F. Javier Blasco*
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Recuerdo que, en mis años de niñez e infancia ―décadas de los 50 y 60 del siglo pasado― era muy frecuente que los chavales tuviéramos una colección, más o menos grande, de soldaditos de plomo con los que jugábamos durante horas, hasta que se nos anunciaba que era la hora de ir a cenar.
Aquellos soldaditos hechos para durar, eran construidos en moldes de hierro, rellenos de plomo candente y que, posteriormente, cuando se enfriaban y sacaban de dichos moldes, se pintarrajeaban con diversos colores dándoles forma y significado. Eran un claro y eficaz precedente o sustituto de lo que vendría a sucederles unos años más tarde con el plástico y mucho mejor con los primeros juegos de ordenador o de la mundialmente famosa Play Station que han sobrevivido hasta la fecha.
Cada chaval se constituía en un mariscal de campo y movía sus tropas, cañones, aviones y carros de combate de plomo a su antojo, enfrentado unos a otros sin cesar y viendo como el bando que más tropas tenía o mejor jugaba sus estrategias, finalmente se alzaba con la victoria.
Pues bien, algo parecido es lo que el mundo y la llamada Comunidad internacional (CI) ―principalmente la UE, la OTAN, la ONU y los EEUU― han venido haciendo sobre el tapete del territorio ucranio donde se manejaban y movían tropas de los dos bandos en liza (Rusia y Ucrania) apoyadas ―más bien menos que más― por una serie de actores externos, que se creían o más bien se auto engañaban con el hecho de que a su entender, estaban haciendo lo correcto para que el conflicto no pudiera durar más. Que Ucrania con nuestro apoyo iba a resistir y que Rusia, agotada de tanto esfuerzo y casi aislada internacionalmente en su empeño, tarde o temprano acabaría por sucumbir.
Han pasado los días, las semanas, los meses y hasta tres años y el conflicto con sus altos y bajos sigue instalado en los mismos confines; algunas conquistas de territorio y unos pocos cientos de miles de bajas entre ambos bandos. Pero no ha servido más que para demostrar aquello que algunos «precipitados» dejamos bien claro negro sobre blanco desde casi el inicio de la confrontación, Rusia acabaría venciendo, Ucrania se vería obligada a claudicar deshonrosamente y la CI en su conjunto con algunos de sus actores en particular, quedarían como lo que verdaderamente son, unos inútiles, zampabollos y bebe fantas que solo sirven para figurar, hacer caja personal y tratar de vender unos productos que no sirven para casi nada y mucho menos para vencer en un conflicto como el presente con la significancia e importancia de los variopintos medios que han aparecido en escena o mejorado en los últimos tiempos.
Hechos irrefutables, que se verían acelerados, si Trump volvía a ser reelegido en EEUU, ganaba las elecciones y volvía al tablero internacional; pero esta vez, con mayor conocimiento de la capacidad real de los actores en el escenario, memorizadas las lecciones aprendidas de anteriores conflictos y nulas alianzas y con la urgencia de tener que aprovechar al máximo las posibilidades que le brinda este segundo y último período de mandamiento presidencial.
Quisiera decir que son numerosas las ocasiones en las que he mostrado por escrito este pensamiento y pronóstico en mi blog, pero sobre todo y por no cansar, recomendaría el repaso de los siguientes artículos: Últimos reajustes en el orden mundial de febrero de 2024, Los estertores de la decadente comunidad internacional del pasado mes de enero.
Tal y como pronosticaba en ambos, ha bastado la simple presencia de Trump al mano de EEUU para que todo, absolutamente todo, cambie; pero la razón de ello no es debida a reajustes en la personalidad del presidente norteamericano, sino al hecho de que no se le hizo caso cuando venía avisando de lo que podía ocurrir y lo hizo, además, con tiempo y reiteradas veces desde mediados de su primer mandato.
Ahora todos a rasgarnos las vestiduras, a protestar con la boca pequeña o cuando no nos escucha (como es el caso de España) y a considerarle un loco cuando propone e implementa soluciones rápidas, sencillas y más económicas por muy sangrantes y duras que inicialmente parezcan.
El tiempo de la leche en polvo, el queso de bola y la Coca Cola gratis para Europa acabó hace muchos años, pero nosotros nos hemos venido resistiendo a aceptarlo, tratando, al mismo tiempo, de engañar al rey del engaño y la añagaza.
Trump ya no está dispuesto gastar un dólar más en un continente de vagos que vienen mendigando su seguridad desde el final de la II Guerra Mundial sin gastar, proporcionalmente ni la mitad de lo que nos correspondería a los demás.
Sabe manejarse con los más poderosos y sobre todo con aquellos que lo son de verdad porque no les teme en absoluto, les trata de igual a igual y les deja bien claro que el que se ría, se arrugue o proteste se queda sin salir en la foto o se va a la cama sin cenar. Razón por la que cree poco o nada en la mastodóntica, costosa y poco resolutiva OTAN en Bruselas, organización que para sobrevivir se ha tenido que reinventar en varias ocasiones para convertirse en un club de amigotes militares y diplomáticos de alta graduación donde pasan el tiempo con muy buenos sueldos y poco o nulo resultado. Alianza donde resulta muy difícil la adopción de medidas rápidas y eficaces por los intereses nacionales de cada uno y porque ha crecido tanto que es imposible gobernar. No me extrañaría nada que, como tal, tenga los días contados o se reduzca, en mucho su formato y composición actual.
Necesita, con pocos esfuerzos y a ser posible de simples plumazos, escampar el horizonte, ahorrar medios humanos y economizar gastos y esfuerzos nacionales para dedicarlos a su seguridad inmediata al norte y sur de sus fronteras y en sus flancos principalmente en el Ártico. Y, al mismo tiempo, ganar tiempo para sus desplazamientos logísticos, principalmente por mar, haciéndolos más cortos y seguros que hasta ahora. Tiene mucha necesidad de tierras raras, petróleo y otra serie de materias primas que las obtendrá como sea necesario, ya que no cree mucho en los agoreros que insisten en la necesidad de luchar contra lo que pregonan que influye en el cambio climático de forma sin par.
Oriente medio le preocupa algo, pero menos de lo que muchos piensan porque sabe que con un ligero apoyo a Israel, la paz, la suya, en la zona quedará asegurada o al menos sellada por mucho tiempo y sus principales enemigos allí, serán barridos del mapa en pocos días. No se anda con chiquitas y al puro estilo imperialista, manejará el mundo a su antojo y aquellos otros que aspiren a ser algo en la esfera internacional como Rusia y China o hasta la India podrán jugar a ser mayores, pero deberán seguir su estela porque aún les queda mucho que aprender y desarrollar y sobre todo actuar con mucha cautela para no molestarle en su torpe caminar.
La pobre y desvalida UE, exhausta por la ausencia de potentes liderazgos y capacidades políticas entre sus dirigentes y de tanto malgastar en cosas poco palpables o productivas, pero desarmada y sin política exterior clara y fuerte, se convertirá en un cliente más, a la cola de aquellos otros que por su capacidad de expansión, número de habitantes y posibilidades industriales le interesen mucho más.
Su famoso frase de «Hacer de nuevo grande a EEUU» no es, tal y como muchos piensan, un simple y fácil slogan electoral; al contrario, es algo en lo que él cree de verdad y tal como le van las cosas ―en tan corto espacio de tiempo― veo muy difícil o casi imposible que algo o alguien le sea capaz de frenar.
* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.