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EL MODELO DE INDEPENDENCIA DEL 7 DE SEPTIEMBRE

Jonuel Gonçalves*

La Independencia de Brasil, simbolizada el 7 de septiembre de 1822, fue una reacción de la nobleza colonial al movimiento que, bajo diferentes corrientes, atravesaba la sociedad brasilera en términos similares al resto de las Américas. Toma del poder para mantener las prerrogativas que el parlamento portugués pretendía anular al volver al sistema colonial clásico y anticiparse a la fuerte posibilidad de la independencia republicana.

Por nobleza colonial entendemos el grupo de los más ricos de la colonia, tuvieran o no títulos nobiliarios pero vinculados directamente al poder establecido y con sus intereses basados en el territorio colonial. Una parte había nacido en Brasil, la otra estaba compuesta por «reynóis», es decir, «metropolitanos» instalados. Tenían en común ser blancos, defensores de las estructuras de propiedad coloniales, incluida, por tanto, la esclavitud, opuestos a las ideas de democracia que transcendieron en el país, con distintos niveles de información, sobre las revoluciones norteamericana y francesa.

La nobleza colonial aspiraba a títulos nobiliarios formales, los cuales obtendría a partir del 7 de septiembre de 1822.

Las demandas explícitas de independencia llevaban, en ese momento, varias décadas, además de brotes de protesta localizada que implicaban el rechazo al sistema colonial y esclavista. El movimiento Ouro Preto —mal llamado Inconfidência Mineira— más que un precursor fue, de hecho, resultado de estas reivindicaciones. Al igual que en los Estados Unidos, fue lanzado sobre la base de la lucha contra la brutalidad de los impuestos, destinados a reforzar el tesoro real portugués y que contribuyeron fuertemente al atraso económico brasilero. Ante este hecho y su significado dominante, los involucrados en el proceso apuntaron a una república independiente como solución.

El punto débil del movimiento residía en su composición, que incluía personalidades cercanas a la nobleza colonial y poco convencidas de esos principios. Parte del grupo, ligado afectivamente a Portugal donde había nacido, se contentaría con una reforma fiscal para reducir el «derrame» y era vulnerable a «sentimientos de culpa» por implicarse en una conspiración contra la corona. De ahí las infidelidades ajenas al grupo, que llevaron a la policía hasta él y, luego, la delación que llevó al ahorcamiento de Tiradentes.

Joaquim José da Silva Xavier, más conocido como «Tiradentes» (1746-1792).

El texto de Pedro Doria «1789» (Doria:2012) expone esta situación y también revela algunos errores cometidos por el propio Tiradentes en la conducción del movimiento, tanto en términos de movilización y prolongación de su carácter informal, como en la falta de precauciones en las conversaciones públicas. El alférez tenía fama de republicano entre personas que no serían discretas.

La nobleza colonial, sin embargo, vio surgir con gran recelo la aparición de nuevos Tiradentes, sobre todo si tenían más experiencia en la acción subversiva. A este hecho se sumó el temor en el mismo estrato social por la revolución haitiana, sobre todo porque ciudades como Río de Janeiro tenían una población mayoritaria esclava o recién liberada y, en Bahía, estallaría una rebelión clandestina en 1798 —bajo la vasta influencia de los acontecimientos haitianos—, el «Conjuro de Bahía» o la «Revuelta de los Alfaiates».

El libro colectivo «O Sequestro da Independência» (Lima, Schwarcz, Stumpf: 2022), se refiere a la rebelión de Pernambuco en 1817 como «el último movimiento separatista del período colonial brasileño» con el comportamiento de la élite local diferente a la nobleza colonial: «la élite local, es muy cierto, luchó contra la presencia portuguesa, defendiendo un nuevo proyecto de república, el fin de la recaudación de impuestos por parte de la metrópolis, la libertad de creencias y de expresión, pero no tocó la cuestión de la abolición de la esclavitud. Fue tan fuerte la sublevación que D. João acabó viéndose obligado a aplazar un año su coronación hasta que se calmaran las cosas en las provincias del norte». (ibídem.).

Así, podemos ver dos tendencias políticas en las clases altas de ingresos —una monárquica, la otra republicana— ambas acordes con el eje central del pacto colonial de la época: la esclavitud. El peso de esta convergencia facilitaría la absorción de la segunda corriente por la primera, durante algunas décadas, con la revolución liberal portuguesa de 1820 acelerando el proceso al intentar imponer los viejos términos de la autoridad colonial, con centro en Lisboa. Inmediatamente tuvo el efecto contrario.

Así, Brasil pasó a partir de 1821 a la situación de independencia de facto. D. Pedro determinó que todas las órdenes provenientes de Portugal debían ser previamente aprobadas por él y desde entonces circularon constantes rumores de intervención de las fuerzas portuguesas, al mismo tiempo que las cancillerías comenzaban a mirar con interés el panorama brasilero en búsqueda de influencia. Estados Unidos, poco mencionado pero muy interesado, tenía información a partir de una conversación en París entre un intelectual brasilero, cercano a las corrientes republicanas, con Thomas Jefferson, entonces embajador estadounidense en la capital francesa. Atentas y activas se mostraron también Inglaterra, que tenía un importante cónsul general en Río de Janeiro, y la monarquía austríaca, informada por la futura emperatriz Leopoldina, esposa de D. Pedro.

El libro de Marsilio Cassotti «La biografía íntima de Leopoldina – La Emperatriz que logró la Independencia de Brasil» (un subtítulo muy significativo) hace referencia a un constante cabildeo de ella con el monarca austríaco, su padre, en un momento en que el gobierno de Viena a cuya cabeza se encontraba Metternich, figura central de la política europea, enemigo de las ideas liberales-republicanas, por tanto opuesto a la revolución liberal portuguesa pero no por ello favorable al fortalecimiento autónomo del continente americano.

La importancia de Leopoldina no derivaba sólo de ser la esposa oficial de Pedro, sino quizás sobre todo de pertenecer a una poderosa familia gobernante del viejo continente, no escondiendo en sus cartas a Viena que era importante proclamar la independencia de Brasil como imperio, para evitar una República Mantendría esta importancia en los años posteriores a 1822, cuando la diplomacia brasilera estaba en sus inicios. La escasa actividad en política internacional es subrayada por los autores del «Sequestro da Independência», aunque hacen referencia a diligencias de reconocimiento junto a Angola que no existieron, en la medida en que siendo colonia y, además, colonia portuguesa, Angola no tenía ninguna autonomía.

Lo que sucedió en Angola fue un movimiento de intereses vinculados al tráfico de esclavos, en el sentido de acompañar la inevitable independencia brasileña, en un proyecto llamado Confederação Brasílica.

Leopoldina no solo hizo cabildeo a nivel internacional, también lo hizo en relación a su marido, que dudó varias veces en romper con Portugal. En este cabildeo interno contó con el apoyo de José Bonifácio, ministro y brasilero, libre de conexiones como las de D. Pedro a la Casa de Bragança.

Aquí cabría preguntarse por qué Bonifacio esperó tanto la decisión del príncipe regente y no tomó la iniciativa de proclamar su Independencia.

La segunda mitad de 1822 fue un contrarreloj político. D. Pedro fue a Minas para calmar la agitación y a principios de agosto se convirtió en Gran Maestre de la Masonería de Río de Janeiro, que se oponía a la influyente Masonería portuguesa. En el mismo mes, viajó a São Paulo con la misma preocupación por los enfrentamientos, aunque tardó más debido a la relación afectiva que inició en ese viaje.

Leopoldina, a quien nombró gobernante durante el período de su ausencia, presionó para que regresara prontamente a Río ante la vulnerabilidad de la situación y la proclamación de la Independencia. El 2 de septiembre fue convocado el Consejo de Estado, donde Bonifácio suscribió la recomendación de independencia total, aprobada por Leopoldina como gobernadora.

La comunicación fue enviada a Pedro junto con otras cartas y el ultimátum de las Cortes portuguesas para que regrese a Lisboa. La totalidad de este correo fue leído en el camino a lo largo del riacho Ipiranga el día 7 de septiembre, cuando el dúo Leopoldina-Bonifácio ejercía el poder en Río de Janeiro.

Quedó como fecha de la misma el día de la lectura de las cartas y la decisión verbal de proclamar la independencia, aunque la Aclamación de la Independencia se celebró el 12 de octubre y Pedro fue coronado Emperador en diciembre.

Los colores de la bandera brasileña no derivaron de ninguna tropicalidad como mucha gente todavía piensa, sino del verde de la Casa de Braganza y el amarillo de los Habsburgo austríacos.

La tendencia conservadora de José Bonifácio se mantuvo en el poder por un breve período y las demás tendencias de las élites aceptaron tácitamente un acuerdo para esperar la convocatoria de la Constituyente, que también tendría una corta vida. D. Pedro, masón y liberal en la política portuguesa, fue autoritario en Brasil. Incluso en detalle, como lo describe Massotti (ibíd.), de humillar a funcionarios en las reparticiones públicas.

Fuera de las estructuras de poder o de acceso a ellas, se encontraban los liberales radicales, cercanos al jacobinismo francés, cuya fuerza real sigue siendo imposible de determinar. En mi investigación para la redacción del libro «A Ilha de Martim Vaz» encontré evidencias de actividad clandestina en Río de Janeiro similar a la «Conjuração Bahiana», con panfletos escritos a mano colocados en las puertas de las iglesias o en sus cercanías.

Uno de ellas fue la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario y San Benedicto de los Hombres Negros, que aún existe en el centro de Río de Janeiro.

Portugal reconoció la independencia en 1824, bajo la mediación británica. Brasil se comprometió a no apoyar movimientos independentistas en otras colonias portuguesas y los cinco negociadores brasileños no supieron (o no quisieron) oponer el valor de las riquezas extraídas a la demanda de pago de cantidades reclamadas por la monarquía portuguesa. Brasil nació con legados socioeconómicos coloniales y una deuda externa.

 

Niterói 02/09/2022 (dos siglos después de la reunión del Consejo de Estado con la recomendación de independencia).

 

* Doctor en Ciencias sobre Economía de Recursos Hídricos sobre África Austral-América del Sur. Graduado en la Universidad de Ciudad del Cabo y en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París. Se ha desempeñado como miembro del Comité Ejecutivo del Consejo para el Desarrollo de la Investigación en Ciencias Sociales de África (CODESRIA) y técnico superior del Ministerio de Transportes de Angola.

Actualmente se dedica a la investigación del ascenso y la caída de los Nuevos Poderes en el Atlántico Sur, especialmente en Suráfrica y Brasil. Profesor en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidade Federal Fluminense (UFF) de Río de Janeiro (Brasil). Analista sobre Economía y Asuntos Africanos en la emisora de radio RDP África. Es Autor de numerosos libros.

 

Artículo originalmente publicado el 01/09/2022, en el sitio Blog do Jonuel, jonuel34.blogspot.com, y traducido por el Equipo de la SAEEG.

ENCRUCIJADA BRASILEÑA 3: ECONOMÍA BAJO ESTRANGULAMIENTOS INTERNOS E INCERTIDUMBRE EXTERNA

Jonuel Gonçalves*

Imagen de Joel santana Joelfotos en Pixabay 

La tasa de desempleo en Brasil cayó al 12,1% en el trimestre julio-octubre, una disminución anualizada del 2,5%, según datos del Instituto Brasilero de Geografía y Estadística. Pese a ello, permanecieron desempleados (https://www.publico.pt/2021/03/06/mundo/noticia/20-milhoes-brasileiros-emergirem-crisis-pandemica-emprego-vao-reagir-1953373) más de 12 millones de personas y, al mismo tiempo, el ingreso promedio del trabajo en el mismo trimestre correspondió a 2.459 reales —equivalente al tipo de cambio actual en torno a los 390 euros —, un 11% menos en doce meses.

La combinación de estos dos datos apunta a uno de los mayores cuellos de botella en la economía brasilera: un mercado demográficamente grande, pero con bajo poder adquisitivo. Incluso en períodos de desempleo del 5%, el volumen de salarios bajos alcanzó niveles incompatibles con el desarrollo a un ritmo considerable, ya que estableció límites bajos al consumo más allá de la simple supervivencia. El consumo de las familias en Brasil, en 2019, representó el 63,7% del PIB (https://www.publico.pt/2021/02/02/economia/noticia/pib-afunda-76-2020-penalizado-consumption-turismo -1948909).

Desde 2011, este problema se ha considerado decisivo, pero las políticas económicas adoptadas han demostrado ser impotentes al respecto. En 2012, el fracaso de las facilidades fiscales para estimular los sectores de la producción y el consumo industrial provocó un aumento del desempleo y abrió las puertas a la recesión que duraría de 2014 a 2016. En 2013 fue la verdadera causa de las protestas callejeras.

La situación del mercado de trabajo —puestos de trabajo creados y salarios— es el principal indicador del estado de cualquier economía. En la actual situación brasilera, el aumento de la inflación (10,2%) y la reactivación de las actividades informales tras la flexibilización de las restricciones pandémicas también pesan sobre el empleo y los ingresos. El número de trabajadores informales ahora sería de 38,2 millones de personas en un total de 94 millones de puestos de trabajo.

No es de extrañar, por tanto, que el Banco Central informe el aumento del endeudamiento de las familias y que los niveles de ahorro bruto hayan perdido alrededor de 70 MM de reales entre 2018 y 2019, dejando de lado 2020, el mayor daño causado a la economía en todo el mundo el mundo de covid-19.

El año pasado, el PIB de Brasil fluctuó entre el décimo y el duodécimo lugar en el mundo, según la fuente y el método de cálculo. Su valor nominal en dólares estadounidenses rondaba los 1,5 billones, es decir, siete mil dólares per cápita. La recesión de 2020 fue del 4,1% después de tres años de crecimiento modesto, algo por encima del uno por ciento, con el agravamiento de dichas tasas tras la recesión de 2014-2016. El IBGE reporta pérdidas acumuladas, en 2015 y 2016, del 6,7%.

Otro elemento comparativo central, relacionado en gran medida con los niveles de ingresos y empleo, es el Índice de Desarrollo Humano. La duodécima o duodécima economía mundial en términos de PIB lleva años ocupando el puesto 70 en el IDH.

Durante la pandemia, las ayudas públicas de emergencia (https://www.publico.pt/2020/08/14/mundo/noticia/bolsonaro-melhor-avaliacao-desde-inicio-mandato-vulneraveis-contribuem-resultado-1928088) actuaron como un paliativo importante, garantizando la supervivencia biológica de millones de personas e incluso incrementaron el rendimiento comercial. En el mes pasado, el gobierno lanzó un nuevo programa masivo de asistencia a los bajos ingresos, el Auxilio Brasil, inspirado (política y financieramente) en el anterior Bolsa Familia, con montos más altos y propicios para romper los topes de gasto público, como es el caso en todo el mundo. El riesgo en Brasil, sin embargo, reside en la visión de los políticos para quienes el asistenciacialismo masivo substituye a las políticas expansivas del mercado laboral y la remuneración motivadora.

Las previsiones de crecimiento del Banco Central se sitúan ahora en 4,51% para este año y 0,42% para 2022. El crecimiento previsto para 2021 es, por tanto, un dato positivo que solo se equilibra con lo negativo del año pasado y, de confirmarse la previsión para 2022, en la práctica, Brasil tendrá una suma de tres años de estancamiento. Dado que es probable que las tasas de inflación actuales se extiendan, al menos durante la mayor parte del próximo año, tendremos un estancamiento en el horizonte.

Frente a la inflación, que tiene factores nacionales e internacionales, el Banco Central eleva la Selic (tasa de interés base), ahora en 9.25%, y, dado el escenario en su conjunto, el diario O Estado de São Paulo señalaba que “el incremento en la Selic y el riesgo de default hacen subir las tasas de interés al consumidor”.

Es obvio que los bajos ingresos, además de inhibir el consumo, no promueven una alta productividad cuyos niveles, en Brasil, aún sufren los efectos de la insuficiente innovación tecnológica y el mal mantenimiento del capital fijo. Este detalle, dicho sea de paso, acentúa los riesgos a largo plazo y recorta oportunidades laborales en el plazo inmediato.

El comercio exterior de Brasil, a pesar de todo, ha tenido un buen desempeño en un marco internacional desfavorable. Este ha sido otro elemento central durante mucho tiempo. El crecimiento de la primera década de este siglo se basó en un entorno externo de altos precios de los productos primarios, masiva Inversión Extranjera Directa —Brasil se convirtió en el segundo destino de IED— y mucho movimiento de capitales de corto plazo. El fin de este “momento” produjo el agotamiento del modelo entonces vigente en Brasil, poniendo fin a otro ciclo de crecimiento nacional.

El agronegocio resistió mejor que otros sectores productivos, sin embargo, la consultora británica Capital Economics apunta a la nueva dependencia externa del país, esta vez del consumo chino.

En estos términos, Brasil continúa en una grave crisis económica que ya ha producido ciclones políticos y, la forma en que se maneje, determinará el estallido (o no) de algunos más. Concretamente, tiene un mercado interno autolimitado y un mercado mundial donde reina la incertidumbre.

Mejorar el funcionamiento interno general es una prioridad en cualquier caso. A escala internacional, está al alcance de Brasil estimular un nuevo marco económico en América del Sur, quizás incluso en todo el Atlántico Sur.

 

* Investigador asociado del NEA/UFF (Rio de Janeiro) e Investigador del ISCTE/IUL. Reside en Niterói (Rio de Janeiro). 

Artículo publicado el 31/12/2021 en Público PT (Portugal), https://www.publico.pt/2021/12/31/mundo/analise/encruzilhadas-brasileiras-3-economia-gargalos-internos-incerteza-externas-1990380. Traducido con autorización del autor por el Equipo de la SAEEG.

LAS GRANDES ENCRUCIJADAS BRASILERAS (2)

Jonuel Gonçalves*

El presidente Jair Bolsonaro, a lo largo de su carrera política, ya ha cambiado de partido en ocho ocasiones, sin que ello implique inconsistencia, aunque sea una simple veleta o un caso único. De hecho, estos partidos son prácticamente todos iguales, e incluso se puede plantear la cuestión de si son partidos o meras leyendas. Hay una diferencia que no aparece en la legislación pero que se nota en la práctica. Existen varias definiciones de “partido político”, ninguna de ellas se aplica a las fachadas electorales de personas cuyas afinidades se limitan a garantizar un requisito de candidatura y, sobre todo, minutos en televisión.

La mayoría de los aproximadamente tres decenas de “partidos” brasileros se encuentran en esta situación, provocando un constante nomadismo de personalidades y fomentando alianzas que nada tienen que ver con principios o programas. Es solo para agregar votos.

Haber llamado ayer a alguien explotador del pueblo, mal carácter o ladrón no nos impide hoy hacer una alianza con él. Este es un comportamiento generalizado en Brasil y en casi en todo el mundo, que genera una profunda desconfianza social y genera una abstención desenfrenada o, en casos de votación obligatoria, como en Brasil, “votación al azar” o excusas para no votar.

La dimensión del fenómeno “leyenda” da mucha visibilidad a este tipo de políticas aquí.

Los partidos políticos en Brasil son pocos. A la izquierda, PT y PSOL son parte de estas rarezas, que también existen a la derecha con el proyecto União Brasil (fusión casi lista de demócratas y PSL) o como los evangélicos Republicanos.

En la centroizquierda, el PSB y el PDT tienen dirigentes preocupados por mantener un perfil de partido, no siempre seguidos por figuras egocéntricas, además de ser dos formaciones políticas tan cercanas en sus discursos que cuesta encontrar razones para que sean dos. Parece derivar únicamente de haber sido fundada por dos líderes políticos históricos ya fallecidos: Miguel Arraes y Leonel Brizola.

El PSDB (https://www.publico.pt/2021/11/28/mundo/noticia/joao-doria-escerto-candidato-presidencial-psdb-1986710) ha sido un partido político, inicialmente centrista, más recientemente centro-derecha y, más recientemente aún, escenario de enfrentamientos entre proyectos individuales y frecuentes zigzags, crea un look cercano de las simples leyendas. Es una trayectoria ya consolidada por el MDB, donde cada ala interna (o grupo de intereses) puede seguir fuertes caminos antagónicos o candidaturas decididas en términos de caciquismo.

Como el MDB, el Partido Progressista (PP) tiene sus orígenes en la dictadura posterior a 1964, con la diferencia de que el MDB estaba en la oposición y el PP actual es, en gran medida, heredero de Arena, entonces el partido de gobierno. Tiene un menor abanico de estrategias internas, entre derecha y centro derecha pero, como su ex adversario, prioriza la búsqueda de participación en todos los gobiernos. Exitoso, estuvo presente en todos desde la fundación y fue acusado —el partido y algunos de sus responsables— de escándalos vinculados a Petrobras.

Es un contexto cercano al Partido Liberal (PL), que acaba de recibir al presidente Jair Bolsonaro (https://www.publico.pt/2021/11/30/mundo/noticia/bolsonaro-filiouse-partido-liberal-fracassar-lancamento-partido-proprio-1986972). También participó en diferentes gobiernos y su actual líder fue encarcelado por involucrarse en el “mensalão” (https://www.publico.pt/2005/07/31/jornal/o-que-eo-caso-mensalao-32762), convirtiéndose en un ejemplo importante de las relaciones dentro de la élite política brasileña: no es incompatible haber tenido funciones importantes en los gobiernos del PT, haber sufrido condena por corrupción y ser el actual partido del presidente.

Las migraciones o vaivenes político-partidistas son otro rasgo que no impide una carrera política destacada y con niveles de popularidad relevantes. Este es el caso de Ciro Gomes, candidato presidencial por el PDT, con siete cambios de partido, Eduardo Paes, actual alcalde de Río de Janeiro, con ocho y los evangélicos agrupados en Republicanos que dieron apoyo decisivo a Lula, Dilma, Temer y Bolsonaro. Muchos de estos cambios ni siquiera fueron notados por la opinión pública, cuya mayoría vota mucho más por la personalidad que por el partido.

Así es como Lula y Bolsonaro son más populares que el PT y el PL, que el PSDB nunca volvió a encontrar un líder de la dimensión de Fernando Henrique Cardoso y que el peso histórico de Brizola y Arraes todavía se siente hoy. Por otro lado, existen importantes proyecciones políticas de personalidades provenientes de otras áreas. Así, el ex juez Sérgio Moro pasó rápidamente de la Operación Lava Jato a ministro y candidato presidencial (https://www.publico.pt/2021/12/03/mundo/noticia/moro-devera-passar-bolsonaro-intencoes-voto-hasta-fevereiro-lideres-partidos-folha-spaulo-1987367), mientras que el alcalde de Belo Horizonte (MG), Alexandre Kalil, debe su fácil victoria electoral a haber sido presidente del Atlético Mineiro.

Pero aún quedan otros dos detalles capitales: primero, los grandes líderes de los partidos o leyendas son hombres blancos, con una excepción, Marina da Silva, cuyo impacto actual es una incógnita. Ni siquiera el aumento de alcaldes de otros grupos raciales se debió a iniciativas partidistas. Fue consecuencia de nuevas reglas de la justicia electoral. En segundo lugar, Lula y Bolsonaro poseen máquinas de guerra de narrativas de las más poderosas del mundo.

En 2022, el año 200 de la independencia, Brasil completará una década marcada por cuatro traumas y muchos enojos: una secuencia de escándalos de corrupción, mala gestión pública, más pobreza y amenazas a la democracia. Las elecciones del próximo año y las maniobras preparatorias señalan hoy dos escenarios. La probable persistencia de lo emocional como criterio fundamental para las elecciones políticas, incita a partidos, leyendas y candidatos a optar por meras técnicas de mero marketing en lugar de proyectos de recuperación nacional. Por otro lado, los efectos políticos de esta década perdida pueden servir de advertencia, incluso a los provocadores del trauma, reduciendo en gran medida la corrupción, los intentos autoritarios y la mala gestión pública.

* Investigador asociado del NEA/UFF (Rio de Janeiro) e Investigador del ISCTE/IUL. Reside en Niterói (Rio de Janeiro). 

Artículo publicado el 11/12/2021 en Público PT (Portugal), https://www.publico.pt/2021/12/11/mundo/analise/encruzilhadas-brasileiras-2-1987774. Traducido con autorización del autor por el Equipo de la SAEEG.