BIDEN, ACTO FINAL

Roberto Mansilla Blanco*

«Morir matando». Así calificó el presidente de la Duma rusa, Viacheslav Volodin, la información filtrada por The Washington Post sobre la presunta aprobación del presidente Joseph Biden de proveer a Ucrania de misiles estadounidenses de largo alcance (ATACMS) para atacar territorio ruso. Esta información fue confirmada por el representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, quien informó que EEUU permitirá a Ucrania atacar objetivos hasta 300 kilómetros dentro de territorio ruso.

El ataque no se hizo esperar. Este 19 de noviembre, Moscú aseguró que Ucrania ya había lanzado sus primeros misiles ATACMS contra territorio ruso en la provincia fronteriza de Briansk gracias a la asistencia estadounidense.

«Una nueva fase». Así interpretó el presidente ruso Vladimir Putin esta información que evidentemente abre un compás, quizás inesperado, dentro de la guerra en Ucrania. Un compás determinado por el bajo perfil, casi limitando con la insignificancia, que viene observando el presidente ucraniano Volodymir Zelenski, atenazado ante una previsible ofensiva general rusa con presunto apoyo de soldados norcoreanos, unos 10.000 según medios estadounidenses. No olvidemos que el frente ucraniano ha sido prolífico en cuanto a la presencia de mercenarios (y en otros casos efectivos presuntamente reclutados bajo manipulación) de diversas nacionalidades.

Este escenario implica que, vía Biden, la OTAN se involucraría definitivamente en el futuro de la guerra ruso-ucraniana. La ofensiva rusa en marcha tiene prácticamente neutralizado el sistema eléctrico y energético ucraniano ante el crudo invierno que está a la vuelta de la esquina. Una ofensiva que en los últimos días se tiene concentrado en puntos clave como el puerto de Odesa en el mar Negro, un enclave estratégico tan importante como lo es Jarkóv en el centro ucraniano y que serán los «puntos calientes» de esa «nueva fase» en la que ingresa el conflicto ucraniano con vistas al final de la «era Biden» y con una nueva presidencia a las puertas en la Casa Blanca.

No es casualidad que la filtración del Washington Post venga después del primer encuentro entre Biden y el futuro presidente Donald Trump en la que aseguraron una «transición tranquila», con el evidente interés de despejar parcialmente las inquietudes que se ciernen con el retorno de Trump a la Casa Blanca. Pero tampoco es casualidad que el ataque ucraniano con ATACMS venga tras la inesperada llamada telefónica a Putin por parte del canciller Olaf Schölz en la que se habló de una negociación y alto al fuego en Ucrania. El hecho es significativo tomando en cuenta que Schölz está políticamente contra la pared tras la ruptura de su gobierno tripartito y el adelanto de elecciones generales en Alemania para comienzos de 2025. Con intermitencias, Berlín ha tenido una política de cierto distanciamiento con los imperativos geopolíticos de Biden y de la OTAN en Ucrania.

Más allá de la sintonía que pueda tener con Putin, Trump asume la realpolitik como política inalterable para garantizar los intereses estadounidenses. Y esto lo sabe Biden, razón por la que intenta «atar» a Trump con esos compromisos de la OTAN para garantizar que Ucrania (con o sin Zelenski en el poder) siga bajo su área de influencia. Esta obsesión de Biden por mantener el compromiso con Ucrania con Trump en la Casa Blanca supone igualmente un problema estratégico para el próximo presidente estadounidense, lo cual le obligará a implicarse aún más en este conflicto que no está aparentemente entre sus prioridades de política exterior y de seguridad.

La designación del cubano-estadounidense Marco Rubio como nuevo Secretario de Estado es una clave a tener en cuenta. Los aliados hemisféricos de Rusia y China, principalmente Venezuela, Cuba y Nicaragua, tendrán las cosas más difíciles con el retorno de Trump a la Casa Blanca. «No sobrevivirán cuatro años con Trump en la presidencia», informaron fuentes próximas al próximo presidente estadounidense.

Está por verse hasta qué punto esta filtración del Washington Post tendrá una incidencia decisiva en la política de Washington con respecto al conflicto ruso-ucraniano con Trump de retorno con un poder prácticamente absoluto, controlando el Congreso, el Senado y el poder judicial. Por lo pronto, el ataque ucraniano con ATACMS verifica la certeza de estas informaciones del diario estadounidense y de que esta decisión muy probablemente ya había sido tomada de antemano por Biden.

Por otro lado, Trump no tiene una especial atención prioritaria hacia la guerra en Ucrania ni tampoco con los compromisos que Biden trazó con la OTAN para garantizar la ayuda a Kiev y el mantenimiento de Zelenski en el poder. El rompecabezas geopolítico de Trump se llama China, no Rusia. Trump ya ha declarado su intención de impulsar una solución negociada en Ucrania que implique aceptar el statu quo político, militar y territorial (y esto implica aceptar las ganancias territoriales rusas), algo que Biden y Zelenski no aceptarán. De allí que los ATACMS entren ahora súbitamente en escena.

A escasas semanas de la «transición tranquila» que se pretende (o pretendía) en la Casa Blanca, Biden intenta asegurar un legado que se presume caótico y visiblemente contraproducente para sus intereses. La reciente cumbre de los BRICS en Kazán certificó que Putin tiene bien trazado el camino: fortalecer un eje euroasiático sino-ruso que amplíe sus perspectivas multipolares hacia un Sur que comienza a contrariar sus alianzas con Occidente, preparando el escenario para un nuevo orden mundial y el regreso de un «Trump II» que advierte cambios vertiginosos en la geopolítica global.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/biden-acto-final-roberto-mansilla-blanco/