F. Javier Blasco*
Sinceramente, a estas alturas del curso político y social tanto en el ámbito nacional como el internacional, creo que tras los muchos apelativos empleados para definir a Pedro Sánchez es muy difícil encontrar uno nuevo o desconocido que se ciña o acerque a definirle completamente y sin titubear. Personaje tremendamente famoso y hasta popular pero no por nada bueno, sino por sus grandes y engañosas propiedades camaleónicas, por el escaso o nulo valor de su palabra, los constantes y fugaces cambios de postura sin que se le mueva un pelo y por ser capaz de romper la norma internacionalmente aceptada que reza que es prácticamente imposible engañar a casi todos durante mucho tiempo.
Inteligente como pocos para sembrar maléfica inquietud o malestar, curtido en las trincheras de la lucha barriobajera, del fango y el escupitajo ―ese mismo fango que ahora trata de demonizar― y, sobre todo, en la auténtica necesidad de sobrevivir y resurgir tras uno o varios varapalos a base de resistir y tragar con todo tipo de ruedas de molino, durante mucho tiempo, aunque solo sea gracias a un miserable y duro chusco de pan y un poco de agua como único sustento y con muy pocos amigos que le sigan y animen a superarlo con alto grado de credibilidad.
Alguien forjado a sí mismo en sus odios personales y criado a los pechos de un tal Zapatero de tan nefastos recuerdos para el mundo y fundamentalmente, para los españoles, personaje que casi nos lleva a la ruina total y a pesar de todas sus bravuconadas y miles de mentiras y fechorías, sigue apareciendo en bastantes círculos internacionales, sobre todo, al otro lado del charco.
Capaz de desbaratar y desarmar de forma definitiva ―con la inigualable ayuda de su prepotente ministro de Exteriores― los caminos de la diplomacia y la historia tradicional de España para desviar la atención de un público que espera que se moje de una vez por todas en la verdadera defensa y con pruebas reales, en los affaires de su política personal, la de su gobierno y fundamentalmente los extraños y nada éticos asuntos de su amada esposa a la que presenta como una profesional sin tacha ―sin que ella tenga bagaje suficiente para ello, sino ligeros conocimientos de aficionada― aunque con su misma capacidad para meter su nariz en asuntos que no son de su incumbencia y que la más mínima lógica le indican que están fuera de toda prudencia, decencia y del buen hacer de la esposa, sin cargo oficial alguno, de un alto mandatario.
Dentro de sus récords internacionales, conviene resaltar que tras una ya larga lista de países desairados por él o por su gobierno, como ejemplo de superación personal, en tan solo una semana ha sido capaz de romper las relaciones oficiales con dos países con los que, desde su forzado, consensuado y humanitario nacimiento al finalizar la II guerra mundial o tras casi dos siglos como verdaderos hermanados, España venía manteniendo muy buenas y profundas relaciones de amistad, comerciales y de ayuda mutua, sobre todo, en momentos y situaciones de verdadera emergencia o necesidad.
Roturas, que como viene siendo su estilo rayano en lo vulgar, han sido llevadas a cabo de forma súbita, sin consultar a la oposición, a las cámaras legislativas, los órganos consultivos de relevancia o tras un referéndum nacional que le marcaran el camino a seguir por mucho que el susodicho personaje se otorgue unas atribuciones que no le corresponden ni trate de engañarnos a todos, con el viejo cuento de que responden a un gran clamor de necesidad popular.
Decisiones, tomadas, además, en momentos inoportunos y contra la prudente norma de conducta adoptada por los países de nuestro entorno o de las alianzas a las que pertenecemos. Llevadas a efecto sin meditar en las consecuencias que dicha postura puede acarrear para España, su industria, comercio y la seguridad nacional y sin unos claros márgenes de con quién y cómo se van a definir y arbitrar dichos acuerdos que, sin más, pretende impulsar.
Hombre capaz de hacer todo lo que se le ocurre sin pensar si eso está bien o mal; si lo puede o no debe hacer y qué consecuencias nos acarrearán. Llevando así a su persona y a la propia figura de España a irrisorias situaciones de mofa o befa dentro y fuera de España al dejar al descubierto sus perversas intenciones y los cada vez más difíciles de ocultar vericuetos que debe emplear con tal de no contestar a nada de lo que la oposición y la sociedad legalmente, tengan derecho a inquirir o preguntar.
Como buen autócrata y hombre que se cree el mismísimo rey Sol, por lo que piensa y está convencido de que el Estado es él. Situación más que peligrosa por la que no le importa inundar y manosear abiertamente y sin tapujos todos los estamentos e instituciones del Estado, sin reparar en la exigible democrática separación de poderes y en que él no puede ni debe ejercer el control de todos ellos en su mano, salvo que quiera convertir a España en una república bananera de la que nadie querrá saber nada ni se podrán fiar.
Ayer mismo protagonizó un espectáculo dantesco, cuando en plena sede parlamentaria y estando en uso de la palabra el máximo responsable de la oposición, trató de forma chusca y ostentosa, que la presidenta de Cámara ―la máxima representante de poder legislativo― le obedeciera y le quitara dicha palabra, cosa que se apresuró a negar por dos veces cuando quien estaba en el atril se percató de tamaña «proeza» y se la reprochó de forma pública y notoria.
Un presidente de gobierno que no gobierna como mandan los cánones democráticos porque no es capaz de presentar y aprobar leyes, salvo aquellas que le promueve e interesa exclusiva y personalmente a sus ávidos y viles comparsas de legislatura. Caterva, compuesta por todos aquellos que se definen como los más acérrimos enemigos de España.
Como prueba de lo dicho, es que, como sabían que se los iban a tumbar desde el propio gobierno y socios allegados, ni siquiera presentó los primeros presupuestos de su legislatura, cuando esta está cercana a cumplir su primer año como tal; que ayer le tumbaran una Ley sobre proxenetismo que para su gobierno era importante y fundamental y que hoy, a toda prisa e in extremis, se haya visto forzado a retirar la Ley del suelo, porque ya sabía que sus socios de gobierno y allegados, al igual que ayer, la iban a tumbar, a no ser que fuera el PP el que saliera en defensa del tío Pedro, cosa que iba a ocurrir tal y como se le hizo saber ayer por la tarde.
Especialista en enmarañarlo todo, en la mezcla de conceptos y temas de todo tipo, aunque sean de diferente calado y envergadura para así, cuando se le pregunte por algo concreto, hablar de todo y no centrarse en nada. Alguien que, últimamente empieza sus intervenciones poniendo voz de borrego y buena persona ―como tras su increíble y reciente retiro espiritual o amoroso de cinco días―, solicitando los apoyos necesarios a todos propios y ajenos para reconducir situaciones y bajar el soufflé de la bronca política, para, a renglón seguido, sacar su trituradora y picadora de carne a pasear y no dejar títere con cabeza dedicándole lo mas granado de su fétido y ofensivo repertorio a todos y cada uno de ellos.
Un fracasado en la política salvo en la faceta de los espurios y nada nobles pactos para mantener su trasero en la Moncloa a cambio de lo que sea preciso tal y como ya se demostrado con absoluta claridad; que es incapaz de encontrar fuera de España apoyos a sus pueriles propuestas e ideas propias o carpetovetónicas más que en unos pocos e irrelevantes países, quienes estando en manos de otros personajes tan irresponsables como él, no atienden a las repercusiones que sus revolucionarios actos a contra corriente, pueden acarrear para sus respectivos países y a la economía o la seguridad mundial.
* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.