Todas las entradas de: Agustín Saavedra Weise

ECONOMÍA Y ECONOMISTAS: ENTRE EL QUÉ Y EL CÓMO

Agustín Saavedra Weise*

Carlos Leyba, economista argentino, uno de los redactores del Programa de Reconstrucción y Liberación Nacional, más conocido como “plan Gelbard” (1973).

El veterano economista argentino Carlos Leyba, que en 1973 formó parte del tercer gobierno del general Juan Domingo Perón (1895-1974), comentó recientemente que en la cofradía de los economistas de su país es usual decir “hay que hacer”, pero rara vez se repregunta el “cómo hacer”. En política económica la realidad son las consecuencias, pero de eso no se habla.

Leyba expresa luego que la defensa corporativa de los economistas argentinos es más o menos así: “La decadencia económica del país es consecuencia de que cuando economistas (los científicos) le decimos a políticos (los instrumentadores) qué hay que hacer (programa) ellos no lo hacen porque no quieren pagar los costos (política)”. ¿Debe un economista proponer medidas sin exponer costos y consecuencias? La política económica se debe pensar para un tiempo prudencial, recordemos que John Maynard Keynes dijo que en el largo plazo estaremos todos muertos. El argumento de las consecuencias positivas de aquí a 100 años debe ser absolutamente descartado, remata socarronamente Leyba.

Afirma, además, que en política económica toda solución de un problema implica la generación de otro. El éxito estriba en que el nuevo problema generado sea menor (y más fácil de resolver) que el problema resuelto.

La política económica correcta sería entonces como construir una escalera de soluciones para que cada peldaño sea más fácil de superar que el anterior. Asimismo, no hay ninguna medida seria de política económica que no considere la relación costo-beneficio, algo básico en todo razonamiento económico.

Leyba explica que la defensa corporativa pone en escena a un economista del “tipo asesor” que informa, propone, aconseja o presenta proyectos y no ejecuta ninguna acción. Así comenzó a entender lo que un joven economista recién graduado le dijo: “a nosotros nos enseñan modelos, no política económica”.

Leyba fue uno de los redactores del plan Gelbard de 1974, así que él sabe lo que afirma en torno a los economistas de su medio: sugieren qué debe hacerse pero no explican el cómo hacerlo. Ese es el dilema de la profesión en Argentina —y en el mundo— que viene arrastrándose desde la inclinación hacia el estudio “científico” de la economía, olvidando su definición básica como ciencia encargada de satisfacer necesidades múltiples con medios escasos y sobre la base de decisiones de autoridad. Ya en esa definición se ve su complejidad; no es fácil complacer a todos cuando los medios son limitados. En mis épocas estudiantiles de los 60, en la Universidad de Buenos Aires (UBA) se quiso volver a la “economía política”, al principio de las cosas, cuando la economía era una ciencia social poco influenciada por las matemáticas y se debía en definitiva a la política, a la capacidad de mando en una sociedad.

El entusiasmo con la economía política duró poco pese a ser el verdadero nombre de la ciencia, algo que el célebre Julio H. G. Olivera (1929 – 2016) —mi profesor de “Dinero, Crédito y Bancos” en la UBA— siempre nos recalcaba. Con el tiempo los estudios económicos fueron cada vez más complejos, más matematizados y sideralmente alejados de la vida real. De allí viene el error de muchos economistas en sus pronósticos y hasta en sus acciones; se dejaron llevar por el encanto formal de sofisticados modelos llenos de supuestos y se olvidaron de la realidad concreta.

Los economistas en general debemos retornar con realismo a la economía política, al inicio de la disciplina como parte de las ciencias sociales y con énfasis en la política, ya que de tomar decisiones se trata. En mi modesta opinión hay que “rehumanizar” nuestra profesión. Sólo si se cambia el rumbo de lo teórico a lo concreto, sin refugiarse en la sofisticada fantasía de complejos modelos econométricos, podremos hacer realidad el célebre brindis de Lord Keynes: “Brindo por la economía y por los economistas, quienes son los depositarios, no de la civilización, pero sí de la posibilidad de que ésta ocurra”.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/economia-y-economistas-entre-el-que-y-el-como_217009

PELIGROSA ESCALADA DE DIFERIMIENTOS CREDITICIOS

Agustín Saavedra Weise*

Luis Alberto Arce Catacora, Presidente de Bolivia

El gobierno izquierdista de Luis Arce se está pegando un tiro en el pie al poner en apuros a la banca boliviana, obligándola a diferir créditos y dejar de cobrar intereses.

Como recalqué en otras ocasiones, el futurólogo y politólogo norteamericano Herman Khan (1922-1983) se hizo famoso por varios temas de su especialidad; en particular, resalto ahora su teoría de la escalada, la que fue reconocida y puesta en vigencia en estudios estadounidenses sobre teoría del conflicto. La escalada normalmente comienza entre las partes con rumores, tensiones o diferencias verbales; luego prosigue su ritmo como una tétrica escalera (de ahí el nombre) y se alcanzan nuevos niveles de tensión hasta que se produce lo inevitable: el enfrentamiento directo. La teoría de la escalada tiene pues varias etapas; en la práctica real es posible parar la escalada mediante mutuas concesiones y por tanto, es posible disminuir —y hasta anular— la chance de un conflicto abierto, siempre que exista voluntad de ambas partes para lograr detener el movimiento hacia arriba de las tensiones acumuladas de la escalada que alimentan el potencial choque.

Pasando de la teoría a la práctica, estamos en Bolivia “ad-portas” del inicio de una peligrosa escalada, sobre la cual ya advertí en anteriores notas sobre este mismo tema. Obviamente, me refiero al diferimiento de créditos, un asunto llamado por definición a crear problemas, peor aún si se lo parcializa y se lo maneja autoritariamente, dejando de lado (e ignorando) el crucial rol del sistema financiero como factor básico de la estabilidad macroeconómica nacional. Ante el anárquico libre albedrío que impone con sus acciones la administración actual, todas las otras partes que se sienten afectadas ingresan al circuito y están alimentando a la escalada, que podría llegar a niveles impensables. En nuestro caso no habrá obviamente guerra nuclear (como la que planteaba Khan en su hipótesis de enfrentamiento de las superpotencias EEUU-URSS) pero sí puede haber una catástrofe socio-económica si la aún flamante gestión de Luis Arce no cambia el rumbo hacia una visión estratégica y pragmática, pensando en el interés nacional, sin ideologías ni sectarismos.

Todavía puede haber salvación si Arce rectifica y logra consensos. Los que son grandes de verdad hacen eso… Es posible elaborar un programa de diferimientos acordado con la banca y trabajado en conjunto con el Estado, con la asistencia de un “colchón” que pondría el Gobierno, ya sea usando los fondos swap del FMI (que los tiene y no los usa) o parte de las reservas o, en fin, algo imaginativo… Caso contrario se viene el caos. Para empezar, deberían sentar a la misma mesa a los banqueros, empresarios, sindicatos y Gobierno (vía BCB y Ministerio de Economía) para así empezar una negociación donde se busque salvar la economía en su conjunto y no solamente a un grupo. El libro de las acciones posibles ha sido escrito hace rato, simplemente se lo tiene que adecuar. El Banco Central Europeo (BCE), el Bundesbank alemán y otros muy serios organismos internacionales ya han mostrado claramente el camino. Y ese no es otro que el trabajo conjunto entre gobiernos, sociedad civil y sistema financiero. Cualquier falta de uno de esos pilares básicos invita al desastre. Por eso los europeos —que saben de crisis tremendas— están procediendo de esa manera. Aquí hasta el presente no hay ni plan integral ni acciones imaginativas. Ahora en Bolivia tienen que implementarlas de inmediato o más tarde será, valga la redundancia, demasiado tarde. Es mi modesta opinión.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/peligrosa-escalada-de-diferimientos-crediticios_216121

 

GENGIS KHAN Y LOS PRIMEROS MISILES DE LA HISTORIA

Agustín Saavedra Weise*

Mongolia es un país de Asia Central, independiente desde 1921 del dominio chino. Este estado mediterráneo se encuentra estratégicamente ubicado entre la frontera sino-rusa; tiene 1.564.000 kilómetros cuadrados de superficie, con poco más de tres millones de habitantes. La Mongolia relativamente atrasada de hoy poco tiene que ver con la del lejano pasado, cuando sus jinetes —liderados al inicio de su epopeya por el legendario Gengis Khan (1162-1226)— llegaron a formar el mayor imperio terrestre de la historia, ocupando luego Rusia y Ucrania por trescientos años, además de dominar en China, Persia y otras regiones euroasiáticas. Los mongoles llegaron inclusive hasta las puertas de Europa occidental en sus feroces arremetidas.

Nómadas y con la infinita estepa por delante, los mongoles aprendieron a utilizar el caballo no solamente como medio de transporte sino como formidable elemento bélico. Perfeccionaron el estribo para poder sostenerse firmemente en el corcel y desde sus monturas apuntaban letalmente al enemigo con sus arcos y flechas. Para la época, era una combinación mortal; asimismo, un desarrollo tecnológico sorprendente e imparable.

El nombre auténtico de Gengis Khan era Temudjin (“el acero más fino”). Sus victorias lograron que le otorguen el título principesco de Gengis Khan, algo así como “el emperador de todos los hombres”. Con este apelativo pasó a la historia. Gengis Khan era extremadamente despiadado, aunque algunos historiadores afirman que luego de vencer a sus enemigos ocasionalmente tenía un poco de tolerancia hacia los sobrevivientes.

Según fuentes históricas confiables Gengis Khan inventó la base de lo que hoy son los modernos misiles, es decir, proyectiles autopropulsados y dirigidos hacia blancos determinados. Se cuenta que cuando el guerrero mongol inició la invasión del imperio chino (1211) debió tomar previamente varias ciudades amuralladas para proseguir su marcha. En una de esas localidades —que ya venía soportando por largo tiempo el asedio— Gengis prometió levantar el sitio si le entregaban 1.000 gatos y 10.000 golondrinas. Ante la posibilidad de lograr clemencia y salvar vidas, las autoridades le brindaron lo que pedía. Pues bien, una vez en poder de lo solicitado, el Khan ordenó que se aten antorchas encendidas en las colas de gatos y golondrinas, soltándolos luego de tan malvada acción. Los pobres animalitos, despavoridos, doloridos e incendiados, salieron disparados (literalmente) como cohetes y retornaron por instinto a su lugar de origen: los gatos corriendo, las golondrinas volando. Los desventurados animales llevaron fuego por tierra y aire al pueblo sitiado; lo destruyeron casi por completo. Luego entró el ejército de Gengis Khan para completar la tarea, matando a los escasos sobrevivientes. Con tal lección de terror y crueldad suprema, el camino hacia la conquista total de China quedó expedito.

El ejemplo de estos primeros misiles vivos no fue desaprovechado en la historia de los conflictos. Desde entonces hasta nuestros días se han ido perfeccionando mecanismos de bombardeo a distancia por tierra y por aire, culminando en nuestros días con sofisticados sistemas electrónicos de guía para ser usados por misiles de diversa naturaleza.

Gengis Khan es hasta ahora una de las figuras militares más importantes de la historia, pero el imperio que creó apenas le sobrevivió, unido, por unos cuantos años. Aunque ya divididos, los mongoles aún siguieron por un tiempo con sus conquistas. A partir del siglo XIV, al no haber sido capaces de crear una estructura política sólida, el dominio mongol colapsó progresivamente. Y así, durante varios siglos posteriores, los conquistadores de otrora pasaron a ser los conquistados.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Debe, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/gengis-khan-y-los-primeros-misiles-de-la-historia_213566