F. Javier Blasco*
Tras casi cien años bajo los caprichos y batutas de EEUU y Rusia en la arena internacional en lo referente a la tutela de los conflictos y el fomento de las alianzas en función de sus influencias, el papel mediador o hegemónico de ambos bloques, en su caso, aquella ha ido disminuyendo hasta llegar a desaparecer en algunas zonas como Oriente Medio y se ha ido trasladando a escenarios geoestratégicos nuevos para adaptarse a otras amenazas.
Pero, como ocurre con casi todo en esta vida, el vacío de poder o de permanencia dejado por un cuerpo, gas, líquido o entidad, inmediatamente es ocupado por otro similar que está creciendo, se expande o cree que ya ha llegado el momento de cambiar su papel; por lo que, con ello, pasan de dominado a dominador, o cómo mínimo a moderador o modelador.
Este es el caso de China que, siguiendo los preceptos marcados por Deng Xiaoping, ha permanecido décadas con un tono conciliador con sus vecinos mientras crecía en los dos poderes que hacen a una nación fuerte, respetable y potente; un importante desarrollo económico social y de la capacidad de combate y proyección de sus fuerzas armadas.
El XX congreso del Partido Comunista chino, celebrado en octubre pasado, marcó los pasos para que, en la reciente Asamblea Nacional, Xi Jinping se convierta sine die en un todo poderoso y agresivo mandatario, que enarbola y ponga en efecto el mensaje de acabar con ser la víctima de la opresión estadounidense tras décadas de decadencia, humillaciones y desplantes por parte de las potencias vecinas o las occidentales y principalmente por estos últimos.
China lleva años ocupando y militarizando islotes naturales o artificiales en el mar Meridional de China de forma que pueda crear un área de seguridad y amortiguamiento (buffer zone) entorno a su territorio natural por el mar; se ha consolidado como un socio económico de Rusia y de hecho, en gran parte, le está salvando de las restricciones internacionales montadas contra Putin por EEUU y la UE a consecuencia de la invasión de Ucrania; así como, se ha convertido en el principal inversor y comprador de todo tipo de productos en África y empieza serlo en Suramérica.
La renovación y revitalización de su tradicional ruta de la seda y la apertura de nuevos caminos para el movimiento de sus productos y abastecimientos le proporcionan una capacidad económica importante y casi sin límites a corto y medio plazo.
Los avances e inversiones en material bélico de fabricación nacional y sus importantes incursiones en el espacio, le dan un papel preponderante en el mundo al convertirse ya en el tercer país mundial en capacidades militares, aunque es la primera en número de efectivos en armas.
Debido a su creciente papel en importancia internacional, no es de extrañar, el acuerdo firmado la pasada semana —bajo su tutela— entre Arabia Saudí e Irán, dos de las mayores potencias en hidrocarburos y muy famosas —tras Afganistán— por su estricta aplicación de las leyes coránicas —según sus criterios particulares— para reanudar las relaciones rotas entre ambos desde 2016.
Ambas son grandes dictaduras teocráticas islámicas, e importantes potencias religiosas y militares, que se han visto implicadas en numerosos y recientes conflictos regionales movidos para dominar Oriente Medio y poder enfrentar sus creencias dispares —chiita (Irán) y sunita (Arabia Saudí)— que han llevado a la región a largas guerras o conflictos muy cruentos con el solo afán de crear adeptos a sus tendencias religiosas y batir a los que son contrarios a aquellas. Saudíes y persas han sido el principal elemento de conflictividad en la zona desde el triunfo de la revolución islámica en Irán en 1979.
La cruenta competencia económica y religiosa entre ambos países ha arrastrado a la región a su “particular guerra fría”, mediante sucesivos graves conflictos en Irak, Kuwait, Siria, Líbano o el de Yemen (actualmente y desde 2014) donde, de forma directa o indirecta mediante entes no estatales, han competido por su hegemonía.
No hay que olvidar que estas dos perlas islámicas son los padrinos y sostenedores ideológicos y hasta económicos de facciones terroristas de mucho calado o trascendencia internacional; así Irán promocionó y apadrina organizaciones terroristas tales como Hezbollah, Hamás o Yihad Islámica; mientras que Arabia Saudí se ocupa de grupos salafíes que han provocado la creación de los más importantes y cruentos grupos terroristas yihadistas, Al Qaeda y el Estado Islámico.
Hacer que estos dos países se unan, y siempre que el pacto triunfe y se mantenga en el tiempo, puede provocar no solo apartar y relevar a EEUU en el arbitraje de la región, que China asegure sus grandes suministros en hidrocarburos y sea reconocido internacionalmente como el urdidor de una “Pax Regional” —ya conocida con el sobrenombre de pax china— sino, poner en peligro las alianzas de Arabia Saudí con el Tío Sam y lo que es más importante, la incipiente luna de miel con Israel, el mayor enemigo de Irán.
EEUU es consciente de que la expansión china es cada vez más grande y efectiva, lo que les puede reportar grandes benéficos y, por el contrario, les complica la vida a los estadounidenses en otros escenarios donde aún mantienen aliados o muy buenas relaciones, como con Japón, Corea del sur, Vietnam, incluso la India y otras como Australia y Nueva Zelanda. De ahí los esfuerzos por potenciar al máximo el pacto estratégico —anunciado en septiembre de 2021 y bautizado como AUKUS (acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y EEUU)— que pretende “defender los intereses compartidos” de las tres potencias anglosajonas en el Indo Pacífico; Pacto, que hace pocas horas, ha anunciado aumentar sus capacidades navales mediante la creación de un nuevo tipo de submarino a propulsión nuclear, para lo que EEUU cederá, por primera vez, su tecnología a terceros países.
Por otro lado, los acuerdos, colaboraciones o ejercicios combinados y conjuntos con Corea del Sur y Japón han incrementado su frecuencia e intensidad en los últimos años, como un esfuerzo para parar los pies al desarrollo militar y nuclear de Corea del Norte. Precisamente, como consecuencia o reacción a uno de ellos —realizándose actualmente, el “Freedom Shield”—, el pasado domingo los norcoreanos anunciaron haber lanzado, por primera vez desde un submarino, un misil de crucero estratégico —de menor velocidad que los misiles balísticos (habituales en ellos), pero de mayor precisión—. A nadie se le escapa, que los conflictos en esta zona van en aumento y que la mano negra chino-rusa en apoyo de diversos aspectos, es muy importante.
Mientras tanto, los rusos y los estadounidenses siguen a lo suyo en su recientemente estrenada “nueva guerra fría” como consecuencia del conflicto en Ucrania, se supo el encuentro y abatimiento de un dron norteamericano por dos cazas rusos sobre aguas territoriales en el mar Negro. Un hecho éste que supone una agresión a sus medios y por lo tanto a ellos; que aunque de momento no va a tener reacción por parte de EEUU, supone un paso muy importante hacia la escalada y, además, de seguir in crescendo, requerirá alguna acción más que una simple protesta y en llamar al embajador a presentarle su disgusto.
El mundo está hecho un lío y ante cualquier traspiés —como la reciente quiebra del Banco de Silicon Valley— saltan las alarmas y tiembla todo el mundo con sus Bolsas a la cabeza; prueba de la inseguridad subyacente de que las tensiones van en aumento y que los puntos de fricción internacional ocupan escenarios cada vez más amplios e importantes, incluso aunque alejados del continente europeo; pero no todos los países ven las cosas del mismo modo, algunos o incluso muchos, pasan de todo y se creen que no se verán afectados.
Un ejemplo muy patente de estos últimos es el de España, un país que tiene sus preocupaciones gubernamentales en la creación de leyes innecesarias y absurdas como la de cambio de sexo, la del “solo el sí es si”, el aborto y el bienestar animal entre otras más por el estilo. Que se pasa el tiempo hablando del Tito Berni, del Barcelonagate, la ópera bufa de moción de censura de Vox o de la imparable subida del coste de la vida. Hechos y actos a los que el gobierno rápidamente encuentra la forma de echar arena sobre ellos para apagar los fuegos o en buscar viejos o nuevos responsables de todo ello; como el recientemente ideado del “mal tiempo meteorológico de los últimos meses” para justificar la desmedida crecida del precio de la cesta de la compra.
Basta con escuchar los noticiarios, las tertulias o abrir los diarios. Seguimos cerrando los ojos a lo que ocurre por ahí fuera; pensamos que no afecta a nuestras vidas, a pesar de que sabemos que el “efecto mariposa” llega hasta nosotros a nada que uno estornude, por muy lejano que se encuentre.
* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.
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