TENDENCIAS EN ASIA EN VÍSPERAS DE LA CUMBRE PRESIDENCIAL DE LA ORGANIZACIÓN DE COOPERACIÓN DE SHANGHAI (OCS).

Isabel Stanganelli*

Mientras Occidente luce alienado por shocks económicos, guerras y otras calamidades, Asia parece buscar caminos para lograr alguna forma de concordia. Muchos de ellos han exigido tiempo, reuniones y negociaciones, a veces muy arduas y no siempre exitosas. Pero también se vislumbran avances y relaciones novedosas, se están formalizando alianzas otrora improbables y hasta ciertos países usualmente poco interesados en acuerdos o alianzas, están considerando conveniente aproximarse.

La mayor parte de estas novedades resultarán visibles en la Cumbre presidencial anual de la Organización de Cooperación de Shanghai OCS, a realizarse los próximos 3 y 4 de julio y que está preparando India, cuya presidencia ostenta este año[1].

Hechos destacados

1.- Turquía y Siria, con Rusia e Irán como mediadoras, han reiniciado el diálogo suspendido durante décadas y severamente dañado desde 2011, por el momento a través de funcionarios de alto rango de ambos países[2]. Acompaña a estos avances la readmisión de Siria en la Liga Árabe el 7 de mayo, luego de 12 años de ausencia, con la única condición de permitir el acceso irrestricto a quienes requieran ayuda humanitaria, aún en zonas fuera del control de Damasco. Qatar objetó el reingreso de Siria en la Liga Árabe pero no vetó esa decisión.

2.- Tras la adhesión de Irán a la OCS en 2022, India buscó revitalizar la cooperación económica con Teherán en la forma de una asociación a largo plazo, negociada por el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, Ali Shamkhani, y el asesor de seguridad nacional de India en Teherán, Ajit Doval, para fortalecer la cooperación y comunicación a nivel bilateral, regional y multilateral entre los países de la región. Prestaron especial atención al desarrollo del puerto de Chabahar, modelo de cooperación entre Teherán y Nueva Delhi que también fortalece los esfuerzos conjuntos con Rusia y otras naciones para desarrollo de corredores económicos disponibles para el transporte internacional. La cooperación incluye también cuestiones bancarias bilaterales con las monedas locales, eliminación de sanciones y otros asuntos regionales así como la preocupación por la situación en Afganistán que intenta formar un gobierno inclusivo. Esta aproximación entre India e Irán sumada —como ya veremos— a la distensión entre Irán y Arabia Saudí son cuestiones que incomodan a Washington. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos, India no necesita su ayuda para promover sus intereses en la región del Golfo.

3.- Bahréin, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos (EAU) además de Arabia Saudí, al ser socios de diálogo de la OCS y estar dispuestos a unirse a los esfuerzos de cooperación de esta Organización refuerzan la presencia de la misma en el golfo Pérsico. Los EAU han preferido mantener sus acuerdos comerciales con China (Huawei) y Francia (cazas Rafale) pese a las presiones de Washington, molesta además por la aproximación de la OCS al Golfo postergada hasta la actualidad por una prensa occidental negativa sobre Irán, que ya está perdiendo eficacia.

4.- La participación de grandes poderes asiáticos, como China e India, en Medio Oriente se incrementa en forma contínua. Con la mediación de China, desde el 10 de marzo de 2023 Arabia Saudí e Irán restauraron sus relaciones diplomáticas y aunque la puesta a punto de los documentos de respaldo llevaría un par de meses, ya firmaron acuerdos referidos al comercio e infraestructura tecnológica. La falta de soporte de Washington a Arabia Saudí en Yemen y sus ambiciosos programas nucleares de uso civil, la respuesta limitada a los ataques con drones de 2019 y 2022 contra los EAU y la misma Arabia Saudí y el intento de los Estados Unidos de presionar a Abu Dhabi y Riad para bajar el precio del petróleo en función de la situación en Ucrania redujeron las comunicaciones telefónicas entre el presidente Biden y sus pares en Riad, hicieron que el Golfo enviara menos petróleo al mercado y que los EAU recibieran al presidente sirio. La política de no interferencia china es válida en el Medio Oriente, pero Beijing requiere recursos… En 2021 firmó un acuerdo petrolero por 25 años con Teherán y celebró su primera cumbre con los EAU en 2022. Con estos ingredientes, que intercediera en las negociaciones de restauración del diálogo entre Irán y Arabia Saudí simplemente simplificaba las realidades geopolíticas regionales preexistentes. China además se opone formalmente a las sanciones internacionales contra Irán, aunque gracias a ellas Beijing prácticamente cuenta con la exclusividad de productos clave iraníes. La influencia de China sobre Irán es notable —y observa muy de cerca los desarrollos nucleares iraníes— pero mantiene su diplomacia de equilibrio entre facciones rivales del Golfo. El mismo mes que el presidente Xi visitó Riad, China abrió su primer consulado en Siria, en Bandar Abbas. Cuando se levanten las sanciones contra Irán (no hay fecha pero invariablemente en algún momento se levantarán y a la milenaria China no le importa esperar), Beijing estará primera en la lista para beneficiarse. Su premisa es: “no tomar partido… no hacer enemigos”. De ahí la base de su política con Rusia.

5.- El realineamiento de la política exterior de Turquía reforzando sus relaciones con los EAU e Israel (además de la ya mencionada normalización de relaciones con Siria y hasta con Arabia Saudí), han mejorado notoriamente desde 2022, con lo que su rol como potencia estabilizadora regional asociada a la OCS resulta cada vez más estratégico. Y ésta fue una gran noticia pues históricamente las relaciones habían sido pésimas. El actual escenario de diplomacia, independientemente del grado de éxito alcanzado, ha permitido acuerdos como los de Abraham, el foro de Negev, I2U2 (India, Israel, EAU y Estados Unidos), entre otros.

6.- Independientemente de las relaciones ya mencionadas entre China, Arabia Saudí e Irán, también se destaca la relación entre China y Turquía. Aunque China cuenta con una base militar —la única en el exterior— en la estratégica Djibouti, la magnitud de la misma es ínfima en relación con el poderío estadounidense. La seguridad regional ha estado tradicionalmente ligada a Estados Unidos y China no parece interesada en competir en ese terreno. Pero ambos actores juegan en Medio Oriente y el campo de batalla tiene que ver con las telecomunicaciones, la Inteligencia Artificial (IA) y el potencial industrial del Golfo —liderado por China— y con efectos en toda Eurasia. Y no se pueden desestimar las relaciones entre China y Turquía (miembro de la OTAN). Es que China, a diferencia de Estados Unidos, sí tiene planes para cambiar la economía regional con infraestructura digital, con infraestructura en medios de comunicación —nuevamente ligada a la IA— y con la capacidad para salvar económicamente a economías en crisis. Beijing triplicó desde 2019 sus exportaciones a Ankara y la ayudó a superar la crisis monetaria de 2022. Huawei y la construcción de redes 5G en la mayoría de los países del Golfo (Proyecto Huawei del Mar Rojo sobre energía solar, 2019) inspira pánico en Washington que considera que esa red puede recopilar inteligencia sobre aviones estadounidenses. Huawei proporciona la mayor parte de la banda ancha de Turquía.

7.- India y Rusia también se encuentran cada vez más próximas. El pragmatismo ideológico del gobierno del Primer ministro de la India, Narendra Modi, lleva al país a ampliar su participación estratégica y de seguridad en este Nuevo Orden multipolar propuesto desde Asia. Subramayam Jaishankar, ministro de Asuntos Exteriores de la India, ha calificado las relaciones con Rusia como una de las más estables en las relaciones globales. Incluso ante las presiones occidentales respecto de Ucrania, el gobierno indio ha respondido que sus decisiones responderán a su propio interés. Y al respecto continúa intensificando sus compromisos económicos: acuerdos de libre comercio, fabricación en India de material estratégico con patentes de Rusia, etc. Washington parece resignada, aunque intenta buscar alguna alternativa atractiva para de alguna manera recuperar a India. Si la propuesta es incrementar el desarrollo de Delhi atribuyendo al país un rol como garante de la seguridad continental: India no requiere este reconocimiento de Washington pues ya es un actor reconocido como potencia en ese continente y en muchos Estados no asiáticos (miembro del G-20, BRICS, Grupo Quad, etc.). India es importante comprador —y revendedor— de hidrocarburos rusos y a cambio coloca manufacturas indias en Rusia y en el mundo, la aceptación de tarjetas Ru-Pay indias y las Mir rusas en sus intercambios, los corredores marítimos entre Vladivostok y Chennai también benefician esta relación… Desde que Rusia decidió dar la espalda a Occidente —o viceversa—, el comercio bilateral con Delhi superó los 50.000 millones de dólares (abril 2022-marzo 2023), meta que Rusia e India esperaban alcanzar hacia 2025. No menos importante: la aproximación entre ambas potencias permite a India acceder a Siberia, al Ártico y al Lejano Oriente ruso y todos sus recursos. India aboga por un orden internacional multipolar democrático y Rusia no tiene reparos al respecto.

8.- Pakistán finalmente inició su aproximación a la OCS. A pesar de haber ingresado —como India— en 2017, Islamabad fue renuente a participar en esta Organización. Pero la sorpresa en la Cumbre ministerial de la OCS en mayo pasado fue la asistencia del Ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Bilawal Bhutto Zardari, primera presencia nacional en 12 años. Ante las tensas relaciones entre su país e India, su joven presencia (33 años) fue considerada como muy favorable. Celebró dos cumbres bilaterales con sus pares de Rusia y Uzbekistán y asistió a todos los eventos durante la Cumbre. Posteriormente el cálido apretón de manos con su homólogo indio en la cena de gala indicó a los múltiples medios de comunicación presentes que la posibilidad de la presencia física (no virtual) del Primer Ministro Shahbaz Sharif en la Cumbre de julio 2023 es alta. Este dato resulta llamativo: el último enfrentamiento bélico entre ambos países ocurrió entre el 14 de febrero y el 22 de marzo de 2019 y causó cerca de 50 bajas, mayoritariamente indias. Sería deseable considerar a la próxima Cumbre una oportunidad para que ambos países allanaran sus diferencias históricas. Pero hasta el momento, el gesto de ambos dignatarios presentes muestra una tendencia que no puede permanecer ignorada.

9.- Arabia Saudí y Siria —junto con Jordania, Egipto e Iraq— a través de sus ministros de Relaciones Exteriores se pusieron de acuerdo para que Siria regresara a la esfera regional. Solicitaron en mayo en Amman el establecimiento de lazos militares y de seguridad con Damasco para eliminar la interferencia extranjera en Siria, apoyar las instituciones de este país para que pueda controlar todo su territorio e imponer el estado de derecho y principalmente lograr el fin de la ocupación estadounidense. La administración Biden tiene efectivos en el 30% del territorio sirio. El 18 de mayo el presidente sirio al-Assad llegó a la ciudad portuaria saudí de Yeda donde fue recibido por el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Abulgueit y altos cargos sauditas. Riad ha dado un giro a su postura previa para poner fin al conflicto iniciado entre ambos Estados en 2012.

10.- Las relaciones entre China y Rusia son complejas, asombrosas y de público conocimiento. Sin embargo su análisis justifica un tratamiento individual en otro escrito.

Conclusiones

Existen numerosas iniciativas quizás menos notables que las enunciadas, aunque cualquiera de ellas puede transformarse en un movimiento clave. La actual dinámica geopolítica obliga a permanecer en alerta estratégica.

Todas estas tendencias no pasan desapercibidas para Washington. La percepción más generalizada es que los Estados Unidos han perdido credibilidad a lo largo de las últimas décadas, principalmente en el Golfo y en el mundo árabe. Los desarrollos en Iraq, Afganistán, Siria, las Primaveras árabes, con una gestión Biden que continúa su estrategia de “difundir democracia” en el mundo son contradictorios y despiertan el escepticismo regional. Occidente se ha involucrado en diferente grado en conflictos de larga duración en el Medio Oriente, como el árabe-israelí y otros más actuales como los de Iraq, Irán, Líbano, (Libia y Sudán en África), Siria, Yemen…

El último acierto diplomático de Washington fue el acuerdo de Camp David, del que ya transcurrieron 45 años y aún quedan detalles por pulir.

La distensión Arabia Saudí-Irán incomoda a los Estados Unidos, la reducción de su influencia en los países del Golfo, la presión para abandonar Siria, el fracaso del Acuerdo de Abaham[3], la pérdida de mercados, la mayor importancia de India y China en el mundo, Rusia cada vez más cómoda en Asia son solo algunos aspectos que alteran los cálculos de la gestión de Washington.

En general los gobernantes árabes —siempre seducidos por el modo de vida occidental— se aproximan política y estratégicamente más a Rusia, China y el entorno asiático en general: miran más hacia el Este. Cada vez más señales indican que el futuro de la humanidad dependerá del continente asiático y las relaciones que sus potencias establezcan.

 

* Profesora y Doctora en Geografía/Geopolítica, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales, UNLP. Secretaria Académica de la SAEEG.

 

Referencias

[1] Recordemos que los integrantes permanentes de la OCS son China, Rusia, Tadjikistán, Uzbekistán, Kirguizstán, Kazakhstán, Irán (2022), India y Pakistán. Son observadores Mongolia, Afganistán y Belarús mientras que son socios para el diálogo Turquía, Arabia Saudi, Azerbaiján, Armenia, Qatar, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Egipto. Los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Kuwait Maldivas y Myanmar recibieron el estatus de socios.

[2] Para detalles ver: Stanganelli, Isabel. “Aproximación Siria-Turquía, mediación de Rusia y reacciones de Estados Unidos”. En SAEEG, 09/05/2023, https://saeeg.org/index.php/2023/05/09/aproximacion-siria-turquia-mediacion-de-rusia-y-reacciones-de-estados-unidos/

[3] El “Acuerdo de Abraham”, firmado el 15 de septiembre de 2020 entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin promovió que se abrirían embajadas y promovería la cooperación en el comercio, el turismo, la tecnología, la energía y la seguridad al tiempo que suspendía planes de Israel de anexar partes de Cisjordania. El acuerdo generó controversias y críticas por grupos y países que apoyan la causa palestina y finalmente fracasó.

 

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