres criptógrafos polacos, Marian Rejewski, Henryk Zygalkski y Jerzy Rozycki —abocados a esa tarea desde 1928 y para lo cual utilizaron cuatro estaciones de escucha en Varsovia, Starogard, Poznam y Krzeslawice—, por su parte los británicos crearon una instalación militar en Bletchley Park con el mismo objetivo y bajo la dirección de Alan Turing.
En Blechtley Park, Turing se convirtió en un consultor para varias secciones y una de ellas tuvo a su cargo el descifrado de los mensajes emitidos con la máquina Lorenz, “que los alemanes tenían reservada para comunicaciones de más alto nivel”[13].
En 1942, quien fuera profesor de Turing en los fundamentos de las matemáticas, Max Newman, fue asignado a este proyecto, denominado Fish (“Pez”). Crearon la famosa máquina Colossus, que fue concluida en un año, “pionera en el uso intensivo de dispositivos electrónicos, mucho más precisos y rápidos que los componentes electro-mecánicos”[14]. La base del procedimiento de búsqueda de la máquina Colossus empleó la teoría estadística desarrollada por Turing para combinar información[15].
Los británicos contaban con una gran ventaja por sus éxitos en Bletchley Park pero carecían de recursos. Como lo demuestran documentos de la Agencia de Seguridad Nacional, la NSA, desclasificados en 2010, durante la Segunda Guerra Mundial los británicos buscaron que los estadounidenses se sumaran tanto en el intercambio de información como en el desarrollo tecnológico militar.
A los efectos de fomentar un clima de mayor confianza, los británicos consideraron apropiado un encuentro con los técnicos y colegas matemáticos estadounidenses. Para ese propósito, Turing viajó a Estados Unidos a finales de 1942, en cuya oportunidad visitó la empresa National Cash Register Company, NCR, (en Dayton, Ohio) que albergaba al U.S. Naval Computing Machine Laboratory donde se construían los dispositivos electromecánicos para descifrar los mensajes alemanes codificados con máquinas Enigma —conocidos como Bombe— para la marina estadounidense. El acuerdo tenía la intención de “permitir que Turing pudiese aprender y comprender el método de encriptación vocal que se estaba empleando con éxito en las comunicaciones telefónicas entre Roosevelt y Churchill y debía conocer el sistema SIGSALY”[16], un equipo de encriptación vocal que permitió la comunicación radiotelefónica directa entre el alto mando estadounidense y el británico a través del Atlántico norte y entre los almirantes y los generales en las operaciones del Pacífico sur[17].
Turing llegó a Nueva York el 12 de noviembre de 1942. Visitó la nueva sede de los laboratorios Bell, inaugurada el año anterior en Murray Hill, y en la ciudad de Dayton la fábrica NCR (National Cash Register).
En los laboratorios Bell tomó contacto con el sistema SIGSALY, lo que le permitió acceder “a los conceptos básicos de electrónica” y ver cómo se puede manipular numéricamente la voz y cómo recuperar finalmente su forma original[18]. En esa ocasión se encontró con Claude Elwood Shannon, quien trabajaba en los departamentos de criptografía de Bell, creador de la Teoría de la Información, con el que tuvo “la oportunidad de hablar e intercambiar experiencias sobre los conceptos de entropía y la teoría de pesos de evidencia de Turing, entre los que había grandes similitudes. También hablaron de resolución de juegos y sobre la construcción de máquinas inteligentes, aspecto en el que Claude Shannon también tenía un gran interés”[19].
Claude Shannon
Ahora bien, cuando Claude Shannon se refiere a la información, la aborda con una interpretación diferente a la que nosotros le otorgamos en general, la cual se limita a las noticias, a aquello que nos proporciona datos organizados acerca de algún suceso, hecho o fenómeno, que en su contexto adquiere para nosotros un determinado significado, tanto para incrementar nuestro conocimiento como para tomar decisiones o reducir la incertidumbre.
Para Shannon, la información constituye una unidad cuantificable que no tiene relación con el contenido del mensaje, sino que su significado reside en convertir determinada información o datos en números o algún tipo de dato en forma de cantidad. No se trata entonces del mensaje sino de la “cantidad”.
Este es el punto de partida para dos temas que en la actualidad están dando mucho que hablar:
La Inteligencia Artificial
Tanto el espionaje global como la manipulación que se puede llevar a cabo mediante la Inteligencia Artificial nos abren la posibilidad de establecer un debate ético pero en lo que hace al segundo punto, debe alertarnos sobre el peligro que significa para nuestra sociedad. En este punto cabe recordar el caso de la consultora política Cambridge Analytica, que trabajó en la campaña a favor del “Vote Leave” que derivó en el Brexit y en la campaña electoral de Donald Trump en 2016. Los servicios de la compañía fueron contratados en campañas electorales en la República Checa, India, Italia, Kenia, Nigeria, Rumania e incluso en las elecciones celebradas en 2015 en Argentina —por el partido del ex presidente Mauricio Macri—, entre otros países.
Cambridge Analytica se había especializado en la recopilación y en el análisis de datos que serían utilizados en campañas publicitarias y políticas. En combinación con información obtenida de Facebook, la consultora británica afirmó que tenía 5.000 puntos de datos en casi todos los votantes en Estados Unidos. Con ese cúmulo de información podía crear perfiles psicográficos de los usuarios y sus contactos, es decir que con ellos podía clasificarlos según sus actitudes, aspiraciones y otros criterios psicológicos con el objetivo de encontrar rasgos comunes en grupos para efectuar una segmentación sobre la base de algunos de sus aspectos psicológicos. Luego se centró en los llamados “persuables” —los “persuasibles”—, es decir, en aquellas personas que aún no se habían decidido sobre un candidato, a los cuales bombardeaba con mensajes personalizados a los efectos de influir en su decisión.
El caso Cambridge Analytica llevó a que la Federal Trade Commission (FTC) —Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos—, en marzo de 2018, abriera una investigación luego de que se revelara que Facebook había vemdido a Cambridge Analytica los datos de los usuarios recolectados mediante un test de personalidad. La red social fue acusada de haber compartido de manera inapropiada los datos de 87 millones de usuarios con Cambridge Analytica. Tras más de un año de investigaciones, la FTC le aplicó una multa de US$ 5.000 millones a Facebook por malas prácticas en el manejo de la seguridad de los datos de los usuarios, ya que fueron vendidos sin su consentimiento y sin su conocimiento.
En China se ha desarrollado un método de vigilancia masiva que, mediante un sistema de inteligencia artificial, procesa toda la información que ven sus cámaras.
En 2018 los medios han dado difusión a ese procedimiento que se está poniendo en práctica en algunos ayuntamientos de China, cuyo gobierno desea que esté plenamente implementado en 2020. Se trata de un sistema de “crédito social” que establece un sistema de puntaje ciudadano basado en la confiabilidad.
Mediante este sistema, el gobierno de Beijing aspira a clasificar, premiar y castigar a sus ciudadanos según un sistema de puntos.
El “crédito social” se basa en una clasificación por puntos que establece “la autoridad china” —el régimen comunista— y que le permitirá determinar si un ciudadano es bueno o malo. Si un individuo adquiere demasiados vídeojuegos o fuma donde no está permitido es penalizado con puntos negativos y lo mismo le ocurriría si conduce mal o utiliza las redes sociales realizando comentarios que podrían ser considerados indebidos por parte del gobierno. A eso puede añadirse el hecho de que tenga multas de tránsito o no cumpla con sus compromisos crediticios, es decir, no abonar la cuota de un crédito. Esto llevaría a que un ciudadano no reciba una buena calificación, lo que derivaría en que no pueda conseguir una vacante en la escuela para su hijo, adquirir un pasaje de tren o de avión, podría ser impedido de acceder a Internet o de postularse para determinados empleos. Entre las penalidades podría aplicarse que se le expropie el perro porque no sabe cuidarlo, como ya ha sucedido en la ciudad de Jinan[21].
El sistema, obviamente, incluye una incorporación de un número considerable de cámaras que permitirán el “reconocimiento del modo de caminar”, así como “el reconocimiento facial”. Se trata de un sistema de vigilancia de alta tecnología que puede identificar a las personas con base únicamente en su forma corporal y en la manera en que caminan. Las cámaras se conectan a una base de datos, “lo que permite que el software identifique a un sospechoso, encuentre sus detalles de contacto y le envíe un mensaje donde se describe la multa correspondiente”[22].
¿Puede esperarse alguna reacción social por la aplicación de este sistema? Obviamente que no, ya que quien se manifieste disconforme obtendrá una baja calificación, lo que asegura que solo sea una minoría la que pueda llegar a manifestarse en contra del sistema.
De tal manera que estamos asistiendo a lo que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman denomina el Gran Hermano 2, cuya finalidad es dejar fuera del sistema a la gente inadecuada. En síntesis, se trata de un programa de vigilancia de enormes proporciones y absolutamente autoritario.
Con motivo de la pandemia de coronavirus se han formulado propuestas que permitirían la expansión de las tecnologías en algunos ámbitos en los que hasta ahora no se habían considerado o, quizás, se prefería mantenerlas al margen. Tal es el caso de la biometría que consiste en la toma de medidas biológicas o características físicas (huella digital, reconocimiento del patrón venoso del dedo o el reconocimiento facial o la temperatura del cuerpo) que se pueden utilizar para identificar a las personas. La biometría es empleada, por ejemplo, en el control de acceso a empresas, oficinas o computadoras en el ámbito laboral o, también, en seguridad mediante el empleo de cámaras de vigilancia conectadas a un sistema de reconocimiento facial.
La tos es uno de los síntomas de la infección de coronavirus pero, al igual que la voz, es única por lo que se considera puede poseer características únicas y recurrentes que podrían ser suficiente para diagnosticar la enfermedad por coronavirus. Se estima que podría ser una solución rápida para identificar a quienes hayan contraído la enfermedad[23]. Científicos catalanes estiman que mediante una aplicación móvil se podría detectar si una persona está infectada por la Covid-19 analizando el sonido de su tos, ya que consideran que el SARS-CoV-2 tiene su propio sonido[24].
El director de negocio de Biometric Vox, Carlos Gavilán, considera que el coronavirus impulsará la biometría de reconocimiento facial y de voz “a corto plazo”, en detrimento de la táctil, por el temor al contagio del virus. Agrega que durante el confinamiento se ha implantado la biometría de voz porque “es necesaria” para el teletrabajo, ya sea para firmar contratos a través de una llamada de teléfono o para tener acceso a los sistemas de una empresa[25]. Como consecuencia de la pandemia se ha incrementado notablemente la demanda de sistemas de control horario, de verificación de identidad por voz y los de firma de contratos y compras[26].
La implantación de microchip bajo la piel ya es una realidad. Puede utilizarse con fines médicos —para almacenar un código que libera información específica del paciente cuando un escáner pasa por encima, o para monitorear en forma constante ciertos parámetros fisiológicos de un paciente[27]—, con fines prácticos en la vida cotidiana —como realizar pagos sin tarjetas ni dinero en efectivo, desbloquear puertas, registrar boletos de tren[28]—, pero también hay propuestas en el ámbito del trabajo. Actualmente, se ofrecen microchips como solución para la entrada y salida de empleados en empresas que tienen un gran volumen de personal, sustituyendo así un pase de identificación físico.
La Inteligencia Artificial podría ser muy confiable y nos podría proporcionar mayor seguridad en algunos ámbitos de nuestras vidas, como por ejemplo en la conducción de vehículos. Se dice que gracias a la Inteligencia Artificial en un futuro no tan lejano podremos contar con vehículos sin conductor y que eso nos llevará a reducir el número de accidentes. Es probable, pero ya hubo una víctima mortal: en la noche del 18 de marzo de 2018, un vehículo de prueba de la empresa Uber conducido por un robot atropelló a Elaine Herzberg, quien empujaba una bicicleta en Tempe, Arizona[29].
En febrero de 2020 apareció una noticia que demostró una vulnerabilidad de una aplicación de Google. El artista alemán Simon Weckert se propuso mostrar la vulnerabilidad de los mapas digitales y lo logró[30]. Para ello recurrió a 99 teléfonos móviles, comprados de segunda mano, y un carrito. Weckert activó la localización de todos los teléfonos y abrió la aplicación de Google Maps. Luego los puso en un carrito y decidió dar un paseo arrastrándolo por la zona en torno del edificio de Google de la ciudad de Berlín, Alemania. Como Google Maps reconoce las congestiones de tráfico sobre la base de cuantos teléfonos inteligentes hay a la vez en un determinado lugar, la aplicación indicó una congestión de tránsito en una zona de la ciudad pero, en verdad, Weckert llevaba su carrito por una calle desierta. Los servidores detectaron que esos móviles se movían lentamente e interpretaron erróneamente que había un atasco, por lo que las calles aparecieron de color rojo en las pantallas. Ante esto, otros usuarios buscaron caminos alternativas, dejando las calles vacías en donde la aplicación mostraba la congestión.
Estos son solo dos ejemplos a tener en cuenta que podrían poner en duda si los humanos podemos ponernos en las manos de la Inteligencia Artificial.
Conclusiones
El concepto de información ha sido ampliado a lo largo del desarrollo de la humanidad pero en las últimas décadas, producto del avance tecnológico y de la velocidad del mismo, su sentido ha cambiado.
Es evidente que la Inteligencia Artificial tiene el potencial de ayudarnos a crear un futuro mejor para toda la humanidad, pero no debemos perder de vista los desafíos que trae consigo y las incertidumbres que hoy nos presenta su implementación en algunos ámbitos.
La Inteligencia Artificial está presente en nuestra vida cotidiana pero según su utilización puede convertirse en un riesgo para los individuos. Como se puede apreciar, puede ser utilizada para coartar nuestras decisiones o para persuadirnos de lo que tenemos que hacer, sin darnos cuenta que esa elección que hagamos puede ser perjudicial para nosotros.
Se puede apreciar que la intervención humana es cada vez menor, toda vez que se delegan ciertas decisiones a los algoritmos, los que a pesar de gran evolución, presentan fallas y una carencia de precisión. Uno de los ámbitos en que ha entrado la Inteligencia Artificial es el de las finanzas, en el que se usan algoritmos en las llamadas transacciones de alta frecuencia en bolsa, con lo que ciertas operaciones como la venta o la compra son ejecutadas por sistemas automatizados, según el nivel que alcancen ciertas acciones. De tal modo que podría provocar la inestabilidad de los mercados si no está bajo control.
Respecto del uso de los chips por parte de los individuos, podemos preguntarnos ¿cuál es la garantía de los códigos para mantener la información en forma confidencial? ¿Puede la empresa o algún individuo violar esa confidencialidad y acceder a los datos de la cuenta bancaria del titular o utilizar la información para facilitar el ingreso a su casa? ¿Podrán acceder a los datos biológicos de un usuario y utilizarlos en detrimento del portador del chip? En el ámbito laboral, ¿podrán las empresas obligar a sus empleados a implantarse chips para determinadas cuestiones de interés para su empleador?
El uso de la Inteligencia Artificial también pone en duda el respeto de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. El debate que en algún momento se abrió en torno a Internet, cobra vigencia con las nuevas tecnologías y con el uso de la Inteligencia Artificial. Entonces había surgido la pregunta si Internet era una herramienta que favorecía la democracia o si en verdad era tan libre como se la promocionaba. Con el tiempo, la intervención de algunos gobiernos, la proscripción de ciertos temas o el bloqueo de páginas fue poniendo en dudas su aporte a la democracia. Por su parte, la tecnología nos demuestra diariamente que no tiene ese potencial democratizador que se le atribuyó en algún momento a Internet. Puede apreciarse que, en un sinnúmero de casos, está siendo utilizada para vigilar a las sociedades.
Lo que está por detrás de la “información”, los algoritmos, la Inteligencia Artificial, está siendo utilizada para manipular tendencias, elecciones y generar divisiones en la sociedad. Pero, por otro lado, la información que nos llega, ¿es la realidad? ¿o es lo que quieren que veamos?
El caso de Cambridge Analytica y Facebook son una alerta —quizás tardía— del rumbo peligroso que está tomando la humanidad en esto que se nos muestra como un progreso. Los ciudadanos suelen mostrar temor o desconfianza por los organismos de inteligencia de sus países pero la realidad nos muestra que una red social, un buscador de Internet, un banco o un supermercado que otorga tarjetas a sus clientes logran reunir una mayor cantidad de información de las personas: tendencias, consumos, gustos, redes de contactos y numerosos otros datos.
Entonces, ante este avance de las tecnologías que todo lo invaden, cabe preguntarse: ¿cuál es el impacto del uso de las tecnologías en los individuos y en las sociedades?
Por lo que podría apreciarse, Nicholas Negroponte ha tenido razón cuando vislumbró que se podría disponer de una inmensa memoria que producirá un inmenso poder, el poder del ordenador que le dirá a sus controladores humanos quién es el “enemigo”, el “sospechoso”, quién se rebela contra el sistema y/o cómo actuar. En este punto, también Sartori parecería estar en lo cierto cuando dice que estas máquinas son utilizadas por personas de carne y hueso pero esas máquinas y esos humanos, en verdad, trabajan para una pequeña élite nacional y para otra pequeña élite global que ejerce el poder mundial, el Estado Profundo Global que progresivamente avanza restringiendo nuestras libertades, imponiendo las reglas que le conviene a las diversas sociedades, moldeando a los individuos para que respondan a sus intereses. Quizás ya estemos asistiendo a la tecnocracia totalitaria.
* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.
Referencias
[1] Todd Gitlin Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas. Barcelona: Paidós, 2005, p. 70.
[2] Giovani Sartori. Homo videns. La sociedad teledirigida. Madrid: Santillana, S.A. Taurus, 1998, p. 45.
[3] Ibíd., p. 11.
[4] Ídem.
[5] Ibíd., p. 43.
[6] Ibíd., p. 79.
[7] Ibíd., p. 80.
[8] Ibíd., p. 102.
[9] Nicholas Negroponte. Being digital. Nueva York: Knopf, 1995. [El mundo digital. Barcelona: Ediciones B, 1995].
[10] Giovani Sartori. Op. cit., p. 130.
[11] Ídem.
[12] A. M. Turing. “On Computable Numbers, with an Application to the Entscheidungsproblem”. Proceedings of the London Mathematical Society, Volume s2-42, Issue 1, 1937, p. 230–265.
[13] Serafín Moral. “Alan Turing: el poder de la razón”. Conferencia impartida el 04/11/2009 en la ETSI Informática y Telecomunicaciones y organizada por la Biblioteca Universitaria de la Universidad de Granada.
[14] Ídem.
[15] Ídem.
[16] Ídem.
[17] Luis Fernando Real Martín. “Voces Secretas: SIGSALY, el encriptador de la Segunda Guerra Mundial”. En: Revista Antena, nº 184, Edita COITT, diciembre de 2011.
[18] Ídem.
[19] Serafín Moral. Op. cit.
[20] Sobre el espionaje global, ver: Marcelo Javier de los Reyes Giménez: Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones. Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019, 310 p.
[21] Jorge Marirrodriga. “Control social y silencio global. China se dispone a utilizar un sistema de puntos para controlar a sus ciudadanos”. El País (España), 03/11/2018, <https://elpais.com/elpais/2018/11/02/opinion/1541169586_933422.html>, [consulta: 04/11/2018].
[22] David Brennan. “Cuida tus pasos: China despliega software que reconoce el “modo de caminar” de sus ciudadanos”. Newsweek en español, 07/11/2018, <https://newsweekespanol.com/2018/11/china-software-caminar-vigilancia/>, [consulta: 08/11/2018].
[23] Yéssica Salazar. “¿Qué es la biometría y cómo puede ayudar a detectar la Covid-19 a través de la tos?”. Periodista Digital, 21/05/2020, <https://www.periodistadigital.com/tecnologia/20200521/biometria-ayudar-detectar-covid-19-traves-tos-noticia-689404311863/>, [consulta: 21/05/2020].
[24] Ídem.
[25] “¿Por qué el coronavirus impulsará la biometría a corto plazo y de ‘forma definitiva’?” iProUP, 20/04/2020, https://www.iproup.com/innovacion/13142-por-que-el-coronavirus-impulsara-la-biometra>, [consulta: 21/05/2020].
[26] Ídem.
[27] “Implante de chips en cuerpo humano: el futuro en esalud”. Clinic Cloud, <https://clinic-cloud.com/blog/implante-de-chips-en-cuerpo-humano-el-futuro-en-esalud/>, [consulta: 20/05/2020].
[28] Lucía Blasco. “Cómo funcionan los microchips que se implantan bajo la piel y permiten pagar sin efectivo ni tarjeta”. BBC News Mundo, 29/11/2018, <https://www.bbc.com/mundo/noticias-46372725>, [consulta: 18/05/2020].
[29] Philipp Oehmke. “Coches autónomos: cuando el algoritmo mata”. XL Semanal, 15/01/2019, <https://www.xlsemanal.com/conocer/20190115/coche-autonomo-muerte-ordenador-algoritmo.html>, [consulta: 20/01/2019].
[30] “Un hombre demuestra la vulnerabilidad de Google Maps creando un atasco virtual con 99 móviles y una carretilla”. 20Minutos, 03/02/2020, <https://www.20minutos.es/gonzoo/noticia/4139983/0/hombre-crea-atasco-virtual-en-google-maps-trasnportando-un-carrito-con-99-moviles/>, [consulta: 04/02/2020].
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