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PARECÍA IMPOSIBLE, PERO ES CIERTO

F. Javier Blasco*

 

Llegado al punto y momento político actual, me vuelvo a preguntar una vez más ¿cuántas veces habremos pensado y concluido que los desmanes, exabruptos y excesos de Sánchez no daban para más? Hace tiempo que muchos, movidos por la buena fe, pensábamos que había llegado al punto máximo y que no se atrevería a dar un paso más allá.

Pero no, nunca es suficiente para saciar las ansias de poder a un hombre débil por naturaleza, que debe sobrevenirse y que además es egocentrista, narcisista, totalmente dependiente de los demás y sin ningún tipo de escrúpulos para usar todo y a todos lo y los que sean necesarios con tal de salvar su continuidad en la Moncloa para, de ese modo, seguir ejerciendo el poder omnímodo en España, aunque sin, verdaderamente, gobernar.

En los últimos tiempos su propia mente y la enorme cohorte de sesudos y mal pensados asesores y de malvados azuzadores de la perversidad que le rodean y mal piensan sin cesar, insisten en aconsejarle o poner sobre el mantel nuevas, espeluznantes y estrambóticas actuaciones o medidas rayanas con la ilegalidad, mediante la producción de bulos, mentiras, slogans, directorios, guiones, prontuarios y mensajes colectivos con los que tapar los problemas que le rodean y aprietan el cuello de verdad.

Su vida privada y más cercana está empezando a mostrar que parte de sus traseros no son limpios ni puros en su totalidad; incluso, a pesar de cubrirles las espaldas con frases como la máquina del barro o tretas como la de inducir a la derivación de la causa contra su esposa a la fiscalía europea donde, por si hiciera falta y desde hace tiempo, ya tiene asentado un fiscal de su total cuerda y acomodo como representante de España y que por tanto sea el obligado  ponente de las causas que procedan de aquí; pero, parece que, en esto, le ha salido un hueso duro de roer y no toda la causa será trasladada a otro lugar.

Por otro lado, el eminente músico, su hermano, al que nadie ve currar, ni tributar y ni siquiera vivir en una residencia de verdad en España, sino en Portugal, que además cobra sus pingües sueldos y ayudas del erario público nacional español, también parece que se puede encontrar con problemas para explicar su elevado patrimonio económico (unos 1,8 millones de €) cuando no se le conocen grandes empleos, importantes conciertos, contratos o herencias que le hayan podido económicamente engordar.

Su cercano entorno político tampoco está limpio de verdad sino muy sucio e implicado en la ciénaga del mal; el caso Koldo, entre otros muchos más hace que sus mozos de estoques y hombres de toda confianza puedan, con mucha probabilidad, resultar salpicados de ciertas corruptelas. Corruptelas o robos de verdad, que sumados uno a otro pueden llegar a cantidades importantes muy difíciles, a simple vista, de imaginar y mucho menos, de justificar.

Pero todo esto, si bien no deja de ser importante y preocupante de verdad, no es nada comparado con dos temas, que tienen mucha más enjundia y trascendencia política, económica y personal; como puede ser la enorme podredumbre amasada entorno a la escabrosa venta de mascarillas en los primeros tiempos de la pandemia. Tiempos, en los que se derivaron grandes sumas de dinero a manos y bolsillos socialistas de toda su confianza, personas o entidades que, además de enriquecerse de forma miserable, pusieron en peligro la vida de miles o millones de españoles en momentos en que nos moríamos a chorros por todas las esquinas y sin saber que profilaxis debíamos adoptar, ya que, sin saberlo oficialmente, las mascarillas suministras por las autoridades no cumplían su cometido, eran muy caras y tremendamente nocivas en su totalidad.

El otro gran problema y muy difícil de ocultar es el ignominioso trato de favor que ha tenido que realizar con un prófugo de la Ley y sus mosqueteros para obtener siete envenenados  apoyos (votos) que le mantengan en su sillón del poder y que se plasma en dos documentos o hechos oficiales que nunca se podrán borrar; la Ley Orgánica 1/2024, de 10 de junio, de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña y la reciente decisión que se ha visto forzado a adoptar tras un mes «horribilis»  del PSOE en el Congreso, al haber renunciado ni siquiera a presentar los presupuestos para este primer año de mandato y perder hasta seis votaciones de forma consecutiva. Y todo ello, tras la consiguiente cesión a Puigdemont de una insólita «cláusula Cataluña» para garantizar todas las votaciones que vendrán.

Con respecto a la Ley, basta con leer con detenimiento su vergonzoso e irreverente nombre o título para darse cuenta de que es una alcaldada y engaño para bobos, poco o nada democrática dirigida en claro favor y beneficio de unos delincuentes que no solo incumplieron la Ley vigente en su día, sino que ahora, consiguen que, con este bodrio legislativo, se les borre todo su pasado delictivo sin más y se les pida perdón por haberles acusado y juzgado siendo «hombres de paz», como colofón y ejemplo de que el texto de la misma se ha confeccionado al dictado de ellos mismos, sin el menor rubor ni vergüenza definitiva o pasajera por parte de ninguno de los implicados en este valladar.

La otra medida específica para Cataluña, supondrá de hecho una serie de grandes condonaciones de un dinero, por cierto, malgastado por los propios dirigentes, antaño golpistas y hoy gente de paz y que, para más inri, deberemos pagar todos los españoles de nuestros bolsillos; amén de una serie de privilegios, ventajas y subvenciones unilaterales, si es que Sánchez quiere cumplir su promesa de convertir a Salvador Illa en el presidente de la generalidad. Inversiones y gastos desproporcionados ―que ya se han bautizado con el flamante nombre de «financiación singular»―, aún por venir y especificar, que, sin duda, supondrán un enorme desequilibrado y una mayor separación en los derechos de todas las regiones y los habitantes de las mismas, ante lo que ignominiosamente se nos impone el no poder opinar.

A estas medidas centradas en Cataluña hay que añadir que, una vez pasado el largo periodo electoral de tres recientes comicios enlazados en el tiempo, Sánchez ya ha se ha quitado la careta de forma definitiva porque ya no hay que engañar a nadie más. Ahora sus direcciones principales de esfuerzo de ataque se dirigen de forma plena e inmisericorde a la oposición, encabezada por el principal partido en ella, que ya no le sigue de cerca, sino, que le sobrepasado claramente en varios de los principales comicios recientes; acabar con la libertad de prensa y expresión para todos aquellos medios que no le rinden pleitesía y fidelidad y un ataque y asalto sin miramientos ni cortapisas al poder judicial desde el más humilde juzgado hasta las más altas instituciones de la judicatura.

Para salvar el tipo y llevar a cabo a buen puerto esta tereas, al igual que para todas las anteriores despreciables y poco democráticas acciones de abuso de poder recientes o no, se valdrá de los hombres de barro y de paja ya colocados en puestos clave como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía y Abogacía general del Estado, el Consejo de Estado, el CIS y otros muchos más, quienes, por diversos  y nada justificables motivos, cual muñecos del pim, pam, pum, prestan sus rostros, personalidad y prestigio profesional para salvar el tipo a su amado líder, sin importarles los escupitajos que reciban ni los ataques personales o colectivos de los que serán objeto en todo su oscuro y sucio caminar.  

Por si no nos habíamos enterado de sus tejemanejes de carácter personal, golpista y de sus acciones autocráticas dentro y fuera de España donde cada vez se le escucha y recibe menos y tras haber culminado la ruptura de relaciones con Argentina e Israel, termina esta semana en casa ―mientras el resto del mundo se reúne entorno al G7― recibiendo a bombo y platillo a Erdogan, el más que cuestionable presidente de Turquía, famoso por sus golpes de efecto de carácter religioso, político, educativo o moral y de auténticos y cruentos autogolpes de Estado como una forma de presentar ante «el maestro» los logros de su discípulo o para recibir de aquel, consejos y directrices con los que pueda perfeccionar su obra maestra actual.  

Por último, ya fuera de casa, Sánchez ha participado en la Conferencia sobre la Paz en Ucrania, organizada durante este fin de semana en Suiza a propuesta y con un plan de diez puntos trazado ya en 2022 por el propio Zelenski. Para dar la nota de importancia, Sánchez hizo su aparición escénica escoltado por el octogenario Alto representante de la UE para asuntos exteriores (Borrell), quien está en sus últimos estertores de mandato con muy pocos o ningún objetivo cumplido durante el mismo. Es poco probable que la conferencia produzca resultados importantes ya que ni Rusia ni China han formado parte de la misma y, por tanto, se la puede considerar como un esfuerzo simbólico de Kiev para ganarse a la comunidad internacional y más dinero para alimentar la guerra.

Como ya he mencionado en muchas ocasiones, España bajo el mando de Sánchez, camina, a pasos agigantados, hacia una autocracia de puro corte y estilo bolivariano y muy pronto, solo esos «países hermanos», los antisistema y grupos terroristas como Hamás, nos darán la mano con aplausos y esperaran de nuestros actos y medidas  ―realizados por pura hipocresía  y necesidades del guion a fin de mantener el tipo gubernamental― algún fulcro del que se puedan agarrar o apoyar y justifiquen, con ello, que al menos hay alguien en la arena internacional que les comprende y apoya como si fueran de igual a igual.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

UN G7 PARA UN OCCIDENTE CONVULSIONADO

Roberto Mansilla Blanco*

Los líderes mundiales en la reunión del G7. Foto: AFP

Entre el 13 y 15 de junio se celebró en la región de la Apulia italiana, la 50º Cumbre del Grupo de los Siete (G7) Un foro de impacto y trascendencia a la hora de discutir y tomar decisiones sobre problemáticas globales, con particular incidencia para los intereses occidentales. Están ahí presentes la Unión Europea, EEUU, Canadá, Japón, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido pero también participan organismos como la OTAN y la Unión Africana y otras economías emergentes que no son miembros (Brasil, Argentina, India, Sudáfrica, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, entre otros) en gran medida alineados dentro de las esferas de intereses occidentales.

En el pasado, cuando las relaciones con Rusia no eran de la tensión permanente que observamos desde la invasión militar a Ucrania de 2022, este foro se llegó a denominar el G7+1, muy probablemente concebido de acuerdo con las expectativas occidentales de atraer a Moscú hacia sus esferas de influencia y, eventualmente, alejarla de cualquier asociación estratégica con China, el eterno «dolor de cabeza» occidental. Pero el momento 2024 indica otra realidad: la intransigencia occidental y «atlantista» vía sanciones y aislamiento hacia Moscú derivó precisamente en un reforzamiento ruso de sus alianzas euroasiáticas, especialmente con China. Así, la segunda economía mundial y una potencia llamada a liderar el siglo XXI, en este caso China, no está presente en el G7.

Esta edición de 2024 incluyó, entre otros temas, las crisis de Ucrania y Gaza, el desarrollo de África, el cambio climático, la migración, la seguridad económica en la región Indo-Pacífico, los retos de la inteligencia artificial y la energía. Con este panorama resultaba evidente que esta cumbre implicaría la adopción de una especie de «frente común» por parte del G7 occidentalizante para afrontar un convulsionado panorama internacional.

El cerco a Rusia y China

La presencia en Apulia del presidente ucraniano Volodymir Zelensky fue una confirmación de esta perspectiva y más cuando la misma se realizaba como antesala de la cumbre de la Paz para Ucrania en Suiza (15 y 16 de junio).

Una cumbre, la de la paz en Ucrania, en la que Rusia, parte integral del problema, no fue invitada, algo incomprensible si realmente se quiere llegar a una paz en ese conflicto. Y más aún cuando, con anterioridad, ese Occidente que se antojaba pacifista se volvió repentinamente belicista, despreciando otras iniciativas de paz como las de China, Brasil y Sudáfrica.

A pesar de los esfuerzos de la gira internacional de Zelensky y de sus apoyos occidentales, otros países con peso como China, India o Arabia Saudí, entre otros, declinaron asistir a ese encuentro en Suiza argumentando la falta de equidad de esta cumbre precisamente por la ausencia rusa. En total confirmaron su participación 92 países: 57 a través de jefes de Estado y de Gobierno y los otros 29 con embajadores y ministros.

Putin entró súbitamente en escena mientras finalizaba la cumbre del G7 y como antesala de la cumbre de paz de Ucrania. En Apulia se fortaleció el apoyo occidental a Ucrania con la dotación de 40.000 millones de euros vía activos rusos congelados por las sanciones y la renovación de las promesas por iniciar negociaciones de admisión ucraniana en la OTAN.

Consciente de que su ausencia condicionaba cualquier avance de la cumbre de Suiza, el presidente ruso quiso tomar la iniciativa reclamando protagonismo: respondió ofreciendo la posibilidad de un alto al fuego en el frente ucraniano a condición de que Kiev retirara sus fuerzas de las localidades de Zaporiyie, Jersón, Donetsk y Lugansk y anunciara su renuncia a ingresar en la OTAN. Washington se apresuró a rechazar estas peticiones rusas.

La presencia de Zelensky en la cumbre del G7 implicaba la necesidad de mostrar, cuando menos formalmente, el compromiso de ayuda occidental al aliado ucraniano, mismo volviendo a mencionarse la posibilidad de un ingreso express de Ucrania en la OTAN. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (quien debía dejar este cargo el año pasado pero aún no existe consenso sobre su sustituto) propuso un paquete de ayuda de € 100.000 millones para Kiev hasta 2029; precisamente coincidiendo con el período de legislación del próximo Parlamento Europeo salido de las elecciones del pasado 9 de junio (9J) e, igualmente, con la mayor parte del actual período presidencial de Putin hasta 2030.

El mensaje es claro: Occidente no abandonará a Ucrania, cuando menos no durante los próximos cinco años. Pero hay matices: el compromiso con Zelensky quedó en € 40.000 millones para este 2024 pero aún debe avanzarse en ese consenso, que tampoco es total entre los miembros del G7, de la OTAN y de la UE.

Sigamos con el contexto global en el que se celebran estas cumbres del G7 y de la Paz en Ucrania y que pueden ofrecer pistas importantes sobre las decisiones que se tomen ahí.

Con estos encuentros en marcha la fragata rusa Gorshkov, con submarino nuclear incluido, se acercó al puerto de La Habana, lo que es decir a escasas millas de las costas estadounidenses. Toda vez la maquinaria mediática se puso en marcha, comprometida con el sensacionalismo y la espectacularidad de la noticia comparándola con hechos históricos como fue la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962, desde Washington se apresuraron a restar importancia al asunto porque esta aproximación de la fragata rusa «no constituye una amenaza».

Desde Moscú, Putin argumentó «compromisos militares» con su aliado cubano. Mirando el trasfondo, con el foco en las repercusiones globales de la guerra ucraniana, el peligro de una escalada nuclear siempre está presente entre Washington (6.800 armas nucleares) y Moscú (7.000), algo que conocen muy bien desde hace décadas.

Seguimos con el peligro nuclear. Estos días aparecieron noticias sobre la renovación de las tensiones fronterizas entre tres potencias nucleares, China (270 armas nucleares), India (130) y Pakistán (140). Recordemos que en la cumbre del G7, el tema de la seguridad en la región del Indo-Pacífico es unos de los temas estratégicos. China, y con menor intensidad India, son aliados rusos, más firme en el caso de Beijing, en la guerra ucraniana; además estos tres países son miembros de un BRICS en ascenso.

Pakistán es un aliado importante chino precisamente para contrarrestar el peso geopolítico de una India que viene de reelegir como presidente al nacionalista radical Narendra Modi. India juega complejos equilibrios entre Occidente, China y Rusia además de manejar sus propios intereses, particularmente imperativos en las disputas fronterizas con Pakistán (región de Cachemira) y China (Tíbet). Y aquí se enmarcan algunos de los objetivos occidentales «atlantistas» relativos a intentar implosionar el eje sino-ruso, desde Ucrania hasta o Indo-Pacífico, sin desestimar Taiwán.

Miremos ahora al Cáucaso, donde el presidente armenio Nikol Pashinyan, de orientación prooccidental, anunció precisamente esta semana la salida de Armenia de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), organismo defensivo constantemente comparado con la OTAN pero impulsado por Rusia en el entorno euroasiático.

Armenia, fuertemente dependiente de la energía rusa y ruta de tránsito de oleoductos y gasoductos desde el mar Caspio, se ve igualmente convulsionada en protestas contra Pashinyan por sus cesiones territoriales a la vecina Azerbaiyán tras la «guerra relámpago» de finales de 2023 en torno al enclave (ahora ex armenio) de Nagorno Karabaj, hoy prácticamente en manos azeríes. El mandatario armenio acusa a Moscú y a la OTSC de inclinarse a favor de los intereses azeríes en detrimento de los armenios. Pero tras la caída de Nagorno Karabaj llegaron a Armenia millares de refugiados descontentos con Pashinyan.

Como en la vecina Georgia con la aprobación de la «Ley Rusa» contra agentes extranjeros, en Armenia se libra un pulso geopolítico entre Rusia y Occidente que puede explicar la eventual ampliación de un «frente de guerra» de Ucrania hasta o Cáucaso.

Volvemos a Ucrania. En Kiev los servicios de seguridad se felicitaron porque las armas de la OTAN prometidas para las fuerzas armadas ucranianas ya están teniendo efecto en ataques dentro del territorio de la Federación rusa. Lo que es lo mismo; ya comienza a evidenciarse en Ucrania una guerra directa a cámara lenta entre la OTAN y Rusia. No obstante, en Kiev y Bruselas son conscientes del desequilibrio militar con  respecto a Rusia, de los avances de la contraofensiva militar rusa (Járkov), de los problemas de Zelensky para reclutar efectivos y de la necesidad imperiosa de una ayuda occidental que no se traduzca únicamente en armamento y dinero sino también en tropas especializadas. Cuando menos si atendemos las declaraciones de algunos de sus líderes, Europa ya observa casi como inevitable este conflicto con Rusia.

Ante la pretendida «amenaza rusa», Alemania ensaya retornar al servicio militar obligatorio; Polonia lleva tiempo acelerando la instrucción militar entre la población civil. También comienzan a tener incidencia mediática y política nuevos escenarios conflictivos que se vislumbran en los países bálticos; Polonia; Moldavia-Transnistria.

Una UE cada vez menos «europeísta»

Finalmente, la UE vive la resaca del ascenso de los populismos, de la ultraderecha y de los partidos euroescépticos en las recientes elecciones parlamentarias del pasado 9 de junio. Se estima que estos partidos ocuparían casi el 25% del próximo Parlamento europeo hasta 2029.

El momento político en la UE no es sencillo para sus élites y menos para algunos de sus presidentes, como es el caso del francés Emmanuel Macron, quien debió convocar a elecciones legislativas anticipadas, muy golpeado por el ascenso de la ultraderecha de Marine Le Pen. De hecho, figuras de la derecha francesa comienzan a acercarse a Le Pen con algunas consecuencias políticas, como fue la expulsión de Éric Ciotti como líder del conservador Los Republicanos. Las divisiones en la derecha tradicional y la izquierda francesas abren las expectativas de una posible abrumadora victoria de Le Pen en las próximas legislativas.

Tampoco le va bien al canciller alemán Olaf Schölz, que ve el ascenso de la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD), partido acusado desde diversos círculos políticos y mediáticos de presuntamente tener vínculos con el Kremlin. Macron y Schölz, presentes en el G7, ven condicionado y golpeado el histórico eje París-Berlín que siempre manejó el europeísmo da UE.

El horizonte electoral es preocupante para ellos: Alemania (2026) y Francia (2027) tendrán elecciones generales en un contexto de guerra en Ucrania, quien sabe si guerra directa con Rusia y ascenso de la ultraderecha y de los populismos euroescépticos. Si bien no está en la UE desde el Brexit, el primer ministro británico Rishi Sunak, también presente en la cumbre de Savelletri, se juega su cargo en las elecciones generales convocadas para el próximo 4 de julio. Por su parte la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, busca consolidar un nuevo mandato hasta 2029 pactando si es necesario con la ultraderecha en ascenso.

Mientras se habla con normalidad de una escalada bélica como si fuera de una Champions League militar, la «amenaza rusa» es el «enemigo conveniente» para un Occidente «atlantista» que intenta reconstruirse pero que se observa trastornado por el hecho de que precisamente Rusia resiste y sigue en pie; y porque los recientes resultados electorales en Europa no son los esperados por Bruselas mientras Moscú juega también con fuerza en este escenario.

Antecediendo a la cumbre del G7 se celebró en San Petersburgo un Foro Económico Internacional (5-7 de junio) con exitosas alianzas para Rusia con países asiáticos, africanos y latinoamericanos. Moscú maneja con China un nuevo eje Sur-Sur que también tiene incidencia dentro de los BRICS: Turquía, miembro de la OTAN, anunció su interés en ingresar en ese organismo, que puede tener su antesala en la próxima cumbre de los BRICS a celebrarse en noviembre en la localidad rusa de Kazán. Manteniendo igualmente sus equilibrios geopolíticos, Turquía comienza cada vez más a apostar por un ascendente eje euroasiático sino-ruso «despidiéndose» discretamente de Occidente.

Todo esto gravitaba en torno al G7. Le tocaba a Italia realizar esta cumbre por su presidencia rotativa en el organismo. La anfitriona Giorgia Meloni, exultante por sus buenos resultados electorales del 9J, hizo del encuentro un espacio de relajación estilo Dolce Vita para preparar un segundo semestre de 2024 que se apremia convulso y difícil. Porque el ojo de Bruselas está en Washington, en esas presidenciales en EEUU entre Trump y Biden, cada quien apremiado, directa o indirectamente, por escándalos con la justicia. Un Biden que busca la reelección pero atenazado en dos guerras en las que manifiesta o su «doble rasero»: mientras arma a Ucrania pide el cese al fuego en Gaza.

En la Apulia estuvieron también presentes el presidente brasileño Lula da Silva, un crítico con la ayuda a Ucrania y muy próximo al eje sino-ruso vía BRICS, y el polémico y extravagante mandatario argentino Javier Milei, aliado de Meloni y nueva «superstar» de la ultraderecha populista y liberal transatlántica. Mientras desmantela el Estado, Argentina está viviendo protestas por el programa de shock de Milei y el aumento de los índices de pobreza, calculado en un 55% de acuerdo con algunas investigaciones. En esta cumbre del G7, Meloni busca también su escaparate internacional para potenciar una agenda «ultra» y «antiprogresista», cada vez más afianzada a nivel global.

Por cierto, este 14 de junio comenzó en Alemania la Euro 2024. Y la próxima semana  vendrá la Copa América. Un mes completo de fútbol de alto nivel, con Messi, Mbappé, CR7, Bellingham….en el centro de atención. Y ya sabe, fútbol, pan y circo para el pueblo mientras el mundo se desliza hacia el escenario más peligroso y convulso desde la II Guerra Mundial.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/un-g7-para-un-occidente-convulsionado-roberto-mansilla-blanco/.

CUMBRES EN TIEMPOS DE FISIÓN INTERNACIONAL

Alberto Hutschenreuter*

Imagen: El País.

Sí hace treinta años se hubiera realizado un ejercicio de prognosis sobre cómo se encontraría el mundo dentro de veinte o treinta años, muy posiblemente habrían predominado consideraciones optimistas.

Aunque el futuro no existe y solo podemos arriesgar tendencias, entonces había enfoques esperanzadores sobre el curso de las relaciones internacionales. De las muchas «imágenes» o conjeturas que surgieron tras los años estratégicos de 1989 y 1991, caída del Muro de Berlín y desplome de la Unión Soviética, respectivamente, la mayoría no llegaban a decretar el advenimiento de «un mundo feliz», aunque había enfoques sobre una próxima «aldea global», pero eran esperanzadoras, por caso, aquellas que desde hacía tiempo anunciaban un mundo con base en los bloques geocomerciales.

Había pocas que sostenían un mundo «como de costumbre» y, salvo la de John Mearsheimer sobre un futuro muy sombrío para Europa, prácticamente no había hipótesis inquietantes.

Los años discurrieron y aquellas imágenes casi de ensoñación fueron disipándose ante la rotundidad de hechos en los que predominaban los vicios de siempre: la desconfianza entre Estados, el incremento de la autoayuda, los temores, las ambiciones, el interés nacional primero, la confrontación, etc.

Posiblemente, los esfuerzos para superar la crisis financiera mundial de 2008 fueron los últimos relativos con la cooperación internacional, pues en los años siguientes, y sobre todo tras los hechos de Ucrania/Crimea en 2013-2014, la política internacional volvió a tensarse, llegando a su fin la era de la globalización 1990-2015.

En los últimos años, ni siquiera la primera pandemia global, en la que un virus, no un Estado, produjo la muerte de aproximadamente 16 millones de personas, sirvió para que surgiera un nuevo sistema de valores que llevara al mundo hacia un orden internacional genuinamente anclado en la cooperación.

Luego, la guerra vino a desmoronar cualquier posibilidad mínima para mantener la cultura estratégica entre los que «hacen lo que pueden», como consideraba Tucídides a los poderosos de la antigüedad; y hoy en el mundo predomina un desorden internacional confrontativo, un modelo de cuño relacional, es decir, de poder y de capacidades.

Según una reciente publicación del Instituto para la Economía y la Paz, hay 56 conflictos («menores» y «graves») en el mundo, el mayor número desde 1945. Las muertes producidas por dichos conflictos en 2023 fueron superiores a 160.000, la mayoría en la guerra en Ucrania.

En otros términos, se vuelve a confirmar que las hipótesis que cuando comenzó el siglo aseguraban que la violencia en el mundo había disminuido, eran desacertadas.

Por su parte, el Índice de Riesgos Globales 2024 considera múltiples amenazas: desde el medioambiente hasta la interrupción de la cadena de suministro, pasando por ciberataques, desinformación generada por IA, desaceleración económica, polarización social, etc., la «galaxia» de riesgos plantea a los Estados situaciones sin precedentes.

Estas cuestiones, a las que hay que sumar el gasto militar mundial 2023, el más elevado de la historia, y el sensible descenso del multilateralismo, completan el alarmante estado de la política internacional y mundial que literalmente atraviesa la cumbre del foro político e intergubernamental del G-7, integrado por las potencias occidentales más Japón.

Pero además del complejo contexto, la situación de la guerra en Ucrania concentrará la atención y las medidas que se adopten, pues la guerra podría afirmar un curso que termine por desplomar a una Ucrania casi exánime y una situación semejante dejaría al oeste como derrotado. En estos términos, resulta casi impensable la aceptación por parte de Occidente de semejante posibilidad.

La guerra en Oriente Medio también implica un seísmo inquietante para el G-7, pues allí el enfoque de Israel parece orientado no sólo a proseguir la ofensiva, sino ajustar geopolíticamente la situación, es decir, terminar con el ya acotado alcance que les queda a los palestinos, escenario que inflamará más todavía la pesada «canasta» de tensiones y cuestiones regionales.

Además, que el G-7 sea un bloque estratégico exclusivo, dejando fuera a otros sin los cuales es impensable siquiera un esbozo de «sub orden internacional», contribuye más a reafirmar la fractura que la colaboración internacional.

En cuanto a la Conferencia Internacional para la Paz a llevarse a cabo en Suiza, la misma no estará centrada en un plan de paz basado en lo imposible, es decir, que Rusia (que no fue invitada) se retire del este y sur del país, un escenario que nadie contempla, sino en la demanda de quien organizó el evento, Volodimir Zelenski, de apresurar y ampliar la asistencia financiera y militar.

¿Será posible escuchar en Lucerna una voz que plantee un plan realista de cese de fuego entre Rusia y Ucrania? Muy difícil, por no decir directamente no. La razón ha sido expuesta más arriba.

 

* Miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

 

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