Agustín Saavedra Weise*
La otrora poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) sostuvo una sórdida guerra fría contra Estados Unidos y sus aliados del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desde fines de la Segunda Guerra Mundial (mayo 1945) hasta la debacle final que extinguió como Estado a la URSS en 1991 y precipitó la creación de 14 naciones independientes. Rusia, la más grande y poderosa entre ellas, fue la heredera natural del asiento soviético en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en calidad de miembro permanente y con derecho a veto. En todo caso, con la extinción de la URSS el poder global de la potencia eslava telurocrática (terrestre) quedó disminuido frente al de Estados Unidos, su rival talasocrático (marítimo) y heredero natural del dominio británico en los océanos.
A lo largo del casi medio siglo de un conflicto sin balas pero sí con ideología y juegos de amenazas mutuas, hubo avances y retrocesos de ambas partes en varios lugares del globo. Uno de los capítulos más dramáticos se dio en las Américas con la crisis de los misiles instalados en Cuba en octubre de 1962. Anteriormente hubo otra situación grave en Europa debido al bloqueo de Berlín por la URRS. El problema lo resolvieron los aliados occidentales mediante un puente aéreo que abasteció debidamente a la antigua capital prusiana sitiada por los soviéticos. En el incidente de Cuba, a nivel de propaganda política, Estados Unidos salió “vencedor”. En la práctica, la astucia rusa logró con el retiro de los misiles de la isla lo que era su principal objetivo: un compromiso formal de los norteamericanos de no invadir jamás Cuba, algo que intentaron hacer antes en la bahía de Cochinos en 1961 y fracasó estrepitosamente por diversas fallas de logística.
Las tensiones y rivalidades geopolíticas URSS-Estados Unidos eran muy grandes, abarcaban prácticamente todo el globo terráqueo, pero he aquí que en los niveles de intercambio comercial la relación era de baja intensidad. Aunque luego vino la época de la distensión y de reparto amistoso de áreas de influencia, la relación comercial soviético-americana nunca fue de gran relevancia. Una vez desaparecida del mapa la URRS, al colapsar el comunismo y fragmentarse en varios países, la actual Rusia de Vladimir Putin ―ya renovada y fortalecida luego de los desastres de los primeros gobiernos del post comunismo― continúa con sus esfuerzos de equiparar por lo menos el poder nuclear con su antiguo rival estadounidense y sostiene algunas condiciones ventajosas en el ámbito del ciber espacio, pero no mucho más. La economía rusa es hoy considerablemente menor que la de Estados Unidos y le resulta imposible competir de igual a igual. Así están las cosas.
El avance de la República Popular China (RPC) se afianza año tras año; se espera que hasta fines de 2019 crezca casi el triple que los Estados Unidos (6,3% versus 2,3%). Hoy el PBI chino es 28% mayor al de Estados Unidos. Tómese en cuenta que para 1980 el PBI del país del norte era 9 veces mayor; el avance de la RPC ha sido impresionante. Es más, el FMI calcula que para 2024 el PBI chino ya sería un 50% mayor al norteamericano. Aunque la producción total de bienes y servicios y las exportaciones supere a las de Estados Unidos, debemos recordar que este último continúa manteniendo su liderazgo militar, científico y tecnológico, inclusive en el campo de la lucha tarifaria del momento. Además, la calidad de vida y el ingreso por habitante de Estados Unidos son mejores que los de China, donde existen enormes bolsones de pobreza y muchas necesidades por satisfacer para las 1.400 millones de almas que habitan en su territorio. Asimismo, Estados Unidos aún mantiene el liderazgo en términos de innovación y calidad educativa. Pero aparte de los temas económicos entre ambos países ―que son vastos e importantes― va surgiendo una rivalidad planetaria que ingresa en el campo geopolítico. Veamos un solo ejemplo. La RPC reclama Taiwán (China Nacionalista) y su dominio sobre el Mar del Sur de China, donde la séptima flota norteamericana permanece desde hace tiempo para controlar los movimientos de la RPC en el lugar y asegurar la libertad de navegación. Ese proceder genera tensiones que podrían llegar a estallar.
Mientras China crece en todos los sentidos Rusia se achica; pese a las posturas belicosas de Putin la situación rusa se debilita en términos relativos. Aunque es el estado más extenso del mundo, la Federación Rusa apenas tiene 140 millones de habitantes y sigue perdiendo población en forma progresiva. Por otro lado, los problemas suscitados con Washington por el presunto espionaje de Moscú en las elecciones de 2016 y otros problemas en Ucrania, el Cáucaso y el mar Báltico, sumando el constante avance hacia el este de la OTAN ―brazo armado de Estados Unidos y sus aliados europeos― han creado situaciones que Rusia apenas puede resistir y de ahí ha surgido el acercamiento con Beijing en procura de reequilibrar fuerzas frente a la superpotencia norteamericana. El oso pudo haber estado al lado del águila y cumplir así la profecía de Alexis de Tocqueville acerca del dominio del mundo por América y Rusia. Mezquindades de grupos anti rusos en Estados Unidos y maniobras del complejo industrial-militar lo impidieron. Al verse en esa situación de rechazo, Moscú miró hacia el lado de Beijing; el oso ha comenzado a ponderar la posibilidad de una alianza con el dragón del oriente que sea capaz de enfrentar en términos económicos, geopolíticos y hasta militares, la presencia estadounidense en diversos lugares del planeta. Es una situación real y verificable que podría crear en el corto plazo un nuevo tipo de bipolaridad con cierto parecido al de la guerra fría del siglo XX, pero en el marco de otras realidades.
Y mientras esto sucede en el mundo, el espacio es el testigo silencioso de todo lo que ocurre en él. Un verdadero pensamiento continental no es posible sin pensar simultáneamente en siglos, ni se comprenden las razones de la política mundial sin previo análisis de la historia universal, agregando un conocimiento profundo del suelo que se habita y del espacio que se quiere retener o conquistar. Al final, los escenarios mundiales cambian, pero el espacio y sus inexorables leyes siguen ahí, esperando la oportunidad del que sepa aprovechar su momento. Y ahora, el actor internacional con chances a su alcance parece ser la RCP, eventualmente reforzada por su potencial compañía eslava; el tiempo dará su veredicto. Y en el campo de Kronos, esa potencial alianza le lleva ventaja a los norteamericanos; tiene en conjunto más historia, mejor visión estratégica, inmensos recursos y mucha paciencia para aguantar hasta llegar al momento oportuno. Desde la catastrófica derrota del Japón en 1945, China y Rusia han pasado a ser ―como ya lo expresé en otra oportunidad― los únicos y legítimos herederos de Gengis Khan.
* Economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG – www.agustinsaavedraweise.com
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