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¡OH! LA POSMODERNIDAD, TODO CAMBIA

Héctor Melitón Martínez*

Imagen: deeznutz1 en Pixabay.

Los que hemos pasado la franja etaria de 70 años nos sentimos confundidos y nos cuesta entender los rumbos de las actuales generaciones en este primer cuarto del siglo XXI, no solo en nuestro país, en el mundo entero, en nuestros grupos más cercanos y también en las estructuras profesionales.

¿Qué es lo que nos confunde en este mundo globalizado? En general las conductas, la toma de resoluciones, los valores que se sustentan, etc., en una sociedad difícil de comparar con la que nosotros, los más viejos, vivimos y nos moldeamos.

No entraré en el falso axioma de que todo lo pasado fue mejor; ese pasado tuvo cosas buenas, pero también muchas cosas malas, como todo lo que hace el hombre, pero tarde o temprano lo malo trae consecuencias negativas.

Creo que estamos viviendo una transición, como también vivió el mundo cuando pasó de la edad media a la modernidad, con una diferencia sustantiva, que ahora los tiempos de cambio, como consecuencia de la tecnología son mucho más rápidos; actualmente estamos transitando de esa modernidad a una posmodernidad que muchos también la llaman modernidad tardía y también modernidad líquida (Sygmunt Bauman), por otras características en las cuales no incursionaré porque no es el objeto de este escrito.

Lo posmoderno es un conjunto de tendencias filosóficas, artísticas, culturales (valores) que tienen una marcada oposición o tensión a lo que se sustentaba en la modernidad, tanto en lo histórico, lo cultural, insertos en una creciente globalización producto de la fuerte inercia, generada por lo tecnológico y en una creciente secularización.

Como toda transición, hay una etapa en que lo que cambia persiste y una nueva que no se consolida y a nosotros nos toca vivir en este interregno que es el que nos afecta.

Intentaré destacar los aspectos más salientes de esta nueva etapa que aborda la humanidad, sobre la base de lo señalado por los estudiosos de esta transición, con la finalidad de poder esclarecer lo señalado en el primer párrafo de este escrito, qué nos causa confusión, desconcierto y perplejidad.

La posmodernidad se caracteriza por la falta de certezas, a diferencia de la modernidad que nos daba fuertes certezas, grandes continuidades, ahora entra en crisis todo eso, conceptos de ciencia, valores, familia, etc., entran en crisis los grandes relatos y a una verdad verdadera se le filtra la posverdad; todo esto se caracteriza como un fuerte relativismo, nada es absoluto, prima la inmediatez, lo fugaz, no hay grandes utopías hacia el futuro, prolifera la individualidad.

Respecto al capitalismo podemos decir que hasta los años 70 se basó globalmente en una lógica productivista y a partir de esa época adquirió notablemente una lógica financiera (recordar la crisis del petróleo y la aparición del mercado de los petrodólares). Estos cambios afectaron las relaciones de producción, los equilibrios sociales y hasta las viejas estructuras basadas en lo que algunos llamaban la «sociedad salarial» (ver sociólogo Robert Castell), donde el individuo entraba y se jubilaba en una sola empresa, éstas conformaban clubes para el desarrollo familiar de su personal, obras sociales, proveedurías, escuelas de capacitación, etc. Ahora nadie piensa en eso, perjudicando lo que se denominaba espíritu de pertenencia, con la correspondiente afección, creando una fuerza centrípeta que incide sobre la unidad social.

Esto también incidió en la crisis del trabajo, sumado a la robotización y la IA que, si bien bajó costos de producción, expulsó a muchos con baja calificación laboral.

Las tecnologías en las comunicaciones modificaron las relaciones sociales y profundizaron las técnicas de dominación, se perdió el concepto de que la tecnología son medios y no un fin en sí mismo.

Dentro del relativismo que caracteriza esta nueva época, aparecieron nuevos formatos de familia, que transitaron desde la modernidad, con la familia amplia encabezada por el abuelo, a la familia monoparental, el padre la madre e hijos, para llegar ahora a los nuevos formatos de familia (matrimonio igualitario, aborto etc.) golpeando una certeza que sosteníamos: la familia núcleo de la sociedad.

La crisis del mundo moral ha sido reemplazada por la lógica del mercado, el contrato social de la modernidad, que se basa en un régimen general de valores centrados en el bien común y voluntad general como principios cohesionadores se diluyen con el relativismo y la fragmentación, se quiebran las referencias y escalas de valores y aparece la inseguridad y aumenta el nivel de violencia de los delitos.

En la Edad Media prevaleció el paradigma teocéntrico, al llegar la Edad Moderna se impuso el paradigma antropocéntrico, avanzando hacia el racionalismo y el cientificismo. Esta nueva etapa que analizamos, iniciada en el último tramo del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, ¿cuál será el paradigma que nos impondrán los cambios culturales, sociales y tecnológicos?

Es difícil pronosticar lo positivo y lo negativo de este ciclo en el que estamos entrando, pero sí podemos comprobar la fuerte tendencia hacia:

    • el relativismo;
    • la falta de compromiso;
    • la abdicación respecto a la utopía, la fascinación por el futuro incierto, como el desinterés por el pasado y por la historia, que quedaron en un segundo lugar; lo primordial es el presente;
    • la falta de unidad y una pluralidad huérfana de vínculos;
    • la falta de consistencia interna (espíritu de cuerpo);
    • la falta de racionalidad conmensurable donde todo se diluye en una especie de miradas dispersas;
    • el escepticismo, incredulidad que cuestiona la razón, alejado de promesas de progreso y entregado a un sistema de consumo instantáneo como búsqueda de placer y satisfacción;
    • la resistencia al modernismo;
    • alentar la idea del presente, buscando lo inmediato, ya que el futuro no está solo en manos del individuo;
    • una actitud individualista cosificando al otro;
    • el rechazo al cumplimiento de normas tradicionales;
    • el foco del poder se concentra en la industria del consumo, de lo que forman parte también los medios de comunicación;
    • los medios de comunicación incluyendo las redes sociales, se convierten en los principales trasmisores de cultura, sin un enfoque virtuoso, excepto controlar y dominar la conciencia colectiva, según intereses de los grupos de poder y de dinero.

Con este resumen de los principales aspectos que se presentan en esta nueva era tecnológica, globalizada en que estamos inmersos, no quiero ni ser pesimista ni escéptico, solo trato de acercar lo que los estudiosos de este tema difunden. Para que no nos aferremos a un pasado, que vivimos y que defendemos, pero la evolución social avanza y lo más recomendable es estar conscientes de la transición que vivimos aceptando lo nuevo y refutando lo que nuestra formación y experiencia nos marca como negativo. Eso nos dará más paz y adaptación para entender lo que es difícil cambiar.

 

* Coronel (R) del Ejército Argentino. Licenciado en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). 

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¿QUÉ HA CAMBIADO, LA SOCIEDAD O LA DIRIGENCIA POLÍTICA?

Héctor Melitón Martínez*

Imagen: 8385 en Pixabay

Disculpen si me dedico a reflexionar sobre temas que a muchos no les interesan, pero es fácil solucionarlo, no lo leo, lo borro y a otra cosa. De lo contrario, lo leo, lo reflexiono, lo debato y lo critico; estos serían los pasos más productivos para todos y especialmente para quien expone sus inquietudes.

Ante la crisis sociopolítica que vivimos, agravada con las PASO recientes, me pregunto ¿qué es lo que ha cambiado, la sociedad o la dirigencia política? Este es un importante interrogante que debe persistir entre todos los que desean la recuperación de nuestra querida Patria y da lugar a distintas hipótesis sobre los escenarios presentes y futuros para poder superarnos en base a estrategias que tengan como base acertados diagnósticos.

Para analizar este interrogante comenzaré por la sociedad: ¿Es igual la sociedad que integramos en este siglo XXI a la que conocimos en el último cuarto de siglo XX? Yo creo que no; percibo un cambio de época histórica que atraviesa la humanidad toda, un cambio como fue el paso de la Edad Media a la modernidad, ahora sería de la modernidad a la pos modernidad o a la modernidad tardía o a la modernidad líquida en términos de Zigmunt Bauman (sociólogo polaco).

Estamos transitando lo que algunos llamaron “crisis orgánica”, no sabemos si esto es una etapa final de la modernidad o ya es un tiempo nuevo tanto histórico, político, cultural, un tiempo que no termina de morir y uno nuevo que no termina de nacer. Es por eso que considero que los que transitamos la edad de la adultez mayor, se nos hace difícil de comprender ciertos paradigmas que se han instalado.

Esta etapa a la que hago referencia y que marco como un cambio de época, puede considerarse que sus inicios serían en los años de 1970, con la llamada crisis del petróleo donde pasamos de un paradigma productivo a uno financiero; otros hitos en este cambio que podemos señalar son la caída del Muro de Berlín y la crisis de la URSS, uno de los polos de ese mundo bipolar, otro hecho a considerar, y ya en este siglo sería el atentado a las torres gemelas y las consecuencias, políticas y militares que esto trajo aparejado. No olvidar también el avance de la tecnología que nos introdujo fuertemente en una globalización más pronunciada y en un cambio de los conceptos de Estado Nación.

Este cambio de época se caracterizó, entre otras cosas, por la falta de certezas, a diferencia a la modernidad que nos daba fuertes certezas, grandes continuidades; ahora entra en crisis todos los conceptos de ciencia, valores, familia, religión, etc.. Vivimos una crisis que se caracteriza por carencia de verdades absolutas de familia, de estado, de religión de cultura.

Entran en crisis los grandes relatos, los grandes paradigmas, las grandes utopías, las grandes verdades y dan paso a un relativismo, nada es absoluto. Se da una inmediatez, todo es fugaz no hay utopías hacia el futuro. Todo es ya, ahora, no interesa ni el pasado y se duda del futuro.

Prolifera el individualismo, la transformación de los Estados Nación ante la globalización hace que éste pierda centralidad y el desafío es repensar como salir del Estadocentrismo. Se profundizan la crisis del trabajo como consecuencia de la lógica financiera, en la globalización pierde centralidad el trabajo siendo sustituido por la robotización y la inteligencia virtual. La concentración económica actúa en contra de la superación del mundo de trabajo como lo conocimos en la modernidad, en una palabra, ese concepto del proletariado, tan marcado en distintas teorías ideológicas, se diluye y surge un nuevo mundo del trabajo; lo vemos en los jóvenes que trabajan virtualmente con empresas de los países centrales desde sus residencias en el país.

Las relaciones sociales se han modificado por las tecnologías de las comunicaciones; también se han profundizado las técnicas de dominación; debemos tratar que la tecnología sea un medio y no un fin en sí mismo.

Los nuevos formatos de familia, el divorcio, la ley del matrimonio igualitario, el aborto, todo esto inciden en la conformación de este nuevo formato, que trastoca el principio de familia como base de una sociedad como estaba planteada en la modernidad, con sus consecuencias en la educación inicial, que es patrimonio de la familia, agravado por la ocupación laboral de ambos conyugues.

Éstas serían algunas, no todas, de las características de esta nueva era que estamos viviendo y que no dudo que han producido cambios importantes en nuestra sociedad, creando un hartazgo de una dirigencia que no solo no soluciona sus demandas, sino que la agrava no percibiendo los cambios y sigue insistiendo en un sistema que se caracteriza por conformar un grupo de pocos, que gobiernan para satisfacer sus intereses personales, que son poder y riqueza, lo que los antiguos griegos llamaban oligarquía.

Han desaparecido los partidos, ahora son “espacios”, que se conforman con espurias alianzas, no hay programas políticos, el márquetin ha invadido la vida política, la volatilidad entre dirigentes es mayor que la de los electores, el cortoplacismo descartó las políticas de Estado, ahora solo hay políticas de gobierno que son las que se implementan para no perder las próximas elecciones, la representación está en crisis, por la falta de trasparencia y porque los funcionarios una vez legitimados por el voto dejan de representar a sus mandantes para solo obedecer a intereses que no concuerdan con las demandas del pueblo, por esta distorsión del sistema, y por mucho más es que aparecen y son elegidos estos outsiders que son catalogados como anti sistemas.

Termino diciendo que lo que ha cambiado es la sociedad, la política sigue inmutable sin entender este nuevo mundo al cual hemos entrado, viven fieles a la ya conocida “Ley de Hierro de la Oligarquía” que planteara tan sabiamente Robert Michels a principios del siglo XX, cuando explicaba la contradicción “que los sectores políticos que tendrían que ser los defensores de la democracia, no lo hacen porque tienden a transformarse en oligarquías elitistas desconociendo la representación que se les otorga en los votos.

* Profesor y licenciado en Ciencia Política, Universidad Nacional de Rosario.

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