Agustín Saavedra Weise*
El cambio climático es como jugar mucho tiempo a la ruleta en el casino; a la larga siempre se pierde. La expresión es original de William Nordhaus, Premio Nobel de Economía. Y vale recordar que existe un teorema matemático al respecto, llamado justamente “la ruina del jugador”. Al respecto, el analista argentino Alieto Guadagni acertadamente afirma que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando y muchos aspectos climáticos son preocupantes; por ejemplo, sequías, temporales, inundaciones, disminución de bosques, áreas polares con menor superficie, temperatura y nivel marítimo en alza, desaparecen corales, etc. Así estaban las cosas durante la cumbre de diciembre 2018 en Polonia.
Y ya van muchos cónclaves similares. El “efecto reunión” es un factor más que está resultando dañino para el medio ambiente debido a tanta cháchara y poca sustancia… Pero algo se va avanzando, aunque en forma lenta y por ello peligrosa. La configuración del mundo presente —que ha gestado con sus acciones el dañino cambio climático— al mismo tiempo creó inéditas tensiones geopolíticas por posibles conflictos en torno al uso y/o a la destrucción de recursos naturales. El mundo se acomoda al momento que atraviesa; quienes lo gobiernan en diversos países y viven en ellos hacen lo mismo. Y mientras, en las Naciones Unidas se habla mucho y poco se hace; estamos en la peor de las situaciones. Sin ir muy lejos, basta con echarle un vistazo a nuestra Bolivia. He aquí que tenemos una administración que se llena la boca con fraseología proteccionista del medio ambiente, al mismo tiempo que por otro costado hace exactamente lo contrario. Los ejemplos sobran y el lector los conoce, no vale la pena repetirlos. El Gobierno Nacional se asemeja al cuento del cura Gatica, que predica y no practica. Tampoco vale caer en extremismos ecológicos, tan de moda en algunos contextos. En este campo es necesario un equilibrio y para ello tenemos al desarrollo sostenible o sustentable.
Once medidas básicas
Los expertos han hecho un resumen de once medidas básicas para proteger al planeta: 1) establecer metas de emisiones; 2) uso racional del aire acondicionado; 3) fomentar la compra de vehículos eléctricos; 4) manejar con mesura la energía nuclear; 5) reducir el uso de vehículos contaminantes; 6) prevenir en forma correcta el desperdicio de comida; 7) incentivar el carbon farming, o sea, cultivos de granja que reducen emisiones de gases de efecto invernadero y/o capturan y retienen carbono en vegetación y suelos; 8) controlar los efectos de las carnes rojas y derivados lácteos; 9) implantar un impuesto al carbono; 10) abrir los mercados eléctricos a la competencia; 11) lograr alcanzar un pacto “verde” mundial, una especie de New Deal planetario que modere crisis, marque pautas y límites.
La agencia aeroespacial norteamericana (NASA) expresó tiempo atrás que la Tierra es nuestra única nave preparada para un viaje espacial largo. Ergo, debemos cuidarla mucho, para nosotros y para las futuras generaciones. Ya estamos llegando a límites peligrosos en materia de calentamiento. Si no queremos ser testigos en estos días que vivimos de catástrofes irreversibles o sufrir sus consecuencias, urge avanzar con la expansión de matrices energéticas basadas en energías limpias.
Energías limpias y renovables
En este campo ya me referí en varias ocasiones a la posibilidad de utilizar al máximo la energía eterna del sol, especialmente ahora que el costo de los paneles solares se ha reducido en forma enorme. De la misma manera, cabe proceder con la fuerza de los vientos, la del agua y la del conjunto llamado biomasa, aunque a estos últimos tres elementos hay que saber manejarlos bien, dado que pueden generar algunos efectos secundarios o paisajistas que deben ser estrictamente controlados, lo que no sucede con el uso del sol, mi preferido de lejos.
El desarrollo masivo de la energía solar transformará al mundo. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están dedicados a explotar al máximo el recurso del astro rey en sus desérticos territorios, más allá de la habitual explotación petrolífera que los caracteriza. Varias otras naciones están haciendo lo mismo. Desde el año 2020 las casas por construirse en California (EE.UU.) deberán disponer de energía solar. Así sucesivamente, el fenómeno energético más limpio y renovable (a diario) del universo dejó de ser un lujo estrambótico; hoy se expande internacionalmente por estar al alcance de cualquier bolsillo. En Bolivia existen varias instalaciones de paneles solares, pero falta muchísimo aún para explotar al máximo la rica veta de nuestro altiplano, provisto de una potencialidad extraordinaria para acaparar energía solar durante los 365 días del año.
Concertación ante tensiones geopolíticas
El cambio climático fue y sigue siendo un proceso perverso derivado de los excesos de la actividad industrial, como producto del surgimiento del uso del vapor y el carbón primero, luego del petróleo y el gas. Carbón e hidrocarburos fósiles marcaron sin duda la pauta del progreso en su momento, pero al mismo tiempo iniciaron el efecto invernadero y la secuela de problemas que han venido sucediéndose por excesos en materia de uso y contaminación. En fin, ahora la humanidad está percibiendo los daños y tomando conciencia de las terribles consecuencias que podrían enfrentar las futuras generaciones si no se hace algo hoy. Aun tomando desde ahora medidas correctas, el año 2050 será “límite” de varias situaciones ambientales críticas en algunas regiones. Hay que estar alertas ante esta pronosticada situación.
Así como la geopolítica tradicional estudia los fenómenos del mundo en función de las relaciones entre poder político y asentamiento geográfico, la nueva geopolítica del cambio climático podrá generar entendimientos por un lado y casi con seguridad por otro costado agudizará conflictos o los creará. Urge encontrar consensos entre las grandes potencias para evitar guerras por materias primas o ante el avance inexorable de algún daño irreversible que pueda ser involuntario gestor de nuevas tensiones geopolíticas. En este último caso del daño irreversible, se viene observando con preocupación el progresivo deshielo del Océano Ártico. La menor cantidad de hielo está abriendo nuevas rutas de navegación y simultáneamente una temible caja de Pandora plena de ambiciones geopolíticas. Todos los estados que confluyen en la zona quieren aprovechar los recursos del fondo marino. Aquí hará falta un consenso que calme tensiones y mitigue codicias. El deshielo en sí ya está provocando desastres ambientales, entre ellos la potencial extinción del magnífico oso blanco. En 2005 un submarino ruso puso una bandera de titanio en el fondo marino del Polo Norte; fue una manera clarísima de expresar “aquí estoy yo”. Para el caso del Ártico no existe un tratado multilateral semejante al de la Antártida. De ahí el peligro de una escalada militar si las tensiones crecen. Ante estas posibles situaciones y por la propia magnitud de los problemas que la sociedad mundial deberá enfrentar en común, resalta la vital importancia de alcanzar un New Deal ambiental, un acuerdo internacional consensuado que supere lo logrado en París y sirva de sombrilla protectora ante situaciones que inevitablemente surgirán. En función de múltiples variables geopolíticas se generarán dificultades para algunos y oportunidades o ventajas para otros. Será vital la concertación multilateral para evitar cualquier tipo de enfrentamientos y asegurar la paz.
Un mundo mejor
Debemos intentar vivir en un mundo mejor. Cuidemos a la nave espacial Tierra, que su rumbo a lo largo del tiempo ocurra sin desastres ecológicos, tanto para la humanidad como para diversas especies animales y vegetales que conviven con nosotros durante el viaje por la vida y en el marco galáctico, donde nuestro planeta ocupa el tercer lugar de órbita alrededor del astro rey. El futuro, pues, está en manos de la propia humanidad, de cada uno de nosotros. Hagamos que ese futuro sea bueno, no tiene por qué ser un desastre que lo esperaremos pasivamente sin hacer nada. Las acciones correctivas que se tomen hoy modificarán positivamente los días que vendrán en términos ambientales y de calidad de vida. Hagamos lo posible por tener un planeta viable. Depende de nosotros los terrícolas el cuidar a la nave Tierra, para que ella siga girando con su limpia estela blanquiazul en este maravilloso universo que Dios creó.
*Economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG.
Publicado en El Deber, Bolivia, el domingo 13 de enero de 2019
https://www.eldeber.com.bo/opinion/Cambio-climatico-20190110-7269.html
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