Alberto Hutschenreuter*
A esta altura de los acontecimientos de la confrontación, parecería claro que el propósito de Kiev, es decir, de Occidente, es que las fuerzas ucranianas profundicen lo que ya no son ataques sino una contraofensiva dirigida a romper las líneas del frente ruso en el Dombás y recuperar territorios.
En otros términos, lo que está haciendo Ucrania es utilizar la concepción militar heredada de tiempos soviéticos, esto es, avanzar con artillería, como lo hizo Rusia tras la invasión, pero acompañando este avance con capacidades del siglo XXI; básicamente, negando los medios de defensa de Rusia, complicando su logística y aumentando el número de heridos y muertos del enemigo. Además, lo que se denomina «violencia de precisión», esto es, acciones basadas en el conocimiento de la ubicación de medios del enemigo, le ha permitido a Kiev ganancias en el terreno
Claro que ello no hubiera sido posible sin la ayuda de Occidente, principalmente de Estados Unidos, país que suministra más del 60 por ciento del total de la asistencia, y que considera incrementar dicha ayuda con cohetes de mayor alcance.
Más allá de la narrativa heroica y casi victoriosa que Occidente y Ucrania llevan adelante en paralelo con las acciones en el terreno, hay que señalar que tal vez nos encontremos «ad portas» de la fase más peligrosa de la guerra. El especialista John Mearsheimer ha advertido que en Ucrania «se está jugando con fuego», pues ninguna de las partes aceptará ceder.
La advertencia resulta pertinente, pues en Occidente predomina un enfoque relativo con que la voluntad de lucha ucraniana terminará por llevar a una Rusia agotada a pedir un acuerdo. La posición de Kiev, relativa con que cualquier conversación con Rusia solo es posible con las fuerzas rusas fuera de Ucrania, es un reflejo de aquel enfoque de la guerra. Además, la reciente orden presidencial rusa sobre la movilización parcial también refuerza dicho enfoque, pues la misma corrobora que Rusia ha perdido una importante cantidad de efectivos.
Si el propósito de Moscú ha sido desde un principio, o desde que modificó su estrategia en el frente hace unos meses, hacerse fuerte en el Dombás (para ello es necesario contar con más cantidad de efectivos), es posible que, vía referéndums, termine incorporando los territorios a la Federación Rusa, como hizo con Crimea en 2014. Según la experta Dora Massicot, ello implicaría un medio para un fin: si Moscú declara que son territorios de Rusia, podría entonces proclamar unilateralmente un alto del fuego y denunciar los ataques de Ucrania como ataques contra Rusia. Por tanto, las garantías nucleares pasarían a aplicarse a todo el territorio nacional.
Dado que la tendencia de la guerra continuaría, es decir, las fuerzas ucranianas intentarían continuar avanzando, Occidente incrementaría la ayuda (con cohetes de mayor rango de alcance que los cohetes que utiliza actualmente Ucrania), y el mayor número de soldados rusos no supondría eficiencia militar, entonces la guerra se acercaría a las puertas del escenario más violento, temido y desconocido.
Es pertinente recordar que la doctrina nuclear de Rusia, que entró en vigencia en julio de 2020, establece cuatro condiciones bajo las cuales Rusia usaría armas nucleares: a) llegada de datos fiables de lanzamiento de misiles contra Rusia; b) uso de armas de destrucción masiva contra Rusia y/o sus aliados por parte de un adversario; c) ataque de un adversario contra infraestructuras militares o gubernamentales de la FR; d) agresión con armas convencionales contra Rusia, poniendo en peligro la existencia del Estado, Si bien la situación actual de guerra seguramente introduce otras «habilitaciones», claramente, c y d podrían determinar el recurso atómico por parte de Rusia.
Es posible que en este punto una Europa casi desesperada intente reactivar la diplomacia con el fin de lograr un cese de la violencia. Pero también es posible que «el pacificador ofensivo», que ha demostrado concentrar una notable capacidad de inteligencia estratégica y táctica para asistir a Ucrania, considere que Occidente debe mostrar firmeza y disposición para responder el reto mayor de Rusia, como sucedió en la crisis de los misiles en 1962.
Entonces, la URSS retiró sus complejos, aunque ambos poderes, Estados Unidos y la URSS, realizaron concesiones. Se podría decir que se trató de un empate estratégico, pero ello acaso fue posible por la existencia de una «cultura estratégica» entre ambos poderes mayores del sistema interestatal. ¿Existe hoy cultura estratégica entre Estados Unidos y Rusia? ¿Existe realmente un equilibrio de terror o una mutua destrucción asegurada? ¿Hay voluntad para que exista un balance nuclear?
Es difícil saberlo bajo un estado de desorden internacional confrontativo, es decir, bajo predominancia de intereses nacionales primero, multipolarismo, seguridad, capacidades, desconfianzas e incluso guerra. Seguramente, si se llegara a utilizar armas nucleares, tácticas o estratégicas, las relaciones internacionales ingresarían en una larga, silenciosa y tenebrosa noche.
* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Miembro e investigador de la SAEEG. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.
Publicado originalmente en Abordajes, 23/09/2022, https://abordajes.blogspot.com/2022/09/la-guerra-ante-su-escenario-mas.html?m=1