LOS «CISNES (CASI) NEGROS» DE LA GUERRA EN UCRANIA

Alberto Hutschenreuter*

Imagen: David Peinado en Pexels.

Los hechos perecerían indicar que la guerra en Ucrania ingresó en un tiempo de relativo «descanso». La fatiga de los contendientes, la falta de suministros para Ucrania, la crisis demográfica y económica en este país, las crecientes desavenencias en Occidente (y en Ucrania), la gravitación de China para Occidente, la guerra en Oriente Medio y las cuestiones económicas globales, tienden a sostener un escenario de continuidad en la que las estrategias defensivas y defensivas-ofensivas (en el caso de Rusia) marcan por ahora el nuevo ciclo.

Mientras Ucrania ha adoptado una estrategia cuyo fin es evitar que Rusia logre nuevas conquistas y reconquistas de territorio en el este y sur, Rusia se ha consagrado a rusificar culturalmente las denominadas «Nuevas Regiones» de la Federación, es decir, borrar toda expresión ucraniana del campo y de las ciudades; además, considerando tal vez un cese de fuego, las fuerzas rusas combaten por la captura de ciudades, como lo hizo recientemente en Avdiivka y antes en Meritopol y Mariúpol.

En este contexto, podría suceder que un cese de fuego dé lugar a un acuerdo sin triunfos ni derrotas categóricas para las partes. Si bien Moscú se quedaría con un 18 por ciento del territorio de Ucrania como «resguardo territorial» o «reparación geopolítica», Kiev «compensaría» la partición con la marcha (eventual) del país hacia las estructuras políticas, económicas y estratégicas militares de Occidente, el cual hasta la fecha no ha sostenido que la OTAN cesará su ampliación al este, postura que fue decisiva para que Moscú iniciara su Operación Militar Especial el 24 de febrero de 2022.

Los especialistas difieren sobre cuándo se podría alcanzar ese hipotético escenario.

Ahora bien, aunque sean éstos los escenarios que más están siendo considerados y debatidos, tal vez sea pertinente no abandonar del todo otros escenarios de cuño maximalista, al menos tenerlos en cuenta. Dado que no se trata de escenarios imposibles, aunque sí no esperados y de impacto mayor, serían algo así como «cisnes casi negros» en tiempos de guerra, según la difundida concepción del economista Nassim Nicholas Taleb.

Por un lado, un escenario relativo con una gran ofensiva (o re-ofensiva) rusa cuyo objetivo sea la captura de todo el territorio de Ucrania. Es decir, Moscú retomaría su concepción original relativa con la inexistencia del Estado ucraniano, como lo explicitó sin ambages el presidente ruso durante los días previos a la denominada por Rusia Operación Militar Especial: «Ucrania no es un país vecino para nosotros. Es una parte de nuestra historia, nuestra cultura y nuestro espacio espiritual».

Descartando de plano las denominada tesis «normandistas» que afirman que la fundación del primer Estado tiene su génesis en poblaciones vikingas escandinavas, el mandatario ruso volvió a repetir dicho enfoque en mayo de 2023, cuando insistió en que Ucrania «nunca existió en la historia de la humanidad hasta su creación por la Unión Soviética en 1922». Finalmente, en la reciente entrevista que ofreció al periodista estadounidense Tucker Carlson, Putin, además de sostener que el gobierno ucraniano y sus predecesores eran nazis, es decir, enemigos acérrimos de Rusia, se refirió una vez más al pasado de Ucrania como parte de Rusia, física y lingüísticamente.

Ahora bien, una ofensiva semejante por parte de Rusia solo podría llegar a darse si se produjera un colapso integral del Estado ucraniano, es decir, como consecuencia de reconquistas y avances rusos en el este, el país cayera en un estado de anarquía y convulsión que sería aprovechado por Moscú para tomar el control de Kiev.

Asimismo, dicho escenario supondría que Occidente finalmente adoptara la decisión de abandonar Ucrania a su suerte porque considera que su involucramiento directo provocaría una guerra total con Rusia. Pero es muy difícil que ello suceda, pues una cosa es la reluctancia y ralentización de la asistencia financiera y militar a Ucrania por parte de Occidente y otra permitir que Rusia logre semejante control geopolítico-militar en Europa del este, una de las tres principales placas geopolíticas del mundo. Ello resignificaría en términos estratégicos-territoriales la misma victoria de Occidente en la Guerra Fría, pues Rusia, el «Estado continuador» de la URSS (pero no sucesor), lograría entonces una ganancia de poder sensiblemente reparadora, más allá del colosal esfuerzo que significaría ello para su economía nacional en lento crecimiento.

Por otro lado, un escenario relativo con la reconquista de Ucrania de los territorios del este y sur. Sin duda, un escenario muy difícil de alcanzarse, pues ello requeriría no solo una voluminosa asistencia por parte de Occidente, sino la disposición de armas más poderosas de las que tuvo en su mejor momento de la guerra, por caso, más aviones de combate y misiles de rango superior a los estadounidenses ATACMS (160 kilómetros) y a los franco-británicos Storm Shadow SCALP-EG (350 kilómetros). Además, Ucrania debería encontrarse en una situación muy diferente del contexto con signos de colapso y sociopolíticamente cada vez más dividido que el actual.

De hecho, entre los formuladores de escenarios, la reconquista territorial prácticamente queda descartada. Además de nuevas capacidades y tiempo de entrenamiento, una de las posibles fallas en la ofensiva ucraniana del año pasado, Rusia tendría que hallarse en estado de debilidad y casi derrumbe, una situación que no es la de hoy precisamente, pues, más allá de las dificultades, el país se ha fortalecido internamente y en el frente, por ejemplo, como señalan los especialistas Michael Kimmage y Hanna Note, Rusia ha revitalizado sus sistemas de guerra electrónica y ha reconstruido su infraestructura y procesos de comando y control. Además, Rusia cuenta hoy con lo que se denomina una «mayoría global», esto es, países que la apoyan o bien realizan acuerdos con ella, comenzando por China, India, Turquía…

En breve, todo parecería indicar que la guerra en Ucrania ha entrado en un curso que difícilmente cambie, incluso si finalmente en Estados Unidos se destrabara la asistencia de 61.000 millones de dólares que con desesperación aguarda el régimen ucraniano.

La guerra ha llegado a un punto de fatiga, pero los contendientes no se encuentran en iguales condiciones: Rusia se ha robustecido y el factor tiempo y los recursos corren a su favor, mientras que Ucrania parece dispuesta a sostener la defensa y preparar una nueva ofensiva para 2025, aunque ello excede las posibilidades de Kiev, pues para lograrlo debería contar (en momentos de desplome demográfico) con una convocatoria no menor a los 400.000 soldados (el destituido general Valeri Zaluzhny habría pretendido 500.000) con un compromiso mayor de Occidente.

De todos modos, resulta pertinente considerar esos escenarios que aquí denominamos «cisnes casi negros». Además, más allá de las tendencias que parece mostrar la contienda, nunca podemos saber cómo terminará una guerra hasta que verdaderamente la misma haya terminado.

 

* Alberto Hutschenreuter es miembro de la SAEEG. Su último libro, recientemente publicado, se titula El descenso de la política mundial en el siglo XXI. Cápsulas estratégicas y geopolíticas para sobrellevar la incertidumbre, Almaluz, CABA, 2023.

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