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EL REQUISITO ELEMENTAL DEL ORDEN PÚBLICO

Agustín Saavedra Weise*

Nos quejamos —con razón— del desorden e inseguridad crecientes en esta nuestra querida Santa Cruz de la Sierra. La tendencia negativa en esos campos es creciente. Cada día hay más vandalismo, más suciedad, más accidentes, más gente tirando basura en las calles, más borrachos al volante, mayor tasa de criminalidad, etc. Apelamos a la “conciencia ciudadana” y a otros factores morales para disuadir o convencer, pero no pasa nada… ¿Saben por qué? Porque falta el elemento fundamental de la Ciencia Política, su ecuación básica, sin la cual ninguna sociedad resulta viable para la vida en común. Ese elemento no es otro que una función de la relación entre castigos (posibilidad concreta de cárcel, multas o sanciones) y obediencia. A mayor probabilidad de sanciones, la gente tenderá a obedecer por miedo a ellas. A menor probabilidad de ser penalizada, la gente hará lo que le venga en gana. Así de simple.

Con el tiempo, la relación entre castigos y obediencia puede transformarse en obediencia voluntaria en la medida en que la gente internalice ciertas pautas de conducta colectiva y las “legitime”, pero siempre tiene que estar presente la amenaza concreta de la sanción posible. Sin ello, ninguna sociedad funciona.

Y aquí es donde la ciudad y sus autoridades locales o nacionales fallan miserablemente. Si un día se imponen sanciones, al día siguiente se las abandona o se las deja de lado. No hay constancia en la aplicación de la fuerza legal como control de deterioros sociales ilegales. Si se precisa mayor cantidad de policías para imponer el orden, quien tiene que proporcionarlos no los otorga o no deja que se cree un cuerpo propio en la región. Así sucesivamente, se suman los factores del caos. Obviamente, con ese errático proceder se resta la posibilidad de hacer que se obedezca continuamente y se viva con respeto mutuo entre todos como también hacia la urbe que nos cobija.

Podrá haber mil campañas, pero si no se cumple el requisito esencial del uso continuo de la fuerza —vía cárcel, multas y sanciones diversas— todo lo que se intente será un fracaso. El requisito esencial del orden en cualquier comunidad es el equilibrio entre aplicación de castigos y generación de obediencia. Ha sido así y será siempre así en todo grupo humano, desde una tribu primitiva hasta una comunidad contemporánea. Quien no entienda ni aplique este principio esencial, jamás podrá mandar adecuadamente ni formular políticas urbanas de naturaleza permanente. La única verdad es la realidad.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/el-requisito-elemental-del-orden-publico_246866

LA BATALLA ENTRE EL CEREBRO Y EL CORAZÓN

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

Algunos pensadores griegos de la antigüedad —entre ellos el creador de la teoría de los átomos Demócrito y el padre de la medicina Hipócrates— supusieron acertadamente que el cerebro era la sede del pensamiento, la inteligencia y la emoción. En cambio y en claro contraste, para el célebre estagirita Aristóteles el órgano central era el corazón. Y su concepción se convirtió en sabiduría aceptada, dado el elevado prestigio universal que tenía en su época ese gran filósofo.

Es paradójico que siendo Aristóteles la expresión del realismo, haya sido a su vez el promotor del falaz concepto del corazón como fuente de sentimientos. Bien sabemos hoy que el corazón es un órgano del tamaño aproximado de un puño, compuesto de tejido muscular y bombea sangre a todo el cuerpo. La sangre se transporta mediante vasos sanguíneos llamados arterias y venas.

El corazón es una válvula esencial para la vida, un órgano de extrema importancia, pero ciertamente muy por encima está el cerebro, elemento central que dirige el funcionamiento integral del ser humano y el de los animales más primitivos que poseen ese órgano vital. Como se ha comprobado con creces, el cerebro es el principal órgano que controla los movimientos de todo el cuerpo. En los humanos, la ciencia también ha comprobado que el cerebro es responsable del pensamiento, la memoria, las emociones, el habla y el lenguaje.

El punto de vista aristotélico del corazón alcanzó a imponerse hasta bien avanzado el siglo XVI. A partir de entonces el dominio incontrastable del cerebro como órgano número uno pasó a ser indiscutible a nivel científico. Pero está visto que las cosas no son como son, sino como la gente cree que son. A lo largo de siglos el corazón ha sido expresión simbólica máxima del amor, de los sentimientos y hasta de la intuición. Y sigue siéndolo.

“Escucha a tu corazón y no a tu fría mente” se dice inclusive en nuestros días. Y bien sabemos hoy que el corazón es solo una máquina de bombear pero como símbolo sigue imponiéndose; ha logrado su victoria final sobre el cerebro, órgano máximo pero que ha quedado relegado en la mente popular, en la literatura, en la vida en general, como algo frío y abstracto mientras el corazón aglutina amores y sentimientos múltiples. Sabemos que científicamente esto último no es cierto, pero así lo creen los pueblos de todas las latitudes y así se mantiene hasta hoy. En ese sentido, podemos decir que el corazón ganó la batalla de los órganos. El cerebro hace todo pero simulamos —o creemos saber— que el corazón manda en los sentimientos y en la inspiración. Así están las cosas, pese a estos tiempos cibernéticos de inteligencia artificial…

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/la-batalla-entre-el-cerebro-y-el-corazon_245960

LA DURA LÓGICA DEL DOMINIO DEL ESPACIO TERRESTRE

Agustín Saavedra Weise*

En anteriores comentarios sobre el espacio terrestre, expresé que éste era absolutamente imprescindible y que sin espacio no hay nada. Hasta la historia humana podría resumirse en luchas por el espacio y por su dominio efectivo. Recalco lo de dominio, algo muy distinto a la mera ocupación formal del espacio que caracteriza hasta hoy a Bolivia y por eso el historial de pérdidas territoriales, tragedias que pudieron evitarse si la clase dirigente hubiera tenido verdadera visión de espacio, no una terrible miopía, que desgraciadamente fue la norma y en muchos casos lo sigue siendo.

El tener un sitio para vivir, trabajar y descansar, demuestra lo importante que es el espacio, aunque rara vez se habla del espacio como tal en esas circunstancias. Quien tiene espacio tiene la obligación de defenderlo y cuando sea posible, expandirlo, hacerlo crecer. Quien pierde espacio pierde parte de su vida.

Durante mucho tiempo el espacio ha sido mal visto y la geopolítica se convirtió en mala palabra, aunque ahora ha retomado un auge notable, recuperando su credibilidad. La relación entre poder político y asentamiento geográfico resulta vital para la mejor comprensión de problemas nacionales e internacionales.

El tema tierra en Bolivia contiene un criterio geopolítico interno de redistribución y reasignación. No se trata solamente de “eliminar latifundios” o de “profundizar reformas agrarias”. Subyace un concepto claramente geopolítico e ideológico en la manera en que se aborda el tema tierra, aunque jamás se lo explicite. Se trata, en suma, de una lucha por el poder entre los que pretenden las tierras y los que las poseen, como también de una silenciosa pugna por controlar y repoblar regiones.

La lógica del dominio espacial es fundamental para comprender determinados aspectos que hacen a la hora presente, sobre todo cuando se habla de redistribuir tierras del oriente boliviano.

Las potencias fuertes en espacio contra las débiles en espacio se han enfrentado históricamente, las unas por ganar más espacio o no dejárselo quitar, las otras por ocupar espacios mayores de los escasos que tenían. Y estas luchas —de resultados variables— siempre han tenido y tendrán vigencia, por mucho que se hable o afirme lo contrario. El espacio contiene materias primas, recursos diversos, ríos, lagos, etc. Siempre habrá un contestatario frente al espacio que no se usa o que no se controla debidamente; siempre habrá quien lo ambicione o codicie.

Dejando de lado el peculiar momento actual, lo verdaderamente importante —en una perspectiva de largo plazo— es que Bolivia pase a tener conciencia de la importancia de su espacio geográfico, aspecto que vengo machacando desde hace décadas. Asimismo, la revalorización espacial es de suyo importante. En este sentido, hay territorios en el altiplano y valles que también podrían ser objeto de redistribuciones y asentamientos; no sé por qué solamente se piensa en el oriente cuando se plantea el asunto, salvo que la intención abierta sea el control (la “conquista”) de la región. Al final, lo ideal sería que cada comunidad se desarrolle en su propio lugar, en su propio espacio, en lugar de emigrar internamente hacia otros lugares dentro y fuera del país por carecer en su terruño de condiciones para desenvolverse debidamente.

Bolivia es rica en espacio, hay tierra suficiente para que vivan con comodidad más de 100 millones de habitantes; contamos además con grandes reservas de territorio para sobrevivir en cualquier circunstancia. Lo que falta es dominio y administración inteligente del espacio, por eso estamos como estamos.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/la-dura-logica-del-dominio-del-espacio-terrestre_243188