Agustín Saavedra Weise*
Al surgir la humanidad en la era cuaternaria, la fisonomía terrestre y marítima del orbe era prácticamente la misma de hoy, salvo por las modificaciones surgidas debido al avance de la tecnología, es decir, la ciencia aplicada y el conocimiento acumulado transformado en diversas herramientas dedicadas al beneficio del hombre. Al mundo lo representamos con mapas, los que son bastante imperfectos y muchas veces se los edita en función de específicos intereses. La tradicional proyección Mercator (todavía muy popular) distorsionaba superficies alejadas, magnificando el continente europeo.
Hasta ahora el mapa Mercator sigue siendo útil para la navegación, pero su eurocentrismo es innegable: Bolivia se ve más chica que España y Francia, aunque es más grande que esas dos naciones juntas; Argentina semeja tener el tamaño de la península escandinava, pese a ser muy mayor su extensión territorial y así sucesivamente. El mapa Mercator fue fiel reflejo del dominio europeo del siglo pasado, cuando allí estaba el centro del mundo. Los términos “Hemisferio Occidental”, “Cercano Oriente”, “Medio Oriente” y “Extremo Oriente”, son absolutamente válidos desde la perspectiva de Londres, París o Berlín. Ciertamente, no sucede lo propio al encontrarnos en otras latitudes…
Siendo Europa el “centro” del globo, entonces sí se justificaba la citada terminología, que por lo demás —corroborando el pretérito control europeo— la seguimos usando en nuestros días. Ha habido varios intentos para representar en dos dimensiones y en forma plana —como planisferio— al mundo.
En la década de los 70 y principios de los 80 se popularizó la proyección de Peters, que retomaba el lógico concepto de las proporciones adecuadas de superficies. Se lo llamó el “mapa tercermundista”, ya que disminuía la tradicional e incorrecta sublimación eurocentrista del Mercator. Sin embargo, la influencia del Norte, por estar localizados allí casi todos los países poderosos y además disponer de una mayor masa terrestre que nuestro Sur, hizo que se mantenga nomás el sistema de proyecciones tendiente a minimizar la parte del planeta que está por debajo de la línea ecuatorial: la proyección azimutal equidistante con base en el Polo Norte y que “representa” al mundo en el logotipo y bandera de las Naciones Unidas, es otra demostración palpable del “nortismo” que campea en la confección de mapamundis de cualquier naturaleza. La proyección usada por la ONU magnifica al norte y deja al sur convertido en una pequeña superficie cubierta de aguas oceánicas…
Su ubicación geográfica les ofrece a los Estados nacionales alternativas de ser —sentirse— prisioneros o gananciosos y con ventajas o desventajas, según el lugar donde se encuentre cada uno, según el peculiar tipo geográfico de cada país.
No hay determinismo absoluto: el hombre puede vencer a la geografía y de hecho la venció en infinitas oportunidades, con el auxilio del propio talento humano y de su expresión práctica que es la tecnología. Pero esta última, a la par que modificaba situaciones negativas transformándolas en buenas, podía generar fenómenos inversos. Si las montañas eran una barrera natural en el pasado, hoy no lo son por el desarrollo aeronáutico, pero al mismo tiempo, ahora la técnica permite perforar esas montañas para construir progresistas túneles camineros y ferroviarios. He aquí positivo y negativo en un solo tipo de situación… El general alemán Karl Haushofer solía decir: “El espacio rige a la humanidad”. Exageraba el determinismo geográfico, típico por lo demás de la escuela geopolítica fundada por él en Baviera (1920 y adelante), que proveía argumentos teóricos de naturaleza bélica y expansionista para los extremistas de Munich.
Fue así como la geopolítica adquirió justificadamente mala fama, ya que la forzada interconexión presuntamente “científica” entre política y geografía disimulaba la verdadera meta de conquistas e invasiones que el planificado Tercer Reich de Hitler ya venía programando para cuando acceda al poder… Otro dicho famoso de Haushofer era el siguiente: “Hay naciones que nacen para ser yunque y otras que nacen para ser martillo”. Claro, su patria natal, Alemania, fue uno de los más fuertes martillos europeos, y siempre estaba la desdichada Polonia cerca para servir de sufrido e involuntario yunque…
Los tiempos han cambiado. Desde hace más de 30 años —con el auxilio invalorable de Henry Kissinger— la geopolítica, entendida ésta en forma simple como la relación entre el poder político y el asentamiento geográfico, ha sido reivindicada; sus conceptos integran hoy aspectos globales de tipo internacional y también de tipo interno. En nuestros días, la vieja palabra es reiterativamente usada, pero no para disimular o justificar agresiones sino pensando en programas cooperativos y en el análisis de conflictos. Además, la geopolítica es útil como ingrediente esencial en el estudio de la política mundial y en aspectos domésticos, tales como el diseñar geopolíticamente que un país logre dominio efectivo de sus territorios vacíos, pueda poblarlos y desarrollarlos. Guste o no, Bolivia tiene que convivir con Brasil, Argentina, Paraguay, Perú y Chile; no tiene escapatoria posible; debemos minimizar factores adversos y potenciar los positivos. Igualmente, cualquier otro país del planeta, jurídicamente constituido y por tanto con territorio propio, población autóctona y gobierno legal, es fijo e inmóvil. La tecnología le brindará medios para obviar dificultades, o quizá se las creará, como señalamos antes. En todo caso, la convivencia vecinal y regional —sea fácil o ardua— se impone; es necesario armonizarla con la búsqueda de intereses comunes, a través de la diplomacia y negociaciones efectivas, comercio e integración, etc. Así sucede mayoritariamente en la sociedad internacional, pero el hecho contundente y real es que un país no puede evadirse de su localización, es imposible “relocalizarlo”. Esto, tan simple y elemental, muchas veces es olvidado por aquellos que conducen los destinos de “x” nación y sin quererlo, por sus propias acciones terminan siendo fogoneros de problemas fronterizos o de litigios internacionales en contextos más amplios.
*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com
Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/un-mundo-mutable-e-inmutable_251331