La diplomacia de los pueblos

La administración de Evo Morales, desde el inicio de su gestión en 2006 rechazó conceptos clásicos de la diplomacia y proclamó una ‘diplomacia de los pueblos’, sin elaborar nada que vaya más allá de esa ambigua definición. Si por los resultados podemos calificar, en la práctica la misma no tuvo aciertos y pareciera haberse convertido en un fracaso.

Tras desmantelar la vieja casona de la calle Ingavi -sede tradicional de la Cancillería- y crear una ficción indigenista, con notable sesgo aimara que ignoró la rica diversidad étnica del país, ha transcurrido un margen de tiempo suficiente para juzgar resultados. Lograr la participación de los pueblos originarios sería positivo si se acompañara de la formación indispensable para representar a Bolivia en el concierto internacional.

En esa perspectiva, hay muestras de fracasos de la diplomacia nacional en los últimos años. Sin duda, uno de ellos —quizás el más importante— fue el fiasco ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), cuyo veredicto de octubre 2018 sepultó casi para siempre las posibilidades que Bolivia podía tener de retornar algún día al mar que perdió en la Guerra del Pacífico. Más de cinco años después de iniciado el trámite judicial y tras muchos millones de dólares gastados, vino el fallo adverso, no sin previos actos internos y externos de triunfalismo, algo que hizo aún más amarga la derrota para el oficialismo y sobre todo para el inocente pueblo boliviano. Es más, expresar una leve crítica o dudas acerca del proceso llevado a cabo ante la CIJ era hasta peligroso, se corría el riesgo de ser tildado de ‘traidor’; la demanda presentada ante La Haya se transformó en dogma. A esos extremos se llegó.

En 2013 se aprobó una nueva ley del servicio exterior, que borró con el codo los esfuerzos de muchos años por tener una carrera diplomática estable y un cuerpo de formación profesional vía la Academia Diplomática. Desdeñando lo actuado antes —tildado de “elitista” y para “pocos” — el MAS pretendió crear una diplomacia inédita.

De las 36 legaciones diplomáticas de Bolivia en el mundo, 15 no tienen embajador. Solo dos de los representantes tienen carrera diplomática y las nuevas designaciones son casi siempre sorprendentes. Ya pasaron militares, dirigentes indígenas y cantantes. Ahora hay otros perfiles, pero se mantiene la falta de formación especializada.

Bolivia es un país diverso y de riqueza productiva, pero de nada le sirve si quienes nos representan en los grandes mercados mundiales, carecen de iniciativas que permitan buscar nuevos mercados para las exportaciones. En fin, se necesita mucho y es poco lo que se consigue con el actual sistema del servicio exterior.

No es evidente ningún “ejercicio de soberanía”, como se afirma. Lo que sí se ve es que hay improvisados diplomáticos, muchos de ellos convencidos de que, por vestir ropas extravagantes y expresar altisonancias, son ‘representativos’. Los embajadores profesionales son contados, el resto son designaciones dispuestas al calor político.

Tomada de El Deber (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia), https://www.eldeber.com.bo/opinion/La-diplomacia-de-los-pueblos-20190324-7488.html 

 

Hace 93 años nació un notable emprendedor cruceño

Por Agustín Saavedra Weise

Nos hemos informado de la existencia de una filosofía religiosa conocida como Thelema y que es representada por dos sentencias: a) “Haz tu voluntad será el todo de la Ley” y b) “Amor es la Ley, amor bajo voluntad”. El número 93 posee un importante significado para los thelemitas. De las dos frases representativas se obtienen estos términos principales: “Voluntad” y “Amor”, que en griego significan “Thelema” (Voluntad) y “Ágape” (Amor). Sumando los valores numéricos de las letras de “Thelema” y de “Ágape” se llega a 93. Como los thelemitas se saludan expresando “Haz tu voluntad será el todo de la Ley”, para abreviar se acostumbraron a decir simplemente “93”. Los seguidores de Thelema también usan “93” al inicio de sus cartas y escriben al final “93/93″, por su segunda frase representativa: “Amor es la Ley, amor bajo voluntad”. Notable en verdad.

Y así como el número 93 tiene un enorme significado cabalístico, en el curso de la historia las cosas toman otro aspecto inesperadamente, en particular al interponerse nuevas figuras. El hombre es el jugador, la tierra el campo de juego. Allá están los impulsos, aquí los límites. A cada época se le indica lo posible, estratégica y políticamente, e inclusive en lo personal. El aliento de la historia es lento; ninguna época ve prospectivamente más allá de lo que está acostumbrada a observar retrospectivamente. Es difícil escudriñar el futuro. Por otro lado, el presente es fruto del pasado y el futuro es un libro en blanco, listo para ser llenado en función de las decisiones y acciones que cada cual tome, las que inevitablemente acarrearán consecuencias óptimas, buenas o funestas.

El ser humano se define por sus acciones, no por sus memorias o recuerdos. Y cabe agregar un factor complementario vinculado con el célebre aforismo del filósofo español José Ortega y Gasset: “yo soy yo y mi circunstancia”. En otras palabras, cada cual tiene su libre albedrío, don de Dios para que los humanos elijan por sí mismos el hacer lo que crean conveniente. Y de esa manera guiarán sus pasos en la vida, a veces con eximios resultados, quizá mediocres y tal vez desastrosos, otras veces con sonado éxito. Además de ese libre albedrío dado por la Providencia y que moviliza las acciones de todo individuo, está el entorno alrededor de cada cual, o sea, la circunstancia, el contexto, el medio ambiente, aquello más allá de la voluntad propia. Se trata de algo que escapa al control individual y no depende del libre albedrío per se. Ese «algo» puede favorecer o puede perjudicar, según sea la circunstancia.

Nadie sabe dónde nacerá ni cuándo morirá, no se sabe tampoco si en algún lugar del planeta una madre está dando a luz en estos momentos a un nuevo Gengis Khan, un Bolívar, un Hitler, otro Einstein, tal vez un Al Capone u otro Jack el destripador. Cada persona tampoco elige ni el tiempo ni el lugar para nacer; eso deriva de factores ajenos a su libre albedrío, es parte de una circunstancia exógena a uno mismo. Y dicha circunstancia puede ser excelente, mediocre, mala o pésima, así de simple. Una cosa es nacer en medio de bombas, conflictos, hambrunas, pestes o desastres naturales en un espacio geográfico muy desgraciado y otra muy diferente el nacer en un lugar de excelencia o, por lo menos, en un sitio con enorme capacidad de proyección. En este sentido, cabe recordar la expresión anglosajona “the right man in the right place”, el hombre adecuado en el momento adecuado. Y Osvaldo Monasterio Añez ha sido esa clase de persona. En ese campo, como en muchos otros, estuvo marcado positivamente por el destino. Nació en dónde debía nacer para ser exitoso; nació además en el momento justo.

El 23 de marzo de 1926, fruto de la unión de Benjamina Añez Cabello y Ernesto Monasterio Da Silva, nació Osvaldo Monasterio Añez, quien con el tiempo se transformó en uno de los mas notables emprendedores cruceños y bolivianos. Inició su interesante vida en Santa Cruz de la Sierra, entonces un pueblo aldeano, pobre y rústico. Años después, Osvaldo y otras esclarecidas personalidades de la época, con sus esfuerzos conjuntos transformaron a la ciudad en la más progresista de Bolivia.

Osvaldo Monasterio Añez. Foto: EJU! (Bolivia)

Nada le fue fácil en la vida a Osvaldo, también conocido por sus amigos desde la niñez con el afectuoso apodo de «Pato». Tuvo que luchar desde un principio contra muchas dificultades. Pero pudo más su indomable voluntad. Poco a poco fue superando obstáculos, en la medida en que con su gran intuición y carácter de autodidacta iba aprendiendo mientras asimilaba experiencias; creó su primera empresa a los 19 años de edad. Continuamente pensaba en nuevas creaciones y emprendimientos, en aquello que signifique crecer para asegurar su propio bienestar y el de su familia. Tuvo a su lado una compañera que fue factor esencial de sus éxitos y confort hogareño de uno que otro inevitable fracaso. Lesma Nieme Hurtado lo acompañó durante toda su vida, le dio cuatro hijos (Ernesto, Patricia, Osvaldo y Fernando) todos ellos exitosos profesionales. Lesma fue su compañera inseparable, sin ella no hubiera logrado lo que alcanzó.

De las múltiples obras y acciones de Osvaldo ya comentaremos en otra oportunidad. Baste expresar ahora que Pato siempre compartió sus adquiridos conocimientos y experiencias, no se encerró jamás en sus éxitos ni nunca fue el tipo de avaro acaparador, característico de otros individuos que hacen fortuna pero por su amor patológico hacia el dinero no lo comparten con nadie, a veces ni siquiera lo disfrutan ellos mismos. Pato Monasterio era todo lo opuesto, mezclaba sanamente el trabajo con el entretenimiento y la filantropía. Él sabía intuitivamente que tener recursos era importante y los generaba con hábil talento; a su vez distribuyó y multiplicó esos recursos mientras expandía incansablemente sus actividades, creando en el camino muchas fuentes de trabajo, brindando además ejemplos de ser y de hacer para aspirantes a convertirse en futuros emprendedores.

Ha sido grato —un día después de su 93º cumpleaños—recordar al buen amigo, destacado empresario y pionero de la ganadería, que fue Osvaldo Monasterio Añez. Como se ha expresado al inicio de esta nota, la cábala le da gran importancia al número 93. Esa cifra mística de los thelemitas se corresponde con los años que Pato hubiera festejado ayer de seguir entre nosotros. Él dejó este mundo el 23 de agosto de 2011, sus obras y su ejemplo quedaron entre nosotros.

*Economista y politólogo. Fue Canciller de la República de Bolivia. Miembro del CEID y de la SAEEG. 

www.agustinsaavedraweise.com

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Inminente funeral de Unasur

EDITORIAL DE EL DEBER (SANTA CRUZ DE LA SIERRA, BOLIVIA)

“Ecuador está comprometido con la integración regional, pero con una integración que funcione”, expresó textualmente el presidente ecuatoriano Lenin Moreno, al informar oficialmente que su país abandonaba definitivamente la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). A todo esto, los mandatarios de Argentina, Ecuador, Paraguay, Brasil y Colombia, asistirán a una reunión cumbre que tendrá lugar en Santiago de Chile en los próximos días y ha sido convocada por el jefe de estado de ese país, Sebastián Piñera. Lo más probable es que también asista Moreno. La idea madre para el cónclave es gestar un nuevo organismo en reemplazo de la ya agonizante Unasur, ente cuya muerte institucional es cuestión de días, pese a que el gobierno boliviano insiste en la necesidad de que “subsista” y pide la búsqueda de “consensos” para que el organismo no desaparezca. El único consenso parece ser el entierro definitivo de esta fallida organización. Es más, ya se habla de la posibilidad de tener un nuevo cuerpo integrativo llamado Prosur. Habrá que esperar la conclusión del evento de Chile para emitir juicios al respecto.

Un tremendo edificio construido en Ecuador para albergar la sede de Unasur será destinado a otros fines. Al respecto, cabe preguntarse —aquí en nuestro país— qué hará la administración de Evo Morales con el conjunto de lujosas instalaciones —también para Unasur— construidas en Cochabamba y en las que se gastaron casi 60 millones de dólares del erario público.

La Unasur abarcó a doce países sudamericanos pero a partir de 2019 la mayoría se ha retirado. El Tratado Constitutivo de Unasur se firmó el 23 de mayo de 2008 en Brasilia. El exceso de politización fue el golpe de gracia de este organismo; por nacer bajo premisas ideológicas no tenía buen destino ni mucho futuro. Es un hecho que la integración funciona cuando los intereses son comunes y a la par de establecer mecanismos de unión se generan en paralelo aspectos económicos y comerciales de común beneficio. Organizaciones demasiado sesgadas en lo ideológico terminan como Unasur: en una lenta agonía hasta morir definitivamente. El Gobierno de Bolivia ya no debería insistir más ni pedir consensos inexistentes. Tendrá que asimilar la realidad y ver cómo y de qué manera se acopla a los nuevos ímpetus integracionistas o decide quedarse aislado, lo cual no es conveniente para el interés nacional. Es de esperar que, en la actual coyuntura, la mirada del Gobierno nacional sea estratégica y que no esté enfocada únicamente en quedarse en el poder a como dé lugar.

Tomado de la web de El Deber https://www.eldeber.com.bo/opinion/Inminente-funeral-de-Unasur-20190317-9496.html