Marcos Kowalski*
En la actualidad con el surgimiento de las llamadas acciones hibridas y los sistemas de defensa que intentan contrarrestarlas, utilizadas en diferentes escenarios del mundo, como Siria, Ucrania, Libia y otros, nos hace ver que los conflictos sobrepasan las declaraciones formales de guerra de antaño y que los hechos siempre superan al derecho, en este caso al internacional.
Cuando hablamos en el contexto de conflictos bélicos y en el tipo de armas utilizadas, no solo debemos incluir el armamento militar clásico, que solemos clasificar como armamento convencional, armamento químico, biológico y armamento nuclear, en esta época de acciones híbridas y doctrinas como la Gerasimov; estas armas son el último de los recursos.
La fuerza militar se convirtió en el último complemento del conflicto, que se inicia generalmente sin aviso o declaración de guerra previa y por medios y “armas” difíciles de adjudicar a un determinado bando o Nación e incluso existiendo incertidumbre sobre si realmente se están llevando a cabo ataques híbridos o solo son esporádicos acontecimientos económicos políticos y sociales internos que complican la administración de un determinado país.
Las “armas” o elementos utilizados para realizar acciones hostiles hibridas, incluyen hoy armas psicológicas, sanciones económicas, ideológicas, así como acciones políticas de instigación a la violencia interna, acciones cibernéticas y muchas otras armas impropias que buscaran explotar las diferencias internas de la Nación atacada, propiciando su debilitamiento, pudiendo o no explotarse estas operaciones con la acción militar directa.
En este contexto, en las últimas dos décadas, los interesados en el análisis de conflictos y los estudiosos de la geopolítica mundial, vienen teorizando sobre la posibilidad de que se esté desarrollando otras clases de armamento, como el que podría dar origen a la llamada guerra climatológica.
Si bien el tema es muy controversial, trataremos de analizarlo desde un punto de vista objetivo y en función de lo que conocemos de este intrincado asunto, comencemos por uno de los posibles ejemplos de este tipo de equipo bélico, el PROYECTO HAARP, una instalación que se afirma en el país que lo opera, Estados Unidos, tiene propósitos pacíficos.
Sin embargo, desde hace años, este proyecto ha sido acusado de provocar todo tipo de desastres naturales alrededor del mundo, trataremos entonces de presentar en este articulo la mayor cantidad de información disponible, como las evidencias y argumentos, tanto de aquellos que sostienen que el HAARP es un arma climática, como de los que dicen que pensar en ese proyecto como arma es una simple teoría de conspiración.
Debemos aclarar que nuestro interés es el esclarecimiento sobre este tema mediante un análisis objetivo y dejando las conclusiones a los lectores. El proyecto HAARP, (del inglés High Frequency Active Auroral Research Program) está financiado por las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos y la Universidad de Alaska para simular y controlar los procesos de la ionosfera y se comenzó a trabajar en el durante los años 80 del siglo XX.
Según los estadounidenses este proyecto tiene como único objetivo estudiar las propiedades de la ionosfera; recordemos que la ionosfera es la capa de atmósfera terrestre que se sitúa entre los 85 Km y los 600 Km de la superficie de la tierra. Esta capa está compuesta de gases con una densidad de partículas muy bajas. Estas partículas se ionizan como consecuencia del bombardeo de rayos gamma y rayos X, altamente energéticos, procedentes principalmente del sol.
Las capas más altas de la ionosfera resultan más afectadas por el bombardeo que las capas bajas. A consecuencia de esto el nivel de ionización no es el mismo en toda la ionosfera, sino que podemos establecer varias capas de acuerdo con el nivel de ionización. La capa D es la capa más baja, siendo la de menor ionización. La capa E se sitúa por encima de la capa D y su nivel de ionización es mayor. La capa F, que se divide en F1 y F2, se sitúa por encima de la capa E y su nivel de ionización es el más elevado. Las capas D, E y F1 permanecen ionizadas durante el día, por efecto de las radiaciones solares.
Durante la noche, solo la capa F2 permanece ionizada absorbiendo todas las radiaciones extra solares. Todas las capas de la ionosfera, salvo la D, reflejan las ondas de radio debido a la variación de su índice de refracción, como consecuencia de la ionización. La longitud de onda a la que se produce la refracción depende del nivel de ionización.
Las instalaciones del proyecto HAARP son oficialmente reconocidas como un gran calentador ionosferico, siendo su misión concentrar energía alterando las condiciones normales de la ionosfera para provocar una reacción que pueda ser estudiada, contando para realizar esto con más de 180 antenas sobre un terreno de aproximadamente 14 hectáreas. En esta instalación se pueden irradiar hasta 3,6 megavatios.
En definitiva, según los datos oficiales el HAARP, no es ningún tipo de arma y, desde esta perspectiva, se descalifica toda mención a que este proyecto se utilice para alterar el clima, insistiendo en que solo se trata de una investigación científica sobre la ionosfera, atribuyendo otras calificaciones y rumores a meras especulaciones con una marcada ignorancia científica.
Pero veamos un poco como han surgido las afirmaciones sobre el uso bélico del HAARP, contrariando a los que afirman que el origen de considerar al proyecto como arma climatológica proviene de teorías conspirativas: La acusación proviene de Rusia. En el año 2002 con la mención de este proyecto en el Parlamento ruso mediante un comunicado sobre el PROYECTO HAARP, presentado por los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores de Rusia, fue refrendado por 90 representantes de dicho Parlamento y elevado al entonces presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin.
El comunicado decía, en forma muy sintética, más o menos lo siguiente: “Estados Unidos está creando nuevas armas integrales de carácter geofísico que pueden influir la troposfera con ondas de radio de baja frecuencia. Este salto cualitativo es comparable a la transición de las armas blancas a las de fuego o al de las armas convencionales a las nucleares. Este nuevo tipo de armas difiere de las de cualquier otro tipo conocido ya que la troposfera y sus componentes se convierten en objetos sobre los cuales se puede influir”.
Por supuesto que voces de Estados Unidos se alzaron descalificando tales afirmaciones y aduciendo que se trataba de una acción de propaganda rusa. Sin embargo, Rusia, al parecer conoce perfectamente los alcances de este tipo de proyectos, porque si bien HAARP es el más conocido de estos proyectos, no es el más grande ni el más potente, el SURA ruso lo supera ampliamente.
Lo que los rusos denominan como centro de investigación ionosferica SURA es considerablemente más grande y potente que el HARP. Está ubicado a 100 kms. al este de Nóvgorod y con capacidad de irradiar cerca de 190 megavatios, lo que representa que SURA es 53 veces más potente que HAARP.
Pero en este tema no están solos los norteamericanos y los rusos alrededor del mundo. Se sospecha de la existencia de varios calentadores ionosféricos más, pero los conocidos son, por el momento, HAARP de Estados Unidos, SURA de Rusia y el EISCAT, calefactor operado por la Asociación Europea de Ciencia de radares de Dispersión Incoherente (European Incoherent Scatter Scientific Association).
Lo interesante, más que conocer su existencia y ubicación es describir como uno de estos proyectos se supone que puedan ser usados como arma climática, tratando de descartar las teorías sin fundamentos y concentrándonos en las dos teorías más aceptadas y factibles desde el punto de vista de la ciencia.
Como sabemos el clima terrestre está basado en un delicado equilibrio que depende de una gran cantidad de factores, a partir de esta afirmación algunas teorías, sostienen que estos proyectos pueden influir en un aspecto muy importante que les permitiría modificar el clima.
Estos calentadores no solo podrían actuar en la ionosfera sobre sus ubicaciones, si no que podrían, regulando el ángulo y potencia de sus emisiones alcanzar zonas a cientos o miles de kilómetros de su origen. Este calentamiento localizado de la ionosfera podría generar zonas de alta presión capaces de interferir con las corrientes de chorro que fluyen alrededor de la Tierra, alterando de esta forma los patrones climáticos habituales.
Esto significaría en la práctica que se podría alterar los ciclos de lluvia normales desencadenando lluvias torrenciales que arrasen con todo a su paso o provocar sequias que afecten seriamente la producción agrícola con un efecto desastroso en cualquier economía o Nación.
Otras de las teorizaciones afirman que estos proyectos podrían alterar el curso que toman tormentas y huracanes, descartando sin embargo que el sistema tenga la capacidad de originar fenómenos atmosféricos, sino que solo podrían influir en el curso que toman tormentas y huracanes, pero sin que esto signifique que se tenga la capacidad de originarlos.
En cuanto a las versiones sobre la capacidad de estos proyectos de producir terremotos o sismos en cualquier parte del mundo aduciendo que estas instalaciones tienen la capacidad de transmitir en las frecuencias en la banda ELF, (entre los 30 y los 300 Hz) llamadas de Extrema Baja Frecuencia que cuando rebotan en la ionosfera son capaces de alcanzar casi cualquier punto del planeta.
Pero ¿qué relación hay entre la transmisión en la banda ELF la ionosfera y los terremotos? Las ondas ELF fueron utilizadas en tiempos de la guerra fría para establecer comunicaciones con los submarinos en inmersión, pero su uso fue abandonado debido que para hacer ese tipo de trasmisiones se requerían instalaciones muy grandes que gastaban mucha energía. Se trata de instalaciones similares a las de los calefactores ionosféricos aquí descriptos.
Debemos decir que las ondas ELF no solo pueden ser generadas por los humanos, se generan en la ionosfera, por la resonancia de la región comprendida entre la ionosfera y la superficie terrestre en un fenómeno denominado resonancia Schumann, que es un conjunto de picos en la banda de ELF del espectro electromagnético de la Tierra. La resonancia de Schumann se sitúa en aproximadamente 7,83 Hz.
Estas ondas ELF, también provocadas por rayos, son muy difíciles de captar debido a su baja frecuencia, que apenas supera los 100 Hz, y su estudio supone un reto para la ciencia actual, ya que en ellas se esconde información muy relevante de aspectos tan diversos como la caída de rayos y algo que todavía se está por comprobar, la sucesión de un terremoto.
Las luces de terremoto (EQL, del inglés Earth Quake Light) corresponden a un inusual fenómeno aéreo luminoso, similar en apariencia a una aurora boreal que vienen siendo documentadas desde los años 1600. Se afirma que, en los sismos de las últimas décadas, estas luces de terremoto se han vuelto más frecuentes e intensas.
Para los teóricos que señalan la implicación de los calefactores de la ionosfera en los últimos sismos y terremotos, ese aumento de las luces sería una clara evidencia de la perturbación de la ionosfera previa a estos desastres naturales, idea que se ve reforzada por un reciente estudio de la NASA donde se asegura que gran parte de los terremotos con una magnitud mayor a 5.0 fueron precedidos por alteraciones eléctricas en la ionosfera.
Como podemos ver el tema es altamente controversial, pero las luces de terremoto fueron vistas antes y después de los terremotos ocurridos durante los últimos años, como en el de Chile en 2010, el de Perú en 2019, el de México de 2020, o nuevamente en el que sacudió a México el 7 de septiembre de 2021.
Sin embargo, es casi imposible que este tipo de instalaciones como el HAARP o el SURA sean capaces de crear sismos desde la nada y en cualquier lugar, aun cuando sea probable que, si puedan influir en un área sísmica, los grandes terremotos de los últimos tiempos en Sudamérica se produjeron todos en el llamado cinturón de fuego del Pacífico.
Hoy resulta imposible confirmar la intervención humana en terremotos u originando tormentas; lógicamente hay teorías, argumentos y bases científicas tanto de los que se refieren a estas instalaciones como bases de experimentación científica pacifica, como los que las califican de armas climática.
Es que, en el contexto bélico de hoy, es muy difícil comprobar si una lluvia intensa se da por capricho de la naturaleza o provocada por algún artificio creado por los hombres en procura de desestabilizar a un país o a una región. Las guerras, con la aplicación de doctrinas del vale todo y con nuevas tecnologías en evolución permanente, hacen que se acreciente la incertidumbre de quienes las conducen, así como también que sea imponderable la utilización de armas que —en apariencia—podrían ejercer un control sobre el clima.
* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.
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