Juan José Santander*
Curiosa deriva de las palabras.
Ya en el latín vulgar —los romanos no carecieron de humor e ironía, como muestran tantas obras que de su tiempo se conservan— se llamaba “maceta” a la cabeza: nuestros rioplatenses cucuza o sabiola o mate o tantos otros. Esa palabra era “testum” (que era maceta por referencia al material, tierra cocida). En nuestro castellano esto derivó en “tiesto”, que es como se suelen llamar en España las macetas criollas —sin nuestro irrefrenable espíritu ridiculizador del prójimo, o más bien en este caso de la prójima, aludiendo a las “patas de maceta” que afean ciertas siluetas femeninas—, pero también, en un giro más culto, se conservó aquella alusión floral restringiéndola a las “testas coronadas”, o sea las cabezas de los titulares de una soberanía reconocida.
Pero, como un holograma de hoy, sobre esa acepción sigue proyectándose la burla del ayer: cabeza de maceta: hueca, barata, frágil barro cocido.
Hoy aparece un grupo cuya iniciativa es digna de la índole de sus integrantes, y sus aspiraciones políticas inimaginables desde la sensatez común aunque comprensibles desde su desesperación e inanidad intelectual.
Y eligen llamarse “soberanos” —echemos un velo de pudor ajeno sobre la intrusión de los géneros inclusivos, cuyas “x” más que incógnitas resultan del rechazo que provocan y de su impronunciabilidad manifiesta—, supongo —por atribuirles latines de que quizá rebosen aunque no se note— que lo hacen reconociendo su máxima utilidad y efectividad posible: la de macetas de perejil, porque perejiles de maceta ya manifiestamente son.
Modesta contribución al día de las militancias.
* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID y de la SAEEG.
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