Roberto Mansilla Blanco*

La inédita revuelta popular en Nepal que provocó la caída del gobierno socialista del primer ministro Khadga Prasad Oli (Partido Comunista de Nepal) advierte una situación incómoda para la vecina China, especialmente en un contexto donde Beijing viene de sacar músculo ante Occidente tras la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebrada en la ciudad china de Tianjin así como el desfile militar conmemorativo del 80º aniversario de la victoria en la II Guerra Mundial contra el Japón imperialista.
Las escenas de quema del Parlamento nepalés y de la Corte Suprema en la capital Katmandú así como los ataques a la sede del gobernante Partido Comunista de Nepal, contra miembros del gobierno y edificios gubernamentales llevaron a la represión las protestas, la aplicación de un toque de queda y la militarización en las calles. Los choques, producidos tras la decisión del gobierno de Prasad Oli de suspender la operatividad de las plataformas digitales y las redes sociales, han provocado decenas de muertos. Se anticipa así una situación de caos e incertidumbre sobre el futuro de Nepal.
Con 30 millones de habitantes, Nepal es un país dependiente de las remesas extranjeras de una diáspora de más de 2 millones de personas principalmente establecida en India, Malasia, Arabia Saudita, EEUU y China (Hong Kong). El Banco Mundial calcula que estas remesas alcanzan el 33% del PIB nepalí (2024) La estructural crisis económica, por tanto, también es una clave relevante a la hora de analizar la rebelión nepalí.
Difíciles equilibrios para China
El escenario se asume incierto toda vez que se abre un foco de posible inestabilidad en pleno corazón asiático, en las fronteras del Himalaya entre China e India, dos países que vienen de avanzar en cuanto a su asociación estratégica vía OCS, aspecto que ha provocado reacciones y recelos en Occidente, especialmente con respecto a las expectativas de EEUU de mantener a India dentro de su área de influencia.
Como es tradicional en su óptica diplomática, el gobierno chino ha manifestado sus expectativas sobre el restablecimiento del orden y la estabilidad en Nepal. La posición oficial de la India también se va por esa dirección. Es así palpable la comprensible cautela y prudencia diplomática ante los inciertos escenarios en Nepal por parte de Beijing y Nueva Delhi.
Por otro lado, la rebelión nepalí acontece en una coyuntura internacional con tensiones in crescendo. Destacan particularmente el ataque infructuoso de Israel en Qatar contra objetivos de Hamás (9 de septiembre) y el derribo un día después de cuatro drones rusos en el espacio aéreo polaco que provocó una reunión de emergencia en la OTAN, invocando el artículo 4 de consultas internas ante una «amenaza exterior».
El ataque israelí en suelo qatarí provocó una enérgica reacción por parte de China, que advirtió sobre la escalada de desestabilización en Oriente Próximo ante la acción «intimidatoria israelí». Mientras se evalúan las opciones detrás de lo que pudo suceder con el derribo de drones en Polonia, tomando en cuenta las acusaciones desde Bruselas y Varsovia de presunta implicación rusa toda vez Rusia y Bielorrusia desestimaron esa opción, la OTAN también analiza los escenarios de conflicto que podrían presentarse contra Moscú, especialmente ante la reciente puesta en escena en Beijing de un eje militar entre China, Rusia y Corea del Norte.
El pasado 1º de agosto, China y Nepal celebraron 70 años de una relación bilateral que hoy alcanza el grado de asociación estratégica. Así mismo, Nepal es un paso importante para las infraestructuras existentes dentro del proyecto de desarrollo impulsado por China sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a la que Nepal se unió en 2017. No obstante, los avances de estas infraestructuras en territorio nepalí han sido lentos.
¿Un OTPOR en el Himalaya?
En la vanguardia de la rebelión ciudadana en Nepal está la juventud, descontenta con las medidas de suspensión de plataformas digitales por parte del gobierno de Sharma Oli así como por los elevados niveles de desempleo y el autoritarismo político.
Según datos del Banco Mundial, la tasa de desempleo en 2024 para los jóvenes entre 15 e 24 años fue del 20,8% de la población económicamente activa.
La rebelión actual interpreta así las expectativas de ascenso de una nueva generación de líderes políticos, aún en ciernes. Los medios identifican a estos jóvenes como pertenecientes a la denominada «Generación Z» y los «Nepo Kids», los nacidos en la década de 1990 con amplia formación y capacitación digital.
No obstante, el modus operandi de esta rebelión recuerda las acciones llevadas a cabo con anterioridad por el movimiento político juvenil serbio OTPOR (en alfabeto cirílico «¡Resistencia!») que en 2000 provocó la caída del régimen de Slobodan Milosevic en Belgrado.
En su momento, la OTPOR recibió fondos de organismos estadounidenses como el Fondo Nacional para la Democracia (NED), el Instituto Nacional Democrático (vinculado al Partido Demócrata), el Instituto Republicano (del Partido Republicano), la Open Society (vinculado al magnate George Soros) y la ONG Freedom House, entre otros.
En marzo de 2024, la Agencia de EEUU para el Desarrollo USAID (cerrada por la administración Trump en julio pasado) informó sobre la puesta en marcha en Nepal de un programa educativo valorado en US$ 85 millones. Si bien oficialmente este programa no parece tener implicación política alguna, visto en la perspectiva dentro de la actual rebelión nepalí, esta ayuda retrotrae paralelismos de antaño con acciones llevadas a cabo por OTPOR con filiales de movimientos juveniles en Georgia, Ucrania, Bielorrusia, Rusia, Bolivia, Venezuela, Kirguizistán (que llevaron al derrocamiento en 2005 del entonces presidente Askar Akáyev), Líbano y Uzbekistán, entre otros. Con todo, la actividad de OTPOR en los últimos años destaca por el silencio y la opacidad, sin apenas actividad mediática, lo que provoca especulaciones sobre su posible desaparición.
Volviendo al caso nepalí, debe tomarse en cuenta que hasta el momento ninguna organización política en Nepal ha reivindicado su protagonismo como líder de la rebelión, cuyo carácter espontáneo acarrea igualmente ciertos riesgos de caos y disolución para el país.
Toda vez Nepal se desliza hacia una incierta crisis política está por ver si la rebelión juvenil que actualmente se está llevando a cabo en Katmandú tendrá capacidad suficiente para influir en movimientos políticos regionales, buscando así redimensionar el mapa geopolítico con especial atención hacia sus vecinos China, India, Bangladesh y Bután.
Más allá del contexto geopolítico que siempre subyace en estas crisis, este contexto aborda algunas interrogantes: la crisis nepalí, ¿supone una rebelión 2.0 definida por el descontento ciudadano ante la censura y los intentos por controlar la información en esta era digital? Así mismo, ¿estamos asistiendo a un revival de las rebeliones tipo OTPOR, ahora bajo otros contextos sociales y políticos derivados precisamente de esta rebelión 2.0?
* Analista de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU e América Latina. Analista Senior de la SAEEG.
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The article offers a compelling analysis of Nepals youth rebellion, drawing parallels with OTPORs role in Serbia, raising intriguing questions about modern geopolitics and the impact of youth movements in the digital age.
The article offers a thought-provoking analysis of Nepals youth rebellion, drawing parallels with OTPOR and questioning its geopolitical implications. Intriguing insights into digital activism and foreign influence in the region.