Por Agustín Saavedra Weise
Nos hemos informado de la existencia de una filosofía religiosa conocida como Thelema y que es representada por dos sentencias: a) “Haz tu voluntad será el todo de la Ley” y b) “Amor es la Ley, amor bajo voluntad”. El número 93 posee un importante significado para los thelemitas. De las dos frases representativas se obtienen estos términos principales: “Voluntad” y “Amor”, que en griego significan “Thelema” (Voluntad) y “Ágape” (Amor). Sumando los valores numéricos de las letras de “Thelema” y de “Ágape” se llega a 93. Como los thelemitas se saludan expresando “Haz tu voluntad será el todo de la Ley”, para abreviar se acostumbraron a decir simplemente “93”. Los seguidores de Thelema también usan “93” al inicio de sus cartas y escriben al final “93/93″, por su segunda frase representativa: “Amor es la Ley, amor bajo voluntad”. Notable en verdad.
Y así como el número 93 tiene un enorme significado cabalístico, en el curso de la historia las cosas toman otro aspecto inesperadamente, en particular al interponerse nuevas figuras. El hombre es el jugador, la tierra el campo de juego. Allá están los impulsos, aquí los límites. A cada época se le indica lo posible, estratégica y políticamente, e inclusive en lo personal. El aliento de la historia es lento; ninguna época ve prospectivamente más allá de lo que está acostumbrada a observar retrospectivamente. Es difícil escudriñar el futuro. Por otro lado, el presente es fruto del pasado y el futuro es un libro en blanco, listo para ser llenado en función de las decisiones y acciones que cada cual tome, las que inevitablemente acarrearán consecuencias óptimas, buenas o funestas.
El ser humano se define por sus acciones, no por sus memorias o recuerdos. Y cabe agregar un factor complementario vinculado con el célebre aforismo del filósofo español José Ortega y Gasset: “yo soy yo y mi circunstancia”. En otras palabras, cada cual tiene su libre albedrío, don de Dios para que los humanos elijan por sí mismos el hacer lo que crean conveniente. Y de esa manera guiarán sus pasos en la vida, a veces con eximios resultados, quizá mediocres y tal vez desastrosos, otras veces con sonado éxito. Además de ese libre albedrío dado por la Providencia y que moviliza las acciones de todo individuo, está el entorno alrededor de cada cual, o sea, la circunstancia, el contexto, el medio ambiente, aquello más allá de la voluntad propia. Se trata de algo que escapa al control individual y no depende del libre albedrío per se. Ese «algo» puede favorecer o puede perjudicar, según sea la circunstancia.
Nadie sabe dónde nacerá ni cuándo morirá, no se sabe tampoco si en algún lugar del planeta una madre está dando a luz en estos momentos a un nuevo Gengis Khan, un Bolívar, un Hitler, otro Einstein, tal vez un Al Capone u otro Jack el destripador. Cada persona tampoco elige ni el tiempo ni el lugar para nacer; eso deriva de factores ajenos a su libre albedrío, es parte de una circunstancia exógena a uno mismo. Y dicha circunstancia puede ser excelente, mediocre, mala o pésima, así de simple. Una cosa es nacer en medio de bombas, conflictos, hambrunas, pestes o desastres naturales en un espacio geográfico muy desgraciado y otra muy diferente el nacer en un lugar de excelencia o, por lo menos, en un sitio con enorme capacidad de proyección. En este sentido, cabe recordar la expresión anglosajona “the right man in the right place”, el hombre adecuado en el momento adecuado. Y Osvaldo Monasterio Añez ha sido esa clase de persona. En ese campo, como en muchos otros, estuvo marcado positivamente por el destino. Nació en dónde debía nacer para ser exitoso; nació además en el momento justo.
El 23 de marzo de 1926, fruto de la unión de Benjamina Añez Cabello y Ernesto Monasterio Da Silva, nació Osvaldo Monasterio Añez, quien con el tiempo se transformó en uno de los mas notables emprendedores cruceños y bolivianos. Inició su interesante vida en Santa Cruz de la Sierra, entonces un pueblo aldeano, pobre y rústico. Años después, Osvaldo y otras esclarecidas personalidades de la época, con sus esfuerzos conjuntos transformaron a la ciudad en la más progresista de Bolivia.
Osvaldo Monasterio Añez. Foto: EJU! (Bolivia)
Nada le fue fácil en la vida a Osvaldo, también conocido por sus amigos desde la niñez con el afectuoso apodo de «Pato». Tuvo que luchar desde un principio contra muchas dificultades. Pero pudo más su indomable voluntad. Poco a poco fue superando obstáculos, en la medida en que con su gran intuición y carácter de autodidacta iba aprendiendo mientras asimilaba experiencias; creó su primera empresa a los 19 años de edad. Continuamente pensaba en nuevas creaciones y emprendimientos, en aquello que signifique crecer para asegurar su propio bienestar y el de su familia. Tuvo a su lado una compañera que fue factor esencial de sus éxitos y confort hogareño de uno que otro inevitable fracaso. Lesma Nieme Hurtado lo acompañó durante toda su vida, le dio cuatro hijos (Ernesto, Patricia, Osvaldo y Fernando) todos ellos exitosos profesionales. Lesma fue su compañera inseparable, sin ella no hubiera logrado lo que alcanzó.
De las múltiples obras y acciones de Osvaldo ya comentaremos en otra oportunidad. Baste expresar ahora que Pato siempre compartió sus adquiridos conocimientos y experiencias, no se encerró jamás en sus éxitos ni nunca fue el tipo de avaro acaparador, característico de otros individuos que hacen fortuna pero por su amor patológico hacia el dinero no lo comparten con nadie, a veces ni siquiera lo disfrutan ellos mismos. Pato Monasterio era todo lo opuesto, mezclaba sanamente el trabajo con el entretenimiento y la filantropía. Él sabía intuitivamente que tener recursos era importante y los generaba con hábil talento; a su vez distribuyó y multiplicó esos recursos mientras expandía incansablemente sus actividades, creando en el camino muchas fuentes de trabajo, brindando además ejemplos de ser y de hacer para aspirantes a convertirse en futuros emprendedores.
Ha sido grato —un día después de su 93º cumpleaños—recordar al buen amigo, destacado empresario y pionero de la ganadería, que fue Osvaldo Monasterio Añez. Como se ha expresado al inicio de esta nota, la cábala le da gran importancia al número 93. Esa cifra mística de los thelemitas se corresponde con los años que Pato hubiera festejado ayer de seguir entre nosotros. Él dejó este mundo el 23 de agosto de 2011, sus obras y su ejemplo quedaron entre nosotros.
*Economista y politólogo. Fue Canciller de la República de Bolivia. Miembro del CEID y de la SAEEG.
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