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LOS MILITARES BRASILEÑOS LANZAN UN AVISO A BOLSONARO

El Deber (Santa cruz de la Sierra, Bolivia)

Brasil ha registrado 432 muertos por la enfermedad y tiene 10.278 contagiados. Los presidentes del Senado, Davi Alcolumbre, y de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, rechazaron reunirse con Bolsonaro el viernes y decidieron coordinar el plan antivirus, con Luiz Henrique Mandetta

Cada día hay más señales en Brasilia de que el errático comportamiento de Jair Bolsonaro en la crisis del Covid-19 inquieta la cúpula de las Fuerzas Armadas. Según el medio digital DefesaNet —utilizado por los militares para intervenir en el debate político—, el general Braga Netto habría sido nombrado Jefe del Estado Mayor del Gobierno con el fin de coordinar las acciones del Gobierno Federal incluso si ello “contradice las declaraciones del presidente Bolsonaro”.

Siempre según las informaciones de este medio de comunicación militar, el nuevo cargo permitiría que Bolsonaro pueda “comportarse como si no perteneciera a su propio Gobierno”, una referencia a la extraña actitud del mandatario ante la pandemia del coronavirus. De hecho, mientras permite que el ministro de Sanidad de su Ejecutivo, Luiz Henrique Mandetta, implementa políticas de confinamiento, Bolsonaro las rechaza abiertamente e incluso las incumple o se mofa directamente de ellas. El presidente ha paseado ostentosamente mientras su Gobierno imponía a la población quedarse en casa y ha llegado a definir la Covid-19 como un “mísero resfriado”.

Y eso que la situación no es precisamente tranquilizadora: pese a contar con un sistema sanitario que no llega a toda la población, Brasil ha registrado 432 muertos ya por la enfermedad, 73 en las últimas 24 horas, y los datos oficiales arrojan una cifra de 10.278 contagiados.

Según el mensaje lanzado por el medio militar, el nuevo cargo que ocupará el general Braga Netto en el Gobierno fue creado “tras alcanzarse un acuerdo entre ministros, altos cargos militares y el propio presidente de la República”. Aunque resulta difícil de creer, o cuando menos paradójico, que Bolsonaro participase en una maniobra diseñada para su propio arrinconamiento. “La cuestión ahora es si Bolsonaro va a permitir ser un títere”, señaló una fuente próxima al Partido de los Trabajadores consultada anoche.

Aunque no se confirma oficialmente el nombramiento de Braga Netto, hay señales de que Bolsonaro ha perdido la confianza de los diferentes poderes del Estado. Los presidentes del Senado, Davi Alcolumbre, y de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, rechazaron reunirse con Bolsonaro el pasado viernes y decidieron coordinar el plan antivirus, en su lugar, con Luiz Henrique Mandetta, según el diario Folha de São Paulo.

Este mismo rotativo se hacía ayer eco de un estudio de varios psicoanalistas que situaban la actitud y las declaraciones del mandatario dentro de un cuadro paranoico, delirante y mesiánico, aunque sin revelar su identidad ni considerar sus reflexiones como un diagnóstico. No obstante, a raíz de esta información, la excandidata presidencial Marina Silva declaró que el comportamiento del presidente urge “una intervención médica inmediata”. (Tomado de La Vanguardia, España)

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/172987_los-militares-brasilenos-lanzan-un-aviso-a-bolsonaro#.Xon7SIeOrxM.whatsapp

SE INCENDIA, SE INCENDIA

Sergio A. Rossi

Los incendios en el Amazonas alarman al mundo, un mundo que no siempre se alarma cuando debe, y que ni siquiera se alarma siempre y parejo ante cosas parecidas. Las alarmas tienen que ver con hechos que a veces se vuelven problemas; pero también con cómo se perciben los hechos y cómo se propagan las percepciones de los hechos. En la propagación de las percepciones inciden las muy asimétricas capacidades de transmisión y propaganda. Esa asimetría a veces muestra y a veces tapa. Muchas voces que hasta ayer negaban o minimizaban el cambio climático hoy claman al cielo por alivio, descubren lo evidente y gritan lo callado. Trato de pensar un poquito e interrogarme a contrapelo, no de los fuegos sino de voces y silencios que aturden al planeta, a la región y a la Patria.

En agosto de 2013 se hizo en Manaos el Seminario Sud Americano de monitoreo de áreas especiales. El encuentro fue un hito más en la dinámica del Consejo de Defensa de UNASUR, con la participación y el trabajo integrado de militares y funcionarios de defensa de Venezuela y Colombia, Perú y Ecuador, Bolivia y Chile, Brasil y Argentina, Uruguay, Surinam y Paraguay.

El Ministerio de Defensa de Brasil organizó aquel encuentro en la sede del CENSIPAM, Centro de protección del Amazonas. Su exposición giró en torno al funcionamiento de aquel organismo, y explicaron el trabajo integrado de las Fuerzas Armadas en el estudio y monitoreo de clima y régimen hídrico, su tarea de procesamiento e interpretación de imágenes aéreas y satelitales, y su accionar de inteligencia contra ilícitos que afectan a la región: minería ilegal, deforestación, contrabando, ocupaciones de tierras indias, narcotráfico. Brasil trabajaba, buscaba presentarse y se posicionaba como país líder en la protección de la Amazonia y la prevención del calentamiento global.

Durante las presidencias de Lula y Dilma se crearon nuevas áreas de conservación y lograron los niveles más bajos de deforestación de que se tuviera registro. El fortalecimiento de la presencia estatal, de sus capacidades militares y de la investigación científica en la Amazonia, se planteaba en cooperación con el resto de los países de la UNASUR en el marco de lo que Celso Amorim llamaba política de defensa regional disuasiva y cooperativa. El cuidado ambiental y el ejercicio de la soberanía nacional iban de la mano. Además del cuidado de la biósfera había una clara política de mostrarse como un estado capaz de cuidar su propio territorio, capacidad cuestionada desde centros imperiales desde hace décadas.

Esos cuestionamientos no siempre gozan de credibilidad, por cuanto provienen de potencias que no sólo no cuidaron sus propios recursos y ambiente, sino que han promovido un extractivismo extremo que degrada áreas enteras del planeta. Cierto ambientalismo imperial promueve la internacionalización de vastas regiones, alegando falta de interés o de capacidad de los estados soberanos, y postula la existencia de bienes públicos globales, quizás para establecer zonas ambientales reservadas para la ambición del capital trasnacional. Todos sabemos que Avengers: Infinity War, la película de Disney, no es más que un sano entretenimiento de superhéroes Marvel; pero Thanos, el más malo de los malos, justifica sus planes de exterminio poblacional afirmando que es necesario preservar ambientes planetarios para salvar un universo amenazado por la superpoblación.

Bolsonaro, que junto con Macri ha promovido la destrucción de la UNASUR y el alineamiento bobo con los EEUU, está en llamas por la cuestión ambiental, pero también amenaza hacer humo la soberanía de Brasil, arrastrando con su ruinosa política a toda la región. Las bravuconadas patrioteras y autoritarias son máscara y contracara de la resignación nacional y la balcanización sudamericana.

Un buen gesto del presidente Macri ha sido ofrecer colaboración ante los incendios forestales. Contrasta un poco con lo que ha hecho fronteras adentro, las ausencias de su ministro de Ambiente, su irrelevancia grotesca y las invitaciones a rezar ante las catástrofes. Apenas asumió trasladó las competencias de intervención ante emergencias a la órbita del Ministerio de Seguridad. El 28 de diciembre de 2015, Día de los Santos Inocentes, anunció que la coordinación del SIFEM (Sistema Federal de Emergencias) pasaría del Jefe de Gabinete también a la Ministra Bullrich.

Tras la caída del Muro de Berlín, la cooperación ante emergencias y catástrofes ha sido una de las políticas estadounidenses de softpower, una de las líneas de sustitución de la vieja y funesta doctrina de la seguridad nacional, para influenciar sobre las Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos. El modelo exportable de la FEMA mostró debilidades cuando las inundaciones de Nueva Orleans, y sus rasgos injerencistas cuando la intervención tras el terremoto en Haití. Que el Consejo de Defensa de UNASUR situara entre sus objetivos la construcción de un sistema de cooperación entre sus miembros para intervenir ante catástrofes y emergencias, tenía un objetivo humanitario, y al mismo tiempo de afirmación de nuestras soberanías.

En paralelo a sus anuncios Macri ha desfinanciado —como no se recuerda— al Servicio de Hidrografía Naval, al Instituto Geográfico Nacional y al Servicio Meteorológico Nacional, esenciales para conocer, relevar y monitorear el territorio. Trasladó desatinadamente a Seguridad la responsabilidad en Emergencias, con desmedro de competencias, recursos y capacidades de las Fuerzas Armadas. Como refutación a su propia decisión, como para mostrar que sería mejor que estuviera en la órbita de Defensa, tuvo que poner al frente de la Secretaría a un militar retirado, hombre con preparación y prestigio. Las fuerzas policiales no están diseñadas, equipadas ni entrenadas para esas intervenciones, por lo que el sistema sigue descansando en los recursos humanos y medios militares, que tienen equipos, probada preparación y larga intervención en catástrofes y emergencias.

Así como entre los ambientalistas hay algunos disfrazados que buscan diferir la depredación reservándose la exclusividad a futuro, así entre los deforestadores los hay que se visten de gente preocupada por solucionar el problema del hambre en el mundo. Sumar tierras a la producción y expandir la frontera agropecuaria, incendiar para ahorrarse trabajo de tala, quemar para que la ceniza fertilice y la cosecha venga con más fuerza, son consignas que recogen y entremezclan saberes de subsistencia que vienen del neolítico, tecnologías y modos de producción superados, con la nueva pugna del agronegocio que busca hacer en América lo que no se permite en Europa. La deforestación sudamericana no busca resolver el hambre ni la desigualdad de los sudamericanos, sino abrir más, en favor de multinacionales de comercialización de commodities, una nueva sangría de recursos naturales, como agua dulce, suelo y biodiversidad. Nuestro país conoció experiencias de otorgar tierras en la Patagonia imponiendo la necesidad de terminar con el monte para que vinieran pasturas para fomento de la ganadería, lo que terminó en degradar árboles primero y pastos después. Hoy vemos todavía, en algunos parques nacionales, viejos troncos de lenga tiznados junto a renovales que, cien años después, no han podido alcanzar el porte del bosque quemado. En la llanura chaqueña son conocidas las consecuencias del extractivismo maderero y la tala posterior del bosque degradado, con ciclos de sequía y de inundaciones. La quema de pastos en las islas del Paraná para hacer lugar a la ganadería, también ha sido consecuencia de la puja por tierras para soja, con su carga de agroquímicos asociada. No está claro que sea productivamente sostenible, y sí está claro el impacto ambiental.

Salud y hábitat, seguridad y soberanía alimentarias, se entrelazan con nuestra política exterior y de defensa. Como ha dicho el poeta, no hay destino para los que no andan unidos, ni se pueden resolver aspiraciones sectoriales sin estrategias comunes y nacionales.

Tomado de Sergio A. Rossi http://sapitorossi.blogspot.com/2019/08/se-incendia-se-incendia.html

La filosofía de Bolsonaro

Hugo José Suárez

Hace unos días, el presidente brasilero volvió a la polémica -en realidad nunca ha salido- con una frase que lo dibuja en su peor perfil -acaso el único que tiene-. Tuiteó: “El ministro de Educación estudia descentralizar la inversión en facultades de filosofía y sociología (humanas) (…). El objetivo es focalizarse en áreas que generen retorno inmediato al contribuyente como veterinaria, ingeniería y medicina”.

La política del tuit ha sido una característica de estos tiempos, pero hay algunos que la usan peor que otros. Trump, frente al incendio en Notre Dame, con una mano en la cintura sugirió que echaran agua -ni siquiera bendita- desde helicópteros. Parecía obvio, ¿cómo no se les había ocurrido a las autoridades locales esa genial solución? Claro, luego los técnicos explicaron que, de seguir las recomendaciones de la Casa Blanca, se hubiera destruido la hermosa catedral parisina. Bolsonaro, en sintonía con su par estadounidense, resuelve el problema de la educación, la inserción laboral y las prioridades de estado en 140 caracteres.

El caso es que, detrás de esas pocas palabras, se esconde una peligrosa filosofía más expandida de lo que parece; hay que decirlo: no es que el presidente esté en contra de la disciplina madre de las ideas, sino que no soporta las ideas que están contra su filosofía. Primero, en sus pequeñas palabras se expresa una jerarquía clara en la toma de decisiones, es el ministro -instruido por el presidente- que tomará la determinación que afecte a millones de estudiantes y maestros.

En ningún momento se habla de la posibilidad de un diálogo, encuentro, intercambio, tomar en cuenta las posiciones de los actores involucrados, consensuar una decisión sobre el contenido de una reforma, ni hablar de una pedagogía liberadora como soñaba Paulo Freire. Aquí alguien manda, el otro ejecuta y el último reciente. Hay que recordar que ese proceder va en contra de “planificación de presupuesto participativo” que, otrora, caracterizó algunas gestiones públicas del Brasil. En el fondo está la idea de la democracia liberal: me eligieron en las urnas, ahora hago lo que quiero hasta la próxima elección.

Segundo, el presidente habla de inversión en educación como se invierte en la bolsa de valores. No menciona la educación como un derecho, la libertad de elegir estudiar lo que uno considera pertinente, la obligación de la autoridad de dar las condiciones para que la gente acuda a las universidades a ser más libres y plenos, mejores personas, más humanos. En la cabeza de Bolsonaro cada peso “invertido” en el sistema educativo debe dar rédito y multiplicarse al infinito. La vinculación entre educación y generación de dinero es indisoluble, todo saber no redituable está demás.

En el mismo tono, el presidente habla de “contribuyentes”, no de ciudadanos. Como si el saber, el producir conocimiento y transmitirlo, fuera una cuestión utilitaria, que solo es exitosa si da un rédito económico; todo se mide en monedas, con calculadora en mano. Quienes son beneficiarios de la educación no son seres con derechos pertenecientes a una nación con historia, son números con un valor fiscal. A esto se suma el tiempo, el aquí y el ahora, el “retorno inmediato” de la inversión. El futuro no está en juego, se trata de optar por lo que asegure la reproducción inmediata. Por último, la jerarquía de las disciplinas pertinentes, estratégicas, eficientes en términos comerciales y aquellas cuyos resultados no están a la vista. Formar un veterinario es más útil que graduar un antropólogo.

Cada uno de los puntos de Bolsonaro responden a una filosofía clara que beneficia la lógica del dinero en la gestión pública. Y aunque parezca escandaloso, sus ideas están mucho más presentes de lo que parece en múltiples contextos. Por ejemplo, hace unos años Francia sólo otorgaba becas a Bolivia para estudiantes que optaban por Medicina y Agronomía, no para Sociología o Literatura; asimismo, no faltan los programas educativos en todos lados que proponen con entusiasmo eliminar las ciencias sociales por no ser pertinentes en países cuya prioridad es, se dice, resolver los problemas de salud.

Esa postura es negar la importancia de las ideas en la vida de los seres humanos, es no considerar que gracias a una consigna, buena o mala, se han cometido las más atroces guerras o se han erigido los más nobles proyectos que han afectado a miles y de millones de personas. Pero más curioso todavía que la torpe propuesta en contra de las humanidades provenga del presidente del único país latinoamericano que tuvo un antecesor que fue uno de los sociólogos más importantes de estos tiempos, y único cuya bandera tiene inscritas las dos palabras emblema de las ideas de la modernidad: orden y progreso.

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://www.eldeber.com.bo/opinion/La-filosofia-de-Bolsonaro-20190524-0013.html